Eso: nada ha cambiado. Como todos los semestres, prendemos velas y empezamos a pensar que tal vez, por qué no, el campeonato que viene puede vernos campeones otra vez. Pero se juegan las 19 fechas, y otra vez estamos con las manos vacías. Siempre igual.
Primero, las contrataciones. Mientras muchos clubes se deciden por un jugador, negocian, y si no tienen éxito simplemente van a buscar a otro hasta conseguir un fichaje, la desorganizada dirigencia de River vuelve a ser objeto de suspicacias y vuelve a envolverse tras un manto de idas y venidas. Que se fue Farías, a México. No, a México no, a Portugal. Y ahora en México no quieren saber más nada con los argentinos. Que Carrizo era el primer refuerzo, que iba a quedarse 6 meses más. Hoy ya está en Italia pero no sabe si va a quedarse (eso sí, donde seguro no está es en River). Lussenhoff y Zapata, no renovados. Pero no, a Zapata lo pidió expresamente Passarella. Bueno, se queda Zapata y Lussenhoff se va. Hoy Lussenhoff sigue en River y Zapata está en Vélez. Las negociaciones? Las de siempre: un arquero, un central, un volante zurdo y un delantero. El arquero fue Vega, que descendió con Chicago siendo suplente del veterano Navarro Montoya. El central, ni Fuentes ni Paletta ni Pareja: Nico Sánchez, que de golpe se hizo conocido. El volante zurdo? Bien gracias. Archubi ya era jugador de River. Después no. Después sí. Después no. Después estaba todo arreglado y se estaba por hacer la revisación médica y hasta iba a ir a tomar helado con la sobrina de Passarella. Ahora Archubi está en Grecia, esperándolo a Nasuti, que no sabe bien si irse o quedarse (Nasuti que “va a ser tenido en cuenta” por Passarella, pero que no va a jugar porque el técnico prefiere a Sánchez y a Lussenhoff. Ah, pero está jugando…) El delantero? Ni Pavone ni Lavezzi, ni Cruz ni Crespo, ni Sand. El Roly Zárate, que fue dejado libre por Vélez luego de varias (y serias…) lesiones de cadera. Que cayó en México, donde jugó más de una docena de partidos, y como buen goleador, anotó 1 (una) vez en la red (en realidad la pelota pegó en el travesaño y picó afuera, pero nosotros lo contamos). Por suerte, de todas formas, River se vistió de gala para recibir al inesperado salto de calidad para el mediocampo. Kaká? Ronaldinho? Messi? Cristiano Ronaldo? Mejor aún: Sixto Peralta. Bueno, había que devolverle la plata a Zapata de alguna manera (cierto que nosotros todavía le debemos mucha plata a los jugadores, pero más aún a los bancos y a otros clubes).
Mientras, de la línea de cal para adentro, Passarella dijo que iba a jugar con enganche, pero al final no. Lo puso a Sixto, después a Buonanotte, y al final a ninguno de los dos. Iba a jugar Rosales, pero juega Ortega. De cuatro va Ponzio y en el medio Ahumada, que se iba a ir, pero no se fue (y a ese no lo pidió nadie). Qué raro que no lo haya puesto a Lima.
Mal que bien, empezó el campeonato, aunque no lo queramos. Y el primer récord: más excusas que partidos jugados (“Que estamos muy cansados, que queremos descansar”) y no viajamos a Jujuy. Después, la violencia, tema del que no voy a hablar por causas de fuerza mayor, pero que no hace falta que se diga nada. Y tampoco recibimos a la lepra, que le había ganado a un indeciso San Lorenzo que sólo empató con Arsenal y apenas si se lo dio vuelta al poderoso combinado de San Martín de San Juan. Y tercera fecha, y jugamos contra ese San Lorenzo. Y como si fuera poco, en el verde césped tampoco han cambiado las cosas. Una formación fea, una táctica fea, el enganche que brilla por su ausencia, dos líneas de cuatro replegadas atrás y Ruben con binoculares. Ponzio, el carrilero derecho, jugando de Ahumada, que juega de Augusto Fernández, que juega de enganche, porque Belluschi juega de cinco. Y los 11 sin saber bien dónde pararse, y corriendo contranatura para cubrir todos los puestos al mismo tiempo, por si acaso. Lo cual tampoco da resultado. Villagra que no sabe dónde pararse y por si acaso se la da al que tiene más cerca (no importa la camiseta, él no se anda con cuestiones estéticas, sino mírenle la cara…).
En las tribunas, la gente que se entusiasma y salta y canta a favor de un equipo in-de-fen-di-ble.
Que por supuesto, no sólo no hace goles, sino que además se los hacen.
Va a empezar el segundo tiempo. Espero que lo demos vuelta, pero me parece que va a ser como todos los años: ilusionarse al pedo.
Porque nada ha cambiado.