“A Passarella no lo voy a perdonar nunca”
Un año después de que el Kaiser lo colgara en River, el arquero habla de todo. Su presente en España, los sueños de Selección, y cómo fue renacer tras el dolor.
IGNACIO FUSCO ifusco@ole.com.ar
Dicho así, recordado así, la risa se hace justa, inevitable. Sin repetir y sin soplar, hablando y recordando, Germán Lux deja apenas un silencio leve, como un tregua, un segundo nomás, y así, sólo así, puede escuchar la pregunta, el recuerdo de lo que podría haber sido.
—¿Te acordás cuando River te quiso hacer un contrato de diez años?
—Y… (piensa, no parece causarle mucha gracia) No, no, lo mío pasó por el técnico… José María (Aguilar) ya mucho no podía hacer, River no ganaba nada, y a veces, bueno, algunas situaciones son extremas…
¿Algunas? Desde aquel diciembre del 2004, hace ya tres años, entonces suplente en River pero campeón olímpico unos meses atrás, a jugar algunos partidos por la ida de Costanzo, a perder el puesto, a acribillar a Passarella con aquel “me voy de River por un hincha de Boca”, a mudarse a la Europa del olvido, a entrenarse cinco meses sin alguien, el arquero dice, al fin, estar renaciendo. “Obvio que extraño River, que me encantaría volver, pero también es cierto que últimamente viví muchos golpes, muchas cosas feas. En el Mallorca no sé si sentía miedo, pero sí quería saber cómo estaba, y la verdad que me sorprendí al verme bien. Lo más doloroso, por suerte, ya pasó”, le dice Lux, desde Mallorca, a Olé. Y lo dice, la vista al frente, renaciendo.
—¿Seguro que ya pasó?
—La cosa es que hay que mirar para adelante, ya no queda otra que seguir viviendo esta vida. Más vale que me encantaría volver atrás, sí, pero no se puede. Yo me hice un nombre en el fútbol, y por ese nombre estoy jugando en España. Un nombre que me hice, bueno, por la Selección, aunque aún piense que fueron injustas algunas cosas que me pasaron.
—¿Que Pekerman llevara a Ustari en tu lugar en el Mundial 06?
—Sí, y nunca voy a saber el porqué de eso. A José sólo le pude decir que estaba disconforme con lo que me decía, que eso no era justo, y bueno, listo, abrir la puerta y retirarme. El revuelo que se armó, me acuerdo. Si yo te contara la cantidad de gente que me llamó por eso y por lo de River, la lista es interminable. Hasta Maradona me llamó para decirme que veía una mano negra en lo del Mundial. Entonces la sufrí, la sufrí mucho, pero a la larga saqué algo positivo: soy joven, muy joven, y ya tendré la chance de otro Mundial. La Selección, hoy, no me desespera, porque sé que una cosa llevará a la otra, de a poco me sentiré observado. En la última convocatoria se escucharon muchos nombres de arqueros, pero no creo que me hayan olvidado.
—¿Por qué le pegaste tan duro a Passarella?
—Pero lo que yo dije era algo sabido, que ya habían dicho otras personas. El mismo había dicho que era hincha de otro club, yo sólo fui a los archivos, nada más que eso. Y lo volví a confirmar, bueno. ¿O Aguilar no dijo que Passarella fue jugador, era técnico, podía ser presidente pero nunca hincha? Aguilar lo dijo.
—Pero no es usual, Germán, reaccionar así.
—Pero me dolió. Me dolió porque no me trató como a una persona, no tuvo tacto para manejar lo que yo había vivido. El técnico te quiere, no te quiere, la pelota entra, no entra, todo bien, pero antes está la persona. Y lo peor fue que Passarella había vivido algo similar a lo mío, pero se olvidó. Fue una lástima. Y la verdad es que no sólo no se lo perdoné entonces, sino que no se lo voy a perdonar nunca.
—¿Qué hubiera sido tener tacto, Germán?
—Preocuparse más por mí.
—¿Mantenerte en el plantel? ¿Con esa decisión ya se arreglaba todo?
—Tacto, tacto, saber tratar una situación delicada, te estoy hablando de un montón de cosas…
—¿Pero en qué momento se quiebra la relación? Porque limpiar, limpian a muchos jugadores, y no todos dicen eso.
—La cosa es que el mismo trato que yo le dije que no tenía conmigo, tampoco lo tenía con otros. Ojo que yo no quiero echarle la culpa sólo a él de lo que vivió River, pero sí era cierto que Passarella imponía su respeto con mucha autoridad, era muy autoritario, y eso no era lo mejor para el grupo. Muchos jugadores estaban disconformes con él. En su momento yo quería quedarme, por ejemplo, pero con ese técnico no podía. Mi situación no daba para más. Por suerte, por esto del nombre que te decía, no tuve que bajar ningún escalón. Estoy en España, en Europa.
—¿A River le faltó un líder? ¿Le falta todavía?
—Y… (piensa, se oye un suspiro) el último líder de River fue Gallardo. Después de él, la verdad, yo no conocí otro referente que se cargara al hombro lo que se cargaba Gallardo.
—Que se fue…
—Mal.
—Como vos.
—Como yo, sí. ¿Viste? Es raro, raro, y es lamentable también. Yo no quiero ver a River jugando por nada las últimas fechas, y lo peor es que vos mirás los jugadores que tiene y decís: “¿Pero cómo puede ser que no rindan?”. El cambio de técnico le vendrá bien, eso ya es importante.
—Vos estuviste cuando les pincharon las gomas luego de un 1-3 ante Racing, en el 06. Después de eso, Germán, River vivió problemas con la barra. ¿Se podía ganar algo en medio de ese clima?
—En la Argentina todo puede pasar. En su momento les preguntamos a los dirigentes quién había sido, cómo nos podían hacer eso, y lo peor es que después te vas acostumbrando a esas cosas, y ahí, bueno, listo, ya está. Lo que pasa es lamentable, pero yo no le veo solución. Podremos charlar, charlar, pero ni vos ni yo vamos a saber nunca cómo fueron los manejos con esos tipos, y hasta tampoco podríamos cambiarlos. Hay cosas que no sabés nunca. ¿Cómo llegó River hasta acá, por ejemplo? Y no, no sé, ¿qué querés que te diga?
