17 de Octubre... Dia de la Lealtad

Le estas pidiendo a un comunista, que defienda a un gobierno fervientemente anti.rojo?.. por el simple hecho de que ganan elecciones?.. para eso me hubiera hecho pro-nazi, hace rato… si la izquierda tarada argentina se quiere abrir de piernas alla ellos… si los pronistas de base quieren acompañar un proceso independiente mejor recibido aun.

Pero para ser furgon de cola del aparato PJotista… no gracias, pelotúdo no soy. I’gual, tampoco me hago el “iluminado”… mi lucha material la doy en otra parte del mapa-mundi… solo digo que los veraderos comunistas no nos tenemos que vender, por un par de votos.

No entiendo que tiene que ver el PJ en el 46, pero bueno. Y no te pedi nada, al contrario, dije que entiendo lo que decis. No espero otra cosa de una persona de izquierda.
Y si vamos a analizar el uso de Peron de las masas, hagamoslo en un contexto. Cuan criticable es el manejo de las masas llevado a cabo por Peron comparado con otros procesos que manejaron a multitudes a traves de las armas?

Es que vos no entendes que las clases dominantes son una sola, dividida ya para ésta época en fragmentos. No existe ni existirá jamás un gobierno que pueda subsistir sin apoyarse en los sectores dominantes o en un sector de ellos. Los trabajadores se mantuvieron leales a Perón hasta las últimas consecuencias (no así ante el sector empresarial, claramente favorecido por Perón en detrimento de los sectores luego de la crisis del 49) Por eso la llave de la caída de Perón está en el momento en el que se entrega al capital transnacional. Rompe el pacto social entre burguesía y trabajadores, y es clave en su caída, dada la enorme polarización antiperonismo-peronismo (fogoneada una vez más por el bueno de JDP) de la época: de un lado tenés un bloque heterogéneo pero hermanado por un odio profundo hacia Perón (sectores militares antiperonistas, la Iglesia católica -cuando no-, la SRA -para variar un poco también-), y por el otro dos sectores antagónicos unidos por una alianza que ya está rota. El golpe era cuestión de tiempo. Si se interpretó que al darle la espalda a los trabajadores Perón cae, disculpá, me expresé mal.

Igual su entrega descarada al capital era completamente inevitable y hasta entendible, puesto que el modelo de producción mercadointernista “apoyado” en una industria liviana había llegado a su límite y el campo no era capaz de financiar el “salto de calidad” hacia la industria pesada (acordate que era una industria no integrada, puesto que siempre fue financiada a través del IAPI, que concentraba el monopolio de buena parte de las exportaciones al comprarle al productor las cosechas a un determinado precio, y vendiendolas a otro en el mercado mundial, y con la diferencia solventaba todas las medidas sociales y el financiamiento de las industrias mediante el Banco de Crédito Industrial). Las divisas necesarias para avanzar con el modelo necesariamente debían venir de afuera. Pero claro, el capital internacional no se asienta en ningún lado, sino en aquellos lugares donde más beneficios pueda sacar. El Estado de Bienestar Peronista, con la fortaleza de los sindicatos y la cantidad de leyes en favor de los trabajadores no era el mejor lugar, a menos que se “mejoraran” las condiciones para el asentamiento de los mismo.

