La dolorosa traición de los progresistas

Un intelectual progresista, en representación de muchos, sugirió que el escándalo Boudou no era importante. Que siguen apoyando al Gobierno por sus “políticas globales” y que cerrarán filas. Ese pensamiento ruin sintetiza todos los vicios de un sector ideológico que durante años fue la última línea de defensa frente al avance de la corrupción, la impunidad y la prepotencia del poder. Y que ahora ha adoptado la negación, el relativismo moral y el verticalismo más reaccionario.
Se ve que entre las “políticas globales” que apoyan los progresistas del kirchnerismo no figuran la transparencia, la lucha contra la corrupción ni la independencia judicial. Y que las “políticas globales” no pueden seguir defendiéndose mientras el propio proyecto se saca de encima las lacras que lo acechan. Es difícil entender esto último: tienen la insólita idea de que tapando los pecados de su propio gobierno le hacen un favor. El progresismo brasileño, por ejemplo, muestra que esto es un verdadero disparate y que un gobierno se fortalece cuando demuestra su integridad. Dilma Rousseff habló recientemente en Harvard y dijo que “Brasil hace un gran esfuerzo luchando contra la corrupción”. Luego añadió que su legado iba a ser dotar al Estado de transparencia puesto que la corrupción era enemiga de “la eficiencia, la meritocracia y el profesionalismo”.
No le ha temblado el pulso para deshacerse de colaboradores de turbia gestión. Y los intelectuales y artistas del progresismo de Brasil apoyan fervorosamente las purgas ministeriales, jamás apañan a los sospechosos y no se les pasa por la cabeza la ocurrencia de ver detrás de cada investigación periodística o judicial la mano de una conspiración golpista. Si los progresistas argentinos hubieran vivido en Norteamérica durante los años 70 habrían caracterizado al Watergate directamente como un golpe de Estado.
Pero aquí no estábamos ni siquiera en los inicios de un Watergate. Apenas se llevaban a cabo las diligencias mínimas que están previstas en cualquier democracia para investigar presuntos negociados del poder. Esos negociados -perdón por la herejía- ahora me resultan mucho menos graves que el pavoroso estropicio institucional y político que provocó el Gobierno para taparlos. Con el objeto de limpiar una mancha en una sábana, el Gobierno dinamitó la casa con techo y todo.
El monólogo del vicepresidente y sus acciones posteriores tuvieron como clara intención sacar de la cancha al juez que lo investigaba, cargarse al procurador de la Nación que no supo protegerlo y advertirle a cualquier miembro del Poder Judicial con ánimo de realizar pesquisas alrededor del gabinete nacional, que se arriesgará a hostigamientos públicos y privados, escarnio, denuncias y hasta jurys de enjuiciamiento. “Ningún juez podrá investigarnos, somos intocables, tomen nota”, es la traducción libre de todos estos movimientos.
A medida que pasaron los días quedó demostrada, ante la opinión pública, la promiscuidad entre funcionarios nacionales y la corporación judicial. Quedó también patentizado por qué las causas de corrupción contra los funcionarios han entrado siempre en vía muerta. Y por qué en el diccionario kirchnerista “procurador” significa: hombre nuestro que procura que nuestros chanchullos no tengan castigo.
El mensaje hacia jueces y fiscales es amedrentador: el próximo que intente cumplir con su misión será perseguido y bloqueado en su carrera profesional. Aquí hubo una falla de seguridad, echaron a un guardaespaldas de dignos modales y trajeron a un soldado. Ahora el avance de las causas dependerá del coraje individual de algún juez honesto y la investigación periodística volverá a ser un género de la ficción, puesto que no tendrá correlato en la realidad jurídica. Así la Máquina de Triturar Periodistas y Maquillar la Verdad dirá una y otra vez que los casos son un invento de los “medios hegemónicos” y de nosotros, los esbirros de escritorio.
La calidad institucional no gozaba de su mejor momento en la Argentina, pero se cayó varios escalones en estas últimas horas. Ya no se trata de la inocencia o culpabilidad de Boudou. Se trata de algo mucho más grande. Aunque convengamos que el miedo era tan intenso que no trepidaron en tirar por la ventana a un prócer del setentismo acusándolo de tráfico de influencias, ni en revelar diálogos secretos que los autoincriminan política y penalmente con tal de pasar a retiro a Daniel Rafecas.
El Gobierno no podría llevar a cabo este tétrico espectáculo si el progresismo rompiera el silencio y dijera basta. Sé que en esa caudalosa corriente de pensamiento hay muchas personas que están consternadas, pero que callan por temor a ser arrojados fuera del paraíso. O porque ceden a la gastada extorsión de que convalidar disciplinadamente lo abominable es necesario para no ser “funcionales a la derecha”. Los cínicos y fanáticos no tienen cura. Pero los kirchneristas de buena fe sí la tienen. Hay miles. Tragan y tragan sapos, sin saber que su voz sería fundamental para que los canallas no se salgan con la suya y para que nuestra sociedad política no se dirija nuevamente a una frustración y a un chiquero. Incluso para mejorar el gobierno que adoran. Mientras no lo hagan, todos deberemos entender que la última línea de defensa se ha quebrado. Y que el progresismo traicionó su propia naturaleza.

