La tarde del 29 de noviembre del año pasado marcó un quiebre. Volvía Ramón con esos aires de esperanzas y de porvenir alentador, en un contexto histórico inmediatamente posterior a la mayor catástrofe, y en un embrollo de muy pocos felices mensajes discursivos por parte del presidente y el ex DT durante casi 18 meses. River en aquel momento temblaba, y empezaba nuevamente a sudar y a entrar en pánico.
Uno de esos grandes pilares de toda aquella mentira fue la del famoso fierro caliente. En esas dos palabras, nos quisieron hacer creer que la historia viva del club pasaba solamente por la buena voluntad y por el amor a la camiseta, sin importar las consecuencias ni las formas, sin concebir las opciones del sentido común por sobre las de la soberbia y los egoísmos. Y así nos fue, cumpliendo el objetivo en el segundo tiempo del último partido, y navegando en la incertidumbre durante casi todo el Inicial 2012.
Por todo esto, Ramón no sólo llegaba a River después de diez años y medio para tratar de volver a encontrarse con el mundo que mejor le sienta, sino también para hacerse cargo de poder sostener con sus manos los dos verdaderos fierros calientes que reinaban en el ambiente en ese presente, y también pensando en el futuro inmediato.
El primero de ellos, lo llevó adelante con creces. Fue el fierro caliente que sostuvo con sus espaldas anchas para que el barco no se vuelva a hundir en aquella plena tormenta a mar abierto. Pilotear post ascenso el último año de la presidencia más ineficaz de la historia con oficio, con absorción total de la presión reinante. Ese “trabajo sucio” no podía quedar delegado en cualquiera. Y ahí fue donde Ramón consiguió ser Ramón casi en su esplendor. Sólo con su aura protectora, eliminó millones de esos maléficos fantasmas que deseaban volver a volar sobre el ambiente, y llevó al equipo incluso a pensar en objetivos que poco tenían que ver con la realidad institucional reinante.
Pero a la hora de tratar de sostener el segundo, no pudo ni entornar el cuerpo para agacharse a levantarlo. Y hablo del fierro caliente más importante de todos, el de la resurrección futbolística. De implementar un estilo. Una marca como equipo. Una identidad permanente. Un sello que nos contagie de expectativa y que no se convierta en una excepción que aparece una o dos veces por torneo. Y acá es donde Ramón fracasó estrepitosamente. Desde agosto en adelante, entró en un océano de confusiones absolutamente indominable, y sus malas decisiones tácticas y estratégicas fueron cayendo como fichas de dominó. Es tan saludable reconocerlo como doloroso aceptarlo, porque se lo vio caer en la misma trampa de la que fueron víctima tantos mediocres entrenadores en el último tiempo.
El mejor de todos fue el arquero, y no porque estuvo atento a las pocas que le llegaban, sino porque evitó 80 goles por semana. Y ver sólo a pibes que promedian 20 años sacando la cara y mostrando el ejemplo en los partidos importantes como Balanta o Kranevitter también es una señal de las limitaciones y las carencias. La ausencia de alma y de caudillos volvió a ser un cocktail explosivo, y una vez más el 95% del plantel volvió a sufrir esa sed de hambre de gloria que devasta a cualquiera. Que fue el semestre donde más le robaron los árbitros a River en su historia es tan cierto como que el equipo fue un desastre y una lágrima permanente, y a ésta altura aquella consecuencia arbitral pasa a ser una razón muy chiquita si queremos pensar en grande, como pensamos todos aquella tarde del 29 de noviembre.
Ramón, te vuelvo a dar las llaves del equipo con los ojos cerrados, porque no hay ninguno más capacitado que vos para sacarnos adelante y para conseguir sostener de una vez por todas ese segundo fierro caliente, que por cada día que pasa almacena más temperatura. Ojalá los nuevos aires de renovación dirigencial aporten a la causa, pero es la hora de que pongas la cabeza en frío, que despiertes, que dejes de permitirte algunos vicios y que ajustes mejor el laburo, porque de la noche a la mañana los márgenes se han achicado. Es el momento de que empieces a manejar por caminos distintos a los del semestre actual, porque sino ésta demoledora diabólica en la que se ha convertido River en los últimos años te llevará por delante a vos también sin ningún tipo de compasión.