Si tengo que describir lo que fue este 2011 para el hincha de River, nada mejor que el partido de ayer en Corrientes. Desgracias, fatalidades, errores, infortunios y al final, escándalo. Todo por supuesto en un marco de encuentro que no era uno más, por lo morboso y particular, y además en lo que será la antesala a otro fin de semana muy difícil de olvidar, seguramente el más duro después de aquel de fines de junio.
Lo que vivimos este año fue un castigo sin precedentes, desde los resultados pero más aún desde las formas y los contextos que concluyeron en las fatalidades deportivas. Ni el más acérrimo enemigo podía escribir semejante cúmulo de frustraciones desarrolladas de esta manera. Es cierto que, por muchas de nuestras propias impericias, merecimos cierta parte de la pena, pero fue sumamente exagerada desde la rudeza y crudeza de los golpes recibidos. Ya nos mandaron a cadena perpetua, sin embargo resulta poco comprensible para la razón humana como desde algún lugar de este mundo nos siguen acumulando años y años a esta condena.
Sueño con ese día en el que a la vuelta de la esquina nos espere con los brazos abiertos un manto de piedad. Sueño con vivir un tiempo aunque sea de carencia de deshonras y ofensas a nuestra historia. Sueño con despertarme una mañana sabiendo que tocamos fondo con las humillaciones y los garrotazos al corazón, y donde se planteen escenarios menos emparentados con el maldito destino de las desgracias permanentes
Quiero y necesito creer en que alguna vez toda esta mierda que nos rodea y se nos cae encima mientras nos revolcamos por la lona se va a acabar. Será inevitable borrar esas malditas manchas del pasado, pero tiene que llegar ese momento donde la justicia divina se pose aunque sea un rato sobre nuestros hombros, nos tire un guiño y nos deje aunque sea tirar la toalla para escapar de las cuerdas de este fatídico ring. Necesito confiar en que, tarde o temprano, este será un proceso de mortificación y degradación que pudimos dejar atrás.
Ni siquiera exijo las glorias de otros tiempos, simplemente pido no terminar humillado y sin respuestas ante cada uno de los retos futbolísticos que se vengan por delante. La situación ya superó todos los límites habidos y por haber, y ya se soporta pura y exclusivamente porque, ante tanto golpe recibido, aprendimos a convivir con este exceso permanente de dolor.
Ojalá que el 31 de diciembre se lleve consigo toda la malaria y la desidia del que será recordado sin lugar a dudas como el peor año de la historia de este club…