Me acorde recien. Una vez fui a un kiosco, entro y el chabon que vendia estaba agachado acomodando algo en la heladera y en la espalda veo que tiene un fantasmita con los colores de River y alado decia: Buu buuu buuu buu y adelante una B gigante.
Se paro como para ver que queria, me quede como 10 segundos mirandolo con cara de “La concha de tu madre, bostero hijo de puta” y no compre un carajo :lol:
Algun dia lo va a agarrar un loquito muy loco y lo caga a piñas
Yo tengo un juego de termo, siempre cuentos cuantas remeras de River y cuantas veo de Boca. En la excursion que hicimos en la escuela fue terrible, todos los de boca adelante conmigo y dos pibes mas de River (2 contra 10 bosteros) y gritabamos como un gol cuando veiamos una remera de algun club.
Terminamos 24-24:mrgreen:
El Otro dia jugué un partido de fútbol River vs Boca con apuesta Incluida , Nos cantaban “vos sos de la B” todo el tiempo , les rompimos la cola y se quedaron mudos :mrgreen:
G-E-N-I-A-L el cuento! Me describe a la perfección, no puedo creerlo. Lo pongo para que lo lean los demás:
Carreras Secretas Por Alejandro Dolina
La teoría según la cual todos los objetos del universo se influyen mutuamente, aun más allá de la casualidad y el silogismo, ha sido sostenida por muchas civilizaciones. Se sabe que la visión de un meteorito asegura el cumplimiento de un anhelo. La incompetencia de los emperadores chinos produce terremotos. el futuro imprime advertencias en las entrañas de las aves. La adecuada pronunciación de una palabra puede destruir el mundo.
Yo, desde chico, he participado - sin admitirlo - de estas convicciones. Con toda frecuencia, me imponía sencillas maniobras y preveía unas módicas sanciones para el caso de su incumplimiento. Antes de acostarme, cerraba las puertas de los roperos, sabiendo que si no lo hacía debería soportar pesadillas. bajaba de la cama con el pie derecho. Evitaba pisar baldosas celestes. Al interrumpir la lectura, cuidaba de hacerlo en una palabra terminada en ese. Los castigos que imaginaba eran al principio leves. Pero después empecé a jugar fuerte. Si me cortaba las uñas por las noches, mi madre moriría; si hablaba con un japonés, quedaría mudo; si no alcanzaba a tocar las ramas de algunos árboles, dejaría de caminar para siempre.
Este repertorio legislativo fue creciendo con el tiempo y al llegar a mi adolescencia, mi vida transcurría en medio de una intrincada red de obligaciones y prohibiciones, a menudo contradictorias. Todo se hizo más simple - más dramático - cuando descubrí las carreras secretas. Describiré sus reglas. Se trata de elegir en la calle a una persona de caminar ágil y proponerse alcanzarla antes de llegar a un punto establecido. Está rigurosamente prohibido correr. Antes del comienzo de cada justa, se deciden las recompensas y penalidades; si llego a la esquina antes que el pelado, aprobaré el examen de lingüística. Durante largos años, competí sin perder jamás. Me asistía una ventaja decisiva: mis adversarios no estaba enterados de su participación y por lo tanto, casi no oponían resistencia. Obtuve premios fabulosos. En Constitución, me aseguré vivir más de noventa años. En la calle Solis, garanticé la prosperidad de mis familiares y amigos. En el subterráneo de Palermo, por escaso margen, logré que dios existiera. Tantas victorias me volvieron imprudente. Cada vez elegía rivales más difíciles de alcanzar. Cada vez los castigos que me prometía eran más horrorosos.
