El otro 11 de Septiembre

       El día del golpe
      
      Como ya se ha afirmado, existen diferentes versiones sobre el papel de           Augusto Pinochet en la preparación del golpe. Durante el período de           la conspiración le fueron informando y pidiendo al futuro dictador           que plegara a sus hombres a la conjura. Muchos desconfiaban de su           predisposición, ya que, increíblemente, era un hombre de confianza           de Allende, quien murió sin poder creer que Pinochet estaría al           frente del movimiento golpista.
      Ese Pinochet indeciso había sido apodado "el burro" por sus           compañeros de la escuela primaria y como tal lo llamaban sus compañeros           de armas y también sus enemigos. Había obtenido ese sobrenombre, en           parte, por sus bajas calificaciones escolares y también gracias a su           risa semejante a un rebuzno. Esa voz acompañaría desde el poder a           los chilenos durante 17 años. Era la voz que sus perseguidos y           quienes lo combatían imitaban para divertirse un poco y calmar los           temores.
      Ese general de quienes muchos se burlaban todavía estaba indeciso           horas antes del 11 de septiembre sobre qué papel jugar. De todas           formas, aunque él mismo se haya adjudicado la autoría del plan en su           autobiografía, es seguro, como relata Mónica González en La           conjura, que Pinochet se incorporó tarde al grupo golpista, recién           el 10, un día antes. El 9, había firmado la carta del almirante           Merino.
      Ese día se reunió en el Ministerio de Defensa con Arellano para           revisar los planes del día siguiente. Pinochet le dijo que se           instalaría en Peñalolén, "para aprovechar las centrales de           comunicación". A las 11 Arellano citó a todos los jefes y           oficiales de los Comandos de Ingenieros, Aviación y           Telecomunicaciones de Peñalolén y les dijo que ante el caos           reinante, las Fuerzas Armadas y Carabineros habían resuelto derrocar           al gobierno marxista de la Unidad Popular y señaló: "Mañana a           partir de las 8,30 horas, en Santiago y provincias con excepción de           Valparaíso, donde la hora H ha sido fijada para las 6,00 horas, el Ejército           y la Fuerza Aérea entrarán en acción con sus comandantes en jefe a           la cabeza. La Armada será comandada por el almirante José Toribio           Merino y Carabineros por el general César Mendoza". Arellano les           recomendó a los oficiales que sus familias durmieran en casas de           familiares o amigos, advirtiendo que "no se puede predecir la           respuesta del enemigo". A las 13, en el Ministerio de Defensa,           Pinochet fue consagrado como el jefe de los golpistas durante el           almuerzo.
      Después de la medianoche Allende continuaba en la residencia           presidencial Tomás Moro. Hortensia Bussi, su esposa, estaba           retornando de México junto con su hija Isabel. "Alcancé a           llegar a Chile 36 horas antes del Golpe. Había viajado a México con           mi hija Isabel para llevar ayuda debido a una catástrofe. Se husmeaba           el Golpe. No se sabía la fecha pero se sentía su proximidad. Yo me           resistí por esto a viajar, pero Salvador insistió argumentando que           el presidente Luis Echeverría había enviado a su esposa para el           terremoto con epicentro en la Quinta Región. Fui y al retornar,           Salvador me esperaba en el aeropuerto. Lo noté muy tenso, irritable           hasta en detalles. Lo dijo más de una vez: '¡A mí me van a sacar en           pijama de madera de La Moneda, pero no voy a claudicar ni voy a salir           arrancando del país en un avión!'" .
      Esa noche los Allende no pudieron cenar en paz. Se enteraron de que           camiones con tropas habían salido de la ciudad de Los Andes en           dirección a Santiago y al mismo tiempo se sabía que los barcos de la           Armada habían zarpado para integrarse a la "Operación           Unitas", una supuesta operación ya agendada en las aguas del Pacífico           con fuerzas norteamericanas. Allende todavía tenía esperanzas de           lanzar al día siguiente una convocatoria a un plebiscito para           ratificar o dejar el gobierno y así apaciguar las feroces voces de la           oposición.
      Varios años más tarde, el primer presidente democrático después de           la dictadura, Patricio Aylwin, dijo a la periodista Mónica González:           "Hubo una salida democrática, en septiembre de 1973, que el           Golpe militar frustró; el plebiscito al cual había resuelto llamar           Allende. Yo estaba muy en contacto con el gobierno en esa época, y se           me comunicó que Allende había decidido recurrir al plebiscito para           dirimir el conflicto que se había creado entre el Poder Ejecutivo y           el Poder Legislativo. Sólo podía resolverlo un árbitro: el pueblo           chileno. Y Allende decidió buscar esa solución democrática. Pero,           entre la derecha golpista, apoyada por el imperialismo norteamericano,           y la intransigencia de la Unidad Popular, la DC se vio envuelta. Y           tiene la responsabilidad histórica de haberse dejado envolver".
      En la noche del 10 al 11 nadie pudo dormir. Desde la Oficina de           radiodifusión de la Moneda, la voz de René Largo Farías le           transmitió a Allende un parte de la Intendencia de Aconcagua:           "Se están desplazando tropas desde los Regimientos Guardia Vieja           de los Ángeles y Yungay de San Felipe". Allende se lo hizo saber           a Letelier, y éste llamó al general Herman Brady, comandante de la           guarnición Santiago, quien le contestó que se trataba de tropas para           prevenir posibles desbordes por el desafuero del senador Carlos           Altamirano y el diputado Oscar Guillermo Garretón.
      En Santiago, a las 4,30 del 11 de septiembre, un equipo de la Armada           entraba en acción en una casa de la calle Sánchez Fontecilla, donde           vivía el almirante Raúl Montero que desconocía que ya no era el           jefe de la Armada. Los hombres que habían sido subordinados suyos           estaban cortando sus teléfonos e inutilizando su automóvil. A esa           misma hora también se estaba decidiendo que la base de Tacna se           utilizaría como centro de detención.
      A las 6,30 Carabineros calentaba los motores de sus patrullas para           salir a la calle, quince minutos después en Concepción los aviones           ya estaban listos para ser operados. El primer contingente se           preparaba para salir a las 7,30 para destruir las antenas de las           radioemisoras de Santiago y luego permanecer media hora sobrevolando           la ciudad.
      Mientras tanto, en Tomás Moro, Allende estaba despierto y ya tenía           la certeza de que en Valparaíso sucedía algo. En ese momento la           Armada estaba copando la ciudad portuaria. La escuadra que había           partido hacia la "Operación Unitas" iba hacia el norte.           Pero todo fue una puesta en escena: los cruceros Prat y O'Higgins, los           destructores Cochrane, Blanco Encalada y Orella, y el submarino           Simpson, habían llegado hasta la cuadra de Papudo, para regresar a su           base y apostarse frente a un Valparaíso ocupado y allí recién los           marineros se enteraron del proceso que se había iniciado.
      A las 7,05 los pilotos de Concepción encendieron los motores de           cuatro Hawker Hunter y veinte minutos después despegaron y tomaron           rumbo a Santiago.
      En La conjura se describe como afrontó Allende y sus camaradas la mañana           del golpe: "... Allende, enfundado en un suéter de cuello alto,           se puso una chaqueta de tweed y abandonó Tomás Moro junto a Augusto           Olivares y Joan Garcés. Lo siguieron el jefe de escolta de           Carabineros, capitán José Muñoz, y un grupo conocido como 'Carlos           Alamos'. Partieron a toda velocidad hacia La Moneda. En el camino,           Sotelo y Juan José Montiglio (Aníbal) fueron preparando las armas.           Entre ellas, había seis ametralladoras Aka, todas regaladas por Fidel           Castro al Grupo de Amigos Personales (GAP). También tomaron su lugar           Oscar Balladares y Manuel Mercado, ambos del GAP; el doctor Danilo           Bartulín y el doctor Ricardo Pincheira, integrante del CENOP, más           conocido como 'Máximo'" .
      Por su parte, Hortensia Bussi se quedó custodiada en Tomás Moro. A           las 7,30 Letelier llegó al Ministerio de Defensa y se encontró con           que su ayudante, el teniente coronel Sergio González, le comunicaba           que ya no era ministro. Inmediatamente fue arrestado y trasladado al           regimiento Tacna y se convirtió así en el primer detenido del 11 de           septiembre. A las 7,40 Pinochet llegó al comando de tropas de Peñalolén.
      A las 7,55 Allende habló por radio y dijo: "Lo que deseo es que           los trabajadores estén atentos, vigilantes, que eviten provocaciones.           Como primera etapa, tenemos que ver la respuesta, que espero sea           positiva, de los soldados de la patria que han jurado defender el régimen           establecido".. Prats escuchó consternado las palabras de Allende           desde el departamento de su amigo, el general Ervaldo Rodríguez,           agregado militar en Washington. A las 8,20 Allende habló nuevamente           al país. Ilusamente esperaba que la sublevación sólo fuera de la           Armada y en Valparaíso y que la concentración masiva de trabajadores           en las industrias ocupadas hiciera dudar a quienes querían desatar la           masacre. En ese momento la Radio Corporación desaparecía con el           impacto de ocho cohetes lanzados por los Hawker Hunter.
      A las 8,40 el teniente coronel Roberto Guillard habló desde las ondas           de Radio Agricultura y dio la primera proclama golpista:           "Teniendo presente, primero, la gravísima crisis social y moral           por la que atraviesa el país; segundo, la incapacidad del gobierno           para controlar el caos; tercero, el constante incremento de grupos           paramilitares entrenados por los partidos de la Unidad Popular que           llevarán al pueblo de Chile a una inevitable guerra civil, las           Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile..." y después continuó           en forma más intimidatoria: "Primero, que el señor Presidente           de la República debe proceder de inmediato a la entrega de su alto           cargo a las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile. Segundo, las           Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros de Chile están unidos para           iniciar la responsable misión de luchar por la liberación de la           patria del yugo marxista y la restauración del orden y la           constitucionalidad. Tercero, los trabajadores de Chile deben tener la           seguridad de que las conquistas económicas y sociales que han           alcanzado hasta la fecha no sufrirán modificaciones en lo           fundamental. Cuarto, la prensa, las radioemisoras y canales de           televisión deben suspender sus actividades informativas a partir de           este instante, de lo contrario recibirán castigo aéreo y terrestre.           ¡El pueblo chileno debe permanecer en sus casas a fin de evitar víctimas           inocentes!"
      Allende no se quedó callado y le contestó por radio Magallanes y           Corporación diciendo que no se iba a ir y que iba a continuar           defendiendo la Constitución. Fue entonces cuando Miria Contreras,           conocida como La Payita, la fiel secretaria de Allende llegó en un           auto con su hijo Enrique Ropert. Descendió velozmente y se introdujo           en La Moneda, cuando se dio vuelta para ver si la seguía su hijo, vio           como un grupo de carabineros lo arrastraba junto con otro amigo y se           los llevaban detenidos. Ella ingresó a La Moneda por el garage           presidencial. Allende pidió liberar a Ropert y a los hombres del GAP.           Todo fue inútil, posteriormente el hijo de la Payita y otros diez           hombres integraron la lista de desaparecidos por la dictadura.
      Radio Magallanes seguía en el aire y llamaba a los chilenos a           defender al gobierno y a permanecer en los puestos de trabajo y hacía           sonar al grupo folklórico Quilapayún con su proclama: "El           pueblo unido, jamás será vencido". Y Allende como un           combatiente más continuaba disparando sin cesar por las ventanas.
      Mientras tanto, las proclamas golpistas se repetían e instaban a           Allende a renunciar. El último edecán que quedaba en La Moneda le           transmitió el ofrecimiento a Allende de salir del país en un avión;           si no aceptaba la Fuerza Aérea iba a bombardear el Palacio. El           presidente contestó: "Díganles a sus comandantes en jefes que           no me voy de aquí y no me entregaré. Si quieren mi renuncia que me           la vengan a pedir ellos mismos aquí. Que tengan la valentía de           hacerlo personalmente. No me van a sacar vivo aunque bombardeen."           El edecán Sánchez relataría tiempo después la escena:           "Allende tenía en sus manos una metralleta. Apuntó a su paladar           y dijo: 'Así me voy a suicidar, porque a mí no me sacan vivo de aquí'.           Me miró y me dijo: 'Le agradezco comandante Sánchez, el           ofrecimiento, pero dígale al general Leigh que no voy a ocupar el avión           ni me voy a ir del país ni me voy a rendir'. Eran como las 10 de la           mañana."
      De la derrota ya no había dudas, los edecanes abandonaron La Moneda y           sólo quedaron Allende junto al grupo leal del GAP. Decidió que era           hora de despedirse y lo hizo a través de Radio Magallanes. Allende           estaba rodeado de cuarenta personas, entre las que se encontraba su           hija Beatriz, quien tenía un embarazo de siete meses. Con el silencio           respetuoso de sus amigos y sabiendo que estaba escribiendo una página           de la historia universal dijo:
      
