Pablo Desimone, El Pity Alvarez del CARP

Jajajajaa te imaginaste bien loco, lo leí y no entendi un joraca, es mas, alguno me dice porque se titula “traidora”???

Que tipo loco! :lol:

Pablin consiguio Ganjah, nuevo texto.

Aquella “Cita con ángeles” en La Paternal

Para la historia del fútbol pasará casi desapercibido el primer domingo de marzo del 2005. Sin embargo, fue una tarde en que las cuerdas de la guitarra de Pappo lloraban todavía lágrimas de sangre en el barrio de La Paternal, por esa muerte desatenta e inoportuna del blusero más importante de la Argentina. Una tarde que se enfrentaban el Bicho y el Millo, en el Estadio Maradona, y nada hacía prever que mientras el ángel del Carpo se nos escurría simultáneamente, otro ángel, el del Matador Salas, estaría regresando.

“Cita con ángeles en La Paternal”, entonces, descontando que Silvio Rodríguez, otro que es capaz de hacernos levitar, no cobraría derechos de autor por el título. El fútbol tiene ese don milagroso. El de transformar la intolerancia en canto. La sinrazón había mostrado los más bajos instintos de la condición humana a partir de una disputa interna en la barra de Argentinos. Todo un pandemónium irracional, hasta que el cielo enviara sus mensajeros. Primero, un solo coro en toda la cancha para entonar: ¡Y Pappo no se vá! Y después, cuando la pelotita empezó a rodar, apareció el ¡SSHH…ILENO! para deslumbrarnos y apagar las voces que lo sepultaron en vida.

Volvió con todo. Con la responsabilidad y el honor que implica ser capitán después de casi cuatro meses sin jugar partidos oficiales. Volvió para desmentir a tantos lenguaraces que viven de los juicios condenatorios y excluyentes, porque de lo que se trata es de llenar espacios y horas de chismografía deportiva. El Arauco dio muestras que está bien vivo y eso era lo que más importaba. Reapareció con la rebeldía propia de su pueblo, jamás rendido. Con la dureza de la madera del “Temú”, el árbol que le da nombre a su tierra, Temuco. Es cierto que Astrada y Hernán Díaz lo estaban protegiendo, cuidando, como corresponde a una especie en extinción. Como los Mapuches protegen y adoran al Cóndor, su ave sagrada.

Un goleador de raza, un animal del área no se encuentra a la vuelta de la esquina. Y si bien todavía le faltaba rodaje, mostró que su talento estaba intacto. Quizá no era aquél que se animaba a gambetear en el área y desparramar a los arqueros. El de aquella noche inolvidable frente al San Pablo por la Supercopa, por ejemplo. Pero quién como él sabía manejar esos movimientos de contra anticipo y descarga a un toque, su corazón pensante y su mente que late fría a la hora señalada.

Seguramente ya no iba a ser posible ver al tremendo Matador de las estampitas que acompañaron su retorno del viejo mundo, pero qué bien que hubiera venido sostener, con continuidad, su nueva versión. El que se hizo los espacios en el primer gol para que se luzca Patiño en su pase. El que miró todo antes que ocurra. Entonces, cuando decidió usar el costado externo de su pie izquierdo, sabiendo que el balón escondido en sus alas de cóndor trasandino se anidaría allí, donde el ojo asesino hubiera elegido. Luego, ya cebado por el hedor y el dulce sabor de la sangre, volvió a exhibir su olfato carnicero, depredador. Echó la cola para atrás, avanzó como un boeing cuando inicia su carreteo y mientras todos retrocedían, nunca imaginaron de sus garras semejante precisión y fuerza. Clavó un zurdazo para la antología, inatajable para cien arqueros.

Después salió y a River le empataron un partido imposible. La tarde milagrosa se iba a acabar con la deserción de los ángeles. No obstante Marcelo ya había recuperado el aliento y el amor de su gente. Le hacían falta para ir ganando en confianza. Todos anhelábamos un rato más, nada más. Para que Salas vuelva a ser el vigía del gol.

