Es el rostro de Gustavo Cabral, el responsable de una nueva derrota de River gracias a una acción digna de una persona sin el más mínimo sentido común. Su falta de materia gris derivó en un penal en contra y una expulsión cuando el partido estaba totalmente controlado.
La gran mayoría de las veces River pierde por la mediocridad futbolística que lo caracteriza en los últimos tiempos. Pueden existir otros atenuantes como en todo equipo que está atravesando un presente negro por donde se lo mire, pero lo que pasó en el partido de hoy es inentendible absolutamente. Lo que acaba de suceder con Gustavo Cabral representa la imbecilidad en la figura de una persona que cambió el rumbo de un partido por completo.
Es que River ganaba, sin lucirse ni sobrándole demasiado, pero ganaba y tenía el partido mínimamente controlado. Se había parado bien en defensa, como nunca en los últimos tiempos, había ajustado las marcas e inquietaba con algunos contragolpes gracias a la velocidad de Villalva y Buonanotte. Estaba todo dado para que rompa la nefasta racha adversa que lo azota cada vez que juega fuera de casa. Faltaba poco tiempo y luego de la ejecución de una pelota parada a favor del rival, pasó lo inexplicable.
Y uno dice inexplicable, porque en la cabeza de ninguna persona con un mínimo de racionalidad y sentido común puede caber semejante reacción absurda e ilógica como la que llevó a cabo Cabral en perjuicio de Bottinelli. El centro al área no complicaba demasiado e iba derecho a las manos de Navarro, pero en vuelo del balón, el defensor de River le aplicó un certero golpe de puño a su rival, lo que provocó el penal y la posterior expulsión del ex Racing. Cabral acababa de abrirle el camino a San Lorenzo para que dé vuelta el partido.
Luego de ello, el envión anímico del local y el golpe inesperado sufrido por River hacía imaginar lo que terminó sucediendo finalmente: una nueva derrota. Es que San Lorenzo se encontró con un regalo caído del cielo y no lo desperdició. River tenía la victoria al alcance de la mano, pero apareció este muchacho y se la birló de una manera tan infantil como estúpida. Gustavo Cabral tiró por la borda todo el aceptable trabajo de sus compañeros y pisó la mano de este equipo que intentaba arrastrarse para salir del pozo. Igualmente, lo que no podemos negar es que Cabral nos dejó una clara enseñanza: la idiotez humana no tiene límites.
Es el rostro de Gustavo Cabral, el responsable de una nueva derrota de River gracias a una acción digna de una persona sin el más mínimo sentido común. Su falta de materia gris derivó en un penal en contra y una expulsión cuando el partido estaba totalmente controlado.
La gran mayoría de las veces River pierde por la mediocridad futbolística que lo caracteriza en los últimos tiempos. Pueden existir otros atenuantes como en todo equipo que está atravesando un presente negro por donde se lo mire, pero lo que pasó en el partido de hoy es inentendible absolutamente. Lo que acaba de suceder con Gustavo Cabral representa la imbecilidad en la figura de una persona que cambió el rumbo de un partido por completo.
Es que River ganaba, sin lucirse ni sobrándole demasiado, pero ganaba y tenía el partido mínimamente controlado. Se había parado bien en defensa, como nunca en los últimos tiempos, había ajustado las marcas e inquietaba con algunos contragolpes gracias a la velocidad de Villalva y Buonanotte. Estaba todo dado para que rompa la nefasta racha adversa que lo azota cada vez que juega fuera de casa. Faltaba poco tiempo y luego de la ejecución de una pelota parada a favor del rival, pasó lo inexplicable.
Y uno dice inexplicable, porque en la cabeza de ninguna persona con un mínimo de racionalidad y sentido común puede caber semejante reacción absurda e ilógica como la que llevó a cabo Cabral en perjuicio de Bottinelli. El centro al área no complicaba demasiado e iba derecho a las manos de Navarro, pero en vuelo del balón, el defensor de River le aplicó un certero golpe de puño a su rival, lo que provocó el penal y la posterior expulsión del ex Racing. Cabral acababa de abrirle el camino a San Lorenzo para que dé vuelta el partido.
Luego de ello, el envión anímico del local y el golpe inesperado sufrido por River hacía imaginar lo que terminó sucediendo finalmente: una nueva derrota. Es que San Lorenzo se encontró con un regalo caído del cielo y no lo desperdició. River tenía la victoria al alcance de la mano, pero apareció este muchacho y se la birló de una manera tan infantil como estúpida. Gustavo Cabral tiró por la borda todo el aceptable trabajo de sus compañeros y pisó la mano de este equipo que intentaba arrastrarse para salir del pozo. Igualmente, lo que no podemos negar es que Cabral nos dejó una clara enseñanza: la idiotez humana no tiene límites.