Estábamos jugando en unas canchas de 8 que había en Avellaneda, a la izquierda del puente (no sé si siguen estando, estaban pegadas a las torres), con la gente del laburo.
En mi laburo había un par de calentones, pero uno sobre todo era un director de la agencia marítima, que solía tener particular saña con los que atajábamos, y con el cual me agarré en un partido, tiré los guantes a la mierda, le dije “si no te gusta atajá vos” y lo mandé a la concha de su madre en un partido anterior al que relato, en cancha de cinco. Aclaración, el tipo sabía diferenciar muy bien el cargo en la empresa con lo que pasaba en la cancha, en ese sentido tenía toda la nobleza del mundo, pero cuando me veía en la cancha me quería comer crudo. En ese partido, íbamos ganando por cuatro goles, y los otros compañeros de laburo me reputearon, “Martín, nos cagás el partido, vení a atajar para este lado”. Desde ahí (ese fue en cancha de cinco), le saqué absolutamente todo lo que tiró, porque como todo calentón que estaba ensañado conmigo, me pateaba desde los lugares más boludos. Terminé ganando por un gol con el equipo que iba perdiendo por cuatro. No tanto por mérito mío (atajé bien, eso sí) sino porque el chabón estaba cegado y pateaba de mitad de cancha, al pedo… en arco de cinco tenés que tener mucho arte para embocarla de lejos, o ser muy mal arquero para no pararla.
Ok, siguiente partido, como habíamos juntado más gente, vamos a Avellaneda. Partido ocho contra ocho (el arco era un poco más chico que el de 11, pero un poco nomás. El travesaño estaba más bajo, entre palo y palo habría unos 6 metros y medio). Medio barrosa la cancha, había llovido el día anterior.
Se arma el partido, este chabón se entra a calentar con uno que lo marcaba y se agarran a las trompadas. Más veneno había todavía. Estábamos por terminar el partido y de repente el tipo se limpia a un par, entra al área por DERECHA (mi izquierda) y lo dejo de ver (me tapaba un defensor). Me tiro a mi palo derecho y se la saco pegada al palo DERECHO, a unos 30 cm del suelo. Era la última pelota del partido y terminamos ganando 4-3.
Claro, me toca volver a casa (yo vivía en San Telmo) y me toca viajar en el auto de él. Estaba que volaba de la calentura el tipo. :mrgreen: :mrgreen: :mrgreen:
En una de esas me dice “Vos sos un hijo de puta. El otro día me recagué a puteadas con vos, vas al otro arco y me sacaste todo. Esta vuelta, estabas tapado, te la tiré pegada al palo y me sacás una pelota de gol. ¿Cómo la viste?”
Y yo, caradura como siempre, le dije “si estás tan caliente para saberla, pagate un whisky en Musel (Independencia y Lima) y te la cuento”. Ok, se paga el whisky el chabón, todo joya… ya les dije, afuera del laburo el tipo era un amigo, más que un director, y siempre lo respeté por eso.
Le dije “era simple la cosa. El otro día me cagaste a zapallazos y me dejaste ver cómo pateabas. La gran mayoría de los tiros que tiraste, los cruzabas y los tirabas al palo más lejano de donde venías entrando. Fue simple, en cuanto ví que tiraste la gamba para patear, volé al palo contrario. Es más, si no me tiraba ANTES de que patearas, no llegaba ni mamado”.
Todavía hoy me quiere cagar a trompadas. Más que nada, por el whisky. :mrgreen:
Abrazos, Martín.