Había vuelto el Animal Sagrado, rey de las 18 y de los pedernales inalcanzables. Había vuelto para ofrendarle los goles a su hija Camila y desmitificar definitivamente su “vida loca”. Esa tarde, nos fuimos de La Paternal con un sabor agridulce. Festejando su vuelta, pero con un extraño presentimiento de corto plazo. Mortificados por los puntos que dejamos escapar y porque de fondo nos acompañaba la melodía de “Guitarra vas a llorar”, un viejo y hermoso tema de Los Beatles.

Los Beatles,Silvio Rodriguez,Pappo.Es la pagina de MTV?

¡Crímenes perfectos!

Por Pablo Desimone - 21/09/2010 - 00:37

…Y sí, estoy con bronca…son esos días que uno venía con ganas de reír y se le planta la angustia. Era un partido bisagra, esperado y hubiera preferido una lágrima de emoción. Pero hay domingos que se nos cruza un Dios salvaje y dan ganas de romper el teclado. Ñuls nos rompió el corazón, pero nunca el alma.

Ese Dios que se olvida de rezar por nosotros, que es el de aquellos feroces defensores de los pimpones y de las sumas algebraicas que fundamentan el análisis de los partidos por el resultado y no por el trámite. Y que duele mucho más cuando la desesperación irracional llega del lado de los amigos. Se hacen aliados de los pacientes de ayer que se convirtieron en furiosos intolerantes de hoy. Los que piden por Ortega cuando está fuera y los que lo putean porque Cappa no lo saca. Los que extrañan a Ramón pero no movieron un pelo cuando lo rajaron. Los que se llenan la boca del “aunque ganes o pierdas…” y te mandan mensajitos de texto insoportables, con leyendas como “¡somos horribles!”, “¡qué amargos!”, “¡ganemos una vez a lo Boca!”. Esas y miles de boludeces más.

Todas y cada una de ellas impropias del hincha de River de verdad. ¡Como si no pudieran entender que esta sed que no se calma con agua solamente! Que toda la grandeza no nació de un repollo y que sólo la vamos a recuperar con estilo. Que de una sequía como esta no se sale sin esperanza, sin fe. Es por todo esto, que me dan ganas de decir: nos vienen a convidar con tanta mierda… y les compramos a estos vendedores de baratijas efectistas. Hay tantos generales del ocaso que nos quieren convencer con sus razones tan miserables, desde lo futbolístico y conceptual, que da asco. ¿Qué propuso el equipo de Sensini? ¿Qué hizo de manera tan brillante que no hizo River? ¿En qué fundamentó su “heroica” victoria? Y digo heroica, porque terminó contra las cuerdas, reventando cuanta pelota llegaba al área. Con Schiavi, empujando y agarrando a todo el mundo, con total impunidad. Con los once rojinegros metidos atrás, pegándole de punta y para arriba, a ver si acertaban el Prode en una contra.

Y de propuesta, ni hablemos…porque hasta los 10 minutos hubo un River que arrancó a puro toque, con un Lamela exquisito, un Ballón preciso y un Funes Mori veloz, al que le cobraron dos offsides inexistentes. Todo, todo era de River. Hasta que de una falta insólita, durmió Pereyra por la izquierda y Borghello conectó un tremendo cabezazo inatajable para cualquier arquero. ¿Qué más hizo Ñuls, luego del gol? Se dedicó a cortar juego en tres cuartos de cancha, a hacer tiempo hasta lo inimaginable y a apostar a la velocidad de Sperdutti. Recularon, ensuciaron el partido. Lo sacaron a Ortega de sus casillas y a Lamela lo cortaron con fouls tácticos todo el tiempo. ¿Ese es la épica que le piden a este equipo? Por favor…

Con aciertos y errores River siempre fue al frente. Cappa entendió que faltaba un punta y mandó a Pavone adentro. Cuando perdió algo de juego, entró Buonanotte. ¿Sacarlo al Burrito? Ya va a salir, cuando el tiempo lo indique. Seamos respetuosos. Faltaba generación de fútbol en ataque y optó por la variante de Rojas, quien lo hizo con criterio. Pero enfrente, claro, había un ejército de “bichos” y “macaneadores” que exprimieron el reglamento al máximo. No es tan fácil abrir estos partidos. Pasó con Arsenal, mediante una pelota parada. Pero esta vez Dios se puso del lado de los villanos. ¿Vaya a saber por qué? Se robó la caja fuerte, secuestró a la secretaria más hermosa y todavía se llevó los aplausos de los que no pueden ver la trama, tan sólo el desenlace.

