Si alguien se pregunta porque escribo post como los que vengo poniendo, les tengo que decir que hay algo que me divierte bastante que es la improvisación.
A mí me encanta improvisar. Es como hacer las cosas normalmente aunque sin planes. En si es lo mismo, pero quedas mucho mas conforme con los resultados. Por ejemplo, si estamos buscando una novia, o sea, planeando un noviazgo, vamos a requerir una lista de no menos de 175 características. Cuando la encontremos, por mas de que la susodicha cumpla con 174 de esas, no vamos a estar conformes. La analogía improvisadora sería no buscar nada, cuando la encontremos diremos: “bueno, le faltan 8 dientes, pero el resto no esta nada mal eh…”
Una de las veces que me tocó improvisar fue cuando vi un extraño caminar por la medianera de mi casa. Me comuniqué de inmediato con la comisaría pero me dijeron que en ese momento no había ningún móvil disponible, por lo que debía esperar. Tres minutos mas tarde volví a llamar y con mi mayor serenidad les dije: “No se preocupen, agarré mi arma calibre 22 y le dispare 4 veces al ladrón. Tuvimos suerte porque cayo para mi lado, así que lo tengo ahí, desangrándose en el patio, pueden pasar a buscarlo cuando gusten.” Obviamente soy incapaz de matar una mosca, pero estos no lo sabían y a los 6 minutos tenia en la puerta de mi casa 5 patrulleros, 2 ambulancias, un periodista de Crónica y una manifestación de un grupo de derechos humanos lista para lincharme. Canal 13 tenia un móvil con Sdrech desde el mas allá, esperando el alma del chorro y otro con declaraciones en exclusivas de la madre: “mi ijo e incapa de robar algo, el e un santo”. Así es, las madres de esta gente HABLAN con errores de ortografía y no pronuncian las letras ‘s’ porque las ahorran para cuando van a una estación de servicio a cargar nasssssssssta.
A esto yo lo considero un don innato o, al menos, adquirido durante mis primeros años de vida. “Ojo con lo que haces, acordate que tengo ojos en la espalda.”, me dijo mi abuela una tarde. Cuando se levantó de la siesta tenía varias camisas agujereadas. Lo mío fue meramente servicial… encima que era chicata de los ojos de la cara, le tapaban los de la espalda ¡pucha digo! Así fue como tuve mi primer contacto con la moda (espero que el segundo sea una fiesta en la casa de “pancho” Dotto). No llevaré el estilo de Giani Versace, pero… pero por lo menos yo estoy vivo. Hoy todavía se recuerda esa fecha como “El día en que la improvisación se morfó unos cuantos castañazos".
Igual mi fuerte es, sin duda alguna, la ‘improvisación oral’. Como me pasó el otro día en un maxikioco al que entre con mucha ilusión hasta que mis ojos captaron algo que caminaba entre la pila de bonobones:
YO: “Unos Beldent por fav… hay un insePto caminando entre los bombones”
KIOSQUERA: “Si… ya se lo que es…”
YO: “Yo también, una cucaracha”
KIOSQUERA: “¡NOOOOO! Es un cascarudo.”
YO: “¿Por qué me lo decís así? ¿Tenés miedo de que se ofenda el bichito?”
KIOSQUERA: “Es que hace como 4 días que está ahí”
YO: “Comprendo… te encariñaste…”
KIOSQUERA (¬¬): “$1,25"
Improvisar evita el fracaso, ayuda a crecer, hace reír a la gente y, a veces, puede llegar a darnos un buen rato de diversión… ¡completamente gratis! Como ocurriera aquella tarde en la que me sonó el teléfono…
¡RING RING RING!
YO: “Hola”
VIEJA: “Hola Marcos, ¿cómo andas?”
YO: “Todo bien, ¿usted como anda Julia?”
VIEJA: “¡No soy Julia!, soy Ramona.”
YO: “Y yo no soy Marcos, soy Daniel.”
Le corté y me cagué de risa toda la tarde.