Alguien se acuerda de ésto?:
MUÑECOS ESPARCIDOS POR TODO BUENOS AIRES CAUSARON SORPRESA
Un grupo de artistas colocó veinticinco humanoides de látex en situaciones de riesgo. La Policía y el SAME estaban avisados pero no se pudieron evitar episodios confusos en la calle.
El cuerpo ensangrentado estaba tirado boca abajo en Defensa y Estados Unidos. Vestía un impermeable y sus piernas sobresalían de la vereda hacia la calle. Un remisero clavó sus frenos: “¡Uy, no! —se horrorizó— ¡Lo atropellaron!”. Desde un bar, una mujer embarazada gritó indignada: “¡Esto es de mal gusto! ¿Cuál es el objetivo?”. Alguien le acababa de revelar que el muerto no era tal: era un muñeco de látex tan realista que provocaba espanto. Muy cerca, dos personas anotaban minuciosamente las reacciones de la gente ante el supuesto cadáver.
Ayer, veinticinco de estos muñecos amanecieron en otros tantos puntos clave de Buenos Aires, donde permanecieron hasta las tres de la tarde. Los supervisaron 60 artistas, estudiantes, actores, fotógrafos y videastas que participan en el Proyecto Filoctetes, un taller del Centro Cultural Ricardo Rojas. Este Proyecto es desarrollado por el actor, director teatral y artista Emilio García Wehbi, uno de los creadores del prestigioso show El Periférico de Objetos. Una puesta de teatro de vanguardia desarrollada con muñecos.
La misma experiencia se hizo en Viena en junio de 2001. “Es una intervención urbana —explica Wehbi—. La idea conceptual es interrogarse en términos estéticos sobre el vínculo que se establece entre la gente y un cuerpo en la calle. Los transeúntes se convierten en actores y nosotros observamos sus reacciones. Entre el 19 y el 21 se harán jornadas para debatir sobre lo sucedido”.
Los cuerpos estaban tirados en charcos de sangre, en el medio de un vómito, pidiendo limosna o postrados en la calle. Muchos transeúntes pasaban a su lado indiferentes o mirándolos con curiosidad. Otros atinaban a ayudarlos. Y una buena parte de los que descubrían que se trataba de una experiencia artística estallaban en insultos furiosos que, en algunos sitios como Recoleta, terminaron a las trompadas.
Una mujer por encima de los 70 se acercó al muñeco de Defensa y Estados Unidos y empezó a llorar. “Veo este cuerpo y me imagino que soy yo misma tirada, muerta”, se derrumbó. Un vecino bramó: “¡No tienen derecho a hacer esto! Yo también soy pintor y no le toco el culo a nadie para hacer mi arte”. El clima se volvió espeso y los responsables del maniquí optaron por devolverle la vida y sentarlo.
En Paseo Colón y Belgrano, un paseador de perros pasó con toda su prole por encima de un muñeco que simulaba ser un albañil muerto. Un rato antes habían pasado dos ambulancias del SAME respondiendo a diferentes denuncias. “¡Están locos!”, explotaron los médicos cuando descubrieron de qué se trataba. Aunque según los organizadores estaban avisados, este no fue el único caso en que el SAME o la Policía se movilizaron.
En Avenida Alvear y Ayacucho, todo terminó mal. Primero un portero creyó que el muñeco era el diariero que acababa de sufrir un infarto. Después salieron desde la casa Versace y el Hotel Alvear para exigir que sacaran el cuerpo ensangrentado del lugar. Recién lo hicieron cuando un médico y vecino de la zona trompeó a uno de los supervisores del proyecto.
La canillita de Corrientes y Agüero se asustó cuando vio a un muerto frente a su kiosco. “¿Cómo puede ser que no haya nadie si hasta hay sangre?”, se extrañó. Cuando se dio cuenta de que no era real se tranquilizó: “Me preocupé —suspiró— porque ayer se murió un hombre de un infarto justo en esta misma esquina”.
En Acoyte y Rivadavia, nadie paró para ayudar a ese pobre tipo tirado sobre unas bolsas de basura con la ropa manchada de sangre. Una sola persona llamó una ambulancia. Más tarde, el mismo cuerpo apareció pidiendo limosna cerca del subte. El primero en dársela fue un hombre que vendía mentitas a 50 centavos.
Cuando llegó el momento de cambiar la posición, el muñeco se convirtió en un herido. Nadie le prestó atención. La gente de Filoctetes redobló la apuesta y lo puso en el medio de un charco de sangre de utilería. Ya era imposible hacerse el distraído, aunque muchos lo intentaban. Hasta que una anciana se acercó agarrándose la cabeza: “¿Qué pasa? ¿Por qué nadie hace nada?”, dijo al borde del llanto.
“Miren —le dijo una madre a sus dos hijos antes de cruzar Acoyte—, se murió la vieja que hoy estaba puteando en la esquina. Le deben haber pegado en la cabeza”. “¡No pueden hacer esto! —vociferó una chica joven que se dio cuenta de la trampa— ¡Pueden matar a alguien de un susto! ¡Los voy a denunciar!”. Un hombre mayor no se contuvo: “¡Van a la Universidad para hacer estas pavadas!”.
http://www.clarin.com/diario/2002/11/16/s-03801.htm