Esto es algo que me llego al mail, que si bien yo no soy kirchenista, no lo puse para ofender ni por que soy anti-K ni nada por el estilo. Muchos pensamos que estamos bien, pero en un futuro se viene una debacle, estoy 90% de acuerdo con este escrito. Espero que puedan leerlo y se saquen la camiseta del partido que tengan. Abrazo!
Amado está feliz…
28/08/11
Por Alejandro Borensztein / arquitecto y productor de tv
Amado Boudou es un fenómeno. El tipo canta, toca la guitarra, anda en
moto, sale en las revistas, es divertido, canchero, se ríe, da buenas
noticias, transmite confianza, seguridad y económicamente anda un
violín. Es el yerno ideal.
Por lo tanto, yo le aconsejo a usted, amigo lector, que salga
corriendo, haga un pozo en el fondo de su casa y entierre dólares o
euros o yenes o moneditas de oro o lingotitos o anillitos o acciones o
bonos o escrituras o fideos o haga cualquier cosa porque lo más
probable es que se venga un desbarajuste padre, que es lo que suele
suceder cuando un ministro de Economía canta, toca la guitarra, anda
en moto, sonríe, cancherea y está feliz, en el medio del quilombo
económico mundial más grande que hubo desde el crack del 29 .
Mientras acá festejamos lo bien que nos va, allá afuera en el mundo
están navegando en medio de una tempestad y comiéndose un baile de
novela. Vaya previendo que el viento de popa se puede transformar en
un huracán de proa y no espere que nadie venga a rescatarlo porque,
hoy en la Argentina, la ola está de fiesta. Por eso es importante
entender qué es lo que está pasando. Veamos.
Todo empezó cuando Alan Greenspan, que era el Marcó del Pont de los
Estados Unidos pero pelado, viejo y feo, bajó la tasa de interés para
incentivar el crédito y el consumo. El famoso plan “Apple for
everybody ” (“computadoras para todos”).
La tasa, justamente, es la ganancia de los bancos (la diferencia entre
la que cobran y la que pagan). Al bajar las tasas, los bancos salieron
a dar más créditos para poder seguir ganando la misma cantidad de
guita porque, como todo el mundo sabe, la única variable intocable de
la economía mundial es el bono de fin de año que se encanutan los
capos financieros.
¿Se lo explico más fácil? Supongamos que usted tiene un negocio y
vende, por ejemplo, kirchneristas . ¿Cuánto valía un kirchnerista en
2003? Carísimo. Como había poquitos, el kilo de kirchneristas valía
una fortuna. Más que el de alcauciles. Usted vendía 100 o 200 kilos de
kirchneristas por mes y vivía como un bacán. En cambio ahora sobran
kirchneristas. Los hay en todo el país, por lo tanto no valen nada
(con todo respeto, por supuesto). Usted, para juntar la misma guita
que en 2003, ahora tiene que vender toneladas de kirchneristas. Yo sé
que el ejemplo es un poco gorila pero sirve a los efectos didácticos.
Lo mismo le pasó a los bancos que, en lugar de kirchneristas, venden
plata cuyo costo es la tasa. Al bajar la tasa, tuvieron que prestar
más plata para compensar la pérdida. De ese modo, sus ejecutivos le
pudieron seguir cambiando, a fin de año, el Mercedes Benz al gato.
Para colocar más plata, los bancos hicieron cualquier cosa. Por
ejemplo, le prestaban guita a todo tipo que quisiera comprarse una
casa, tuviera o no los recursos para devolverla. El famoso plan
“housing for everybody” (casas para todos). De ese plan, por ahora
acá, olvídese. Al 25% de inflación, no hay manera. (Esto lo decimos en
voz baja, si no Moreno se enoja y te manda a decir cuánto te quiere).
Así siguió la cosa hasta que un día la gente dejó de pagar y los
bancos temblaron. Entonces le fueron a pedir ayuda al presidente Bush.
Pero el tipo no les dio bola porque estaba viendo su programa
favorito: “El show de Guantánamo”, un magazine que muestra, por
ejemplo, unos marines ahogando a un prisionero afgano en un balde con
agua y otros bloopers redivertidos. Lindo formato. Mide bien.
Por no atenderlos, se les vino en banda el primer banco: Lehman
Brothers. La gente entró en pánico y corrieron todos a sacar la guita.
Entonces Bush decidió que era mejor salvar a los bancos porque si no
iban a tener que poner un “corralitou”. En ese momento asumió el nuevo
presidente Obama y dijo: “El que depositó dólares recibirá dólares”,
lo cual es muy fácil decirlo porque total los que fabrican los dólares
son ellos mismos. Esta es la parte que, en su momento, Duhalde no
entendió. Con legalizar cualquiera de las cuevas donde se hacen los
dólares falsos, arreglaba el problema. Los dólares falsos eran mucho
mejores que los pesos devaluados. No se avivó. Allá él.
Obama resolvió el problema de la deuda privada, pero dejó al Tesoro
americano endeudado hasta las orejas . Ahora llegó el momento de la
verdad: la deuda pública es impagable. La europea, la americana y la
de todo el mundo (menos la nuestra porque ya los acostamos a todos
antes de este lío).
Los países desarrollados tienen 4 opciones: bajar el gasto, subir
impuestos, combinar ambas cosas o llamar a Rodríguez Saá. ¿Se
acuerdan? “Anunció que el Estado argentino suspenderá el pago de la
deuda externa” y todo el Congreso gritaba “¡Argentina, Argentina!” En
este caso sería: ¡Estados Unidos, Estados Unidos! Lástima que las
cámaras no enfocaron la cara de los diputados y senadores que
aplaudían para poder identificarlos. Cuánto valdría esa toma ahora,
¿no? Para evitar el default, Obama le pidió al Congreso que lo dejen
endeudarse un poquito más y compensar subiendo impuestos. El Partido
Republicano, que es la oposición (ellos allá tienen una cosa que se
llama oposición), rechazó la propuesta y le exigió la reducción del
gasto público (¿le suena?). Todo esto impulsado por un grupo de
extrema derecha llamado Tea Party, y que es algo así como una fiestita
de cumpleaños de Biolcatti .
Obama, en lugar de enfrentarlos, aceptó la reducción del gasto. Bill
Maher y otros seguidores se enojaron con él y ahora dicen que en
Estados Unidos hay dos partidos: uno que no tiene cerebro y el otro
que no tiene pelotas (¿le suena?).
¿De dónde saca EE.UU. la plata para endeudarse? Se la prestan los
chinos que no son ningunos giles. Saben que si la economía americana
se frena, los yanquis no les van a comprar una puta zapatilla más.
Esperemos que nuestro ministro, el feliz Compañero Trovador, tenga
pensado qué corno vamos a hacer si los yanquis dejan de comprarle
zapatillas a los chinos y estos a su vez, dejan de comprarnos morfi a
nosotros. Una Nike es a un californiano, lo que un plato de soja a un
chino. Así funciona el mundo. Si alguien cree que nos van a seguir
comprando de onda nomás, se equivoca. Los chinos no son kirchneristas.
Por suerte, nada de esto nos incumbe. Todo es un gigantesco lío que
pasa allá afuera, en el planeta tierra. Durmamos tranquilos. Amado
está feliz. A lo sumo, déjese un Valium a mano. Por las dudas.