En los países serios se dan subsidios en las malas épocas, porque en las buenas se hacen aportes extraordinarios. Países serios implican tanto gobierno como empresarios responsables.
Además eso de que el kilo vivo sale $3 y se encarece por la cantidad de intermediarios y los enormes costos del transporte que hay en un país con nuestras distancias (antes de que salte un boludo comparando con Uruguay), ya se sabe.
Si el precio de exportación, sin retenciones, compite con el precio interno, me parece absurdo pensar que no habrá inflación. ¿O por qué se produce la inflación con el aumento del dólar?
El principal responsable de que le país no se haya industrilizado fue el Proceso militar que hizo lugar a todo el lobby de la SRA, con la política de Martínez de Hoz, y eso no se recupera de un día para el otro
La excesiva rentabilidad del sector agro exportador disminuye las posibilidades de industrializar un país. En países desarrolllados, un terrateniente exitoso, para aumentar su fortuna, se pasa al sector industrial o bancario. En Argentina, a un industrial le convienen comprar o arrendar tierras, donde tiene que realizar menor inversión, tiene menos riesgos y obtiene mayor rentabilidad.
A ningún gobierno le conviene sostener vagos, porque su gasto colapsa. Ningún gobierno, radical o peronista, que intentara industrializar, pudo completar su mandato. El plan Jefe de hogar otroga un subsidio de $200 a cambio de 4 horas de lunes a viernes. Es un trabajo liviano, pero te aseguro que el que lo toma es que no tiene nada, no porque sea negocio. Si se quejan por esa plata, imagino si vivieran en países donde el desempleado se subsidia con 400 dólares. Son países mucho más seguros que el nuestro, pero quién acepta ese costo.
En tiempo de cosecha los terratenientes se quejan de que por los planes no consiguen trabajadores. Entonces, ¿cuánto pagan por esos trabajos temporarios? No solo el gobierno saca provecho de las necesidades de la gente
Estamos de acuerdo de que ningún gobierno hizo un buen trabajo con la recaudación impositiva, pero el sector agrario es quien mas evade. Entonces no se hace cargo de su cuota de responsabilidad, amparándose en fallas ajenas
Condenan por evasión impositiva al segundo de De Angeli
Ya nos fuimos de tema. Aquí la cuestión era el orgullo que sentía la SRA por su conexión a los Martínez de Hoz
José Alfredo Martínez de Hoz - Wikipedia, la enciclopedia libre
Biografía [editar]
Descendiente de una familia de ricos estancieros, presidentes de la entidad patronal de los grandes propietarios de tierras, la Sociedad Rural Argentina y propietarios de 2.500.000 hectáreas de terreno en la Patagonia cedidas por Julio Argentino Roca tras la conquista del Desierto, Martínez de Hoz se inició en la función pública como ministro de Economía de la provincia de Salta durante la Revolución Libertadora.1 Se desempeñaría luego como secretario de Agricultura y Ganadería y eventualmente ministro del presidente de facto José María Guido (1962-1963) y en los sectores bancario, financiero, industrial y agrario.
Dirigió la estancia Malal Hué, la aseguradora Buenos Aires Compañía de Seguros, y la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad; presidió la petrolera Petrosur y la financiera Rosafin,2 y, habiendo trabado relación con los Rockefeller,3 fue titular de la acería Acindar durante los años inmediatamente precedentes al golpe de Estado.4 Sería luego convocado por Jorge Rafael Videla para ocupar el Ministerio de Economía.
Martínez de Hoz tenía estrechos lazos con la cúpula militar, que emplearía Acindar como campo de pruebas para las prácticas represivas ejercidas luego durante el Proceso. Según declaraciones del propio Martínez de Hoz —en la investigación abierta, tras el regreso de la democracia, por la nacionalización dolosa de la Compañía Italo Argentina de Electricidad, de cuyo directorio era miembro cuando se pagó 300 millones de dólares por una compañía descapitalizada—, en 1975 habría visitado a Videla, a la sazón jefe del Estado Mayor, junto con otros miembros del Consejo Argentino Empresario, para solicitarle que contribuyera a preservar el orden en las circunstancias que impedían “la libertad de trabajo, la producción y la productividad”. En el curso de sucesivas entrevistas con los líderes del Ejército se diseñó un sistema de espionaje y vigilancia, coordinado con las fuerzas de seguridad y la inteligencia militar, orientado a identificar a los principales activistas sindicales.
En mayo de ese año hubo ocasión de ponerlos en práctica durante la represión de una masiva huelga de metalúrgicos en la planta de Acindar en Villa Constitución, dirigida por Alberto Piccinini, secretario local de la Unión de Obreros Metalúrgicos y opuesto a la línea blanda de Lorenzo Miguel; ante la huelga, que duró 59 días, Martínez de Hoz obtuvo del ministro de Interior, Alberto Rocamora, la declaración de la ilegalidad de la huelga y el envío de las fuerzas de seguridad. Numerosos huelguistas fueron secuestrados, sometidos a simulacros de fusilamiento, y otros asesinados.5 Dentro de las instalaciones de la fábrica se montó el primer centro clandestino de detención, una antesala de los que se aplicarían luego durante el Operativo Independencia. Rodolfo Peregrino Fernández, entonces inspector de la Policía Federal Argentina, declararía ante la Comisión Argentina de Derechos Humanos que Acindar “pagaba a todo el personal policial —jefes, suboficiales y tropa— un plus extra en dinero (…) [para convertirla en] una especie de fortaleza militar con cercos de alambre de púas”. El reemplazo de Martínez de Hoz al frente de Acindar sería el general Alcides López Aufranc, que continuaría con la labor represiva.6
La economía de Martínez de Hoz
En 1977 se inicia un cambio estructural orientado a transformar radicalmente la economía del país en beneficio de sectores concentrados, con base transnacional financiera, sostiene el autor. Así, pasa revista a los puntos centrales y a las consecuencias económicas y sociales del plan anunciado el 2 de abril de 1976 por José Alfredo Martínez de Hoz.