La dolorosa traición de los progresistas - 15.04.2012

Un intelectual progresista, en representación de muchos, sugirió que el escándalo Boudou no era importante. Que siguen apoyando al Gobierno por sus “políticas globales” y que cerrarán filas. Ese pensamiento ruin sintetiza todos los vicios de un sector ideológico que durante años fue la última línea de defensa frente al avance de la corrupción, la impunidad y la prepotencia del poder. Y que ahora ha adoptado la negación, el relativismo moral y el verticalismo más reaccionario.
Se ve que entre las “políticas globales” que apoyan los progresistas del kirchnerismo no figuran la transparencia, la lucha contra la corrupción ni la independencia judicial. Y que las “políticas globales” no pueden seguir defendiéndose mientras el propio proyecto se saca de encima las lacras que lo acechan. Es difícil entender esto último: tienen la insólita idea de que tapando los pecados de su propio gobierno le hacen un favor. El progresismo brasileño, por ejemplo, muestra que esto es un verdadero disparate y que un gobierno se fortalece cuando demuestra su integridad. Dilma Rousseff habló recientemente en Harvard y dijo que “Brasil hace un gran esfuerzo luchando contra la corrupción”. Luego añadió que su legado iba a ser dotar al Estado de transparencia puesto que la corrupción era enemiga de “la eficiencia, la meritocracia y el profesionalismo”.
No le ha temblado el pulso para deshacerse de colaboradores de turbia gestión. Y los intelectuales y artistas del progresismo de Brasil apoyan fervorosamente las purgas ministeriales, jamás apañan a los sospechosos y no se les pasa por la cabeza la ocurrencia de ver detrás de cada investigación periodística o judicial la mano de una conspiración golpista. Si los progresistas argentinos hubieran vivido en Norteamérica durante los años 70 habrían caracterizado al Watergate directamente como un golpe de Estado.
Pero aquí no estábamos ni siquiera en los inicios de un Watergate. Apenas se llevaban a cabo las diligencias mínimas que están previstas en cualquier democracia para investigar presuntos negociados del poder. Esos negociados -perdón por la herejía- ahora me resultan mucho menos graves que el pavoroso estropicio institucional y político que provocó el Gobierno para taparlos. Con el objeto de limpiar una mancha en una sábana, el Gobierno dinamitó la casa con techo y todo.
El monólogo del vicepresidente y sus acciones posteriores tuvieron como clara intención sacar de la cancha al juez que lo investigaba, cargarse al procurador de la Nación que no supo protegerlo y advertirle a cualquier miembro del Poder Judicial con ánimo de realizar pesquisas alrededor del gabinete nacional, que se arriesgará a hostigamientos públicos y privados, escarnio, denuncias y hasta jurys de enjuiciamiento. “Ningún juez podrá investigarnos, somos intocables, tomen nota”, es la traducción libre de todos estos movimientos.
A medida que pasaron los días quedó demostrada, ante la opinión pública, la promiscuidad entre funcionarios nacionales y la corporación judicial. Quedó también patentizado por qué las causas de corrupción contra los funcionarios han entrado siempre en vía muerta. Y por qué en el diccionario kirchnerista “procurador” significa: hombre nuestro que procura que nuestros chanchullos no tengan castigo.
El mensaje hacia jueces y fiscales es amedrentador: el próximo que intente cumplir con su misión será perseguido y bloqueado en su carrera profesional. Aquí hubo una falla de seguridad, echaron a un guardaespaldas de dignos modales y trajeron a un soldado. Ahora el avance de las causas dependerá del coraje individual de algún juez honesto y la investigación periodística volverá a ser un género de la ficción, puesto que no tendrá correlato en la realidad jurídica. Así la Máquina de Triturar Periodistas y Maquillar la Verdad dirá una y otra vez que los casos son un invento de los “medios hegemónicos” y de nosotros, los esbirros de escritorio.
La calidad institucional no gozaba de su mejor momento en la Argentina, pero se cayó varios escalones en estas últimas horas. Ya no se trata de la inocencia o culpabilidad de Boudou. Se trata de algo mucho más grande. Aunque convengamos que el miedo era tan intenso que no trepidaron en tirar por la ventana a un prócer del setentismo acusándolo de tráfico de influencias, ni en revelar diálogos secretos que los autoincriminan política y penalmente con tal de pasar a retiro a Daniel Rafecas.
El Gobierno no podría llevar a cabo este tétrico espectáculo si el progresismo rompiera el silencio y dijera basta. Sé que en esa caudalosa corriente de pensamiento hay muchas personas que están consternadas, pero que callan por temor a ser arrojados fuera del paraíso. O porque ceden a la gastada extorsión de que convalidar disciplinadamente lo abominable es necesario para no ser “funcionales a la derecha”. Los cínicos y fanáticos no tienen cura. Pero los kirchneristas de buena fe sí la tienen. Hay miles. Tragan y tragan sapos, sin saber que su voz sería fundamental para que los canallas no se salgan con la suya y para que nuestra sociedad política no se dirija nuevamente a una frustración y a un chiquero. Incluso para mejorar el gobierno que adoran. Mientras no lo hagan, todos deberemos entender que la última línea de defensa se ha quebrado. Y que el progresismo traicionó su propia naturaleza.

