Tenía que postearlo en este foro también…
No se si les ha pasado, sobre todo a la gente mayor (que ha visto más ídolos que yo), que al ver a Ortega, al escucharlo hablar, o al verlo frente a una cámara de TV, sienten una empatía muy grande por tal vez el último gran ídolo que tiene el club hoy en día. A mi me pasa eso cuando lo veo, siento que él está hablando por mí, que dice lo que siento, lo que todos los jugadores de River deberían sentir al jugar en tamaña institución.
Me puse a pensar, y creo que está empatía que siento al verlo a Ortega es por la fuerte simbiosis que existe entre el Burrito y River que es tan fuerte que parece ser uno sólo. Ortega es River, River es Ortega. River necesita a Ortega y viceversa. Y creo que esta última parte es la que hace que el ídolo este tan identificado con el hincha, más allá de los goles, alegrías, títulos y gloria que este hombre nos dio.
Tal vez sea por mi juventud, pero al hacer rápidamente un repaso de los ídolos del club (el Beto, Francescoli, Merlo, Astrada, Moreno, Labruna y muchos más que ahora me estoy olvidando), noto que casi todos, por su personalidad, por su forma de vivir y sentir y el fútbol (ni hablar de por su forma de jugar) podrían haber triunfado en cualquier lugar del mundo, pero eligieron hacerlo en River, ya sea por gratitud, por amor al club, porque son lo que son gracias a la hinchada, o por lo que fuera. Pero en Ortega veo otra cosa. Algo diferente. Lo que lo hace un ídolo “distinto”.
En estas épocas de vacas flacas, en un club que se muere por dentro gracias a los desmanejos y negociados de esta “administracion” que fundieron al club, en un plantel acéfalo de líderes, tanto espirituales como futbolísticos, es necesaria la aparición de un tipo como Ortega. Un tipo que absorbe las presiones de los demás, simplemente porque el sale a jugar sin presión, porque sabe que es el mejor con el manto sagrado puesto. Un tipo que además nunca le dio la espalda al club, sin importar cuan mal esté. Ese hombre que, cuando no estuvo, se convirtió en un grito de guerra de los hinchas, pero cuando su figura aparece, se convierte en el aliciente a tanto dolor, a tantas frustraciones, y nos permite, aunque sea por un ratito, olvidarnos del mundo y posar nuestros ojos en esos quiebres de cintura, en esas gambetas endemoniadas, en esos goles maravillosos y en todas las maravillas que hace con la redonda.
Pero además de esta necesidad que tiene River por Ortega, existe otra cosa. Y esto es lo que, a mi entender, es el rasgo distintivo de su idolatría, lo que lo hace un ídolo distinto.
Se sabe, que los periplos de Ortega por tierras lejanas a Núñez no han sido buenos, más allá de algunos chispazos de talento que nunca se pierde (como se vieron en la Sampdoria o en Parma), pero no ha sido porque “no se adapta” o “porque no sabe jugar en Europa” o “porque es de cabotaje” como dirán su detractores. Yo siempre creí que Ariel nunca terminó de explotar en Europa, porque en esas tierras no se sentía mimado. No se sentía Burrito, Orteguita, Chango. Se sentía común, como uno más, un simple jugador. Y en esas condiciones, no puede sentirse cómodo.
Ya lo definieron sus parientes, los que más lo quieren: Ariel es como un nene, necesita ser mimado, necesita mucho cariño, sentirse indiscutido, invencible. Y cuando se calza la gloriosa casaca de River, es donde se siente el mejor, el más grande, donde se siente mágico…
Donde se siente Burrito.
Esto es lo que me pasa a mí cuando lo veo, no se a ustedes. Si les pasó con algún otro ídolo del club, cuéntenlo, sobre todo los más grandes, que han visto a muchos más ídolos que yo…