Todo Passa por él
En tres meses, Passarella impuso su estilo personalista y su obsesión por terminar con “la joda”: sus controles personales y su meticulosidad ya son marca registrada.
“Que de la mano, de Passarella, toda la joda se va a acabar”. En la madrugada del 6 de diciembre, los hombres del Kaiser festejaban con este cantito, creado durante la campaña, la llegada del nuevo presidente de River. Claro, hasta ahí, nada fuera de lo común, ya que todos los políticos prometen honestidad y gestión transparente. Pero Daniel Alberto se tomó muy en serio ese objetivo. Tanto, que a tres mases de su asunción no hay una sola decisión que no pase por él. Sí, está más Kaiser que nunca.
A pesar de haber formado un Consejo de Fútbol (integrado por los vocales Manuel Llanas y Daniel Mancusi), Passarella se encargó en persona de las gestiones de refuerzos. Sobre todo, habló con cada uno de los jugadores para que bajaran sus pretensiones económicas. Lo mismo hizo con Almeyda y Gallardo, y con los pibes Villalva y Funes Mori por la firma del primer contrato. Además, su mano en el Fútbol Amateur no se limitó a cambiar al exitoso coordinador Gabriel Rodríguez y apostar por Juan José López, el Pato Fillol y Héctor Pitarch: antes de cada fichaje, el Kaiser revisa el convenio y da el okey. Incluso, les pide a Pitarch y a Jota Jota un informe por escrito del jugador (en el caso de los arqueros, lo realiza Fillol). En ese sentido, achicó el porcentaje que se les cede a los juveniles: ahora es entre el 10% y 20% del pase, mientras que la anterior CD (según la actual gestión) llegó a entregar hasta el 30%.
En Amateur, el presidente también hizo la primera limpieza, ya que en poco más de un mes sacó a Anselmo Russo (el directivo elegido inicialmente) y puso a Eduardo Rabuffetti como titular del área. No quedaron claras las razones, aunque “hubo algo que a Daniel no le gustó”, se repite en el club. Esa movida generó otra inmediata. Passarella se enteró de que se gastaban unos 300.000 pesos anuales en el traslado de los juveniles a los entrenamientos (generalmente desde Núñez a Villa Martelli), ya que se alquilaba una camioneta. El Kaiser habló con Mercedes Benz y consiguió cinco combis. Por esa obsesión por controlar gastos, sólo él y el vice Diego Turnes pueden firmar cheques.
Cada día del Kaiser incluye recorridas por las instalaciones del club y charlas con la gente que maneja las distintas actividades, ya sean sociales o deportivas. Así, se enteró de que el techo de la pileta cubierta no funcionaba bien y lo hizo arreglar. También apareció por sorpresa, incluso de madrugada, y así logró advertir el escaso control en los ingresos o que había menos empleados de los que debían en cada turno, por lo que decidió reemplazar a la empresa de seguridad Siseg (ya había hecho lo mismo con la de limpieza). No es todo: al mejor estilo Bilardo, DP visita la pensión para controlar los movimientos de los pibes. De hecho, restringió las visitas y puso al ex jugador Ornaldo Claut, hombre de su confianza, para tener mayor control.
Este modo unipersonal de conducción, mucho más pronunciado que el bidireccional que ejercieron Aguilar e Israel, genera elogios: “No deja que nadie tenga kioscos, que antes sobraban”. Pero también críticas: “El debe atender cosas importantes y no perder tres horas en armar sobres de protocolo, como hizo para un recital de Cold-play, o chequear acreditaciones de prensa”.
Tan metido está Passarella que hasta su esposa colabora con River Sin Barreras. Algunas decisiones, como el cambio de coordinador en el equipo de veteranos, le generan conflictos. Eso sí, hay dos cosas que no toca: no se mete en el trabajo de Astrada y deja que el secretario Daniel Bravo encabece las reuniones de CD. Siempre bajo su mirada, claro. Porque todo Passa por él.