Miércoles 18 de octubre de 2000
EL ANIVERSARIO DEL CONEJO
Viva Saviola
Hoy se cumplen dos años del debut de Javier Saviola en Primera División y lo festejamos como se merece. Un recorrido por la historia, corta y riquísima, de la aparición más importante del fútbol argentino de los últimos tiempos.
“¿Si soy de llorar? No, para nada. Soy durísimo. La única vez que recuerdo que me vieron llorar mis viejos fue cuando me enteré del debut en Primera, contra los jujeños. Fue un viernes que miré el pizarrón: vi que estaba último en la lista y me dieron el bolso con la ropa para el viaje del día siguiente. Tardé mucho porque me agarraron todos los periodistas y mis viejos se empezaron a preocupar porque no llegaba. Mi papá fue hasta la parada del 42 para ver si venía. Entonces yo bajé con el bolso. ¿Qué hacés con eso?, me preguntó. Tengo que ir a Jujuy para jugar con la Primera, le contesté. Dale, no me cargués, me dijo. Y enseguida, al ver mi cara, explotó. Ahí nomás nos abrazamos y lloramos. Fue muy emocionante, muy fuerte, el sueño hecho realidad”.
Javier Pedro Saviola admite que el 16 de octubre de 1998 se emocionó. Fue exactamente 48 horas antes de que, con sólo 16 años, hiciera su debut en la Primera de River, luego de reemplazar a los 15 minutos del primer tiempo a Cristian Castillo. Presentación que incluyó gambetas, piques electrizantes y un gol. Y de la que hoy se cumplen dos años. Su arranque fue toda una premonición de lo que el Pibito haría después con la banda roja.
Aquel 18 de octubre, el Conejo tuvo el debut soñado. Festejó un golazo y fue figura. Por eso el llamado desde Jujuy para escuchar las voces de sus padres. Al mismo tiempo que se fijaba por décima vez si en el bolso seguía estando la camiseta 27 con la que empezó a escribir su historia grande, y que Ramón Díaz le regaló para que se la quedara de recuerdo.
Es obvio que a partir de ese momento su vida dio un vuelco, más que nada en lo que a la vida pública se refiere. Porque los que lo conocen a fondo aseguran que el Pibito sigue siendo el mismo. El mismo que cuando en las inferiores de River no era tenido en cuenta recibió una oferta para irse a San Lorenzo y lo rechazó de plano. “Quedate tranquila, mamá, que alguna vez la siete de River va a ser mía”, le dijo a Mary. Y no la defraudó.
“No voy a cambiar nunca”. Notas, fotos, autógrafos, goles, títulos, ofertas millonarias, la Selección. Y mucha fama. Pero el Pibito se mantuvo fiel a su muletilla: “No voy a cambiar nunca”. Aunque empezó a convivir con cosas que nunca imaginó. Como cuando a fines del 98 fue reconocido por una señora en el 42 y se pasó los diez minutos que lo separaban del Monumental firmando autógrafos. O cuando un año después fue premiado por Clarín y se cruzó con Maradona: “Javier, ¿te sacás una foto con las nenas?”, le preguntó Diego. Aún le tiemblan las piernas…
La casa de Dragones por afuera está igual. Aunque en la puerta se puede leer “Javi te quiero”, producto del amor de una de las tantas admiradoras. Y en el garage está el Peugeot 206 gris, ése que Javier les regaló a sus padres hace un año y medio. Y con el que, desde que cumplió los 18 años, va a los entrenamientos, cuando no lo pasa a buscar su amigo Pablo Aimar. En su cuarto sigue estando el póster del Burrito Ortega tamaño natural. Y, como siempre, en su equipo suenan “Queen” y Calamaro.
En apenas dos años, Saviola consiguió mucho. Pero no cambió. El domingo, en el Día de la Madre, le hizo un gol a Boca y se lo dedicó a Mary. Igual, exactamente igual que en aquel 18 de octubre del 98, el día soñado.
COMO QUE LAS COSAS PUEDEN HABER CAMBIADO TANTO???
PARA MÍ UN CRACK INDISCUTIBLE.
TE EXTRAÑO,JAVIER!