El otro día, hermanos rivereños, me sucedió algo muy particular. Estaba hablando con mi querida viejita (ravioles de por medio, tinto de por medio, mucho queso de por medio) y me dice:
-Dios está acá. ¿Y sabés qué? Es de River. Por eso nos vamos a levantar.
Mi viejita va a la cancha desde que tiene memoria. No se perdió nunca ningún partido. Su fe es mi fe.