      Compatriotas: es posible que silencien las radios, y me despido de           ustedes. Quizás ésta sea la última oportunidad en que me pueda           dirigr a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio           Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura sino           decepción y serán ellas el castigo moral para los que han           traicionado el juramento que hicieron, soldados de Chile, comandantes           en jefes titulares, el almirante Merino, que se ha autoproclamado, el           general Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su           solidaridad, también se ha denominado Director General de           Carabineros.
      Ante estos hechos sólo me cabe decirles a los trabajadores: yo no voy           a renunciar. Colocado en un trance histórico, pagaré con mi vida la           lealtad al pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla           que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos           no podrá ser sosegada definitivamente. En nombre de los más sagrados           intereses del pueblo, en nombre de la patria, los llamo a ustedes para           decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la represión           ni con el crimen. Ésta es una etapa que será superada. Éste es un           momento duro y difícil; es posible que nos aplasten. Pero el mañana           será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para           la conquista de una vida mejor.
      Trabajadores de mi patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre           tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete           de grandes anhelos de Justicia, que empeñó su palabra en que           respetaría la Constitución y la Ley, y así lo hizo.
      Es éste el momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a           ustedes. Pero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el           imperialismo unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas           Armadas rompieran su tradición, la que señaló Schneider y           reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que           hoy estará en sus casas esperando con mano ajena conquistar el poder           para seguir defendiendo sus granerías y sus privilegios. Me dirijo           sobre todo a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que           creyó en nosotros, a la obrera que trabajó más, a la madre que supo           de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales           de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días están           trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios           profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas           de una sociedad capitalista.
      Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría           y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al           campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque           en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presentes, en           los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas,           destruyendo los oleoductos y los gasoductos, frente al silencio de los           que tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La           historia los juzgará.
      Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi           voz no llegará a ustedes. No importa, me seguirán oyendo. Siempre           estaré junto a ustedes, por lo menos mi recuerdo será el de un           hombre digno que fue leal con la patria. El pueblo debe defenderse,           pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar,           pero tampoco debe humillarse.
      Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán           otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende           imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde,           se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para           construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan           los trabajadores!
      Estas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que el           sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos,           habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y           la traición..
      
      Continuó un gran silencio, sólo se veían ojos llorosos de los           acompañantes de Allende, algunos lo abrazaron. Entretanto, los           golpistas llamaban a La Moneda para exigir la renuncia del presidente           que dio por terminados los contactos telefónicos de los militares, a           pesar de que algunos de sus colaboradores todavía evaluaban cómo           sacarlo vivo de allí.
      Del otro lado, los militares se desesperaban, no pensaron que podían           tener esa resistencia y la tozudez en defenderse a los tiros. Pinochet           quería avanzar de una vez y arrasar con todo. Así lo entendió Leigh,           que atacó Tomás Moro con aviones bombarderos. Allí estaba Hortensia           Bussi, que entonces decidió abandonar la residencia. Y a las 11,50           fue el turno de La Moneda. Explotaron las primeras bombas lanzadas por           el avión "1", que pasó por el frente de la Estación           Mapocho y dio contra el frente norte destruyendo las puertas y las           dependencias de los costados e interiores. Los ataques continuaron, el           Palacio se incendiaba, lanzaban bombas lacrimógenas y el agua corría           por las escaleras. Allende gritaba: "¡Que nadie se rinda! ¡Que           la gente dispare donde pueda!"
      Un avión que se dirigía a bombardear la residencia presidencial Tomás           Moro confundió su blanco y sus cuatro primeros cohetes cayeron en el           Hospital de la FACH. Debido a las consecuencias del "fuego           amigo" se decidió suspender el ataque sobre la residencia.
      Mientras tanto, el Palacio estaba en llamas, el gigantesco humo lo           envolvía en una nebulosa fatídica. A las 13,30 llegaron las tropas           del general Palacios, los GAP combatían ferozmente pero también eran           acribillados o caían devorados por el fuego. Finalmente los           carabineros arrojaron gases lacrimógenos al interior de La Moneda. El           final era inminente. Allende vio cómo se quemaba el salón Carrera y           estallaba la vitrina con el original del acta de la Independencia de           Chile, un pergamino firmado por O'Higgins, Zenteno y la Primera Junta           de Gobierno. Afortunadamente alguien lo tomó y se lo entregó a           Allende, que se lo hizo llegar a la Payita para que lo guardara,           aunque finalmente no pudo cumplir con esa misión. Allende también           pidió a su asesor el abogado Joan Garcés que se fuera porque           "alguien tiene que contar lo que aquí ha pasado, y sólo usted           puede hacerlo, ¿no es cierto?". El presidente no se equivocó:           veinticinco años después, desde Madrid, Garcés iba a facilitar el           trabajo del Juez Garzón para la detención de Pinochet.
      Del otro lado, las comunicaciones entre los golpistas dan cuenta del           desprecio por la vida del todavía presidente. La investigación de la           periodista Patricia Verdugo refleja el tono de esas conversaciones           entre Pinochet y el vicealmirante Patricio Carvajal, a cargo del           Puesto Cinco instalado en el Ministerio de Defensa:
      
      -PINOCHET: Rendición incondicional, nada de parlamentar... ¡Rendición           incondicional!
      -CARVAJAL: Bien, conforme. Rendición incondicional y se le toma           preso, ofreciéndole nada más que respetarle la vida, digamos.
      -PINOCHET: La vida y se le... su integridad física y enseguida se le           va a despachar para otra parte.
      -CARVAJAL: Conforme. Ya... o sea que se mantiene el ofrecimiento de           sacarlo del país.
      -PINOCHET: Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país... pero el           avión se cae, viejo, cuando vaya volando.
      -CARVAJAL: Conforme, je, je (se ríe)... conforme. Vamos a procurar           que prospere el parlamento.
      
