En unos pocos días se termina por fin la gestión Passarella. Cuatro años que parecieron una eternidad y que tuvieron su punto de partida en una idolatría; un pasado glorioso como jugador y otro mediocre -manchado de negociados olvidados- como entrenador alcanzaron para que ganara esa elección, donde se presentó como la salida al aguilarismo, en teoría encarnado por D’Onofrio.
El ejemplo de Passarella debería ser más que suficiente para ilustrar lo peligroso que puede ser un ídolo en determinadas circunstancias. Passarella, sin ese pasado, jamás hubiera estado sentado en el sillón presidencial. Un tipo que balbucea y repite “auditoría, auditoría, auditoría” como un loro durante toda la campaña, que encima se cree todopoderoso y desborda cinismo, no puede gobernar ni un club de barrio. Como no podía ser de otra manera, nos terminó de destruir.
A un ídolo para la mayoría como Astrada se le extendió el plazo al mando del equipo indiscriminadamente y si no fuera por sus resultados, quizás el descenso nunca hubiera ocurrido. A otro ídolo para la mayoría como Almeyda le dieron el buzo de técnico de River sólo por el mérito de haber sido un buen jugador en algún momento y tener ascendencia en la gente. Puso en jaque el ascenso e hizo un mal torneo una vez en Primera.
El ídolo tiene licencias extraordinarias que a otro no se lo otorgan. Por caso, sólo a Ramón, por sus enormes logros, se le permite tener a su hijo como ayudante, se le permite traer jugadores amigos que, de no serlo, seguramente jamás estarían en la mira y se le permite, también, renovar el contrato por dos años y una cifra estrafalaria con un presidente saliente- con el que intercambian elogios- mientras el equipo pena en el fondo de la tabla. Y no sólo se le permite, sino que se lo justifica apelando a una épica barata y se tilda de anti al que esboza una crítica.
No confundamos, a Ramón hay que agradecerle siempre porque le debemos una parte de la grandeza del club. También habrá gente que guarde buenos recuerdos de Astrada y otros menos de Almeyda. Pero también quizás sea hora de entender que los únicos que queremos el bien de River por encima de todo somos los hinchas. Y el resto, sean ídolos o protagonistas circunstanciales, tengas intereses que van de la mano con River y, a veces, intereses que van del lado opuesto. Por eso, hay que exigir excelencia siempre, sea quien sea, tenga el palmarés que tenga. Porque River necesita gente capacitada y que vele por los intereses del club; no pasados gloriosos.
¿Hoy Ramón es lo mejor para River? No sé. Es la primera vez que tengo dudas sobre preferir la continuidad o la salida de un entrenador. Son demasiados los errores. Un equipo que nunca encontró una línea, planteos absurdos, cambios equivocados. Lo que sí tengo claro es que no quiero a nadie con pasado riverplatense, por ejemplo Gallardo, post Ramón. Alguien preparado que se tenga que ganar a la gente desde el primer día en base a laburo y resultados y con el que la exigencia sea máxima.