Sobrevuela en el ambiente un microclima de momento bisagra en cuanto a la consideración general respecto al trabajo de Almeyda. Desde el punto de vista del sentido común y el contexto futbolístico en el que estamos inmersos en la actualidad, no sorprende para nada, pero realmente quedé conmocionado para bien con las repercusiones post Casanova fuera de lo que es este foro, lugar que siempre ha sabido mostrar un costado más realista de lo que fue pasando en estos 8 meses de laburo.
Como fue el de GELP para Cappa, o el de Olimpo para JJ, quizás este ante Almirante pueda llegar a ser recordado como el partido que marcó un antes y un después para con el técnico, dentro de lo que se considera una buena parte del mundo River. Percibí un clic no solo en varios hinchas de mi entorno, sino también en la opinión generalizada de la prensa que suele formar opinión.
Y curiosamente coincide con un Almeyda que a su repertorio de nula autocrítica, fiel a su costumbre, le agregó un estado quisquilloso a su carácter y una postura de ponerse solito contra las cuerdas y a la defensiva ante los cuestionamientos. Cuando se te nota perdido y encima estás perseguido, ya perdiste una gran parte de la batalla.
Cronológicamente, varios sucesos acontecidos en estas dos últimas semanas se presentaron para engendrar esta situación, e indirectamente terminaron jugando a favor de esta especie de embrión crítico que se ha armado en el ambiente respecto al DT: Por un lado, los dos superclásicos perdidos (donde más alla de resultado solo se vio algo interesante en los primeros 5 minutos de Chaco). Por el otro, un palidísimo retorno a la actividad en Casanova, con un equipo que en muchísimos pasajes mostró esa apatía y ese desorden típico de momentos previos a la despedida de un entrenador. Y finalmente, una jornada de lunes que promovió a que en el saldo de esta primera fecha del año tres equipos nos descuenten puntos y nos pusieran en una posición de paridad en la tabla que solo había aparecido por cuestiones lógicas en el inicio del torneo.
La “mala noticia”, por llamarlo de una manera clara y entendible, de lo que puede provocar esta situación es que entre la mitad y los ¾ de la temporada es el momento clave para empezar a cocinar la mayor parte de un futuro ascenso, y ese período es justamente el que vamos a empezar a transitar a partir del sábado ante Chacarita. De acá a 9-10 fechas es donde se fusionan el achicamiento pronunciado de los márgenes de error y el comienzo del aumento paulatino del factor presión. Una situación muy sensible, donde definitivamente no podemos darnos el lujo de tirar mucho de la soga.
Eso si, si la bomba va a explotar, que detone antes de que arranque marzo como máximo, cosa que haya un tiempo prudencial para amoldarse y afianzarse con un nuevo cuerpo técnico. El fixture puede llegar a ofrecer una especie de guiño. Se vienen tres rivales que en teoría para un equipo que pretende ascender deberían ser accesibles, ya que son de lo peor de la categoría. Si post regreso de San Juan, River sigue inmerso en esta crisis futbolística e irregularidad de resultados, debería sonar ese estallido. Es la última oportunidad que diviso a corto plazo para que después haya almanaque suficiente de cara a encaminar esta historia.
Se vienen tres partidos que bajo mí punto de vista son decisivos. Ojalá, por el bien de River, que metamos 9/9 y que sea el momento de despegar de una vez por todas. Si sucede lo contrario, profundizándose aún más esta mediocridad, y como resultado esa granada no termina de estallar, una vez más en nuestra historia contemporánea reaccionaremos demasiado tarde y solo habrá tiempo para los lamentos…