El oro y la barra
La Doce apretó al plantel para que gane el superclásico porque el negocio, con la actual campaña, se le cae a pedazos. Palermo fue al único que dejaron a salvo.
GUSTAVO GRABIA | ggrabia@ole.com.ar
La derrota con Tigre había calado hondo. En el ánimo de los jugadores y mucho más en la barra brava de Boca. Por la posición que encuentra al equipo en la tabla pero, sobre todo, porque La Doce veía menguar una vez más su recaudación. Si el equipo no gana, la barra tampoco. Fuera del negocio que implican los viajes por la Copa Libertadores, con la amenaza cierta de quedarse también sin la Sudamericana (Boca está a 12 puntos de Colón, el último que entra), con la caída de ingresos por merchandising trucho que manejan, y con la merma en la reventa de entradas y estacionamiento en las adyacencias, porque la gente que va a ver a Boca bajó considerablemente, La Doce decidió actuar. Justo antes del partido contra River. Y por dos motivos: el deportivo, para tirarle por la cabeza la paternidad al clásico rival, y el económico, ya que suponen que un triunfo ante el Millo impulsará nuevamente el negocio. Así, Mauro Martín y su primera línea fueron el domingo por la noche al hotel Intercontinental. Compraron el silencio de un par de empleados y citaron vía teléfono móvil a los jugadores en el estacionamiento del segundo subsuelo. El aire se cortaba con cuchillo. De a poco, los players fueron bajando. Todos menos uno: Palermo, el único a quien la barra no convocó, como mensaje unívoco de lo que creen que está pasando en el plantel. El goleador histórico es, para la barra, el referente de los que dejan hasta la última gota de sudor. El resto…
Los más chicos, dicen, estaban pálidos. Y de los más grandes, sólo Riquelme habló para tirar agua sobre un incendio que amenaza con tener consecuencias más graves si Boca pierde feo en el súper del domingo. Mauro, Maxi, Mariano de la Chocolatada, cinco guardaespaldas del líder de La Doce con pinta de pasar rápido a la acción y otros cinco miembros de la jefatura, explicaron en lenguaje poco amigable lo que sufren cada vez que Boca cae. “Esto es una pyme, acá se factura a resultados. Por culpa de ustedes estamos dejando de recaudar. Terminen con la interna y gánenles a las Gallinas porque si no vamos a volver y las cosas se van a poner peor”, fue el mensaje que mandaron. Y también se metieron en cuestiones futbolísticas. “Acá hay que correr y dejar el puterío de lado. Si se quieren o no nos importa poco, pero la pelota se la pasan y se tiran al piso. ¿Quién falta en esta reunión? ¿A ver? Palermo. Porque es el único que entiende lo que está pasando. Así que pónganse las pilas y déjense de joder de una buena vez”.
El cónclave duró cerca de media hora y los barras se formaron en semicírculo, en posición intimidante, como para tener en el campo visual a todos los futbolistas y cotejar sus reacciones. La mayoría escuchó con la cabeza gacha la reprimenda que, como si fueran los jefes de la institución, los barras disparaban. Como si fuera poco, al final uno de los capos afirmó: “Nosotros estamos pagando 40 paquetes para el Mundial y eso cuesta guita. Por ahora no les pedimos nada, pero lo que no ganamos por culpa de ustedes, si siguen así, la van a tener que poner de sus bolsillos. Hasta ahora paramos el quilombo, los gritos, los insultos, todo. Van anteúltimos y se los trata como si estuvieran peleando arriba. Bueno, eso se terminó. ¿Entendieron, no?”.
Sobre la apretada de los violentos no hubo denuncia judicial ni la habrá. Los jugadores dijeron a todo que sí y volvieron a sus habitaciones jurando silencio sobre lo ocurrido. Algunos, los más pibes, estaban temblando.