Gorosito quiere que los jugadores se raspen hasta en los entrenamientos y ayer le respondieron: hubo arengas, gritos, presión y algunas miradas feas.
“Dale, dale, presionen, corran. Vamos, no se queden”. Néstor Gorosito grita, gesticula y altera la tranquilidad del predio Las Carmelitas. A un costado, Jorge Borelli también alienta. “Con todo, los vamos a buscar con todo. ¡Metan carajo!”, sube el volumen Pipo. Del otro lado del alambrado, unos 10 hinchas se embalan porque los jugadores entienden el mensaje: Quiroga va al piso, Falcao pone el cuerpo, Cabral impone respeto, Ahumada presiona y, aunque se come dos pelotazos en plena cara, gana, y hasta Buonanotte se le tira a los pies a Salcedo. Ninguno se guarda nada. Y el nuevo DT sonríe porque así piensa hacer reaccionar a ese grupo que pasó de campeón a último.
Nada parece preocupar a Gorosito. Ni la ausencia de Abreu, ni la demora con los refuerzos y mucho menos que sus botines hayan quedado en Buenos Aires y que, por eso, haya que salir de raje hasta un local deportivo de la calle 9 de Julio a comprarle unos nuevos. Pipo quiere despertar a River y ya lo busca en la primera práctica con pelota desde que pisó esta provincia. Bien temprano. En media cancha y con el grupo dividido en tres equipos. El rojo estuvo integrado por Barrado, Díaz, Gerlo, Salcedo, Augusto, Villalba, Quiroga, Ferrari y Abelairas; el amarillo, con Flores, Cabral, Galmarini, Musacchio, Gustavo Fernández, Falcao, Coronel, Lamela y Ahumada; y el blanco, con Sánchez, Rosales, Villagra, Affranchino, Archubi, Ojeda, Bou, Buonanotte y Parnisari.
Todos con un mismo objetivo: controlar la pelota ante el pressing y el ahogo de sus compañeros. Pero a un ritmo frenético. Y con Gorosito ocupado en que nadie se quedara quieto ni un segundo. Y generando ese roce que para él, tal como le había contado a Olé antes de asumir, es indispensable. “Lo ideal es que los jugadores se reputeen adentro de la cancha, que en un entrenamiento se metan, que no se miren y que los tengamos que separar, porque eso va a significar que todos quieren ganar”.
Y está a la vista que el ejercicio funciona: hay gritos, reproches y algunas miradas feas cuando los más pibes le meten suela a los grandes. Pero todo queda ahí. “Bien, Parni. Así me gusta. Eso es lo que quiero”, machaca Gorosito, como para que el mensaje baje clarito. Porque aunque ya no esté el cuchillo de Simeone, la lucha (versión Gorosito) no se negocia.
Fuente: “Metan, carajo!”