      En La Moneda, Augusto Olivares, asesor y amigo del Presidente,           director de prensa de Televisión Nacional, se anticipó a su jefe, no           quiso que los militares lo agarraran vivo y se suicidó con un tiro en           la sien. Después vino la rendición del grupo de sobrevivientes           obligados por Allende. Sólo quedaron tres acompañándolo. En el           momento en que su gente iba saliendo, Allende se introdujo           sigilosamente en el salón Independencia sin que nadie lo notara, cerró           la puerta, se sentó en un sofá, dejó en el suelo su mascara antigás,           su casco, los anteojos y gritó: "¡Allende no se rinde, mierda!".           Fue entonces cuando el médico de La Moneda, Patricio Guijón,           desesperado, alcanzó a ver por la puerta entreabierta como el           presidente se disparaba en el mentón: "¡Fue desconcertante!           Porque se estaba sentando en el momento de dispararse. En realidad lo           que vi fue la levantada que le produjo el impacto. Entré           inmediatamente y le tomé el pulso: estaba muerto. No tenía bóveda           craneana... Había volado. Me senté al lado de él y me quedé           pensando. Sabía que tendría que llegar alguien. Pensé: si no fui           capaz de honrarte en vida por lo menos te acompañaré ahora que estás           muerto" .
      Después ingresaron los golpistas encabezados por el general Palacios,           que no identificó a simple vista al cadáver de Allende sino por su           reloj. De inmediato envió un mensaje al general Nuño: "Misión           cumplida. La Moneda tomada..."
      Los sobrevivientes de la Moneda salieron por la calle Morandé 80 y           fueron maltratados por los soldados. Uno de ellos le exigió a la           Payita que se sacara el abrigo que llevaba y rompió el pergamino que           ella llevaba sin escuchar que le gritaba que no lo hiciera porque se           trataba del Acta de la Independencia.
      "Que lo metan en un cajón y lo embarquen en un avión, junto con           la familia. Que el entierro lo hagan en otra parte, en Cuba. Si no, va           a haber más pelota pa'l entierro. ¡Si éste hasta para morir tuvo           problemas!", dijo Pinochet al enterarse del desenlace con una           sensación ambigua entre triunfalista y decepcionado porque Allende           había tomado decisiones trascendentales hasta el último minuto y           porque nunca se había rendido. Años después el general Palacios           dijo en una entrevista periodística: "Se suicidó con la           metralleta que le había regalado Fidel Castro. Yo la tuve entre mis           manos. Fue muy valiente, muy varonil. Hay que reconocer las cosas. Él           dijo que no entregaba el mando y que estaba dispuesto a cualquier           cosa. Era excelente tirador. Antes de entrar, lo veía desde la calle           cuando se asomaba; de vez en cuando, sacaba la metralleta y disparaba.           Creo que no le quedaba otra salida. Se le ofreció incluso un avión,           pero él no quiso salir. Es lo mejor que pudo haber hecho. Entre los           socialistas pasó a ser héroe. Además ¡la papa caliente que habría           significado para el gobierno militar! ¡Qué se hacía con este           caballero! ¡Dónde lo mandaban! ¡Habría formado un gobierno en el           exilio!".
      El general Arellano le dijo que había llamado a los bomberos para           apagar el incendio de La Moneda y así poder salvar la Cancillería y           los cuadros muy valiosos y objetos de arte que allí había y Pinochet           le recriminó: "¡Por qué llamas a los bomberos! ¡Deja que se           queme toda La Moneda para no quede ni rastro de la Unidad           Popular!".
      Los soldados tomaron prisioneros y los pusieron en el suelo y           empezaron los maltratos, hasta los bomberos se ensañaban con ellos y           los pateaban al pasar. Entonces uno de ellos, según el testimonio del           sobreviviente David Garrido: "Desde el suelo, vi venir un tanque.           Al oficial que iba en la torreta le escuché decir: '¡Permiso mi           general para pasarle el tanque por encima a estos huevones!'. Di           vuelta la cabeza y vi al general Palacios, con su mano izquierda           vendada y un fusil en la derecha. El tanque se movió y puso una oruga           en la vereda..." Allí se suma el testimonio de otro detenido que           pudo salvar su vida, Luis Henríquez: "Entonces, una mujer, desde           las oficinas del Ministerio de Obras Públicas, a escasos metros, llamó           al general Palacios por su nombre. Le pidió ayuda para sacar de allí           a la gente que se había refugiado durante el bombardeo. Surgieron           voces alrededor de Palacios. Éste ordenó que dejaran salir a la           gente del Ministerio y nosotros seguimos vivos..." La Payita           estaba tendida en el piso también. Entonces un hombre le preguntó su           nombre, era Jaime Puccio, dentista de La Moneda y del Ejército, y           primo del secretario privado del Presidente. La reconoció y le indicó           a un soldado que estaba herida y que la llevase a la ambulancia. Así           la Payita logró sobrevivir a la muerte segura.
      Sobre el destino de la Payita también se conoció una versión sobre           su salida del hospital. La revista chilena The Clinic entrevistó en           mayo de 2003 a Álvaro Reyes, médico traumatólogo de la Asistencia Pública           y funcionario del gobierno de Allende, quien relató lo siguiente:           "Yo estaba en el primer piso, en Urgencias, y después subí al           cuarto, a Traumatología, donde trabajaba. Pasado el mediodía, Marta,           una auxiliar que entonces era mi pareja, me avisó que en el primer           piso una persona le dijo que necesitaba comunicarse conmigo. Esa           persona se identificó como 'la Payita'. Era la compañera de Salvador           Allende y yo la conocía. Ella sólo me había visto el año anterior,           la vez que fui a La Moneda a atender a Allende, quien había sufrido           un esguince de ligamento medial, por lo que le inmovilicé una           rodilla. Bajé de inmediato y encontré a una mujer revolcada, sucia y           con un cuadro de angustia terrible. Me contó que el 'Perro Augusto'           Olivares, periodista asesor del Presidente, se había suicidado y que           Allende estaba muerto. Esto último se lo había dicho el médico           Patricio Guijón. La saqué de Urgencias, la subí y llené con un           nombre cualquiera la tarjeta de ingreso. Estuve con ella un buen rato,           le tomé una radiografía de rodilla y le puse una bota de yeso hasta           la cintura. Cuando levantaron por tres horas el toque de queda para           que la gente pudiera ir a sus domicilios, enviamos a la Payita a una           residencial donde vivía mi pareja, a un par de cuadras de la Posta.           Allí había un dormitorio, un baño y un teléfono. Un chofer y un           auxiliar comunistas eran los únicos que sabían que se trataba de la           Payita. Se quedó varios días, hizo los contactos y le avisó a Marta           que se iba. Después supimos que se había asilado en la Embajada de           Cuba, que estaba bajo bandera de Suecia."
      Por amparar a la Payita, Reyes fue torturado y pasó once meses en la           cárcel.
      Isabel, la hija de Allende, en una entrevista con la periodista Mónica           González relató cómo fueron las horas siguientes: "Cuando           salimos de la Moneda éramos seis mujeres. Además de Beatriz y yo           estaba Nancy Julien, la esposa de Jaime Barrios, que había           permanecido junto a mi padre, y las periodistas Frida Modak, Verónica           Ahumada y Cecilia Tormo. Algo pasó en un minuto que Verónica y           Cecilia se fueron por otro camino. Nosotras fuimos por calle Moneda,           en dirección al Cerro Santa Lucía. Se oían tiroteos aislados.           Tratamos de entrar al primer edificio que encontramos, pero el           cuidador nos lo impidió. Llegamos a un hotel. En la recepción, un           tipo escuchaba radio. Le pedimos dos habitaciones. Accedió. Nos           sentamos, estábamos agotadas y en ese momento la música se           interrumpió abruptamente y un flash noticioso anunció que, ante la           resistencia presentada en La Moneda, la Fuerza Aérea se había visto           obligada a bombardearla. ¡No lo olvidaré jamás! Me desarmé. Fue           imposible evitarlo... Al verme así, el hombre de la recepción cambió           de parecer y nos anunció que no nos rentaría las habitaciones. Nos           dimos media vuelta y salimos... Beatriz estaba conmocionada... Su           reacción fue sacar un cigarrillo... Trató de contener su intensa           emoción fumando... ¡Y tenía un embarazo de siete meses y un poco más!           Seguimos caminando... Hacia el Cerro Santa Lucía, sin lógica ni           racionamiento... Lo único que nos movía era el instinto: salir de           allí. Llegamos a la calle Santa Lucía y decidimos hacer un auto stop           a los pocos autos que pasaban. Nos pusimos de acuerdo en decir que éramos           secretarias asustadas. Un auto grande paró, y sin hacer preguntas, su           conductor nos instó a subirnos. En la plaza Italia, soldados armados           frenaban a todo el mundo. Vimos a los primeros detenidos manos en la           nuca... Un soldado se acercó al auto y nos pidió los documentos. En           ese momento Beatriz comenzó a sentir contracciones. Mejor dicho las           fingió. Y eso fue lo que nos salvó, porque otro soldado llegó a           mirar y después de consultarse entre ellos nos dejaron pasar.           Seguimos por Providencia y a la altura de Seminario, de repente le pedí           al conductor que parara. Nos bajamos ante la mirada desconcertada de           Beatriz y Frida. El conductor del auto nunca preguntó ni dijo nada.           Nunca sabremos quién era. No me pregunte por qué decidí que nos bajáramos           allí, salió así, porque recordé que una compañera de trabajo vivía           en ese sector con su madre. Era una casa blanca, bajita, pareada...           Entramos por Seminario buscando esas dos casas iguales. Al           encontrarlas, tocamos el timbre. Vimos salir a mi compañera           corriendo. Nos abrió su casa y allí nos quedamos. Ella se portó de           manera maravillosa. Allí empezaron los contactos telefónicos.           Tratamos de hablar con Tomás Moro para ver qué había sucedido con           Tencha. Beatriz llamaba a la Embajada cubana para comunicarse con su           marido y, finalmente, a través de Olga Corsen, amiga de toda la vida           de la familia, supimos que Tencha estaba bien, que había escapado del           bombardeo y que estaba sana y salva en casa de Felipe Herrera. Beatriz           se comunicó más tarde con Danilo Bartulín, quien había logrado           salir de La Moneda. Fue él quien le dijo que Salvador Allende había           muerto y Augusto Olivares también... Yo estaba a su lado. Era como           hablar juntas... Recuerdo nítido cuando dijo: '¡Todo ha           terminado!'"
      Cuando los peritos examinaron el cuerpo de Allende, lo llevaron en           ambulancia al Hospital Militar bajo estrictas instrucciones de           Pinochet: había que certificar la causa de la muerte y que no           quedaran dudas del suicidio, es decir que los militares quedaran           limpios de toda sospecha de asesinato. A las 20 se inició la autopsia           y redactaron un informe que indicaba lo siguiente: "La causa de           la muerte es la herida a bala cérvico-buco-cráneo-encefálica           reciente, con salida del proyectil... El disparo corresponde a los           llamados 'de corta distancia' en medicina legal... El disparo ha           podido ser hecho por la propia persona".
      La ametralladora con la que se mató Allende, aquella que le regaló           Fidel Castro, no pudo ser hallada jamás. Según testificó el general           Ernesto Baeza, el arma quedó en manos del general Javier Palacios. El           1° de octubre, el agregado naval de la Embajada de EE.UU. en           Santiago, Patrick Ryan, informa sobre los hechos: "El golpe de           Estado en Chile fue cercano a la perfección". Su párrafo final           lo dedica a la muerte de Allende: "Fue encontrado solo y muerto           en su oficina. Se había matado colocando una escopeta bajo su mentón           y apretando el gatillo. Feo, pero eficiente. El arma yacía cerca de           su cadáver. Una placa de metal engarzada en el caño decía: 'A mi           buen amigo Salvador Allende de Fidel Castro'". El general Arturo           Yovane, a cargo de Carabineros, anotó en lo que consideró el día más           importante de su vida: "La guerra terminó en el preciso instante           en que los vencedores detienen a los vencidos y los fusilan".

