Me permito compartir esta columna de Latorre que leí el otro día, me pareció muy buena y con la que coincido mucho
Ya es tiempo de admirar a Messi
Llegó el tiempo de admirar la obra de Lionel Messi sin el componente de reproche constante ni el recuerdo por las cosas que pudo haber hecho -como si acaso ya no hubiera hecho lo suficiente- pero no logró. El hincha, o la sociedad futbolística en un concepto global, suele establecer demandas para el jugador de elite que no resultan fáciles de cumplir en toda su amplitud. Es una posición cómoda la de fijarle metas al jugador (o al deportista en general) y esperar que las alcance como si fuese su rutina ordinaria, como si ese deportista debiera rendir como una obligación hacia quien le pone por delante ese objetivo. Y en esa dinámica peculiar, nunca estamos satisfechos del todo por lo que el deportista nos ha entregado: colmarnos es asunto arduo.
Messi, por si hacía falta otro testimonio, contra Bayern Munich confirmó su pertenencia al top cinco histórico del fútbol mundial, esa galería que incluye a Alfredo Di Stéfano, Diego Maradona, Pelé y Johan Cruyff. Dos de ellos, Di Stéfano y Cruyff, jamás levantaron una Copa del Mundo. Para el argentino, entonces, el único que parece llenar el casillero de todos los requisitos exigidos por el hincha es Maradona. Diego, por cierto, puso con su trayectoria parámetros bien altos. El problema surge cuando esos parámetros terminan por ser excluyentes de todo otro logro. La sociedad futbolística antes mencionada parece convalidar que nada sirve a menos que se alcancen aquellos parámetros. Entonces, todo resulta insuficiente y los cargos aparecen cuando la memoria trae sucesos de la final del último Mundial. Con ese rasero, los veredictos serán inapelables. Nada alcanzará para llenarnos…
Cada argentino es el producto de lo que vive y siente, de sus tradiciones y aspiraciones. No soy, pues, el que deba persuadir ni entrometerse en lo ajeno. Sin perjuicio de eso, creo nos traería beneficios un ejercicio de apertura mental que nos permita entender la psicología del deportista, que nos evite banalizar el deporte hasta reducirlo a un solo hecho puntual y en el caso del fútbol, a considerarlo algo susceptible de resolverse como una ecuación matemática.
Messi merece ser disfrutado y reconocido porque, a lo hecho, le ha agregado una madurez que lo hace más consciente de sus destrezas. Renovado en su físico, atento para recurrir a especialistas que renueven su potencial, se lo nota fresco, contento en este segundo aire que le ha proporcionado a su carrera. Si alguna vez se lo destacó por su pasión por el juego en el sentido estricto de la palabra, otra vez parece un chico que disfruta lo que hace. Messi es el mismo que provoca conmoción cuando toma la pelota y el que da la sensación de que se programó para estar conectado con los elementos que, en distintas etapas, fueron apareciendo a su alrededor. Hoy explota un pase exacto y fino, se anima a la distribución para sacar provecho de las virtudes de Neymar y Suárez y comparte el gol. Es más jugador, pero con el apego a las pautas naturales del Barcelona: circulación, posesión, circuitos de pase y agrupamientos en torno de la pelota…
Messi lo vive de forma natural y sólo debe responder las preguntas que a nadie más que a él le corresponden. Marcelo Bielsa alguna vez dijo que hay que ver si uno quiere y está dispuesto a ser el mejor, por el sacrificio que eso supone. Y a Messi, con la ambición renovada de ser el mejor, se lo advierte pleno, feliz.