De “Historia Argentina Contemporánea”, Conformación y límites de la alianza peronista, Alejandra Giuliani: “Hacia 1952, el gobierno había logrado frenar la inflación, pero no se habían incrementado los saldos exportables. A los ojos del equipo económico el problema de la escasez de divisas para adquirir insumos industriales debía resolverse de otro modo: el gobierno debía apostar a las inversiones extranjeras, aún al costo de renunciar a su discurso nacionalista y de traicionar la “independencia económica”, una de las bases de la docrtina justicialista. (…) Se trataba así de alentar la inversión de capitales internacionales en la industria y la minería, otorgandoles un trato similar al de las empresas nacionales. Lejos de enfrentar al capital nacional con el extranjero, la ley (de inversiones extranjeras) evidenciaba una fuerte coincidencia de intereses entre la burguesía industrial local y el capital internacional (…)”
El problema de la productividad pronto mostró las contradicciones y los límites de la alianza peronista. A fines de 1954 el gobierno convocó a una asamblea para tratar la cuestión y para institucionalizar la presión del empresariado. Se conformó entonces el Congreso de la Productividad con funcionarios del gobierno, las organizaciones empresariales y delegados de la CGT. Durante las deliberaciones, la postura empresarial quedó muy clara. Los dirigentes de la CGE proponían que se reformularan las relaciones laborales en las fábricas en función de obtener una mayor capitalización. Tal logro debía basarse en que los empresarios retomaran el control del proceso productivo en pos de una mayor intensidad del trabajo obrero, y solo en un futuro mediato la incorporación de tecnología. Los delegados de la CGT aceptaron las ideas de los empresarios y del gobierno acerca de la implementación de nuevos métodos y tecnología. Pero al mismo tiempo rechazaron todo cambió en la legislación laboral incorporada en los años peronistas. Tal ambigüedad de los dirigentes de la CGT respondía a la presión que sobre ellos ejercían las clases obreras, ya que para llevar a cabo las transformaciones propuestas por los empresarios, el sindicalismo debía renunciar a hacer cumplir la reciente legislación laboral que impedía aumentos en la productividad. El Congreso de la Productividad resultó si un escenario en el que quedaron visibles tanto las contradicciones dentro de la alianza peronista como los límites del régimen de acumulación basado en la industrialización extensiva."

De “Historia Argentina Contemporánea”, Proscripción, Modernización Capitalista y Crisis Argentina, el texto de Elena Scirica: “Las clases dominantes, entonces, buscaban reconvertir o superar ese modelo de acumulación (NdR: después de la caída de Perón) impulsando una concentración de la renta nacional a favor del capital. Ardua tarea si se considera la cohesión de la clase obrera y la existencia de tensiones en el interior de la burguesía (enfrentada en función de sus intereses agroganaderos y exportadores, industrial mercadointernista o, de manera creciente, industrial transnacionalizado”. (…)
Si bien los sectores dominantes coincidian en la necesidad de debilitar el peso de los sindicatos y la cohesión de los trabajadores, no por ello estaban unificados en un proyecto común. las diferencias se revelaron particularmente sensibles con respecto a la orientación económica que debía adoptar el país, sea en función de los intereses de la burguesía agroganadera exportadora o de los de la burguesía industrial. Sin embargo, el derrotero nacional ya había demostrado las limitaciones de ambos lineamientos" (crisis del 30 y del 49).

Igual yo apesto citando fragmentos de fuentes porque nunca saco lo importante o quiero ponerlo todo. El libro se llama “Historia Argentina Contemporánea, pasados presentes de la política, la economía y el conflicto social”. También está explicada la Resistencia Peronista y demás, muy sencillo de leer (Modo Nahuel off)

Yo no te pido que lo defiendas, ni mucho menos, sería incoherente, pero sí que no te pares en ese lugar común, ese discurso facilista y simplista del paralelismo con el fascismo, eso dejáselo a los reaccionarios que se agarran de eso para justificar su fobia a todo aquello que tenga tintes populares.


No te tenía tan conocedor de historia argentina & peronismo … premio revelación al subforo de política, un gusto leerte.

En 1943 el golpe de Estado que dio el GOU lo encabezó Ramírez quien contó con el apoyo Comunista. También estuvieron con la unión democrática en 1945 (Radicales, socialistas, demócrata progresistas y COMUNISTAS).
Pregunto: Ramíerez era “rojo”?. ¿La Unión democrática lo era?.

También estaba el Estadio de Hurcán en el GOU (?). La adhesión de la izquierda al partido más conservador de la época habla de su impresentabilidad transhistórica.

Igual ojo yo tenía entendido que Ramírez (que llega al poder después de suceder a Rawson-Pro-GBR-, que estuvo 2 meses) era Pro-Germany. Su salida se da cuando esta corriente pierde fuerza luego de la derrota alemana en Stalingrado, y ahí es cuando llega Farrell, un nacionalista industrialista, y de su mano, aparece en la escena el Yeneral, que empieza a acumular poder de manera notable a través de la Secretaria de Previsión primero, para pasar al Ministerio de Guerra y luego al Consejo Nacional de Posguerra (importante para explicar lo que vino después en la cuestión del modelo económico)

Pero yo hablo del 46, no del 43. Todos aceptaron de buena gana el golpe del 43, aunque no participaron en él. Si hablamos del nacimiento del peronismo como ideologia, se tiene que tener en cuenta el nacimiento de manera simultanea del antiperonismo. Este se basaba en la consolidación de la antinomia Democracia-Fascismo asegurando que el peronismo estaba vinculado con el fascismo. A esto me refiero. Si bien despues de la caida del lider, ciertos grupos de izquierda con peso academico empiezan a hacer una relectura del peronismo mucho mas valiosa, ver al peronismo como el fascismo argentino sigue siendo un argumento que no se erradicó de la politica nacional.

