River vive horas difíciles, confusas. De rumores, de malos resultados, de idas y venidas, de críticas, de expulsados, de lesiones, de supuestas peleas, de planteos. Eso y más pasa en la vida interna de uno de los planteles más importantes del fútbol argentino. Justo en una semana caliente, en la que se juega -nada menos- gran parte del futuro deportivo de un grupo herido como nunca. Porque el partido del jueves en el Monumental ante Botafogo, por la revancha de los octavos de final de la Copa Sudamericana, pasó a tener un espacio mayúsculo, después del cachetazo de ayer en el Apertura ante Tigre, que dejó allá lejos al líder Independiente, a siete puntos que a esta altura parecen eternos. ¿Entonces? Hay que eliminar sí o sí a los brasileños, quienes llegan con la ventaja de ida (1 a 0) y seguramente su gran apuesta pasará por sacar provecho de la desesperación del rival.
Passarella, antes de empezar el Apertura, cuando su figura estaba en el banquillo también por las malas actuaciones, jugó una “carta brava” al anunciar que se iba si antes de fin de año no había una vuelta olímpica. Es más, ayer en los pasillos del estadio de Victoria se escuchó con fuerza que el entrenador podía llegar a irse esta misma semana, si el equipo quedaba eliminado a manos del Botafogo. El cuadro de situación es este. Hay dirigentes de segunda línea e incluso algunos que están muy cerca de la mesa del poder que lo quieren afuera ya. Y esto no es de hoy. Lo ven sin respuestas afuera y adentro de la cancha. “Ya no es el Passarella de antes, el que hablaba y los demás acompañaban… Sus decisiones generan dudas, muchas dudas”, confió una fuente que conoce al dedillo la interna del club.
“Passarella es lo mejor que le puede pasar a River”, repite desde la soledad del poder el presidente Aguilar. Es su cruzada, valiente por cierto, en tiempos que la palabra empeñada es un bien olvidado en el fútbol argentino. Pero la presión es grande y sus “enemigos políticos” esperan que Aguilar, a partir de la sucesión de malos resultados, le termine soltando la mano al Kaiser.
En el plantel también hay “cositas” del técnico que no terminan de cerrar. Cambia de esquema, cuentan, cambia de jugadores… Cambia todo el tiempo. No cayó bien, por ejemplo, la movida de sacar el sábado a Ojeda, quien a partir de sus buenas actuaciones y de su llegada al grupo, se transformó en pocos meses en un sorpresivo referente. Passarella tiene una debilidad especial por Carrizo y, pese a que a muchos (jugadores y también hinchas) no les cayó bien su abrupta ida a Italia, el entrenador lo considera “uno de los mejores arqueros del mundo”. Conclusión: lo puso ante Tigre y se desató la hecatombe. Se apilaron las versiones, claro, desmentidas por los propios protagonistas. Una firme y fogoneada desde la propia interna del vestuario, habló de que Ortega (un mimado del Kaiser, nada menos) y Ponzio encararon al conductor y le pidieron explicaciones por ese cambio “inoportuno”.
Así está River, complicado por todos lados y en una semana que puede novedades sobre Passarella. ¿Se va si el equipo se queda afuera de la Sudamerica? No lo confirman. Y mucho menos lo niegan.
El Jueves se va DAP