salvador allende

       El día del golpe
      
      Como ya se ha afirmado, existen diferentes versiones sobre el papel de           Augusto Pinochet en la preparación del golpe. Durante el período de           la conspiración le fueron informando y pidiendo al futuro dictador           que plegara a sus hombres a la conjura. Muchos desconfiaban de su           predisposición, ya que, increíblemente, era un hombre de confianza           de Allende, quien murió sin poder creer que Pinochet estaría al           frente del movimiento golpista.
      Ese Pinochet indeciso había sido apodado "el burro" por sus           compañeros de la escuela primaria y como tal lo llamaban sus compañeros           de armas y también sus enemigos. Había obtenido ese sobrenombre, en           parte, por sus bajas calificaciones escolares y también gracias a su           risa semejante a un rebuzno. Esa voz acompañaría desde el poder a           los chilenos durante 17 años. Era la voz que sus perseguidos y           quienes lo combatían imitaban para divertirse un poco y calmar los           temores.
      Ese general de quienes muchos se burlaban todavía estaba indeciso           horas antes del 11 de septiembre sobre qué papel jugar. De todas           formas, aunque él mismo se haya adjudicado la autoría del plan en su           autobiografía, es seguro, como relata Mónica González en La           conjura, que Pinochet se incorporó tarde al grupo golpista, recién           el 10, un día antes. El 9, había firmado la carta del almirante           Merino.
      Ese día se reunió en el Ministerio de Defensa con Arellano para           revisar los planes del día siguiente. Pinochet le dijo que se           instalaría en Peñalolén, "para aprovechar las centrales de           comunicación". A las 11 Arellano citó a todos los jefes y           oficiales de los Comandos de Ingenieros, Aviación y           Telecomunicaciones de Peñalolén y les dijo que ante el caos           reinante, las Fuerzas Armadas y Carabineros habían resuelto derrocar           al gobierno marxista de la Unidad Popular y señaló: "Mañana a           partir de las 8,30 horas, en Santiago y provincias con excepción de           Valparaíso, donde la hora H ha sido fijada para las 6,00 horas, el Ejército           y la Fuerza Aérea entrarán en acción con sus comandantes en jefe a           la cabeza. La Armada será comandada por el almirante José Toribio           Merino y Carabineros por el general César Mendoza". Arellano les           recomendó a los oficiales que sus familias durmieran en casas de           familiares o amigos, advirtiendo que "no se puede predecir la           respuesta del enemigo". A las 13, en el Ministerio de Defensa,           Pinochet fue consagrado como el jefe de los golpistas durante el           almuerzo.
      Después de la medianoche Allende continuaba en la residencia           presidencial Tomás Moro. Hortensia Bussi, su esposa, estaba           retornando de México junto con su hija Isabel. "Alcancé a           llegar a Chile 36 horas antes del Golpe. Había viajado a México con           mi hija Isabel para llevar ayuda debido a una catástrofe. Se husmeaba           el Golpe. No se sabía la fecha pero se sentía su proximidad. Yo me           resistí por esto a viajar, pero Salvador insistió argumentando que           el presidente Luis Echeverría había enviado a su esposa para el           terremoto con epicentro en la Quinta Región. Fui y al retornar,           Salvador me esperaba en el aeropuerto. Lo noté muy tenso, irritable           hasta en detalles. Lo dijo más de una vez: '¡A mí me van a sacar en           pijama de madera de La Moneda, pero no voy a claudicar ni voy a salir           arrancando del país en un avión!'" .
      Esa noche los Allende no pudieron cenar en paz. Se enteraron de que           camiones con tropas habían salido de la ciudad de Los Andes en           dirección a Santiago y al mismo tiempo se sabía que los barcos de la           Armada habían zarpado para integrarse a la "Operación           Unitas", una supuesta operación ya agendada en las aguas del Pacífico           con fuerzas norteamericanas. Allende todavía tenía esperanzas de           lanzar al día siguiente una convocatoria a un plebiscito para           ratificar o dejar el gobierno y así apaciguar las feroces voces de la           oposición.
      Varios años más tarde, el primer presidente democrático después de           la dictadura, Patricio Aylwin, dijo a la periodista Mónica González:           "Hubo una salida democrática, en septiembre de 1973, que el           Golpe militar frustró; el plebiscito al cual había resuelto llamar           Allende. Yo estaba muy en contacto con el gobierno en esa época, y se           me comunicó que Allende había decidido recurrir al plebiscito para           dirimir el conflicto que se había creado entre el Poder Ejecutivo y           el Poder Legislativo. Sólo podía resolverlo un árbitro: el pueblo           chileno. Y Allende decidió buscar esa solución democrática. Pero,           entre la derecha golpista, apoyada por el imperialismo norteamericano,           y la intransigencia de la Unidad Popular, la DC se vio envuelta. Y           tiene la responsabilidad histórica de haberse dejado envolver".
      En la noche del 10 al 11 nadie pudo dormir. Desde la Oficina de           radiodifusión de la Moneda, la voz de René Largo Farías le           transmitió a Allende un parte de la Intendencia de Aconcagua:           "Se están desplazando tropas desde los Regimientos Guardia Vieja           de los Ángeles y Yungay de San Felipe". Allende se lo hizo saber           a Letelier, y éste llamó al general Herman Brady, comandante de la           guarnición Santiago, quien le contestó que se trataba de tropas para           prevenir posibles desbordes por el desafuero del senador Carlos           Altamirano y el diputado Oscar Guillermo Garretón.
      En Santiago, a las 4,30 del 11 de septiembre, un equipo de la Armada           entraba en acción en una casa de la calle Sánchez Fontecilla, donde           vivía el almirante Raúl Montero que desconocía que ya no era el           jefe de la Armada. Los hombres que habían sido subordinados suyos           estaban cortando sus teléfonos e inutilizando su automóvil. A esa           misma hora también se estaba decidiendo que la base de Tacna se           utilizaría como centro de detención.
      A las 6,30 Carabineros calentaba los motores de sus patrullas para           salir a la calle, quince minutos después en Concepción los aviones           ya estaban listos para ser operados. El primer contingente se           preparaba para salir a las 7,30 para destruir las antenas de las           radioemisoras de Santiago y luego permanecer media hora sobrevolando           la ciudad.