Jona mi pregunta, igual, era para Che, no para vos boludón jaja.
Abrazo.

Me citaste a mi… :lol:

17 de Julio del 2008. Día Nacional de la Traición, Día 0 del Ultra-Kirchnerismo.

no tengo ganas de pelear,Jona no comparto un soto lo de erradicar el argumento de que era filo nazi y admirador del Mussolini.

Igual yo no digo que hay que erradicarlo, cada uno piensa lo que quiere. Yo solo dije que se sigue manteniendo pense a relecturas del fenomeno peronista que se hicieron desde diversos bandos politicos.

El peronismo lamentablemente murio con peron y fue 10 años antes de su muerte, la balanza se inclina a favor para mi, aunque respecto al tema de las leyes laborales, tambien habria que darle el merito a la cantidad socialistas en ese momento en el congreso y en la calle.

¿Perón Nazi?..No, ¡Peronazo!

Resumen: “Para nosotros, argentinos de origen judío, existe una sola patria, la argentina, y una sola lealtad, a nuestro conductor Juan Domingo Perón. Hacia Israel, admiración, apoyo a su existencia y lazos de afecto, los mismos que unen a hijos de italianos con Italia o hijos de españoles con España. No, en cambio, una lealtad como la que profesamos a nuestra tierra, ya que no creemos tener doble nacionalidad. Eso lo deben entender todos nuestros compatriotas bien claramente”. Estas palabras forman parte de la declaración de principios de la creación en el año 1947 de la Organización Israelita Argentina (OIA), entidad netamente argentina y peronista que surgía en oposición a la muy cosmopolita y contrera DAIA.
325 visitas Rating:
Tell a Friend Autor: Dardo Olea

