Analizar al River que jugó hoy desde las barbaridades tácticas de Almeyda o desde su mala lectura en algún cambio puntual es caer en redundancias y generalidades que no tiene mucho sentido volver a remarcar. Quiero detenerme en un punto que va mucho más allá de la ignorancia estratégica o la falta de muñeca que hay para determinadas situaciones, y es un aspecto que ya padecimos en buena parte de los años anteriores.
En este partido puntual, creo acertado en la lectura responsabilizar en un considerable porcentaje la falta de carácter que mostraron el 90% de los jugadores que salieron hoy a defender la camiseta de River, en un encuentro que sin dudas era bisagra para nuestro futuro inmediato.
Ese verde profundamente oscuro y aterrador que vestía Defensa y Justicia en su casaca
hoy estuvo impregnado en la cabeza y mentalidad de casi todos los futbolistas.
A River, más alla de ciertos rivales, parece que le cuesta el doble afrontar situaciones, escenarios y contextos determinados. De un tiempo a esta parte hemos mostrado, en la gran mayoría de los casos, una enorme vocación por no adoptar señales de temple, más aún cuando desde nuestras limitaciones tácticas y estratégicas cedemos el centro del ring. Nunca encontramos ni tan siquiera un arma blanca mental como para hacerle frente a esa lucha titánica, de amplio dominio territorial y de dientes apretados que nos opuso Defensa y Justicia del otro lado, y terminamos dejándonos intimidar con las herramientas oxidadas, como el bartoleo de pelota y la subestimación de situaciones puntuales que nos costaron carísimo en el resultado final.
Irritó sentir que la mentalidad de Vega asesinó a la lógica en ese remate de Díaz. Irritó ver a los defensores parados y sin reacción post un par de rebotes que dio nuestro arquero, como en la jugada de penal no cobrada para Defensa. Irritó que Cirigliano haya cambiado ese diamante en bruto que había cosechado de exceso de buena confianza por varios litros de mala o equivocada seguridad. Irritó presenciar la ansiedad general mostrada para resolver jugadas, que posteriormente terminaban en situaciones de pelota detenida o de peligro para el rival. Irritó que el Chori vuelva a decidir en su cabeza las opciones dificultosas por sobre las simples y quede enmarañado en los mares de su intrascendencia. Irritó ver a los restos mentales de Sánchez (porque esta versión del uruguayo no tiene todas las piezas en la caja) mostrando una tremenda falta de inteligencia y hasta de compromiso para resolver en un cara a cara vital con el arquero como si estuviésemos definiendo cualquiera de nosotros.
En La Plata irritaron casi la misma cantidad de situaciones mentales que futbolísticas en River, y que esos dos aspectos se puedan llegar a equiparar en lo que se nos viene sería un cocktail explosivo de cara a nuestras aspiraciones reales de volver a primera.
Quiero resistirme a pensar a que muchos de los futbolistas que están compenetrados con esta causa de ascender puedan cometer tremendos actos de irresponsabilidad mental como para poner en juego los resultados de los partidos, pero realmente veo pasar 90 minutos de estos y me cuesta mucho no adoptar cierto tipo de postura ante algunos casos puntuales. Con decisión y determinación mental endeble como la que mostró casi todo River hoy será casi imposible ascender, por más cuatro de copas o ancho de espadas que puedas tener sentado en el banco de suplentes.
Teníamos los resultados puestos, la mesa servida, y sin embargo volvimos a ser ese equipo 100% verdoso desde la maduración anímica. Y lo peor de todo es que este presente donde se empieza a cocinar de a poco la temporada todavía nos encuentra agarrados fuertemente a las ramas de ese árbol, sin dar demasiadas señales de que podamos adoptar el color necesario para caernos de allí en tiempo y forma…