La dolorosa traición de los progresistas - 15.04.2012

Bruchnstein lo resumió bien ayer en Página:

El regreso de Elisa Carrió a las pantallas chicas sirve como ilustración. En su presentación en un programa periodístico de TN definió esa idea de un gobierno que sólo se mueve con objetivos corruptos, pero además incluyó también en esa definición a los demás partidos de la oposición que son los que ella necesita desplazar para volver a instalarse. Desde su mirada, el Gobierno es corrupto y sus competidores también lo son. Su forma de competir es denunciar de corruptos a sus competidores. Esa es una forma de corrupción, porque termina por naturalizar ese delito o mimetizarlo en medio de una hojarasca de denuncias inconsistentes. Y muchos periodistas derivan hacia esa misma zona pantanosa donde se instala Carrió, desvirtuando y desprestigiando un género noble como es el periodismo de investigación, convirtiéndose en denuncistas.

Si el Gobierno favoreció a Ciccone para salir de la quiebra, el funcionario (el ministro de Economía Boudou), que estaba relacionado en ese momento con la fabricación de billetes y que, por lo tanto, intervino también en ese proceso, ahora es acusado de haberlo hecho para favorecerse personalmente. Lo que apareció en un primer momento como una acusación rimbombante de “enriquecimiento ilícito” pasó después a “lavado de dinero” y ahora los mismos medios que urdieron la urdimbre lo terminan reduciendo a “tráfico de influencias” o “mal desempeño de funcionario público”. El problema para el Gobierno es que sí estaba interesado en la rehabilitación de Ciccone y que Boudou mismo aconsejó a la AFIP que hiciera lo posible en el marco de la ley y en la medida en que no afectara los intereses de ese organismo, como señala la nota que dirigió a la AFIP y que es mencionada en las notas que fusilan al vicepresidente y ex ministro de Economía.

Página/12 :: El país :: Billetes

Che La Nación contestame esto: ¿Por qué dedicas tapas y tapas semanales pegándole a Boudou que ni siquiera está procesado COMO EL JEFE DE GOBIERNO PORTEÑO DONDE NO LE DEDICAN NI UN AVISO EN LOS CLASIFICADOS? ¿Te parece bien pegarle al vicepresidente de la nación argentina por supuestos vos, que tanto hablás de republicanismo y democracia? ¿Y las embestiduras? ¿Y el respeto por la práctica democrática?

Claro, mirá a quien le vengo a pedir por la la práctica democrática, al que se cansó de golpear puertas de cuarteles…

Eso sí que está buenísimo, defender a Boudou aludiendo a las (obviamente repudiables) prácticas gorilas de LN, como si una cosa justificase la otra . . .