Reflexiones de un peronista ante una infame mentira que mamertos, contreras, lechuguinos y tilingas universitarias repiten como verdad revelada.
¡Oia! con la OIA
“Para nosotros, argentinos de origen judío, existe una sola patria, la argentina, y una sola lealtad, a nuestro conductor Juan Domingo Perón. Hacia Israel, admiración, apoyo a su existencia y lazos de afecto, los mismos que unen a hijos de italianos con Italia o hijos de españoles con España. No, en cambio, una lealtad como la que profesamos a nuestra tierra, ya que no creemos tener doble nacionalidad. Eso lo deben entender todos nuestros compatriotas bien claramente”.
Estas palabras forman parte de la declaración de principios de la creación en el año 1947 de la Organización Israelita Argentina (OIA), entidad netamente argentina y peronista que surgía en oposición a la muy cosmopolita y contrera DAIA. Pertenecen al primer presidente de la OIA, Natalio Cortés, un hijo de colonos nacido en Moisesville, allí en esa zona de nuestra provincia caracterizada -dada su conformación étnica- por su espíritu “ahorrativo”. Como dicen en Rafaela: “donde avanza el piamontés, el judío retrocede”.
Cortés expresaba en este discurso una postura similar a la que años después reclamará don Arturo Jauretche a la colectividad judía al exigirles una definición entre ser argentinos o ser israelíes, una cosa o la otra, pues no podía haber nacionales con doble nacionalidad. En este sentido Cortés era el portavoz del judío de barrio, del “rusito” de la barra de la esquina, del hijo de colonos pobres explotados por la “filantrópica” Jewish Colonization Association, el portavoz en suma, de ese argentino de primera generación que agradecía con un desaforado amor a la patria el refugio que esta había brindado a sus padres que huían de la miseria y la persecución de los guetos europeos. Cortés fue la expresión institucional peronista de miles y miles de judíos argentinos que adhirieron a la causa del Conductor de la Nueva Argentina. Adhesión que tuvo reciprocidad. ¡Y vaya si la tuvo!, sino veamos esta breve cronología al respecto:
1946: Evita en un discurso acusa a los antisemitas infiltrados en el movimiento peronista de ser “los nefastos representantes de la oligarquía”.
1947: Fundación de la OIA.
1947: El relator deportivo judío argentino Luis Elías Sojit, amigo personal de Perón y Evita, populariza la frase: “-hoy es un día peronista”, en referencia a las jornadas plenas de sol.
1948: Nombramiento de embajadores judíos argentinos, entre ellos Pablo Menguel, que lleva el reconocimiento de la Argentina Libre, Justa y Soberana al nuevo Estado de Israel. Hasta el momento, los “liberales” gobiernos conservadores o radicales, habían impedido que los judíos entraran a la carrera diplomática.
1949: Proscripción legal del racismo: art. 26 de la gloriosa Constitución del 49.
1950: Los conscriptos judíos tienen franco autorizado durante Rosh Hashaná e Iom Kipur. Reglamento militar: severos castigos a los “sumbos” que bailen a los colimbas por su condición de hebreos.
1951: Importante embarque de víveres de la Fundación Eva Perón destinado a los necesitados de Israel.
1953: Acuerdo cultural entre Israel y Argentina.
1953: El general Perón en persona entrega al dirigente del Partido Socialista, Enrique Dickmann, la medalla al mérito al que era acreedor por sus logros académicos desde hacía décadas, y que la Universidad de Buenos Aires nunca le había dado por su origen judío.
1954: Comienza en el mes de noviembre un proceso que culmina al año siguiente con el fin de la enseñanza religiosa papista en las escuelas y la separación del Estado y la Iglesia Católica.
1955: la oposición “antinazi” celebra tras los sucesos de Junio, la renuncia del Ministro del Interior, Ángel Gabriel Borlenghi, a quien nominan peyorativamente como “el judío Borlensky”. En realidad el antiguo Secretario General de la Confederación de Empleados de Comercio de origen socialista no era judío, pero sí su esposa y su cuñado Abraham Krislavin, a quién nombró Subsecretario del Ministerio. Los opositores “democráticos” que se rasgaban las vestiduras frente a los horrores del Holocausto de la judería europea, no podían soportar el hecho de que funcionarios judíos argentinos integraran el elenco dirigente del gobierno peronista.
Lo detallado son pequeños signos que nos hablan de lo muy poco nazi que tiene que haber sido la Argentina del primer peronismo. Los judíos argentinos gozaron de la paz y prosperidad (al igual que sus compatriotas cristianos) de esa década gloriosa de la patria. Aunque esa prosperidad dio lugar, paradójicamente a hijos y nietos que reniegan (al igual que los hijos y nietos de sus compatriotas cristianos) del peronismo de sus mayores, y mientras hacen colas en los consulados para obtener una ciudadanía extranjera (el pobre Natalio Cortés se debe estar revolviendo de asco en su tumba), repiten a boca de ganso infamias tales como que el peronismo es igual a fascismo, que Perón era un nazi contumaz, protector de los peores criminales de guerra, y otras perversas ignominias discursivas. En rigor de verdad estos mamertos, más que culpables, son las víctimas de una feroz campaña de desargentinización, una de cuyas aristas pasa por el remoquete del nazismo y el antisemitismo.

La neutralidad argentina durante la Segunda Guerra Mundial: un orgullo que la antipatria quiere convertir en un hecho vergonzante

Frente a la “V” del cipayo,

y las tres “V” del teutón,

la “A” inicial de Argentina,

es signo de liberación.

