Por su estilo informal y descontracturado, José Mujica es considerado un rara avis dentro del espectro de presidentes latinoamericanos. Hace tres días volvió a dar una clara muestra de cómo concibe su función y el contacto cotidiano con la gente cuando salió a comprar una tapa de inodoro.
Sucedió el martes pasado cuando Mujica –que desde que asumió el 1° de marzo de 2009 sigue viviendo en su chacra de Rincón del Cerro– fue a comprar una tapa de inodoro para colocar en el baño de la pequeña y modesta casa que habita junto con su mujer, la senadora Lucía Topolansky.
El presidente uruguayo partió tranquilo en su Wolksvagen escarabajo –el “Fusca” de siempre– junto a su perra Manuela y enfiló hacia una ferretería de Paso de la Arena, el barrio lindero donde pasó su niñez. Allí en la ferretería, recibió una sorpresiva invitación. Jugadores de Huracán de Paso de la Arena, un club que milita en la segunda división profesional (símil del Nacional B argentino), estaban en el negocio en el momento en que ingresó el primer mandatario. Al verlo llegar, lo invitaron a que fuera a dar una “charla motivacional” a los miembros del plantel de segunda, que están luchando para conseguir el ascenso a primera división. De producirse, sería un hecho histórico para esta institución de barrio fundada en 1954, ya que nunca jugó en esa categoría.
Mujica accedió inmediatamente. Dejó la tapa del inodoro en el auto y se dirigió hasta el gimnasio del club, donde estaba el equipo entrenando. Ahí conversó con el técnico del equipo, Carlos Rodao, y con los jugadores.
Vestido de pantalón deportivo y alpargatas, saludó uno por uno a los deportistas, les dijo que conocía muy bien la historia de la institución y que haría gestiones para poder financiar la permanencia de Huracán en caso de que lograra el ascenso. También prometió asistir a un asado, al que el plantel lo invitó en caso de que pudieran conseguir el objetivo.
El mandatario estaba sin custodia, algo que –salvo el caso de su antec esor, Tabaré Vázquez, muy obsesionado con su seguridad– es muy frecuente en Uruguay.
A Mujica, que no tiene tarjeta de crédito y no usa Facebook ni Twitter, frecuentemente se lo puede ver haciendo una parada para comer algo en el Santa Catalina, el Manchester, el Templo del Whisky o en algún otro bar del centro de Montevideo.
Ayer, medios de prensa destacaron otro gesto del mandatario. Fue porque, en el marco del Día del Libro, hizo una lectura del Quijote y compartió la mesa con unos de sus más feroces críticos, el ex presidente Julio María Sanguinetti, quien antes también había leído unos párrafos. Otra instancia de convivencia política “a la uruguaya”.