Pero no, este mundo de “ganadores” y “perdedores”, de flores de plástico y de utopías rengas, a veces te entristece más de lo normal. Igual, yo me quedo con el partido que vi: este River, que perdió de manera injusta. Distinto al que empató con Argentinos o ese híbrido que fue en Liniers. Ayer, creyó, luchó y desaprovechó esas situaciones insólitas como las de Funes Mori y el peruanito en la primera etapa, o las de Ferrero y Pavone en el final del partido. Todas producto de una convicción: la de jugar el partido. ¡Crimen perfecto para estos fugitivos del amor incondicional!

Por eso la bronca y esta tardanza en sedimentar la derrota. Porque yo vi a un River entero anímicamente y capaz de triturar la desesperanza en cada pelota disputada. Perdón por el enojo. El domingo salió todo afuera, de la peor manera, la moneda cayó para el lado de la soledad. Y ella partió con el rufián. Siento el corazón roto y es el único que me vino, tal vez por defecto. Pero es de River y uno no elige de quién se enamora. Sólo los años nos van explicando lo inexplicable, excepto estas obviedades que parecen olvidadas. “Yo soy de River porque el mundo me hizo así, no puedo cambiar…”.

Debe ser a la hora en que escribe esto, no debe estar escabiado…

No descarto que sea el indio Solari que ahora esta bastante al pedo.

José Manuel Moreno no usaba gel

Ese hombrecito gris era el típico hombre del viejo microcentro porteño. Era una fotografía viva del antiguo oficinista. Desalineado, como galgo flaco, casi un émulo de Discepolín. Look inmodificable de los años 40: zapatos puntiagudos y relucientes, como si hubieran sido repasados por el último lustrabotas. Pantalón y saco oscuros bastante arrugados y amplios. Lo acompañaban un pulóver bordó y una corbata desparramada sobre el último botón de su camisa desabrochada. Tendría entre 65 y 70 años, no más. Pero sus hombros hundidos y la curvatura incipiente de su espalda no podían disimular cierto abandono personal y una mochila cargada de vaya a saber qué pesares.

Estábamos compartiendo un asado entre hinchas de River y alguien me lo presentó de esta manera: “Este señor es una biblioteca ambulante de River”. Confieso no recordar su nombre y me arrepiento tanto. Es que hoy me parece una irreverencia no haberlo guardado. No se encuentran a la vuelta de la esquina aquellas enciclopedias vivientes como este señor de bajo perfil, que despaciosamente me fue subyugando con sus relatos de “aguafuertes millonarias”.

El hielo de la conversación comenzó a romperse de manera bastante formal. Primero fue la realidad política del país; luego, la del club. Todo muy cuidadoso como midiéndonos el uno al otro. De a poco la conversación comenzó a tomar otro rumbo. El hombre soltó las primeras confesiones íntimas de su historia personal. Había tenido un trabajo estable durante más de 35 años en el Banco Nación, hasta que quedó en la calle en la época de Martínez de Hoz, como tantos argentinos. Esa pérdida lo subsumió en una profunda depresión de la que no pudo salir durante muchos años.

Sólo River lo conectaba con la vida. Ni siquiera le alcanzaba todo el afecto dispensado por sus hijos, ya que su mujer lo había abandonado en su peor momento. Cuando la nostalgia lo empezaba a atormentar, yo lo corté abruptamente. Logré que sus palabras dieran un giro violento y sus ojos se le empezaran a iluminar. “A mí me lo presentaron para hablar de River”, le dije, a lo bestia. Quería sacarlo de esa melancolía crepuscular, de las causas y azares de su abatimiento para instalarlo en los azahares y perfumes de su existencia. Muy tímidamente lo fui llevando, vinitos mediante, hacia el terreno que yo suponía lo podía hacer feliz. En un santiamén, no sé de qué manera, habíamos caído en la comparación Moreno- Maradona.
“Escúcheme -levantaba el tono por primera vez-. ¿Cómo van a comparar a Moreno con Maradona? Con un tipo que erró 14 penales. Es una falta de respeto”. Yo asentí condescendientemente, quería que me convenciera –sí, al Charro no lo vi- . “Y sí, yo me acuerdo haberlo visto a Diego errar dos penales una misma noche contra Falcioni, cuando jugaba en Argentinos”. Lo estimulé. En ese instante, comenzó a operar una suerte de metamorfosis en ese hombre. La pasión por River comenzaba a pistonear cada uno de sus pensamientos. Aquel rictus de hombrecito inerte se había desdibujado totalmente de su rostro. Alzó la voz y muchos se dieron vuelta.