Con esta ingenua cuarteta los muchachos de FORJA, ese grupo de argentinos acaudillados por Jauretche y Scalabrini Ortiz, expresaba su equidistancia tanto de las poderosas fuerzas cipayas que pretendían que sangre argentina muriera en los campos de batallas europeos defendiendo los intereses de las plutocracias aliadas, como de la Embajada Alemana, que más modestamente, financiaba al nacionalismo más retrógrado y reaccionario. Para FORJA, la neutralidad era una bandera que el país sustentaba desde el fondo de su historia. Mantener esa bandera no fue fácil. Eran señalados como nazis por la intelligentsia, ese extendido contubernio de políticos e intelectuales unidos por un cosmopolitismo elitista, que con la estética excusa de un internacionalismo de vanguardia, despreciaba todo lo que oliera a popular y a nacional. Los auténticos argentinos debían morderse los labios de bronca, al ver por ejemplo, al más conspicuo representante del cipayismo cultural, el escritor británico Jorge Luis Borges, regocijándose por la “supuesta” liberación de París. (Digo supuesta porque los franceses vivieron muy conformes con el régimen de Vichy, más allá de la fábula inventada de la resistencia y el maquis, integrado en su mayor parte por bastardos republicanos españoles antes que por ciudadanos galos). George, “mas turbado” que nunca se emocionaba con emoción extranjera, mientras le era indiferente toda emoción colectiva del pueblo argentino.
Y como Borges, cientos de miles de cipayos, de mequetrefes al servicio de la antipatria, presionaban al gobierno argentino para que este, rompiendo la tradición de neutralidad, declarada la guerra al Eje.
Ciertos tirifilos, mentecatos y memas abobadas de corta estatura y anchas cinturas que pululan por los claustros universitarios de las distintas carreras de Historia, afirman hoy que la neutralidad argentina era funcional a Gran Bretaña. ¡Mentira! Por favor, no envenenéis más con vuestras mendacidades las mentes de las jóvenes generaciones. Está plenamente demostrado por los investigadores del campo nacional que los ingleses, junto a los yanquis, estuvieron a la cabeza de la presión internacional que intentó acorralar al gobierno argentino.
Gobierno este que desde 1943, y más profundamente desde 1944 y 45, comenzaba a mostrar en unos de sus miembros que podía hacerse verdad la esperanzada ilusión que Martín Fierro expresara tres cuartos de siglo antes: que llegaría un día en que a la Argentina vendría un criollo a mandar. Y ese criollo estaba -pese a los formidables enemigos que tenía- empezando a mandar. Mandar en el sentido de cambiar las cosas a favor del pueblo, y no a favor de los enemigos del pueblo como hasta el momento había sucedido. Desde la Secretaría de Trabajo y Previsión, el coronel de Infantería Juan Domingo Perón, comienza una labor sin precedentes en la historia social de la argentina. No hace a este trabajo el profundizar sobre tal labor. Simplemente señalemos que en sintonía con la misma y con su profundo amor al pueblo argentino, el coronel Perón comprende que, hacia 1945 con la guerra perdida para el Eje, es necesario sumarse (de modo meramente nominal) al bando victorioso, para aventar la posibilidad de una intervención militar aliada en la Argentina. De ese análisis de un gran estratega, que según la feliz definición de Evita, volaba alto como los cóndores, surge la decisión de la declaración formal de guerra. El país se evitaba males difíciles de evaluar y al tiempo ganaba tiempo y tranquilidad para que la Revolución Nacional encabezada por el genial conductor se afianzara en los diez años más felices de la historia argentina.

