Desde que comenzó el semestre hasta el partido de ayer, y por errores dirigenciales, del cuerpo técnico y bajos rendimientos, River fue cumpliendo los objetivos con más o menos un mes de retraso a lo que le pedía la lógica del semestre. Pasada la serie con CASLA, el equipo recién empezó a acomodarse luego de un profundo tambaleo, algo que debió haber ocurrido en el cierre de la pretemporada. Y creo que la serie ante Loja dejó como saldo que encontramos definitivamente el once ideal (el del primer tiempo), algo que debió haber ocurrido algunas semanas atrás.
La mejor noticia de todo este proceso de vorágine y de adaptación fue que el equipo, con muchas dificultades en su juego y por momentos a los tumbos, sobrevivió a las dos competiciones, e incluso mereció más puntos en el torneo local si no fuese por las innegables pésimas actuaciones arbitrales.
Por eso hoy, a esta hora, la casa está en orden. Pero llegó el momento de empezar a decorarla. De taparle las goteras. De activarle bien las alarmas. De amueblarla como corresponde para estar a la altura de las circunstancias en los dos meses y medio trascendentales que se vienen en lo futbolístico y en todos los sentidos políticos e institucionales. Hasta ayer, nos alcanzó con poco, pero de ahora en más hay que elevar la vara para no caer en las redes de un respirador artificial.
El trinomio de partidos Lanus-cabj-NOB deberá servir para aceitar a este equipo, testearlo ante rivales de fuste y prepararlo de la mejor manera para esa durísima serie copera que pone en juego mucho más que un pase a semis, ante un equipo muy bien laburado que de local se hace muy fuerte pero que de visitante genera todas las dudas del mundo. Y sin descuidar ese gigante detalle que es la hermosa oportunidad de regalarnos una victoria en un superclásico, que hace mucho tiempo no se da.
La casa está en orden por todo aquello, y porque después de mucho tiempo aparece una camada generosa de juveniles con hambre y con condiciones, y no sólo un gran proyecto aislado. Balanta, que ya es un líder. Kranevitter, que es una fiera. Andrada, que cada partido aporta más y mejores cosas. Y Gío, que de a poco va encontrando su lugar. Más Pezzella y Lanzini, de mayor experiencia, pero con un aplomo y una evolución que es constante.
Y también la casa está en orden porque desde que volvió Ramón los números en el Monumental son elocuentes. 16 partidos. 11 victorias. 4 empates. 1 derrota (que con un arbitraje serio no sucedía). 26 goles a favor. 9 goles en contra. 9 partidos con el arco en cero (los últimos 4 de manera consecutiva).
La llave ante San Lorenzo sacó a relucir el carácter, y la llave contra Loja que también podamos sacarnos de las espaldas ese macabro estigma de los papelones internacionales. Dos atributos que no se veían en conjunto desde hace muchos años, sumado a algunos partidos ganados por el torneo local que en otros tiempos se empataban o se perdían.
Hoy, pese a todos los detalles que faltan pulir, y pese a tener a Passarella como Presidente, en este plantel y en este entrenador se puede confiar. Creamos que el tercer gran paso, el de la consolidación como equipo, pueda llegar en los partidos que se vienen. Confiemos en Ramón. Confiemos en River. Confiemos en que vamos a poder vivir entre cuatro paredes que nos puedan dar seguridad y bienestar futbolístico en algún momento.