“¡Usted sabe lo que fue la vuelta del Charro de México! Allá venían Frida Kahlo, Diego Rivera y él. Los más grandes artistas de su época. Mire -se encendía cada vez más- yo tenía 11 años. El partido se jugaba a las tres de la tarde y a las 11 ya no se podía caminar por los alrededores de Ferro”. Sus pupilas parecían estallar de emoción. “¿Sabe desde dónde vi ese partido?”, me preguntó.

“¿De adentro de la cancha?”, le respondí, siguiéndole el juego. “¿Vio donde se juntan el alambrado de la popular y lo que hoy es la platea de cemento que da a las vías? Bueno, ahí. Me tiraron de todo para que me baje. ¡Minga me iba a bajar! Me puteaban: ‘¡Mocoso de mierda, salí de ahí!’, me gritaban! Pero ¡qué me iba a bajar, tenía el culo todo raspado, vea, pero yo quería verlo a José!”. Ya no era él. La adrenalina de su evocación lo resucitaba. Se iba irrigando como una magnolia sedienta y florecía exaltante a medida de que le venían más imágenes de aquella tarde gloriosa. “Ese día hizo tres goles -continuó- y lo sacaron en andas. Moreno fue un prócer. Tenía un físico escultural, cabeceaba como los dioses. Era guapo en serio. Un día, en La Plata, hasta salió en defensa de un árbitro. Era un tipo íntegro, justo. Pero ¡cómo le gustaba la noche!

“¿Ya había botineras?”- pregunté medio en joda.
“Má qué botineras, el Charro nunca necesitó garpar un mango. Vivió a full. ¡Mámita! En México salía de garufa con Cantinflas, María Félix, hasta con Bette Davis. Después le pusieron “el fanfa” acá. Pero tenía con qué fanfear, ¿eh?”.
“Ah, no era como Ricky Fort, entonces”, acoté irónicamente.
“¡Ese salame!”, se enojó fuertemente. “El Charro era un eximio bailarín de tango. Siempre decía que el mejor entrenamiento era bailar tango. Como gran malabarista del balón que fue, tenía razón. Afirmaba convencido: “Llevás el ritmo, lo cambiás en una corrida, manejás los perfiles y hacés trabajo de cintura y de piernas”. Durante una semana no lo dejaron trasnochar. Lo tuvieron a raya, no lo dejaron probar el vino. Ese domingo jugó pésimo. Cuando terminó el partido, broncaba: “¡Nunca más me hacen tomar leche!”.

El hombrecito se iba estirando lentamente. La presencia taciturna del inicio ya se había esfumado. Hasta el timbre de voz le había cambiado. Ahora, era energía pura. ¿Qué me voy acordar por qué vasito íbamos? El tema es que cada vez enfatizaba más su admiración por Moreno. Allí caí en la cuenta de que todo lo que me había contado mi viejo acerca de ese mito riverplatense, tenía visos de realidad.

“¡Qué me lo van a comparar con Maradona!”. “¿Qué ganó Boca con Maradona? ¿Y en Argentinos?”. Su mano derecha se agitaba y cada tanto el dedo índice se elevaba admonitoreamente. Ni contradecirlo, para ese entonces. Su postura evitaba posibles refutaciones que en el fondo uno las tenía. Pero ¿qué decir en estos casos?.
“¿Sabe lo que hizo el Charro cuando era técnico de Medellín de Colombia?”, me sentí un ignorante total. “Iba perdiendo un partido con Boca de la Argentina y sus jugadores no daban pie con bola. Tenía 45 años, se cambió, se metió en la cancha, hizo dos goles y Medellín ganó”. “¡Eh, viejo, pero era Dios!”, le contesté. Esto ya me parecía demasiado exagerado.