Sebrelli y Martínez, dos reconocidos mistificadores al servicio de la antipatria, adorados por tilingas y tirifilos.
Juan José Sebrelli es desde hace décadas un afamado escritor, bienamado por las señoras y señoros que se sienten contenidos y reflejados en este escriba, cuyo pensamiento es una curiosa mezcla de Comisión de Afirmación de la Revolución Libertadora y Utilísima Satelital. Varios éxitos editoriales se ha anotado en su larga vida el bueno de Juanjo, a favor de contar con tan extenso y pedorro público clasemediero. En este caso en particular me voy a referir a uno de sus libros, tal vez el de mayor fama de los escritos por Sebrelli. Se trata de Los deseos imaginarios del peronismo. Dislates e infamias al estilo del Libro Negro de la Segunda Tiranía, pueblan sus 213 estercoladas páginas.
Sebrelli en esta obra repite todos los sonsonetes que el gorilaje ha aplicado a lo largo de medio siglo al campo popular. El peronismo no es más que autoritarismo, degradación, mal gusto (como dijera el hache de pe del general Lonardi), fascismo y nazismo. Con ironía el músico y director cinematográfico Emir Kusturica opina que en la guerra de los Balcanes los servios hicieron de malos y todos los demás de buenos. En la misma sintonía (pero sin ironía) para Sebrelli, en la historia argentina los peronistas son los malos y todos los demás los buenos.
Me detendré en este texto sebrelliano, ya canónico para la antipatria semianalfabeta (para las señoras gordis, decía con su gracejo criollo don Arturo Jauretche), exclusiva y brevemente en la relación que establece entre Perón y el nazismo. Son dislates casi vomitivos, pero que han hecho escuela en la larga campaña de desargentinación de la que hablamos.
Sebrelli no es muy original en sus fuentes. Toma documentos tan tendenciosos como los provenientes del Departamento de Estado yanqui, el Libro Azul inspirado en Spruille Braden (el mismo chancho Braden a quién nuestro genial conductor contestó en 1946 con el Libro Azul y Blanco), o una obra que solamente un orate o un malintencionado puede tomar en serio. Me refiero a Técnica de una traición, del diputado radical Silvano Santader.
A título de ejemplo, en su “estudio” Santander afirma que Perón y Evita eran empleados a sueldo de la Embajada Alemana, a la que proveían de pasaportes argentinos en blanco en….!1940! Realmente hay que ser muy imaginativo para figurarse de que manera en ese año, Eva Duarte, actriz partiquina que vivía en pensiones de ínfima categoría, soportando estoicamente las sordideces propias de su condición de humilde mujer del interior, desamparada en el emputecido y ambiguo ambiente “artístico” porteño en que se movía, podía tener alguna influencia para proveer pasaportes (o documento oficial alguno). Por otra parte nos preguntamos: ¿para que necesitaba pasaportes el Reich alemán en 1940, cuando todo le iba viento en popa?
Bueno….disparates de ese tipo, por doquier. En esas “fuentes” abreva el “investigador” Sebrelli. Y hace escuela. Uno de sus discípulos, Tomás Eloy Martínez es también un gurú intelectualoide de las gordis jauretcheanas. Tiene una prosa superior a su “maestro”, pero igual odio y resentimiento al pueblo argentino y al insigne líder que ese pueblo ungió con el óleo sagrado de Samuel. Tras regocijarse promiscuamente en esa cloaca de su creación intitulada La Novela de Perón, donde llega a denigrar de tal forma al gran conductor continental, afirmando que este fue violado en el Colegio Militar por otro cadete, Martínez sigue con sus dardos pestíferos en un artículo que titula Perón y los nazis