Alejandro Vanoli. ECONOMISTA. PROFESOR DE ECONOMIA INTERNACIONAL (FCE, UBA).
Hoy, 2 de abril se conmemora el trigésimo aniversario del inicio del Plan Económico de la dictadura instaurada el 24 de marzo del 76. El plan, la contracara del terrorismo de Estado, arrastró a millones de argentinos a la exclusión económico-social.
El golpe representó la ruptura de la institucionalidad y la legalidad. Se rompió el Contrato Social, piedra angular de todos los contratos, la desarticulación del Estado y del tejido productivo y social.
Se generó un profundo retroceso en la legislación laboral y en las condiciones de trabajo, coherente con la represión y la intervención de la CGT y la CGE.
El primer año pareció un clásico ajustazo, ante shocks externos o desequilibrios endógenos causados por la dinámica del modelo industrialista (ISI) que, con logros económicos y sociales desde 1943, aún no había resuelto las brechas productivas, externas y fiscales.
Pero en lugar de corregir las deficiencias del modelo, en 1977 se inicia un cambio estructural orientado a transformar radicalmente la economía del país en beneficio de sectores concentrados, con base transnacional financiera.
Un mojón del nuevo modelo fue la reforma de la ley de entidades financieras, la liberalización de la cuenta capital, una política monetaria ultrarestrictiva y la tablita cambiaria que generó un profundo retraso cambiario.
Las altas tasas de interés en el marco de la estabilidad cambiaria crean un proceso de ingreso de capital financiero que facilita un boom de importaciones. Todo ello unido al creciente cortoplacismo financiero afectó profundamente a la inversión y al conjunto de los sectores productivos.
El programa incluyó además el aumento del gasto en armamentos y obras de infraestructura costosa y de baja rentabilidad social todo lo cual provocó, en el marco de la desregulación financiera, un crecimiento explosivo de la deuda externa pública y privada para financiar el creciente déficit gemelo externo y fiscal.
La crisis fiscal se agravó con la reducción de los aportes patronales y el vaciamiento de la seguridad social. Ello exigió mayores ajustes, el sobre—endeudamiento de las empresas del Estado para financiar al Tesoro y la reducción del gasto social incluyendo la transferencia de hospitales y escuelas sin recursos a provincias y municipios.
La inviabilidad de la tablita ante la esperable falta de convergencia de los precios internos a los externos y el nuevo contexto global de fuertes subas en las tasas de interés, condujeron a una crisis bancaria y cambiaria que llevó al default en 1982.
Los peores
El rojo de las cuentas públicas se agravó por la estatización de la deuda privada, mediante avales y seguros de cambio y tasas de interés. La socialización de pérdidas incluyó redescuentos a bancos, garantía pública de depósitos ante quiebras producidas por préstamos a empresas vinculadas, autopréstamos, transferencias de la “cuenta de regulación monetaria”, etcétera, que implicaron en conjunto una pérdida fiscal de más del 50% del PBI.
Si bien el paradigma neoliberal de valorización financiera atravesó la región, la Argentina el “mejor alumno”, obtuvo los peores resultados. Entre 1976 y 2001 el crecimiento per capita es casi nulo. El PBI pasó de un 72% del promedio de los países desarrollados en 1970 a menos del 43% en 2003. Comienza un aumento récord de la desigualdad. Argentina que hasta 1975 era la sociedad más igualitaria del continente, aumentó casi en un 40% la desigualdad medida por el coeficiente de Gini.
El desafío en democracia implicaba algo más que modificar las políticas macro, requería cambiar de raíz el modelo. La falta de decisión para quebrar el mismo, en un contexto internacional adverso, agravó las condiciones a fines de los '80. El alto endeudamiento externo heredado financiado con emisión y deuda interna desembocó en la hiperinflación que generó las condiciones para la reproducción y profundización del modelo 1976—81 en los años 90.
Si bien desde hace tres años se han producido indudables mejoras, muchas de las profundas consecuencias económicas y sociales sistémico—estructurales de tres décadas, continúan vigentes.
Se necesita un proceso simultáneo de acumulación de capital y distribución progresiva del ingreso, que implique una ruptura definitiva con el modelo anterior. Ello implica cambiar las matrices productiva —mayor diversificación y valor agregado a la producción— y redistributiva, a efectos de eliminar la indigencia y atenuar la desigualdad a través de la recuperación paulatina de ingresos y la adecuada provisión de los bienes públicos, básicamente salud y educación.
Tales objetivos pueden ser financiados sin comprometer la solvencia fiscal, alineando la recaudación a niveles internacionales. Además de seguir creciendo y combatir la elusión y la evasión, se debe encarar una reforma tributaria progresiva que grave la renta financiera. Es fundamental también encarar, como hace hoy Chile, una reforma previsional que asegure una cobertura universal y mejores jubilaciones.
La Argentina tiene hoy una oportunidad inédita de avanzar en la senda del desarrollo con equidad. Un repudio integral a la Dictadura, implica un verdadero Nunca Más a las políticas 1976-2001, un compromiso con el progresivo desendeudamiento productivo y social, que recupere a los desaparecidos sociales, para hacer realidad el sueño de un país mas justo y viable.
Y pongo un artículo de Clarín para que vean que no sólo es cosa de Página o diarios “oficialistas”