“Mire, usted podría ser mi hijo, pregúntele a su padre, si tiene suerte de tenerlo, a ver qué opina”. “Ya le pregunté”, le respondí.
“¿Y que le respondió?”.
“Que sí, que era Dios”, terminé aceptando mansamente su tono inquisidor. Y agregué: “Para mi viejo: primero Moreno, después Maradona. Igual que para Di Stéfano”. “Vio, vio que tengo razón, no resisten la comparación”, replicó. Me di por vencido. Me convenció.

Nos despedimos con cortesía, prometiendo seguirla en otro momento. Eso sí, yo estaba medio mareado. Cuando lo vi retirarse, indudablemente había crecido como 20 centímetros y estaba erecto. Caminaba con el pecho inflado, bien erguido. Su joroba se había expandido hacia lo largo y lo ancho de su espalda. Si hasta parecía que le habían crecido los bigotes, que tenía rulitos y que se peinaba con glostora. No con gel, como el salame de Fort.

Es cualquiera el chavon me da verguenza

Este flaco ya es cualquier cosa, un mamarracho.

Gracias Paco, bravo Titán

El domingo pisará de nuevo el Monumental. Y habrá que tributarle todo nuestro agradecimiento. Gerlo, en una época de vacas flaquísimas, dejó la vida por esta camiseta. Fue el símbolo estampado en miles de remeras que decían “Yo vi jugar a Gerlo de 9”. Como pedía esa hora, como lo pide esta camiseta. Pero antes ya había dejado su sello de guapo, de tipo viril, valiente. En una noche inolvidable donde otro tipo de gran personalidad como el Negro Tevez se comió los mocos. Aquí la recordamos.

Y el Titán, tantas veces vituperado por sus limitaciones técnicas, por sus escasos recursos, por su falta de estilo. Tantas veces cuestionado y tildado de rústico, de sacador y no sé cuántas sandeces, esa noche tendría su revancha. A la hora de jugar batallas como las de de 4 de mayo del 2006 en el Pacaembú, siempre se les había pedido a los jugadores ante todo poner eso que nos diferencia de las mujeres y, si algo destacaba a este hombre, era justamente eso. Y demostrarles a todos sus inquisidores que aquello que tanto los irritaba de su estilo, puesto a hervir, podía convertirse en la argamasa de la “mística” que River durante años sigue buscando para ganar la Copa. Así fue que el “gallego”, típica barba rala, mal afeitada o que no quiere crecer pero indisimuladamente desprolija, flaco y blanquito era lo más parecido al fiel Mendieta el perro de Inodoro Pereyra.

Huesudo y alto como el Quijote, salió a la cancha como quien está convencido de que Los Molinos de Viento eran un ejército. Sus ojos vidriosos con sus conjuntivas inflamadas en sangre buscaban entre todas las camisetas blancas una sola. Esa era su tarea, anular a quien habían venido a ver desde Inglaterra, considerado por muchos no sé si el mejor jugador del mundo, pero sí el más guapo, el más aguerrido y atrevido, una especie de general en el rectángulo, el alma del equipo para los conrinthianos. Nada de eso se le cruzó por la cabeza. Sonó el silbato y enseguida le clavó la mirada al diminuto morocho y lo fulminó con su pensamiento. La cámara de televisión lo vendió: de entre sus labios pudo leerse su sentencia: “Yo quedo fuera de la Copa, pero a vos te saco del Mundial”, le dijo. Tevez, perdió su compostura, sintió por primera vez lo que verdaderamente era el miedo. Vio en el brillo de esa dentadura chueca un brillo, parecido al de las navajas que usaban los faqueadores. Las imágenes más cruentas, de cuentas pendientes resueltas a cuchillo, cuando su infancia en Fuerte Apache lo asolaron inconcientemente.