Richter y la bomba atómica en botellas de querosén
Tanto Martínez como Sebrelli, como tanta cáfila tartuferaria de la actual intelligentsia, juegan entre embustes y difamaciones con un hecho puntual: la llegada en los gloriosos e irrepetibles años de la Nueva Argentina de Perón, de miles de migrantes de origen germano. Según este discurso, todos ellos eran criminales de guerra. Descontextualizan esta llegada, olvidando ex profeso que se da en el marco de una gran corriente inmigratoria europea que especialmente desde 1947 y hasta 1955, trajo a nuestras playas casi un millón de seres que buscaban en la orgullosa y soberana patria de Perón y Evita, consuelo a las miserias de postguerra.
Cierto es que entre los vencidos arribados hubo caso de prófugos de la ¿justicia? de los vencedores. Alemanes y croatas especialmente, cargaron con el estigma de jugar de malos de la película. Pero junto a estos, llegó una mano de obra técnicamente calificada que libre de cualquier crimen, se sumó a la construcción de un país soberano, equidistante de los bandos vencedores. En sentido contrario la diáspora argentina que se da a partir del corralito, implicó que entre tanto compatriota desesperado y estafado por nuestra clase dirigente[1] que llevó en la suela de sus zapatos la esperanza de un futuro mejor unido al regusto amargo de la patria que queda atrás (entre ellos mis propios hijos y nietos), también se fueran algunos elementos indeseables. Y por ese hecho nadie culpó a los funcionarios de los países receptores, de complicidad en el ingreso de tales individuos. Si en cambio desde esos países se sigue batiendo el parche (que también tocan gustosamente muchos tarúpidos locales) con una hipotética protección institucional a jerarcas nazis en fuga. Así por ejemplo, jugando con tan desaprensivas y antiargentinas hipótesis, Tomás Eloy Martínez, que para haber nacido en Tucumán es un leal norteamericano, afirma muy suelto de cuerpo acerca de los “encuentros” entre nuestro inmortal líder y el doctor José Menguele. ¡Mentiroso! ¡Embustero! ¡Mal bicho! No otra cosa cabe decirle. Recuerdo que cuando chico, en mi infancia mendocina hecha de siestas cómplices en las acequias, cada tanto algún chusco del barrio afirmaba que Hitler se había salvado de la inmolación en el bunker de la Cancillería berlinesa, y ahora, tras afeitarse el bigotito atendía una hostería en las sierras cordobesas. Era una ingenuidad de seres simples. Lo que no es una ingenuidad es la prédica de estos intelectuales corrompidos al servicio de los intereses foráneos.
Pese a esas versiones infamantes de estos verdaderos reos de lesa patria, lo cierto y concreto es que centenares de técnicos e ingenieros alemanes colaboraron en Córdoba en el perfeccionamiento de la industria aeronáutica con tecnología de punta. Argentina pudo mostrar al mundo ya en los años 50 avances formidables en aviones a reacción. Eso no podía ser permitido. Las potencias vencedoras veían con alarma que un país del culo del mundo, de las “áreas de influencia”, les tratara en los foros internacionales en un pié de igualdad. Constituía un mal ejemplo inadmisible. Había que conjurar ese peligro de modo directo, y si no se podía, de forma oblicua. Por ejemplo, con la diatriba, la infamia o el ridículo.
Y esto último es lo que hicieron con el llamado “caso Richter”. Campaña donde contaron y cuentan hasta hoy con la colaboración de innumerables imbéciles vernáculos con labios leporinos en el cerebro.
Ronald Richter era un físico a quién el gobierno contrató dentro de un programa de investigación y desarrollo atómico. Toda la infraestructura necesaria al proyecto fue puesta a disposición por el Estado Nacional en las instalaciones construidas en la isla Huemul en Bariloche. En algún momento, el país avanzó hacia la posible posesión de armas atómicas (incluso la de hidrógeno). Lo cual se tornó inadmisible en un mundo dominado ya por la Guerra Fría entre las dos grandes superpotencias. Rápidamente Richter es neutralizado mediante el ridículo. Con una presteza digna de mejor causa se organiza la campaña de desprestigio: orates de la oposición al servicio de la antipatria afirman que dentro de poco cada uno va a poner tener su propia bomba atómica…envasada en botellas de querosén. La presión es tan grande que el proyecto Huemul debe ser abandonado. Richter pasa a ser el estereotipo del “científico chiflado” … Pero recientes investigaciones descubren que el “chiflado Richter”, expulsado de la Argentina por la befa de la antipatria, pasó a formar parte en la década de 1960 de un equipo de investigación atómica en la URSS.
Tras el fin de la guerra, yanquis y rusos arriaron a la fuerza a los técnicos y científicos alemanes. La carrera espacial de ambas potencias se sustentó en esta leva humana. Y cuando les combino, transformaron a los supuestos nazis en “auténticos”demócratas. Tal el caso de los yanquis con von Braun.
En los mismos años, similar mano de obra calificada ayuda a perfeccionar nuestra industria y nuestra capacidad nuclear. Esta última a través de la Comisión Nacional de Energía Atómica, que nos colocó hasta el desguace final de la misma que realiza el menemismo, dentro de los países líderes en la materia.
Y esta mano de obra, donde muy pocos criminales (o supuestos criminales) había, llegó a la Nueva Argentina de Perón, voluntariamente
Esto último fue lo que no se le perdonó a Perón y a la Argentina. De allí la leyenda negra. La que convirtió al criollísimo y profundamente humano General Perón en poco menos que un galautier funcional a los designios nacional socialistas. Leyenda construida desde afuera con la complicidad de renegados de adentro. Y cuya vigencia ocasiona hoy a quien esto escribe, un albañil metido en sus altos años a estudiante universitario de Filosofía, un rubor nacido de la vergüenza ajena. Quien esto escribe, vivió una niñez de “único privilegiado”. En ese tiempo, aunque quien esto escribe no lo comprendiera (dada su corta edad) era posible y común lo que medio siglo después es la excepción que la propia experiencia de quien esto escribe confirma: que cualquier albañil, cualquier obrero, accediera a la enseñanza superior, amparado por leyes laborales de avanzada. Miles y miles de trabajadores argentinos, entre ellos, miles de trabajadores judíos argentinos, pudieron cursar estudios en la Universidad Obrera, hoy Universidad Tecnológica Nacional. Estudios subvencionados por lo que los imbéciles modernosos influenciados por gorilas tales como el ambiguamente amanerado anciano historiador Halperín Donghi, llaman despectiva y retrospectivamente “Estado Benefactor” o “Estado de Bienestar”. Mas nos valiera en estos tiempos desangelados don Tulio, contar para tanto marginal desarrapado con un benefactor que les diera un poco de bienestar. Justicia social en suma. Eso no lo logran entender los sectarios de espíritu descafeinado que se asumen como la vanguardia de la nada en la actual universidad. En sus calenturientas mentes, más allá de que se reciten de memoria (y por cierto sin comprenderlo) a Marx, Lenín y otros cumpas, hay una omnipresencia que los excede: el pensamiento liberal decimonónico. Sea por zurda o por derecha, el liberalismo “siempre está”. Deberían saber estos patéticos mamertos de izquierda y esas supuestas pasionarias del atardecer rosarino en el Palace Garden y el subsiguiente histeriqueo tarjetero en Córdoba y Corrientes, y las cerveceadas y careteadas noches del Predio Urbano, deberían saber que hubo un tiempo, el de la Patria Peronista, donde en ese supuesto aguantadero nazi, el pueblo argentino cualquiera fuera su fe religiosa, fue feliz.
Y esa felicidad fue posible en gran medida, porque como dijera el hoy injustamente difamado y tomado su recuerdo para el churrete, Enrique Pavón Pereyra, hubo un hombre, Juan Domingo Perón, y “este hombre no ha caído del cielo como estrella, como ente de un mundo superhumano venido de improviso y sin antecedentes necesarios, a efectuar un designio divino; más bien proviene de un levantamiento gigantesco de instintos obscuros, de exigencias conscientes de vida y libertad, de preparaciones lentas y premiosas; es, en cierto sentido, obra de otros hombres, de otros dolores, de otros heroísmos, de otras voluntades; de esos levantamientos sociales hombres como Perón vienen a ser los vértices, las cimas, los puntos de convergencia, las insuperables alturas; todo en nuestra historia, lo pasado, los explica y determina; todo en lo futuro los demuestra; ellos son la resultante de una gran labor de historia; la historia posterior que de ellos recibe forma es en gran parte una labor suya, quizás no sólo suya, pero capitalmente les pertenece”.
Dejemos pues que los badulaques, los tarados a la enésima potencia sigan batiendo el parche con el tema del nazismo. La base humanística de la que está imbuida la figura egregia e inmortal de Juan Domingo Perón es un aserto irrebatible, que sobrevive a todos los dicterios, a todas las deformaciones, a esta formidable campaña de desargentinización que desde hace medio siglo llevan adelante mamertos, contreras, lechuguinos y tilingas universitarias que pese a sus títulos de grado, postgrado y recontra postgrado nunca aprendieron a amar a la patria. Algo que sí saben el humilde hombre y la humilde mujer de nuestro pueblo.