Una tarde, al bajar del tren en Retiro, puse mis ojos en un marinero que marchaba a unos veinte pasos delante de mí. Me hice el propósito de alcanzarlo antes de la puerta del andén. Con el coraje y la generosidad que suelen ser hijos del aburrimiento, resolví jugármelo todo. Una vida feliz, si ganaba. Una existencia mezquina, si perdía. Y como una compadreada final, me vacié los bolsillos: aposté el amor de la mujer deseada. Apuré la marcha. Poco a poco fui acortando las ventajas que el joven me llevaba. Las dificultades comenzaron pronto: un familión me cerró el camino y perdí unos segundos preciosos. Al borde del ridículo, ensayé el más veloz de los pasos gimnásticos. El infierno me envió unos changadores en sentido contrario. Después tuve que eludir a unas colegialas que se divertían empujándose. La carrera estaba difícil, tuve miedo. Ya cerca de la meta, conseguí ponerme a la par del marinero. Lo miré y descubrí algo escalofriante: él también competía. Y no estaba dispuesto a dejarse vencer. Había en sus ojos un desafío y una determinación que me llenaron de espanto. En los últimos metros, perdimos toda compostura. Pedíamos permiso a los gritos y sin el menor pudor, empujábamos a cualquiera. Pensé en la mujer que amaba y estuve al borde del sollozo. En el último instante, cuando ya parecía perdido, una reserva misteriosa de fortaleza y valor me permitió cruzar la puerta con lo que yo creí una ínfima ventaja. Sentí alivio y felicidad. Pensé que aquella misma noche mis sueños amorosos empezarían a cumplirse. No pude reprimir un ademán de victoria. Alcé los brazos y miré al cielo.
Después, como en un gesto de cortesía, busqué al marinero. Lo que vi me llenó de perplejidad. También él festejaba con unos saltitos ridículos. Por un instante nos miramos y hubo entre nosotros un no expresado litigio. Era evidente que aquel hombre creía haberme ganado. Sin embargo, yo estaba seguro de haberle sacado, al menos, una baldosa. Entonces dudé. ¿Había calculado bien? ¿Cuál sería el procedimiento legal en estos casos? Desde luego, no me atrevía con el marinero. Me alejé confundido y pensé que pronto conocería el veredicto.
Una vida dichosa, un amor correspondido, darían fe de mi triunfo. La suerte aciaga, el rechazo terco, me harían comprender la derrota. Pasaron los años y nunca supe si en verdad gané aquella carrera. Muchas veces fui afortunado, muchas otras conocí la desdicha. La mujer de mis sueños me aceptó y rechazó sucesivamente. Todas las noches pienso en buscar a aquel marinero y preguntarle cómo lo trata la suerte. Solamente él tiene la respuesta acerca de la exacta naturaleza de mi destino. Quizá, en alguna parte, también él me esté buscando. Me niego a considerar una posibilidad que algunos amigos me han señalado: la inoperancia de los triunfos o derrotas obtenidos en carreras secretas.
:lol::lol::lol:
Me esta describiendo a mi Dolina, empecé a hacer lo mismo de mas chico y hasta el día de hoy me dan esos ataques. :mrgreen:
No es por racista no, pero por las casualidades de la vida
en mi grupo de amigos somos ocho
3 de river
2 de independiente
1 de huracan
1 de barracas central
1 de boca,
El que es de Boca es negro, lo juro por mi abuelita.
Aaaah y el que hablaba de Barijo lo juro por mi abuela tambien, trabbaja en una panaderia de parque patricios, y el hijo juega en las inferiores de huracan con el hijo del Gordo larry
no puedo ni a saludar a los que tienen cosas de boca me da asco saludarlo y onda decirle que haces todo bien y por ahí darle una palmada en la espalda mucho asco me da o cuando veo en la tele a algo de boca lo empiezo a reputiar le veo las caras de bobos que tienen y se me ocurre hacerle un asesinato los ODIO con toda mi almaa SOY EL ANTI BOCA PROFESIONAL;)
labura en una panadería? jajajaj que fracasado de mierda sácale una foto y posteala jajajaj
Porque no dicen en la tele, que la 1º camiseta de boquita ERA ROSA, Y COMO LES DECÍAN “PUTOS” SE LA CAMBIARON A LA BLAQUINEGRA QUE PERDIERON EN UN MANO A MANO, Y QUE DE AHÍ USAN ESOS COLORES INMUNDOS?
Que asco me das PUTO. Asco me das… GANAS DE VOMITAR.
hago los mismo también me fijo a ver cuantas cosas de river veo en la calle ya sea remera short y comparo no se 10 de river y 2 de boca y después me siento orgulloso jajaja