Paraná, 25 de Mayo de 2007, en el 106º Aniversario de la institución más grande de la Argentina, el Club Atlético River Plate.
Queridísimos compañeros:
No haré distinción entre los “verdaderos” hinchas y los “mentirosos” hinchas. Esta carta está simplemente destinada a aquellos que se alegran cuando nuestro equipo gana jugando bien, y se entristecen cuando pierde jugando mal.
Nuestro club no está pasando por las mejores y más felices circunstancias, eso es de notorio conocimiento. Digo “nuestro club” y no “nuestro equipo”, ya que considero que la poca eficiencia del mismo es una consecuencia, y no una causa de los problemas que actualmente nos aquejan.
Partimos de dos pésimas elecciones efectuadas por un porcentaje de socios del club, aquellos que priorizaron el beneficio personal que el mismo puede darle, sopreponiéndose al resto, que quizás por poco compromiso, no se acercó a votar. Digo esto, porque a pesar de que los dirigentes son los responsables directos del mal manejo económico, institucional y deportivo del club, ellos están en ese lugar gracias a un acto de democracia, sistema que debe ser defendido por los ciudadanos, siempre.
Lo más visible de esta situación, es, por supuesto, el área que más nos convoca e interesa: el fútbol. Las acusasiones partieron, por parte de los hinchas, hacia los dirigentes, llegando hasta el actual director técnico del equipo, seguramente el blanco de todas las municiones, por ser la cara más visible.
A mi no me gusta como juega el equipo que él está dirigiendo. No me gusta el sistema táctico que utiliza, me desagrada profundamente la poca inteligencia del mismo a la hora de disputar un partido. Me refiero a lo que va desde enero de 2006 hasta la actualidad.
Esta situación, me ha llevado a cuestionarlo duramente, y a pedir constatemente su renuncia, desde el lugar que orgullosamente ocupo: el de hincha. Me considero un verdadero hincha de River.
Daniel Alberto Passarella, jugador, es mucho más grande e importante que toda la comisión directiva actual junta y que todo el plantel de fútbol actual, y probablemente más importante que aquellos que sólo mediante la violencia pueden hacer valer sus intereses personales, acciones que nos han costado la clausura histórica de nuestro club, hasta hace poco tiempo, apañados por los más altos directivos.
Daniel Alberto Passarella, jugador, es un estandarte histórico de River. Es uno de los cientos motivos de orgullo que tenemos (¿teníamos?), siendo uno de los mejores en su puesto en la historia de fútbol, colocando más goles que muchos delanteros que se han lucido en nuestro fútbol.
Daniel Alberto Passarella, director técnico, asumió en ese puesto por primera vez en una época complicadísima de River, y ganó tres campeonatos que lo llevaron a dirigir la Selección Argentina, en la cual ganó una medalla olímpica de plata, y a hacer una buena performance en el Mundial '98, en la cual ganamos con autoridad ante selecciones menores, eliminamos a Inglaterra, un partido que podíamos haber perdido, y perdimos contra Holanda un partido que podíamos haber ganado. Estoy diciendo Inglaterra y Holanda, no Caracas y Gimnasia de Jujuy. Dirigió la Seleccion Uruguaya, sentando las condiciones necesarias para que mencionada prestigiosa selección pueda volver a jugar un Mundial de Fútbol. También salió campeón en la liga mexicana, cada vez más importante.
En este acto de honestidad brutal debo ser sincero: Me alegré mucho en su retorno en 2006. Pensé que era el técnico que necesitábamos en ese momento. No me avergüenza reconocerlo. Evidentemente me equivoqué. Y quizás me equivoque ahora, al decir lo que voy a decir.
El perder en cuartos de final una Copa que por cuestiones de folklore numerológico debía ser nuestra, y quedar afuera en primera ronda de la siguiente Libertadores frente a un equipo Venezolano fue una de las peores humillaciones que me tocaron vivir como hincha.
Pero déjenme preguntarles algo: ¿Acaso hubiera sido distinto, si el técnico hubiera sido otro, teniendo en cuenta que la época nefasta de River tiene que ver con sus dirigentes y no con sus empleados?
Con José María Aguilar perdimos al DT más ganador de nuestro club: Ramón Díaz, no se le renovó el contrato trás haber salido campeón con un equipo lujoso.
Después del relativo fracaso de Pellegrini, vino Astrada y comenzó a cumplirse lo que tanto queríamos: ganarle seguido a Boca. Pero culpa de esta dirigencia, Astrada, ídolo, se fue por la puerta de atrás. Llegó otro ídolo, Mostaza, y porque la dirigencia le dió más poder a un jugador del que debería haber tenido, esta insitución en sí misma que es Reinaldo Merlo, se tuvo que ir de la peor manera, otra vez por la puerta de atrás. Otro ídolo maltratado.
A Daniel Alberto Passarella, ídolo del club hasta enero del 2006, quizás le está esperando el mismo destino.
Les propongo algo: evitar que esto pase. Intentarlo al menos.
Nuestro rival principal, que está pasando por la mejor época, deportivamente hablando, de su historia, no tiene los ídolos naturales que nosotros tenemos. No los tiene, y disfruta al vernos maltratar y destrozar a los nuestros, acusándolo a uno de la peor injuria a la cual puede ser condenado alguien de River: acusarlo de ser hincha de Boca. Ellos le faltan el respeto a sus rivales (ejemplos: no ir a recibir una medalla de subcampeón, sus técnicos han escupido en la cara a jugadores rivales, putearon a LaVolpe, una persona de bien, porque supuestamente fue su culpa la máxima gallineada en la historia del fútbol argentino, y no de los jugadores. Los medios que hacen propaganda de este club-empresa-plataforma política, nos faltan el respeto constantemente, como por ejemplo la tapa del nefasto diario Olé de hoy, etc.)
Si algo ha distinguido a los hinchas de River desde siempre es el buen gusto, pero sobre todo la clase.
Una gloria de nuestro club, cometió errores como DT. De sus supuestos negocios no tengo pruebas, pero como lo dicen ustedes yo les creo. Simplemente porque lo dicen ustedes. Pero no tengo pruebas, y sólo en este país la palabra “negocio” y “comercio” son malas palabras. Quizás porque para valorarlas, mirámos nuestros propios corazones.
Una gloria de nuestro club hoy leyó una carta, histórica, sin faltarnos el respeto, al contrario, valorándonos. Nos está pidiéndo una última oportunidad. Propongo dársela. Propongo no darle el gusto al club del riachuelo, propongo no darle el gusto a Olé y al Grupo Clarín, propongo hacer valer nuestra hombría de bien. Propongo tener esperanzas, quizás un poco ingenuamente, en el peso específico propio de nuestra camiseta. Propongo que vayamos todos para el mismo lado, porque de lo contrario, seremos también partícipes de la debacle de River, que tanto esperan nuestros opositores.
Propongo dejar de esperar que River pierda para que se vaya el DT. Propongo descolgar esta bandera negra invisible que hemos colgado hoy, casi sin darnos cuenta.
Ojalá tenga razón. Si les ofende lo que digo, les pido disculpas. Si tienen razón ustedes, les pido disculpas. Y si el tiempo me demuestra que esta carta fue una imbecilidad, volveré a reconocer que cometí un error al escribirla, pero hoy, en este momento, me siento inmensamente feliz de ser HINCHA DE RIVER. Eso es algo que nadie me puede quitar.
Les propongo que, aún en la tormenta, intenten sentir lo mismo.
Julián Gerardo Solaro, en el Día de la Patria.