Dardo Olea
Escuela de Filosofía
Universidad Nacional de Rosario
dardoolea@hotmail.com
[1]Garcas que mostraban impávidos a sus espaldas en sus lujosos despachos, los retratos de Perón, Evita, Yrigoyen, De la Torre o Juan B. Justo. ¡Reverendos hijos de puta que desangraron concientemente a su patria a cambio de treinta dineros! Hoy, en este esperanzado 2005 siguen estando como si nada hubiera pasado, con un caradurismo que enrojece con vergüenza ajena a los retratos de sus supuestos mentores.


OOOtro tema: Perón por Perón…para los que poco saben sobre el primer peronismo, o para los que quieren escucharlo de boca del propio Perón, IMPERDIBLE:

//youtu.be/FocnornPdbY

te parece mal que se siga manteniendo?? mira el legado que nos dejo!!!

Ah, perdón que rompa las bolas de nuevo con esto…pero ¿Saben que día se firma el tratado de Madrid en 1990? EL 17 de Octubre…¿Casualidad? LO DUDO. Abrazo! Maxx

No entendi a que te referis.

Hoy lo escuchaba a Versky contar cuando el Cabezón dijo que el peronismo tiene un día de la lealtad porque el resto de los días son de traiciones.

O algo así (?)

Eze, que opinás del artículo que subió yomaxx ?

Ah, y también quiero escuchar la opinión de dylan sobre lo que comenta el artículo de Pepito Sebrelli.