Por Jorge Rial
Fernandito y el menemismo como enfermedad
Se fue Carlos hace rato. Pero un estilo de vida quedó impregnado en algunos de aquellos que lo rodearon y se alimentaron durante años del calorcito del poder. Por ejemplo, el no cumplimiento de la palabra empeñada. Prometer para después engañar. Querer ser un ejemplo sin nada para dar a cambio.
Con sorpresa leí el pase del comentarista Fernando Niembro a Radio del Plata, más allá de los rumores de las últimas semanas. No por el aporte que le puede dar a una emisora con poca presencia deportiva, sino por la actitud del ex-vocero de Menem.
El mismo que nos contó las leyes que perdonaban los crímenes de la dictadura con su verba inflamada y sus palabras rellenas de nada. Es el mismo que baila al ritmo de los poderosos que manejan el fútbol. Que le encanta colocar y echar entrenadores. Recuerdo aún la virulenta campaña iniciada en Torneos y Competencias para colocar a Oscar Ruggeri como técnico de la selección una vez renunciado Marcelo Bielsa, enemigo del eterno menemista del micrófono.
Ni hablar de las sillas que lo rodean y sientan los culos de ex futbolistas que llegan a sus programas con el fin de ganarse el pan como periodistas o transformar ese espacio en una bolsa de trabajo. El condenado por intento de violación de un menor, Héctor Veira, es un constante ejemplo de candidato a dirigir cuanto equipo se queda sin técnico. Fernandito, hombre que se quiere constituir como ejemplo de periodista, probó pero que no duda a la hora de romper contratos y morder la mano de quienes le dan de comer.
Su importante contrato en La Red, que superaba los 80 mil pesos mensuales más segundos de publicidad, puso a la emisora en graves problemas económicos. Pero era la estrella, quien se daba el lujo de exigir al aire cosas con veleidades de un verdadero divo, poco le importó.
Es el mismo que mezcla la pelotita con la política sólo para beneficiar a sus amigos candidatos. Que gritaba al aire y contaba sus penurias con la emisora que generosamente le pagaba, a veces sonando como verdaderas amenazas.
No dudó, una vez más, en usar su palabra y la confianza de la gente como método de cambio. No dudó en romper un contrato que lo unía hasta el 2010. Hizo lo que le critica desde su pulpito de discursos aburridos a los técnicos y directivos. Cumplir los contratos. Homenajear la palabra empeñada. Haz lo que yo digo, pero no lo que yo hago.
Pero es inevitable e incurablemente menemista. Está contaminado. Como lo están también otros innombrables, enfermos de soberbia y también ex funcionarios menemistas. Los que convierten la palabra amistad en una sociedad comercial siempre a favor propio. Que se creen padrinos o faraones, con esclavos incluidos. Que cartonean durante todo el año éxitos ajenos para, finalmente, quedarse sin siquiera el fracaso propio.
El mismo que te da un abrazo y dos días después te manda una carta documento. Son menemistas. Son cultores de un estilo de vida. Son poco fiables. No son un ejemplo. Pero como el escorpión, esa es su esencia y no dudarán en hacerlo una y otra vez.
Hoy Fernandito sonríe con Marcelo. Vamos a ver cuánto le dura la alegría a la gente de la radio. Es bueno recordar a aquel Niembro que despotricaba cada día contra los Avila hasta conseguir ser contratado por el monstruo que el combatía. Igualito que Diego Gvirtz en su momento. Nada que ver con Víctor Hugo, con todos sus errores pero con una coherencia envidiable. Vale la pena recordarlo si a usted se le ocurre, como una pésima idea, sintonizar al ex vocero de la década infame. Por las dudas.
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