LA CARAVANA QUE SE PERDIÓ TARANTINO
[b]Cinematográfica llegada de La 12[/b]
[b]Los líderes de la barra de Boca viajaron en un Torino descapotable. La Policía planificó el viaje junto a los mismos violentos. [b][Fotogalería](http://www2.criticadigital.com/index.php?secc=galeria&gid=964)[/b]. [b]A. Burgo[/b].
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Los líderes de la hinchada de Boca llegan a Núñez en un auto descapotable con la inscripción “Mauro”, que alude a Mauro Martín, el jefe. La policía ordena. (Leandro Sánchez)
[b]Fotografía de la nota[/b]
[IMG]http://criticadigital.com/fotos/caravana_boca_1.jpg[/IMG] Los líderes de la hinchada de Boca llegan a Núñez en un auto descapotable con la inscripción “Mauro”, que alude a Mauro Martín, el jefe. La policía ordena. ([i]Leandro Sánchez[/i])
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Quentin Tarantino debería haber estado acá, en Casa Amarilla, al lado de la Bombonera, en este domingo de octubre que no huele a revolución, sino a violencia. El hombre se podría haber inspirado en el fútbol argentino para filmar una continuidad de Kill Bill y Bastardos sin gloria. Son las 13.18, faltan tres horas para un superclásico que se verá hasta en la península de Kamchatka, y la barra brava de Boca está en ebullición. La Tierra gira alrededor suyo, asentirían Galileo y Copérnico. Hay gente que agita, que amenaza, que revolea puños hacia la nada. Si la sangre pudiera flotar, sucedería acá. “Vamos todos, la puta que los parió. A matar a las gallinas”, dice un líder macizo y se sube a un Torino descapotable, pintado de azul y amarillo, cuya inscripción en el capot da miedo: “Mauro”. Mauro es Martín, el jefe de todos estos muchachos excitados que salen en caravana hacia el Monumental como si allí encontraran el fin del mundo. Llevan el espíritu de los gurkas. Primero larga el viejo Toro. Y enseguida lo escoltan diez colectivos destartalados, a punto de oxidarse, que soportan de milagro a estos cientos de bravos del fútbol que sacan sus cuerpos, se suben a los techos y maúllan dale Boca-dale Boca-dale Boca y gallina puta-gallina puta-gallina puta.
Y así como en Bastardos sin gloria, el cazador de judíos traiciona a sus líderes nazis, los entrega y parte feliz hacia al ejército aliado, Tarantino verá cómo en el fútbol argentino también hay policías y ladrones que interactúan mucho tiempo. Algo suena raro: el operativo de traslado de la Bombonera al Monumental fue ideado conjuntamente entre los encargados de generar seguridad y los encargados de causar violencia. “Sí, esto se arregló en la semana, y se repite en todos los superclásicos. Los comisarios se ponen de acuerdo con los jefes de la barra brava sobre cómo será el viaje, a qué hora empezará y qué calles se utilizarán”, dice a Crítica de la Argentina un efectivo que suplica, por favor, anonimato.
Y entonces, adelante del Torino descapotable que traslada a la primerísima línea de la Doce (uno está alegremente vestido de payaso, un segundo lleva una gallina de juguete como colgante, y los otros bambolean sus manos al estilo “los vamos a fajar”) y de los colectivos vetustos en los que se apretuja la tropa, aparece la policía. Barrabravas y efectivos van sincopados, casi de la mano. Primero hay seis motos. Después, varios patrulleros. No faltan los camiones celulares. Y arriba hay un helicóptero. En medio de ellos, como protegidos, toda la Doce. Imágenes como éstas certifican el formidable negocio que genera la violencia en el fútbol. Uno de los ómnibus también confirma otra vieja pasión argentina: la unión entre las barras y la política. “Municipalidad de Lomas de Zamora”, se lee en el costado de un bondi.
El trayecto es el de siempre en los superclásicos: las avenidas Almirante Brown, Paseo Colón, Leandro N. Alem, Figueroa Alcorta, Libertador. Barrios lindos, gente bien. La comitiva policial-barrabrava atraviesa Santa María de los Buenos Aires a toda velocidad. Hay porteños que ven a Mauro Martín y sus chicos y entran en pánico: se resguardan en las veredas. Pero también hay gente que los alientan, casi que los felicitan. Será la fascinación de transgredir la ley. Y los violentos ya piensan en el futuro: varios lucen camisetas “Jugador número 12, South Africa 2010”. No sólo les sobra visión de negocios: también visión de mundo.
La llegada a Núñez es un caos. Una chica ve al reportero gráfico de este diario y pide justicia: “Eh, saca foto, decí que nos están cagando a palazos”. Ahora se ven imágenes que ni los hermanos Marx se imaginaron: policías pegándole a un hincha en silla de ruedas que no tenía entrada.
También hay gritos que se burlan de la malaria riverplatense: “El que no salta, se va a la B”, “A la Promoción” y “Solidaridad para River que se va, tiene una hinchada y un equipo del Nacional”. El partido está por comenzar.
LAMENTABLE, PERO LAMENTABLE EN SERIO…