Es que a Boudou no hay que defenderlo porque se defiende a alguien cuando tenga una sentencia firme,no por los: “se dice”, “parecería”, “estuviese vinculado”…

a Aguilar nunca le van a probar nada, va a seguir vacacionando por todo el mundo como si nada… no va a tener ningun tipo de sentencia… es inocente entonces? mmm… es tan relativo todo…

Para mí el autor de la nota tiene razón, pero no puede explayarse demasiado porque genería el sentido contrario a lo que La Nación quiere que sus lectores perciban de Boudou. Lo que el firmante intenta dar a entender es que efectivamente los medios oficialistas corrieron el eje del tema desde la cuestión estrictamente judicial hacia la de la política, algo válido en la medida que no se pierda lo objetivo del caso (que desde el gobierno se favoreció a Ciccone). Pero él no puede dar cuenta directamente de ese corrimiento mediático, porque sino debería remitirse al contenido de las denuncias de Boudou, y al hacerlo, generaría la sensación de que el vicepresidente cayó en una trampita, en la medida que no pudieron probar enriquecimiento alguno. Le achaca a los periodistas progresistas el no destacar el hecho de que la cagada se la mandó y que al parecer se trata de un caso de incompatibilidad con los deberes de funcionario público. Pero si dijera eso, minimizaría el caso mismo, porque después de todo, lo que la instalación mediática del tema propone es que alguna gente se manifieste publicamente en contra de la continuidad de Boudou, algo que, me remito a las pruebas, no terminan de lograr. Es por eso que la nota termina cayendo necesariamente en lugares comunes, porque no puede denunciar que lo que ocurrió no le calienta a nadie como para ir a la plaza a manifestarse y pedir la renuncia.

¿La Nación hablando del progresismo?

Vayamos a los datos duros…a la gente le importa un corno Ciccone, Shocklender, etc, la gente quiere meter la mano en los bolsillo y llegar a fin de mes. La gente quiere políticas de estado y es en esta cancha donde el gobierno sabe jugar a un toque.

Totalmente. Lo que le calienta al argentino es el tema laburo, el bolsillo e la inseguridad.

Ojo. No quiero decir que a la gente le chupe un huevo que se robe pero que se gobierne bien. No. Lo que digo es que La Nación pierde el tiempo pensando que puede capitalizar estas pelotudeces que no son más que chusmerío barato porque saben muy bien que sus fuentes son basura. No tienen más llegada a la rosada y se quedaron sin “noticias frescas” y no les queda otra que ir a buscar gilada a boludos de 3era línea con llegada al gobierno.

Es que le chupa un huevo porque en definitiva el caso no tiene morbo. No hay un vuelto para un funcionario, no hay personajes oscuros de por medio, no hay mayores implicancias, Rafecas se mandó una cagada: pero quieren llenar plaza de mayo movilizando con este tema.:lol:

Además todavia no está claro si de hecho hubo un perjuicio para el Estado, por ahí le sale más barato fabricar los billetes con Ciccone que con otra empresa o en la Casa de la Moneda.

perdon… no entendí eso de que una empresa que evadió y ahora está sospechada de ser favorecida por influencias ante la AFIP, no perjudicó al Estado…

Cuando ya tiene una sentencia firme, ya de por sí es indefendible. Pero yendo al concepto, si es por sentencia firme, nunca más tratemos de ladrones a gente como Aguilar, Pasarella, Comparada, Abdo, Grondona, etc., ya que en estos casos, sin sentencia firme, sólo nos quedan los “se dice”, “parecería”, “estuviese vinculado”…

El día que un gobierno sobreviva sin que se denuncien, conozcan o demuestren actos de corrupción me hago monje budista. :lol::lol::lol:

El diario Inglés hablando de progresismo? Que buen chiste.

“roba pero hace”…

Sí, en realidad me dió paja editarlo.

Quise decir que no hay por que defenderlo si las acusaciones son más chismes de Rial que pruebas serias…

que el mismo Boudou haya admitido que hizo gestiones para “salvar fuentes de trabajo”, amerita que se investigue, no es ningun chisme de Rial… con ese concepto debería hacer gestiones por todas las empresas del pais que evadieron para cuidar esas respectivas fuentes…