      Mientras tanto, en Tomás Moro, Allende estaba despierto y ya tenía           la certeza de que en Valparaíso sucedía algo. En ese momento la           Armada estaba copando la ciudad portuaria. La escuadra que había           partido hacia la "Operación Unitas" iba hacia el norte.           Pero todo fue una puesta en escena: los cruceros Prat y O'Higgins, los           destructores Cochrane, Blanco Encalada y Orella, y el submarino           Simpson, habían llegado hasta la cuadra de Papudo, para regresar a su           base y apostarse frente a un Valparaíso ocupado y allí recién los           marineros se enteraron del proceso que se había iniciado.
      A las 7,05 los pilotos de Concepción encendieron los motores de           cuatro Hawker Hunter y veinte minutos después despegaron y tomaron           rumbo a Santiago.
      En La conjura se describe como afrontó Allende y sus camaradas la mañana           del golpe: "... Allende, enfundado en un suéter de cuello alto,           se puso una chaqueta de tweed y abandonó Tomás Moro junto a Augusto           Olivares y Joan Garcés. Lo siguieron el jefe de escolta de           Carabineros, capitán José Muñoz, y un grupo conocido como 'Carlos           Alamos'. Partieron a toda velocidad hacia La Moneda. En el camino,           Sotelo y Juan José Montiglio (Aníbal) fueron preparando las armas.           Entre ellas, había seis ametralladoras Aka, todas regaladas por Fidel           Castro al Grupo de Amigos Personales (GAP). También tomaron su lugar           Oscar Balladares y Manuel Mercado, ambos del GAP; el doctor Danilo           Bartulín y el doctor Ricardo Pincheira, integrante del CENOP, más           conocido como 'Máximo'" .
      Por su parte, Hortensia Bussi se quedó custodiada en Tomás Moro. A           las 7,30 Letelier llegó al Ministerio de Defensa y se encontró con           que su ayudante, el teniente coronel Sergio González, le comunicaba           que ya no era ministro. Inmediatamente fue arrestado y trasladado al           regimiento Tacna y se convirtió así en el primer detenido del 11 de           septiembre. A las 7,40 Pinochet llegó al comando de tropas de Peñalolén.
      A las 7,55 Allende habló por radio y dijo: "Lo que deseo es que           los trabajadores estén atentos, vigilantes, que eviten provocaciones.           Como primera etapa, tenemos que ver la respuesta, que espero sea           positiva, de los soldados de la patria que han jurado defender el régimen           establecido".. Prats escuchó consternado las palabras de Allende           desde el departamento de su amigo, el general Ervaldo Rodríguez,           agregado militar en Washington. A las 8,20 Allende habló nuevamente           al país. Ilusamente esperaba que la sublevación sólo fuera de la           Armada y en Valparaíso y que la concentración masiva de trabajadores           en las industrias ocupadas hiciera dudar a quienes querían desatar la           masacre. En ese momento la Radio Corporación desaparecía con el           impacto de ocho cohetes lanzados por los Hawker Hunter.
      A las 8,40 el teniente coronel Roberto Guillard habló desde las ondas           de Radio Agricultura y dio la primera proclama golpista:           "Teniendo presente, primero, la gravísima crisis social y moral           por la que atraviesa el país; segundo, la incapacidad del gobierno           para controlar el caos; tercero, el constante incremento de grupos           paramilitares entrenados por los partidos de la Unidad Popular que           llevarán al pueblo de Chile a una inevitable guerra civil, las           Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile..." y después continuó           en forma más intimidatoria: "Primero, que el señor Presidente           de la República debe proceder de inmediato a la entrega de su alto           cargo a las Fuerzas Armadas y Carabineros de Chile. Segundo, las           Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros de Chile están unidos para           iniciar la responsable misión de luchar por la liberación de la           patria del yugo marxista y la restauración del orden y la           constitucionalidad. Tercero, los trabajadores de Chile deben tener la           seguridad de que las conquistas económicas y sociales que han           alcanzado hasta la fecha no sufrirán modificaciones en lo           fundamental. Cuarto, la prensa, las radioemisoras y canales de           televisión deben suspender sus actividades informativas a partir de           este instante, de lo contrario recibirán castigo aéreo y terrestre.           ¡El pueblo chileno debe permanecer en sus casas a fin de evitar víctimas           inocentes!"
      Allende no se quedó callado y le contestó por radio Magallanes y           Corporación diciendo que no se iba a ir y que iba a continuar           defendiendo la Constitución. Fue entonces cuando Miria Contreras,           conocida como La Payita, la fiel secretaria de Allende llegó en un           auto con su hijo Enrique Ropert. Descendió velozmente y se introdujo           en La Moneda, cuando se dio vuelta para ver si la seguía su hijo, vio           como un grupo de carabineros lo arrastraba junto con otro amigo y se           los llevaban detenidos. Ella ingresó a La Moneda por el garage           presidencial. Allende pidió liberar a Ropert y a los hombres del GAP.           Todo fue inútil, posteriormente el hijo de la Payita y otros diez           hombres integraron la lista de desaparecidos por la dictadura.
      Radio Magallanes seguía en el aire y llamaba a los chilenos a           defender al gobierno y a permanecer en los puestos de trabajo y hacía           sonar al grupo folklórico Quilapayún con su proclama: "El           pueblo unido, jamás será vencido". Y Allende como un           combatiente más continuaba disparando sin cesar por las ventanas.
      Mientras tanto, las proclamas golpistas se repetían e instaban a           Allende a renunciar. El último edecán que quedaba en La Moneda le           transmitió el ofrecimiento a Allende de salir del país en un avión;           si no aceptaba la Fuerza Aérea iba a bombardear el Palacio. El           presidente contestó: "Díganles a sus comandantes en jefes que           no me voy de aquí y no me entregaré. Si quieren mi renuncia que me           la vengan a pedir ellos mismos aquí. Que tengan la valentía de           hacerlo personalmente. No me van a sacar vivo aunque bombardeen."           El edecán Sánchez relataría tiempo después la escena:           "Allende tenía en sus manos una metralleta. Apuntó a su paladar           y dijo: 'Así me voy a suicidar, porque a mí no me sacan vivo de aquí'.           Me miró y me dijo: 'Le agradezco comandante Sánchez, el           ofrecimiento, pero dígale al general Leigh que no voy a ocupar el avión           ni me voy a ir del país ni me voy a rendir'. Eran como las 10 de la           mañana."
      De la derrota ya no había dudas, los edecanes abandonaron La Moneda y           sólo quedaron Allende junto al grupo leal del GAP. Decidió que era           hora de despedirse y lo hizo a través de Radio Magallanes. Allende           estaba rodeado de cuarenta personas, entre las que se encontraba su           hija Beatriz, quien tenía un embarazo de siete meses. Con el silencio           respetuoso de sus amigos y sabiendo que estaba escribiendo una página           de la historia universal dijo:
      
