Sobre Ramón Díaz, un DT con muy buenas, buenas, regulares y malas, como todos, me permito remarcar que no fue lo mismo su ciclo 96-97, con un plantel plagado de estrellas y de recursos (caso Trotta suplente), compitiendo contra otros equipos de excelente nivel, que lo que vino después.
El tipo apuesta por dos pibes menores de 20 años. Uno, al que hizo debutar con 16, y que no tenía esa proyección ni para el cuerpo técnico de las juveniles. Encuentra el camino en aquel partido contra Gimnasia en cancha de Vélez, y moldea un equipo que sale campeón y que antes de comenzar el torneo no era candidato a nada, sino visto como un conjunto de transición. Corre a Gancedo como volante por izquierda, debe recurrir en varios partidos a Lombardi, Sarabia, hasta Ramos. No tenía prácticamente banco de suplentes… De hecho, Zapata debuta en aquel 4-4 contra Chacarita. Apuesta a Guillermo Pereyra de volante por la derecha en la recta final y factura en partidos clave.
Luego, vuelve a salir campeón cambiando el numerito táctico, con defensa de tres. Cambia a mitad del torneo anterior, con Damián Álvarez como carrilero por izquierda y Cardetti de titular. Pierde el torneo por el gol de Bedoya. Para el siguiente, apuesta a delanteros de mucho nombre, pero no es necio y aprovecha el momento de Cavenaghi. Termina siendo un gran equipo. Tenía muchos más recursos que el del 96, es cierto, pero también hay laburo detrás de ese título. Luego, Aguilar interrumpe el proceso.
En San Lorenzo, construye otro equipo campeón con poco retoque. Llegan Ledesma, casi desterrado del primer nivel local, Gata Fernández y Aureliano Torres. Con esos agregados, saca campeón a un equipo que venía de comerse 5 contra River y 7 contra Boca.
Luego, alterna campañas aceptables y mediocres, como casi todos los entrenadores del fútbol argentina.