RIVER 1 - EVERTON 0
Botín de Oro
Ortega volvió con premio: le dio mucho más fútbol al equipo e hizo un golazo de vaselina. Con esa joya, River derrotó al Everton y ganó la segunda copa en Canadá. FEDERICO DEL RIO | fdelrio@ole.com.ar

Metió la emboquillada, sonríe, se toca el corazón.
Para muestra basta un botón. Y en este caso, una jugada, un instante, una genialidad. En tres movimientos, Ariel Ortega demostró que sigue vigente, que es un jugador distinto, que puede ser líder y figura de este River. Que, al cabo, es capaz de convertir a un equipo modesto en un (al menos aspirante a) campeón.
A 26 minutos de haberse puesto la 10 de la Banda después de un año, el Burrito robó una pelota en tres cuartos de cancha, encaró hacia el área y metió una vaselina impecable. Espectacular. Barrado se agarró la cabeza. Los suplentes y el cuerpo técnico saltaron del banco para aplaudirlo. Los hinchas gritaron frente al televisor.
El jujeño sacó del alma ese grito que tuvo atragantado durante su estadía en Mendoza, se golpeó el pecho y besó el escudo. El escudo que lleva en el corazón. En ese corazón que late más fuerte cuando está cruzado por la banda roja. En esa acción magistral, Ortega demostró que aún está lejos de ser un ex jugador. Porque presionó a Rodwell ,le arrancó la pelota, metió un arranque que dejó parado a Lescott y definió como crack. Pero el aporte del ídolo fue, y será, mucho más complejo. Más valioso. Porque su presencia le cambia el juego, y la mentalidad, a todo el equipo. Desde el centro de la cancha, manejó cada movimiento. Con juego corto y gran panorama, buscó la bola delante de los volantes centrales rivales y la llevó hasta el área con absoluta claridad, como cuando dejó mano a mano a Archubi (le cobraron offside) o a Abeliaras (pegó en el palo). Además, el jujeño contagia: con él al lado, todos brillan, controlan el balón y se lo dan a un compañero (sí, parece básico, pero en el último año se hizo muy pocas veces). Salvo por las complicaciones defensivas crónicas de Cabral y Nico Sánchez y la lejanía del área de Fabbiani a pesar de ser el único punta, River jugó un partido redondo ante el quinto de la Premier League. Por eso, es un triunfo que debe valorarse a pesar de que se trató de un amistoso de pretemporada.
El Burrito lo había anticipado. Que “no soy un ex jugador”, que “la magia está intacta”, que “volví para ser campeón”. Anoche inició ese camino, que conoce de memoria con esta camiseta, una vez más. Y demostró que esa química tan especial sigue vigente: los colores de River potencian a Ortega y Ortega potencia a River. Así, los hinchas millonarios volvieron a soñar.
Sólo la magia del gran ídolo podía lograrlo.
EDMONTON (ENVIADO).