      Compatriotas: es posible que silencien las radios, y me despido de           ustedes. Quizás ésta sea la última oportunidad en que me pueda           dirigr a ustedes. La Fuerza Aérea ha bombardeado las torres de Radio           Portales y Radio Corporación. Mis palabras no tienen amargura sino           decepción y serán ellas el castigo moral para los que han           traicionado el juramento que hicieron, soldados de Chile, comandantes           en jefes titulares, el almirante Merino, que se ha autoproclamado, el           general Mendoza, general rastrero que sólo ayer manifestara su           solidaridad, también se ha denominado Director General de           Carabineros.
      Ante estos hechos sólo me cabe decirles a los trabajadores: yo no voy           a renunciar. Colocado en un trance histórico, pagaré con mi vida la           lealtad al pueblo. Y les digo que tengo la certeza de que la semilla           que entregáramos a la conciencia digna de miles y miles de chilenos           no podrá ser sosegada definitivamente. En nombre de los más sagrados           intereses del pueblo, en nombre de la patria, los llamo a ustedes para           decirles que tengan fe. La historia no se detiene ni con la represión           ni con el crimen. Ésta es una etapa que será superada. Éste es un           momento duro y difícil; es posible que nos aplasten. Pero el mañana           será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para           la conquista de una vida mejor.
      Trabajadores de mi patria: quiero agradecerles la lealtad que siempre           tuvieron, la confianza que depositaron en un hombre que sólo fue intérprete           de grandes anhelos de Justicia, que empeñó su palabra en que           respetaría la Constitución y la Ley, y así lo hizo.
      Es éste el momento definitivo, el último en que yo pueda dirigirme a           ustedes. Pero que aprovechen la lección. El capital foráneo, el           imperialismo unido a la reacción, creó el clima para que las Fuerzas           Armadas rompieran su tradición, la que señaló Schneider y           reafirmara el comandante Araya, víctimas del mismo sector social que           hoy estará en sus casas esperando con mano ajena conquistar el poder           para seguir defendiendo sus granerías y sus privilegios. Me dirijo           sobre todo a la modesta mujer de nuestra tierra, a la campesina que           creyó en nosotros, a la obrera que trabajó más, a la madre que supo           de nuestra preocupación por los niños. Me dirijo a los profesionales           de la patria, a los profesionales patriotas, a los que hace días están           trabajando contra la sedición auspiciada por los colegios           profesionales, colegios de clase para defender también las ventajas           de una sociedad capitalista.
      Me dirijo a la juventud, a aquellos que cantaron y entregaron su alegría           y su espíritu de lucha. Me dirijo al hombre de Chile, al obrero, al           campesino, al intelectual, a aquellos que serán perseguidos, porque           en nuestro país el fascismo ya estuvo hace muchas horas presentes, en           los atentados terroristas, volando los puentes, cortando las vías férreas,           destruyendo los oleoductos y los gasoductos, frente al silencio de los           que tenían la obligación de proceder. Estaban comprometidos. La           historia los juzgará.
      Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal tranquilo de mi           voz no llegará a ustedes. No importa, me seguirán oyendo. Siempre           estaré junto a ustedes, por lo menos mi recuerdo será el de un           hombre digno que fue leal con la patria. El pueblo debe defenderse,           pero no sacrificarse. El pueblo no debe dejarse arrasar ni acribillar,           pero tampoco debe humillarse.
      Trabajadores de mi patria, tengo fe en Chile y su destino. Superarán           otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende           imponerse. Sigan ustedes sabiendo que, mucho más temprano que tarde,           se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre para           construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile! ¡Viva el pueblo! ¡Vivan           los trabajadores!
      Estas son mis últimas palabras, teniendo la certeza de que el           sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que, por lo menos,           habrá una sanción moral que castigará la felonía, la cobardía y           la traición..
      
      Continuó un gran silencio, sólo se veían ojos llorosos de los           acompañantes de Allende, algunos lo abrazaron. Entretanto, los           golpistas llamaban a La Moneda para exigir la renuncia del presidente           que dio por terminados los contactos telefónicos de los militares, a           pesar de que algunos de sus colaboradores todavía evaluaban cómo           sacarlo vivo de allí.
      Del otro lado, los militares se desesperaban, no pensaron que podían           tener esa resistencia y la tozudez en defenderse a los tiros. Pinochet           quería avanzar de una vez y arrasar con todo. Así lo entendió Leigh,           que atacó Tomás Moro con aviones bombarderos. Allí estaba Hortensia           Bussi, que entonces decidió abandonar la residencia. Y a las 11,50           fue el turno de La Moneda. Explotaron las primeras bombas lanzadas por           el avión "1", que pasó por el frente de la Estación           Mapocho y dio contra el frente norte destruyendo las puertas y las           dependencias de los costados e interiores. Los ataques continuaron, el           Palacio se incendiaba, lanzaban bombas lacrimógenas y el agua corría           por las escaleras. Allende gritaba: "¡Que nadie se rinda! ¡Que           la gente dispare donde pueda!"
      Un avión que se dirigía a bombardear la residencia presidencial Tomás           Moro confundió su blanco y sus cuatro primeros cohetes cayeron en el           Hospital de la FACH. Debido a las consecuencias del "fuego           amigo" se decidió suspender el ataque sobre la residencia.
      Mientras tanto, el Palacio estaba en llamas, el gigantesco humo lo           envolvía en una nebulosa fatídica. A las 13,30 llegaron las tropas           del general Palacios, los GAP combatían ferozmente pero también eran           acribillados o caían devorados por el fuego. Finalmente los           carabineros arrojaron gases lacrimógenos al interior de La Moneda. El           final era inminente. Allende vio cómo se quemaba el salón Carrera y           estallaba la vitrina con el original del acta de la Independencia de           Chile, un pergamino firmado por O'Higgins, Zenteno y la Primera Junta           de Gobierno. Afortunadamente alguien lo tomó y se lo entregó a           Allende, que se lo hizo llegar a la Payita para que lo guardara,           aunque finalmente no pudo cumplir con esa misión. Allende también           pidió a su asesor el abogado Joan Garcés que se fuera porque           "alguien tiene que contar lo que aquí ha pasado, y sólo usted           puede hacerlo, ¿no es cierto?". El presidente no se equivocó:           veinticinco años después, desde Madrid, Garcés iba a facilitar el           trabajo del Juez Garzón para la detención de Pinochet.
      Del otro lado, las comunicaciones entre los golpistas dan cuenta del           desprecio por la vida del todavía presidente. La investigación de la           periodista Patricia Verdugo refleja el tono de esas conversaciones           entre Pinochet y el vicealmirante Patricio Carvajal, a cargo del           Puesto Cinco instalado en el Ministerio de Defensa:
      
      -PINOCHET: Rendición incondicional, nada de parlamentar... ¡Rendición           incondicional!
      -CARVAJAL: Bien, conforme. Rendición incondicional y se le toma           preso, ofreciéndole nada más que respetarle la vida, digamos.
      -PINOCHET: La vida y se le... su integridad física y enseguida se le           va a despachar para otra parte.
      -CARVAJAL: Conforme. Ya... o sea que se mantiene el ofrecimiento de           sacarlo del país.
      -PINOCHET: Se mantiene el ofrecimiento de sacarlo del país... pero el           avión se cae, viejo, cuando vaya volando.
      -CARVAJAL: Conforme, je, je (se ríe)... conforme. Vamos a procurar           que prospere el parlamento.
      