Se movió nervioso, por los laterales de la cancha, hasta que definitivamente se escondió. Carlinhos entendió que con “éste no se jode”. Arrugó. Y espero el final. Esta vez no hubo cacareo, ni puteada televisada. Había quedado pálido, petrificado. Mientras tanto, Gerlo festejaba con sus compañeros el paso a los cuartos de final. Su alegría era tan grande que ni siquiera había reparado en que había destruido un mito, aunque sea por una noche: ¿dónde quedaron los tres testículos de Carlinhos? Y a partir de esa noche, el nuevo héroe de millones de hinchas, que entienden que el fútbol es un juego de hombres y a veces una metáfora de viejas paradas de taitas. Un duelo de guapos en el que a veces no hace falta hacer uso de las armas. Basta con la actitud. Algo que este “brutito” siempre llevó como una mochila y que esa noche lo convertía en símbolo de lo que hay que poner para ganar la Copa.

Contra todos los que vituperaron su falta de calidad, esa noche tuvo su revancha. No hizo más que ser fiel a su a su propia naturaleza y a su voz interior. Ese balbuceo que muy pocos pudieron observar, ni siquiera en la repetición de los videos, lo elevaron a la categoría de ídolo por la vía inversa que llegan la mayoría de los cracks millonarios. Gerlo fue el hacedor de esa noche negra del Timao. Convirtió a Carlinhos en Pedro Navaja -el que hierro mata a hierro termina-. Un duelo que ganó Gerlo, un don nadie, sin pegar una patada.

Después vino su aventura renga por las áreas rivales, otra noche en que había que dejar el pecho y sacar el alma. El hincha de River sabe de esa entrega que en tiempos difíciles, cuando la hambruna futbolística era casi de guerra, apareció un tipo que hizo de las nanas de la cebolla su canto y nuestro único alimento. Sólo los desmemoriados podrán ignorar que ese “gallego” rudo, todo lo que no tuvo de dúctil lo tuvo de guerrero. Que pasó por River y ofreció su corazón. El domingo, ante Quilmes, hagámoselo sentir. ¡Gracias Paco, bravo Titán!

Dios mío…

Me da asco este tipo

Vocero oficial de FM.

Danilo Telmo, Titán de River…

WTF!!!

Cuantas se fuma este tipo.

Una vela
Por Pablo Desimone - 24/09/2010 - 09:36

Es que cerca de mi casa viva una piba que por 5 magos te chupa la pinga. Yo la conozco desde muy pendeja, por eso no me cobra si quiero tocar sus tetas. Ella vive a dos cuadras de mi puntero, por eso cuando voy a comprar faso la veo. Ella me dice: “Chico invítame a fumar que ese es rico”. No te asustes por lo que te cuento, pero en mi vecindario todo esto es cierto.Todos tienen fierros, yuta tiene miedo, entonces tiran sin preguntar primero. Y esquivando balas en mi bicicleta, voy a casa de mi puntero a buscar mi hierba. El tiene ese faso rico que cuando lo fumo quedo bien chino. Y cuando salgo estoy atento, por que esos putos siempre se están escondiendo. Los azules me persiguen por que fumo marihuana y yo lo mando a. Yo los pierdo por un camino de tierra, la lancha no me alcanza (esta hecha mierda), algo se baja me empieza a correr, pero no van agarrarme por que se que hacer. No voy a dejar de pedalear hasta que salga por atrás a la calle Pilar, y voy a doblar en el chandia, por que yo se que ahí hay un solo policía.
Ese me conoce no me a parar, sabe que no ando en nada ilegal, sabe que solo vengo de comprar mi hierba para tirarme bajo el sol y fumarme una vela. Dos velas, tres velas, cuatro velas.
Y son solo palabras por que fierro no tengo, pero la yuta quiere allanar mi gheto. Me buscan a mí por que no tienen huevos de tirotearse con esos que mueven a terceros. Yo los invito que vengan cuando quieran, mirando los simpsons y fumando una vela.

Pobre loco, ya no le queda ni un poco de materia gris en la cabeza, se le termino con el ùltimo faso que se fumo.

:lol::lol::lol:

jajajajajaja

Manga de caretas todos los que comentaron.

JAJAJA:lol::lol::lol::lol: