Papa Francisco

fracaso? Dynamo es el disco favorito de muchísimos fans de Soda, pasa que obviamente fue chocante el cambio, ya que venían de Signos (1986), Doble Vida (‘88) y Canción Animal (90’) y sacaron Dynamo en el 92. Mucho cambio en poco tiempo.
Y bue sino gustan los cambios lo tenés a Calamaro que te saca 5 discos por año con 80 canciones pedorras cada uno. Pero todas iguales eh.

Perdón Ricky :oops:

[quote=“Eugeee, post:1735, topic:102809”]

fracaso? Dynamo es el disco favorito de muchísimos fans de Soda, pasa que obviamente fue chocante el cambio, ya que venían de Signos (1986), Doble Vida (‘88) y Canción Animal (90’) y sacaron Dynamo en el 92. Mucho cambio en poco tiempo.
Y bue sino gustan los cambios lo tenés a Calamaro que te saca 5 discos por año con 80 canciones pedorras cada uno. Pero todas iguales eh.

Perdón Ricky :oops
[/QUOTE]vos sos una de las tres maria de calamaro ??

El papa tiene incidencia en pueblos de alma debil,si hay disminuidos mentales que creen en la palabra de un medio como si fuese la Biblia como no van a creer en el representante de la mentira mas grande del mundo?

Yo no te dije que era tan catolico, dije que hay una parte de kirchnerismo que es tradicionalmente catolico. No solo bautizado como la mayoria, sino catolicos practicantes. Como tenes algunos que apoyan el aborto, tenes otros que implementan medidas (como la AUH para embarazadas) que buscan encontrarle otra solución al mismo problema. Por eso somos un movimiento y no un partido :smiley:

Con respecto a lo ultimo, hoy repasando mis apuntes de Argentina 3 tengo en un margen “La unica Iglesia que ilumina, es la que arde” en el momento que dabamos la ruptura de Peron y la Iglesia :mrgreen:

El Vaticano vs. el Estado Nación - Infonews | Un mundo, muchas voces

El Vaticano vs. el Estado Nación

Los presidentes que se enfrentaron a la Iglesia, el “ejército” del clero y los problemas del Vaticano.

Por:

Hernan Brienza

Para bien y/o para mal Jorge Mario Bergoglio ya no es Jorge Mario Bergoglio. Ahora es Francisco, el primer Papa latinoamericano de la Iglesia Católica. Y desde un punto de vista futbolero, que sea argentino es motivo de orgullo para millones y millones de compatriotas –la mayoría de ellos católicos muy humildes de las villas, del Conurbano Bonaerense y de la profundidad de las provincias–, es motivo de esperanza y de alegría. También lo es, claro, para aquellos que desfilaron su odio el 8 de noviembre pasado y forman lo que se conoce como la derecha de este país –no me refiero a todos los que marcharon ese día sino solamente a los que destilaron su desprecio contra el gobierno, contra los pobres que reciben planes sociales (pero ellos se sienten encantados de donar a Cáritas para poder ser cristianos piadosos)–.
La religiosidad –cosa difícil de entender para muchos– atraviesa todas las clases sociales y las identidades políticas, excepto para los marxistas y los hombres de negocios que tienen otras religiones. Puede haber socialistas católicos, liberales, radicales, nacionalistas de izquierda y de derecha, fascistas, indoamericanistas, militares, liberales prerorianos, peronistas de todos los colores. Pero, además, la Iglesia Católica destina para ellos un lugar de aceptación y contención. Porque absolutamente todos estamos atravesados por la ética cristiana. Cuando proclamamos la igualdad y la solidaridad, estamos proclamando valores cristianos, cuando nos casamos, cuando nos enamoramos, cuando nos sentamos a la mesa de nuestros padres, cuando realizamos los domingos la “misa” con toda la familia unida y compartimos el asado y el vino estamos siendo cristianos. La mayoría de los argentinos, el 76 por ciento según las últimas encuestas, es cristiano, de los cuales dos tercios no practican. Sin embargo, están atravesados por la ética cristiana. Incluso el 24 por ciento restante, simplemente por haber nacido en un país que sostiene el culto católico, está embebido por alguna u otra lógica cristiana.

Podrán decirme que no es lo mismo cristiandad que catolicismo, y es cierto en términos estrictos. Pero en términos simbólicos, la vieja dominación y la hegemonía actual de la Iglesia Católica nos hace relacionar al cristianismo con un tipo de sotana negra repartiendo ostiazos a siniestra y siniestra desde el púlpito y ostias en la boca delante del altar, allí sí a diestra y siniestra (la foto de Jorge Rafael Videla comulgando lo demuestra).

Contrariamente al pensamiento del tradicionalismo argentino que afirma que la construcción de la nación ha ido siempre emparentada a la religión católica, lo cierto es que el contenido republicano de la Revolución de Mayo ha iniciado un arduo combate entre la tradición secular y los intentos de confesionalizar el Estado argentino.

Bernardino Rivadavia, por ejemplo, fue uno de los primeros en enfrentarse a la curia. Una de sus principales medidas fue la Reforma Eclesiástica, que le trajo más de un dolor de cabeza al gobierno. Sancionada el 21 de diciembre de 1822, establecía la libertad de conciencia –exigencia de los ciudadanos ingleses–, la secularización de las órdenes monásticas y declaró bienes del Estado los que pertenecían a los conventos suprimidos de los Betlehemitas, Mercedarios y Recoletos, entre otros: al mismo tiempo, abolió los diezmos y primicias a la Iglesia, y los fueros y privilegios otorgados por la Corona española, y secularizó los cementerios. Rivadavia se convirtió de inmediato en “el hereje” y era anatematizado por los sacerdotes de todas las parroquias. El padre Francisco de Paula Castañeda, capellán durante las Invasiones Inglesas, hacía rezar en plena misa los fieles la siguiente oración: “De la trompa marina, libera nos Domine. Del sapo del diluvio, libera nos Domine. Del ombú empapado en aguardiente, libera nos Domine. Del armado de la lengua, libera nos Domine. Del anglo-gálico, libera nos Domine. Del barrenador de la tierra, libera nos Domine. Del que manda de frente contra el Papa, libera nos Domine. De Rivadavia, libera nos Domine. De Bernardino Rivadavia, libera nos domine.” Claro que no todas las reacciones fueron tan ingeniosas: la más dura fue la llamada Revolución de los Apostólicos, surgida el 20 de marzo de 1823, al grito de “¡Viva la Religión!” y “¡Mueran los herejes!,” y fue brutalmente reprimida por el gobierno.

Los constituyentes de 1853 encontraron una fórmula mixta para zanjar un problema irresuelto desde 1810: sostenimiento del culto católico pero, al mismo tiempo, libertad religiosa absoluta para los demás cultos. Además, muchos de ellos influenciados por el espíritu de la masonería, sujetaron a la Iglesia Católica al Estado por medio del patronato, una figura legal heredada de los tiempos de la colonia y que consistía en que el presidente argentino elegía las ternas de candidatos a obispos para que el Papa finalmente diera el visto bueno.

El sistema de patronato fue anulado en 1966 tras un acuerdo entre la Santa Sede y la dictadura de Juan Carlos Onganía donde se creó la figura del concordato, que otorga al Vaticano la facultad de nombrar y remover a los obispos sin necesidad de acuerdo con el presidente de la Nación, que sólo se reserva el derecho de objetar las designaciones. Es decir que todo el cuerpo eclesiástico depende desde esa fecha de una autoridad extranjera y el Estado argentino no tiene ningún derecho sobre él. Con la reforma de 1994, el concordato alcanzó rango de tratado internacional y fue colocado por encima de las leyes nacionales, aunque según la misma Carta Magna el Congreso puede reformularlo. En otras palabras, se trata de un Estado dentro de otro Estado.

Los conflictos del siglo XIX marcarían una tendencia a lo largo de la historia. De allí en más, Estado e Iglesia se enfrentaron siempre para delimitar e interferir en las distintas áreas de incumbencia. Es decir, la Iglesia pugnó por influenciar en las decisiones políticas de los gobiernos de turno. Y lo hará casi siempre con un espíritu retrógrado. Obviamente que las participaciones menos felices fueron aquellas en las que las jerarquías eclesiásticas apoyaron a las dictaduras de turno, dentro de las cuales la complicidad con la de 1976-1983, debido a la represión ilegal y asesinato de 30 mil personas, abrió una brecha con la sociedad civil muy difícil de cerrar.

El primer gran conflicto se produjo en 1884, cuando el por entonces presidente Julio Argentino Roca impulsó las leyes de educación laica y matrimonio civil, y la Iglesia se opuso terminantemente. Como respuesta, Roca expulsó al nuncio y rompió con el Vaticano. Las relaciones se restablecieron durante la segunda presidencia del tucumano.

Setenta años después un nuevo enfrentamiento entre el Estado y la Iglesia tendría otra vez como origen el intento de un gobierno –esta vez de Juan Domingo Perón– de sancionar leyes de neto corte progresista, como fueron la fallida ley de divorcio, la supresión de la educación religiosa en los colegios y el proyecto de reforma constitucional para separar la Iglesia del Estado. Más allá de las verdaderas intenciones del por entonces presidente, quien llevaba adelante un conflicto de intereses con el catolicismo, lo cierto es que una vez más la Iglesia optó por el peor camino. Un año después, el 14 de junio de 1955, los monseñores Manuel Tato y Ramón Novoa atacaron al gobierno en la procesión de Corpus Christi. Al día siguiente, Perón le exigió al Vaticano la remoción de los obispos. El 16, los aviones de la Marina bombardearon la Plaza de Mayo y asesinaron a medio millar de personas. El lema de los militares golpistas era más que significativo: “Cristo vence”.

Por último, el antecedente más inmediato fue el enfrentamiento que el ex presidente Raúl Alfonsín mantuvo con la Iglesia a mediados de la década del ochenta con la sanción definitiva de la Ley de Divorcio Vincular, el Congreso Pedagógico y la política de juzgamiento a las juntas militares por la conculcación de los Derechos Humanos durante la última dictadura militar. Y justamente el momento más pintoresco de esa pelea se dio en la capilla Stella Maris, sede del obispado castrense, cuando el ex mandatario subió al púlpito para responder los cuestionamientos políticos que le hacía un capellán militar, quien exigía la impunidad de los represores.

La historia muestra que las relaciones entre Estado e Iglesia siempre fueron incómodas. Con el gobierno de Néstor Kirchner esa característica se acentuó: el cambio de sede de las celebraciones del tradicional Te Deum del 25 de mayo, el enfrentamiento por el affaire Antonio Basseotto –quien pidió que el por entonces ministro de salud, Ginés González García, fuera arrojado al mar con una piedra atada al cuello–, las políticas reproductivas –educación sexual en los colegios, entrega de condones–, el matrimonio igualitario, la revisión del pasado y la complicidad con la última dictadura militar por parte de la jerarquía eclesiástica –Bergoglio, por ejemplo, soñaba con una mesa de la Reconciliación Nacional en la que se sentaran ex militantes revolucionarios y jerarcas militares a dialogar y cerrar “pacíficamente” esa etapa–. Con la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner esa pelea se aquietó un poco y hubo encuentros y diálogos con la jerarquía pero no se pudo resolver –porque es irresoluble– la cuestión de fondo: la soberanía de un Estado nacional frente a una corporación trasnacional.

Hoy, la Iglesia Católica maneja en la Argentina un verdadero ejército de 5236 sacerdotes y 10.823 monjas diseminados por todo el país y que le deben a la jerarquía una obediencia absoluta. La Conferencia Episcopal Argentina (CEA) nuclea un cuerpo de más de cien obispos o príncipes de la Iglesia, como les gusta hacerse llamar. Territorialmente está dividida en 13 arquidiócesis, 46 diócesis, tres prelaturas territoriales, una personal que es el poderosísimo Opus Dei, lo que sumados a eparquías y ordinariatos suma un total de 68 circunscripciones eclesiásticas. Internamente está dividida en 90 órdenes y congregaciones masculinas, y 231 femeninas. Su capital inmobiliario está representado por 60 monasterios, 30 institutos seculares, 30 seminarios diocesanos, diez universidades católicas, 75 santuarios, 2418 parroquias y 6549 iglesias y parroquias que estructuran una red de penetración en la sociedad que ninguna otra organización logró alcanzar. En cuanto a los medios de comunicación, posee dos diarios, una agencia informativa, 67 publicaciones periódicas, 100 radioemisoras, 32 editoriales y 82 librerías católicas. Como se ve, la Iglesia argentina es uno de los grupos económicos más fuertes del país. Todo esto sin contar el centenar de institutos primarios y secundarios que defienden a capa y espada. La relación con el Estado es un tanto ambigua. Las partidas presupuestarias que destina el Estado no superan los 20 millones de pesos (cifras extraoficiales para el pago de los obispos que no elije) pero además recibe muchas veces dinero contante y sonante a través de otras partidas. Lo demás proviene de un secreto entramado que incluye donaciones empresariales, colectas dominicales e inversiones dignas de una zaga de El Padrino. Además, se suman la recaudación de los millones de la colecta anual de Cáritas, más las donaciones constantes y particulares, y los de la colecta Más por menos, dinero destinado íntegramente a la ayuda social. En resumen, para que no queden dudas, la Iglesia Católica es un Estado dentro de otro Estado.

El problema no es de nombres, es estructural. No se trata de quién es el presidente de la CEA o del Vaticano. La Iglesia es y será siempre una institución conservadora. Hace 1500 años que viene conservando su poder sobre Occidente y más allá de la crisis que atraviesa nada indica que vaya a eclipsarse. Hace pocos días dije el ahora Papa Francisco “es un hombre conservador en materia doctrinaria pero con una gran preocupación social, heredada de viejas convicciones de su juventud. Sin embargo, nunca fue, ni siquiera, la derecha del Episcopado argentino. Siempre tuvo del otro lado a la derecha más dura: el sector encabezado por Héctor Aguer y, por ejemplo, Esteban Cacho Caselli, embajador menemista ante la Santa Sede y con fuertes contactos en la línea ultaconservadora del otrora poderoso secretario de Estado de Juan Pablo II, Angelo Sodano, y que apostaba por el cardenal milanés Angelo Scola. Ni siquiera es el más ortodoxo de los posibles latinoamericanos: está menos a la derecha que el brasileño Odilo Scherer o que Oscar Rodríguez Madariaga, por ejemplo.” Y que era “la menos mala de las opciones que había entre los cardenales del cónclave”.

También escribí que el Vaticano tiene problemas más urgentes que los gobiernos populares. A saber: el escándalo sexual de los sacerdotes pederastas, la falta de vocaciones en Occidente, la corrupción del Banco Ambrosiano, la abulia de los sacerdotes, el rol de la mujer, la complicidad de los obispos con el poder económico en todos los países, la crisis económica europea, las necesidades de reforma que provienen de África y América Latina, la competencia con el protestantismo anglosajón, con las telesectas, el Este milenario chino. En fin, la Iglesia Católica tiene que comenzar un nuevo diálogo con la modernidad, con el siglo XXI, y no simplemente modernizarse comunicacionalmente como lo hace el Opus Dei.

La elección de Bergoglio tiene un solo riesgo para la Argentina. Que Francisco quiera volver a ser de vez en cuando Bergoglio. Que empequeñezca su figura metiéndose en la política local de los países latinoamericanos a los que tan bien les está yendo sin la intromisión de ningún poder supraestatal. Esa sería una verdadera mala noticia, porque los Estados nacionales se verían amenazados por un nuevo poder. Una cosa es pelear fronteras adentro con una corporación con terminales en Roma. Y otra muy distinta es pelearse con otro Estado nacional que, además, tiene parte de sus soldados ideológicos “infiltrados” en el propio territorio del otro Estado nacional. Para que se entienda: una cosa es pelarse con Norman Osborn y otra muy distinta es hacerlo con el Duende Verde, para poner un ejemplo (valga el ejemplo para los seguidores del Hombre Araña).

Ya no se trata de una cuestión ideológica, simplemente. Se trata de una cuestión nacional. Un Estado europeo –monárquico y teocrático– no tiene ningún derecho a inmiscuirse en repúblicas soberanas latinoamericanas. De todas maneras, no creo que esto ocurra. Supongo que Bergoglio no va a desperdiciar la oportunidad de convertirse en un Francisco Magno con relieve internacional para devenir en un Bergoglio mínimo. Es demasiado inteligente para eso, ¿o no?

En lo que a mi respecta ,(aunque no creo que le interese a alguien mas que a mi),con mi hija corté con la herencia Catolica. Cuando sea grande y pueda elegir que se bautice si quiere,que tome la comunion y todas esas cosas. Yo no voy a ser su verdugo ni la voy a manchar con algo de por vida.

Aclarado que el kirchnerismo no tiene nada de católico entonces, salvo algún que otro miembro, como cualquier organización argentina, vamos a musicalizar el thread:

//youtu.be/tO6a7fNwebY

:smiley:

Que se pronuncie, en todo caso. y Bergoglio siempre se metió en temas políticos

Muy buena nota.

OH, OH. BERGOGLIO

//youtu.be/6aWh4hcpFcE

22 HS ALTAMIRA EN TN DEBATIENDO SOBRE EL PAPA

Chupala gil. No tengo ningùn complejo. Los acomplejados acá son uds. que cada cosa que dicen en contra de su estado recurren al INADI, presionan a funcionarios y congresistas para que saquen leyes anti-discrminación, piden que se rectifiquen y sacan comunicados “repudiando” los dichos de tal… Esa es su mecánica. Llorones.-

---------- Mensaje unificado a las 21:56 ---------- El mensaje anterior habia sido a las 21:55 ----------

Baaaaah… ni me gasto. Se ve que no tenés ni idea de cómo funciona el mundo…

Ahora me acuerdo por qué no entraba a leer comentarios a Política y Sociedad. Cada 2 páginas se están puteando.

Coincido. El Peronismo sí es Católico. Pero el Kirchnerismo no es Peronista, así que no es católico no ahí.-

---------- Mensaje unificado a las 21:59 ---------- El mensaje anterior habia sido a las 21:58 ----------

No se apunta al credo de cada uno de los que forman el espacio con los comentarios anteriores, si no a la influencia del Cristianismo en sus ideales o plataformas. Claramente el Peronismo es la Doctrina Social de la Iglesia. No así la UCR, ni el FAP ni el PRO, aunque algunos de sus miembros sean Católicos.-

---------- Mensaje unificado a las 22:02 ---------- El mensaje anterior habia sido a las 21:58 ----------

Millo, again, no habla de las personas, habla de la DOCTRINA!

Como te jode que haga un chiste el judio boludo de Korol…igual vos segui con tus indirectas e insultos que vas bien pedazo de sorete.

en serio pensas que el papa tiene que pronunciarse en este tipo de cuestiones?

---------- Mensaje unificado a las 01:09 ---------- El mensaje anterior habia sido a las 01:06 ----------

me encanta como parece que a ciertos sectores commo que les puso los nervios de punta la eleccion del papa… tranqui muchachos, el papa ya debe tener suficientes quilombos internos en el vaticano, como para andar hablando de la inmoralidad de algunos funcionarios

Siempre hace los mismos chistes, eso es lo que me molesta. Y si llegás a decir algo sobre los judíos, te matan. La verdad es que voy re bien. Tengo laburo, la carrera casi lista y mucha gente que me quiere. Que un impresentable que lleva los nombres de Shimon Peres y de Rothschild me putee, me reconforta. No te ignoro porque al leer lo que ponés y ver que estoy en el extremo opuesto de tus ideas, me hace sentir que estoy por el camino correcto. Saludos!

Como obligación, no la tiene. Ya se pronunció en ese mismo sentido siendo Arzobispo. Si repite esos dichos como Papa se mantiene en su postura, pero con más peso en la opinión pública internacional. De todas formas esa opinión pública ya está a favor de Argentina. En Asamblea General, la ONU aprobó la posición argentina 127 a 4 sobre la postura británica

Lo segundo pasa en todos los países. Cualquier persona que llega a un lugar tan alto queda expuesta en todo su pasado, sus miserias y contradicciones. ¿O cómo se supo que Ratzinger fue de la juventud hitleriana? Los alemanes lo difundieron

ah… por eso ahora están inventando que el papa tiene causas abiertas por desaparecidos durante la dictadura militar?

No es de ahora Luis, hace varios años se viene denunciando eso, incluso fue llamado a declarar en calidad de testigo. No seas cabezadura.