      En La Moneda, Augusto Olivares, asesor y amigo del Presidente,           director de prensa de Televisión Nacional, se anticipó a su jefe, no           quiso que los militares lo agarraran vivo y se suicidó con un tiro en           la sien. Después vino la rendición del grupo de sobrevivientes           obligados por Allende. Sólo quedaron tres acompañándolo. En el           momento en que su gente iba saliendo, Allende se introdujo           sigilosamente en el salón Independencia sin que nadie lo notara, cerró           la puerta, se sentó en un sofá, dejó en el suelo su mascara antigás,           su casco, los anteojos y gritó: "¡Allende no se rinde, mierda!".           Fue entonces cuando el médico de La Moneda, Patricio Guijón,           desesperado, alcanzó a ver por la puerta entreabierta como el           presidente se disparaba en el mentón: "¡Fue desconcertante!           Porque se estaba sentando en el momento de dispararse. En realidad lo           que vi fue la levantada que le produjo el impacto. Entré           inmediatamente y le tomé el pulso: estaba muerto. No tenía bóveda           craneana... Había volado. Me senté al lado de él y me quedé           pensando. Sabía que tendría que llegar alguien. Pensé: si no fui           capaz de honrarte en vida por lo menos te acompañaré ahora que estás           muerto" .
      Después ingresaron los golpistas encabezados por el general Palacios,           que no identificó a simple vista al cadáver de Allende sino por su           reloj. De inmediato envió un mensaje al general Nuño: "Misión           cumplida. La Moneda tomada..."
      Los sobrevivientes de la Moneda salieron por la calle Morandé 80 y           fueron maltratados por los soldados. Uno de ellos le exigió a la           Payita que se sacara el abrigo que llevaba y rompió el pergamino que           ella llevaba sin escuchar que le gritaba que no lo hiciera porque se           trataba del Acta de la Independencia.
      "Que lo metan en un cajón y lo embarquen en un avión, junto con           la familia. Que el entierro lo hagan en otra parte, en Cuba. Si no, va           a haber más pelota pa'l entierro. ¡Si éste hasta para morir tuvo           problemas!", dijo Pinochet al enterarse del desenlace con una           sensación ambigua entre triunfalista y decepcionado porque Allende           había tomado decisiones trascendentales hasta el último minuto y           porque nunca se había rendido. Años después el general Palacios           dijo en una entrevista periodística: "Se suicidó con la           metralleta que le había regalado Fidel Castro. Yo la tuve entre mis           manos. Fue muy valiente, muy varonil. Hay que reconocer las cosas. Él           dijo que no entregaba el mando y que estaba dispuesto a cualquier           cosa. Era excelente tirador. Antes de entrar, lo veía desde la calle           cuando se asomaba; de vez en cuando, sacaba la metralleta y disparaba.           Creo que no le quedaba otra salida. Se le ofreció incluso un avión,           pero él no quiso salir. Es lo mejor que pudo haber hecho. Entre los           socialistas pasó a ser héroe. Además ¡la papa caliente que habría           significado para el gobierno militar! ¡Qué se hacía con este           caballero! ¡Dónde lo mandaban! ¡Habría formado un gobierno en el           exilio!".
      El general Arellano le dijo que había llamado a los bomberos para           apagar el incendio de La Moneda y así poder salvar la Cancillería y           los cuadros muy valiosos y objetos de arte que allí había y Pinochet           le recriminó: "¡Por qué llamas a los bomberos! ¡Deja que se           queme toda La Moneda para no quede ni rastro de la Unidad           Popular!".
      Los soldados tomaron prisioneros y los pusieron en el suelo y           empezaron los maltratos, hasta los bomberos se ensañaban con ellos y           los pateaban al pasar. Entonces uno de ellos, según el testimonio del           sobreviviente David Garrido: "Desde el suelo, vi venir un tanque.           Al oficial que iba en la torreta le escuché decir: '¡Permiso mi           general para pasarle el tanque por encima a estos huevones!'. Di           vuelta la cabeza y vi al general Palacios, con su mano izquierda           vendada y un fusil en la derecha. El tanque se movió y puso una oruga           en la vereda..." Allí se suma el testimonio de otro detenido que           pudo salvar su vida, Luis Henríquez: "Entonces, una mujer, desde           las oficinas del Ministerio de Obras Públicas, a escasos metros, llamó           al general Palacios por su nombre. Le pidió ayuda para sacar de allí           a la gente que se había refugiado durante el bombardeo. Surgieron           voces alrededor de Palacios. Éste ordenó que dejaran salir a la           gente del Ministerio y nosotros seguimos vivos..." La Payita           estaba tendida en el piso también. Entonces un hombre le preguntó su           nombre, era Jaime Puccio, dentista de La Moneda y del Ejército, y           primo del secretario privado del Presidente. La reconoció y le indicó           a un soldado que estaba herida y que la llevase a la ambulancia. Así           la Payita logró sobrevivir a la muerte segura.
      Sobre el destino de la Payita también se conoció una versión sobre           su salida del hospital. La revista chilena The Clinic entrevistó en           mayo de 2003 a Álvaro Reyes, médico traumatólogo de la Asistencia Pública           y funcionario del gobierno de Allende, quien relató lo siguiente:           "Yo estaba en el primer piso, en Urgencias, y después subí al           cuarto, a Traumatología, donde trabajaba. Pasado el mediodía, Marta,           una auxiliar que entonces era mi pareja, me avisó que en el primer           piso una persona le dijo que necesitaba comunicarse conmigo. Esa           persona se identificó como 'la Payita'. Era la compañera de Salvador           Allende y yo la conocía. Ella sólo me había visto el año anterior,           la vez que fui a La Moneda a atender a Allende, quien había sufrido           un esguince de ligamento medial, por lo que le inmovilicé una           rodilla. Bajé de inmediato y encontré a una mujer revolcada, sucia y           con un cuadro de angustia terrible. Me contó que el 'Perro Augusto'           Olivares, periodista asesor del Presidente, se había suicidado y que           Allende estaba muerto. Esto último se lo había dicho el médico           Patricio Guijón. La saqué de Urgencias, la subí y llené con un           nombre cualquiera la tarjeta de ingreso. Estuve con ella un buen rato,           le tomé una radiografía de rodilla y le puse una bota de yeso hasta           la cintura. Cuando levantaron por tres horas el toque de queda para           que la gente pudiera ir a sus domicilios, enviamos a la Payita a una           residencial donde vivía mi pareja, a un par de cuadras de la Posta.           Allí había un dormitorio, un baño y un teléfono. Un chofer y un           auxiliar comunistas eran los únicos que sabían que se trataba de la           Payita. Se quedó varios días, hizo los contactos y le avisó a Marta           que se iba. Después supimos que se había asilado en la Embajada de           Cuba, que estaba bajo bandera de Suecia."
      Por amparar a la Payita, Reyes fue torturado y pasó once meses en la           cárcel.
      Isabel, la hija de Allende, en una entrevista con la periodista Mónica           González relató cómo fueron las horas siguientes: "Cuando           salimos de la Moneda éramos seis mujeres. Además de Beatriz y yo           estaba Nancy Julien, la esposa de Jaime Barrios, que había           permanecido junto a mi padre, y las periodistas Frida Modak, Verónica           Ahumada y Cecilia Tormo. Algo pasó en un minuto que Verónica y           Cecilia se fueron por otro camino. Nosotras fuimos por calle Moneda,           en dirección al Cerro Santa Lucía. Se oían tiroteos aislados.           Tratamos de entrar al primer edificio que encontramos, pero el           cuidador nos lo impidió. Llegamos a un hotel. En la recepción, un           tipo escuchaba radio. Le pedimos dos habitaciones. Accedió. Nos           sentamos, estábamos agotadas y en ese momento la música se           interrumpió abruptamente y un flash noticioso anunció que, ante la           resistencia presentada en La Moneda, la Fuerza Aérea se había visto           obligada a bombardearla. ¡No lo olvidaré jamás! Me desarmé. Fue           imposible evitarlo... Al verme así, el hombre de la recepción cambió           de parecer y nos anunció que no nos rentaría las habitaciones. Nos           dimos media vuelta y salimos... Beatriz estaba conmocionada... Su           reacción fue sacar un cigarrillo... Trató de contener su intensa           emoción fumando... ¡Y tenía un embarazo de siete meses y un poco más!           Seguimos caminando... Hacia el Cerro Santa Lucía, sin lógica ni           racionamiento... Lo único que nos movía era el instinto: salir de           allí. Llegamos a la calle Santa Lucía y decidimos hacer un auto stop           a los pocos autos que pasaban. Nos pusimos de acuerdo en decir que éramos           secretarias asustadas. Un auto grande paró, y sin hacer preguntas, su           conductor nos instó a subirnos. En la plaza Italia, soldados armados           frenaban a todo el mundo. Vimos a los primeros detenidos manos en la           nuca... Un soldado se acercó al auto y nos pidió los documentos. En           ese momento Beatriz comenzó a sentir contracciones. Mejor dicho las           fingió. Y eso fue lo que nos salvó, porque otro soldado llegó a           mirar y después de consultarse entre ellos nos dejaron pasar.           Seguimos por Providencia y a la altura de Seminario, de repente le pedí           al conductor que parara. Nos bajamos ante la mirada desconcertada de           Beatriz y Frida. El conductor del auto nunca preguntó ni dijo nada.           Nunca sabremos quién era. No me pregunte por qué decidí que nos bajáramos           allí, salió así, porque recordé que una compañera de trabajo vivía           en ese sector con su madre. Era una casa blanca, bajita, pareada...           Entramos por Seminario buscando esas dos casas iguales. Al           encontrarlas, tocamos el timbre. Vimos salir a mi compañera           corriendo. Nos abrió su casa y allí nos quedamos. Ella se portó de           manera maravillosa. Allí empezaron los contactos telefónicos.           Tratamos de hablar con Tomás Moro para ver qué había sucedido con           Tencha. Beatriz llamaba a la Embajada cubana para comunicarse con su           marido y, finalmente, a través de Olga Corsen, amiga de toda la vida           de la familia, supimos que Tencha estaba bien, que había escapado del           bombardeo y que estaba sana y salva en casa de Felipe Herrera. Beatriz           se comunicó más tarde con Danilo Bartulín, quien había logrado           salir de La Moneda. Fue él quien le dijo que Salvador Allende había           muerto y Augusto Olivares también... Yo estaba a su lado. Era como           hablar juntas... Recuerdo nítido cuando dijo: '¡Todo ha           terminado!'"
      Cuando los peritos examinaron el cuerpo de Allende, lo llevaron en           ambulancia al Hospital Militar bajo estrictas instrucciones de           Pinochet: había que certificar la causa de la muerte y que no           quedaran dudas del suicidio, es decir que los militares quedaran           limpios de toda sospecha de asesinato. A las 20 se inició la autopsia           y redactaron un informe que indicaba lo siguiente: "La causa de           la muerte es la herida a bala cérvico-buco-cráneo-encefálica           reciente, con salida del proyectil... El disparo corresponde a los           llamados 'de corta distancia' en medicina legal... El disparo ha           podido ser hecho por la propia persona".
      La ametralladora con la que se mató Allende, aquella que le regaló           Fidel Castro, no pudo ser hallada jamás. Según testificó el general           Ernesto Baeza, el arma quedó en manos del general Javier Palacios. El           1° de octubre, el agregado naval de la Embajada de EE.UU. en           Santiago, Patrick Ryan, informa sobre los hechos: "El golpe de           Estado en Chile fue cercano a la perfección". Su párrafo final           lo dedica a la muerte de Allende: "Fue encontrado solo y muerto           en su oficina. Se había matado colocando una escopeta bajo su mentón           y apretando el gatillo. Feo, pero eficiente. El arma yacía cerca de           su cadáver. Una placa de metal engarzada en el caño decía: 'A mi           buen amigo Salvador Allende de Fidel Castro'". El general Arturo           Yovane, a cargo de Carabineros, anotó en lo que consideró el día más           importante de su vida: "La guerra terminó en el preciso instante           en que los vencedores detienen a los vencidos y los fusilan".

salvador allende

que ganas de hacerme leer que tenes eh! jaja
espectacular, bien detallado y cada cosa en su lugar… y pensar que hay gente en chile (y no es poca) que sigue alabando a pinochet…

La unica democracia popular que logro llegar por el camino de la urnas en america latina termino en una de las dictaduras mas sangrientas en la historia de la humanidad.
El Chicho Allende no se entrego y murio valientemente… como Victor Jara y otro tantos anonimos…
No hay que olvidar que el imperio a traves de la cia estuvieron atras del golpe y que vaticano apoyo a la dictadura a traves de la siniestra iglesia catolica…
En minutos seguamente va a aparecer los mensajes tipo… "Bueno ese allende era un marxista como no iba a terminar asi…" o “algo habran hecho esos chilenos terroristas…”:roll:.

Ah, la de cosas que pasaron el 11 de septiembre. Entré a este tema pensando que también hablaba de las torres y recordé lo de Allende.

Coincido con Andrés en que muy pocas cosas hay para reprocharle a Allende. Por más ideología marxista que tuviese, el tipo fue cabeza de un gobierno democrático y se comportó como un demócrata total. Ahora, queda en duda si el tipo realmente se suicidó o fue asesinado, ayer mismo estaba viendo que en Chile se está poniendo muy en duda la autopsia oficial, que habrían saltado varios indicios respecto de que Allende tenía 2 disparos en la cabeza y no 1… con lo cual, obviamente, el tipo no puede haberse suicidado.

Abrazos, Martín.

Bueno ,te me adelantaste al abrir el tema ,tambien yo pensaba hacerlo,pero no importa el autor ,sino mantener viva la memoria.Del texto que transcribis solamente dire que es impecable e implacable,y que posee la brutal contundencia de los hechos ,asi como acontecieron.La caida del regimen de la Unidad Popular que era la via al socialismo " democratica “o” pacifica",refleja lo que la clase trabajadora sabe o al menos deberia saber,que los oligarcas del mundo y la gran burguesia no renuncia a sus privilegios sin resistir,aunque un Salvador Allende le llene las urnas de votos socialistas.Y tenemos aqui cerca un dramatico ejemplo actual de lo que digo el Gobierno del MAS de Evo Morales,jaqueado por sabotajes y boicots de los que temen perder sus privilegios en Bolivia,hoy mismo hay saqueos instigados por los prefectos secesionistas y cuatro muertos.De las causas del derrumbe del gobierno de Allende podria afirmarse que fue un conjunto de ellas que incluyo paros patronales (lock out),laaccion de la embajada norteamericana,algunos sectores ultras allegados al regimen que querian mas celeridad en el transito al socialismo,fuerzas armadas formadas en la doctrina de la seguridad nacional etc.Del dr Salvador Allende Gossens afirmar que fue un hombre cabal,un democrata acabado que antes de ceder el poder o rendirse prefirio morir combatiendo metralleta en mano por la democracia de los chilenos ,estas lineas son mi homenaje a el .

Leer o escuchar el último mensaje que da Allende es conmovedor…Cuánta dignidad de un lado y cuánta cobardía del otro. Triste y trágica la historia de Latinoamérica, países diferentes, destinos parecidos…Y ,vaya casualidad, siempre los mismos protagonistas…Les preguntaría a los que reivindican a los gobiernos de facto ¿Y qué carajo hicieron, además de matar, con nuestros países? Y ahí vienen otra vez, se los ve en Bolivia, ahora ya no bombardean casas de gobierno ni sacan los tanques…ya no se quieren manchar las manos, ahora ya no se disfrazan de uniforme verde, poniendo cara de malo, ahora visten trajes de 2.500 dólares y tienen cómodas oficinas en algún moderno edificio corporativo…ah!, y un teléfono directo a la oficina del sr embajador de Walmartlandia…

Triste lo que paso en Chile, quisiera ver como seria la continuidad de su gobierno.

Muy triste, y aun más triste es ver y escuchar a gran parte de la población chilena apoyando la dictadura de Pinochet.
Ahora vamos a ver quien es el primero que salta respaldando esto…

ES TRIZTE COMO NUESTROS PUEBLOS HAN ESTADO CONTROLADOS POR LA OLIGARQUIA Y EL NUEVO ORDEN MUNDIAL IMPLANTADO POR USA. Y ESTE NUEVO 11 DE SEP FUE HECHO PARA PODER ATACAR A LOS PUEBLOS Y SUS RECURSOS NATURALES, COMO DEBEN ESTAR SUFIENDO EN AFGANISTAN Y IRAK. SUDAMERICA ESTARA PRONTO EN LA LISTA, SOLO LA UNIN DE LOS PUEBLOS SUDAMERICANOS, PODRA DETENER ESTE FUTURO INCIERTO.
POR AHORA SOLO OS QUEDA RECORDAR A GRANDES HOMBRES COMO SALVADOR ALLENDE, JORGE ELIECER GAITAN.:cry::frowning:

Nunca falta el facho-yankee que salga apoyando el golpe… “claro el golpe estubo bien porque era un gobierno terrorista marxista con apoyo de las masas comunistas” :roll:

y ya lo ve,y ya lo ve,son esclavos,de pinochet!!!
mueranse todos shilenos!!!
ya se van a ahogar!!!:evil::evil::evil::evil:

Tenia entendido que Pinochet antes del golpe traslado a su familia a la Argentina por si las cosas no salian como se esperaba. ¿Es cierto esto o no?.

Lo que paso es un ejemplo de que con la oligarquia uno no se puede descuidar ni tratar de apaciguarlos con conversaciones cuando el camino de un pais va por un lado que ellos no quieren.

Saludos.

Salvador Allende era un Gran Presidente y un Gran Hombre.

que paranoia la que te persigue amigo!
lo de chile muy triste y ahi si esta comprobada la influencia yankee para que pinochet llegará al poder.
saludos

diego, no es paranoia… asi se justifico todo el accionar de la dictadura del 76 en argentina con resultado de 30.000 desaparecidos… y asi sigue pensando mucha gente… ojala fuera paranoia, pero es una triste realidad en argentina…

te parece que es un hecho aislado nada mas lo de chile ?

date una vuelta x aca Cronología genocida de EEUU en Latinoamerica - Foro Monumental - River Plate

Créo que se puede decir que el gobierno de Salvador Allende era mas de izquierda pero no del mismo genero que lo de Cuba por ejemplo, que se ha presentado como revolucionario pero que personalmente no puedo considerar como tal.

Era un Gobierno democratico, elegido con Democracia, y le hicieron caer a Fuerzas Politicas dictatoriales solo por el interes de algunos.

Algunos Dirigentes, no solo Pinochet, habrian merecido ir ante un tribunal Internacional, pero desgraciadamente no han ido.

si hay aun gente apoyando esas dictaduras. que es lo mas triste y ridiculo del caso
como gente que aun apoya a los nazis etc. eso hay de todo en este mundo

no me parece que fuera un hecho aislado en latino america. lamentable con kissinger eeuu hizo lo que se le pego en gana en esta región, a lo que me referia es que eso no quiere decir ante cualquier kilombo hoy se debe presuponer al tio sam en acción.
gracias por el link.
saludos