Nunca exterioricé como viví el descenso de River, pero bueno a casi un año de la tragedia creo que ya lo puedo contar sin quebrarme.
Para viajar a Córdoba por la promoción, renuncié a un laburo de puta madre que tenía en el MRECIC.
En parte porque no podía viajar y por otro lado, porque ya no me daba más la cabeza, hacía varios días que no dormía, que comía mal, que lloraba por cualquier cosa.
Haciendo la cola de acceso al Alberdi, Nacho Goano me hizo una nota para C5N; hizo un comentario pelotudo que me hizo calentar y le di un discurso de 5’ que es al día de hoy, que no lo puedo recordar.
Sólo sé que cuando entré a la cancha me llegó un mensaje de un amigo inglés que estaba siguiendo la transmisión desde UK y que me contaba que en el estudio se habían puesto a aplaudir mis palabras.
Repito, venía de más de 1 semana sin dormir, no recuerdo que dije ni por casualidad.
Ni bien, puse un pie en la cancha de Belgrano no puede contener el llanto.
Me deshice en lágrimas. Tanto fue así, que un amigo me vio y me preguntó si me había pasado algo, si me habían golpeado o maltratado. Simplemente no pude contener la angustia porque el día que nunca creí que llegaría lo estaba viviendo.
Empezó el partido, y realmente no tengo muchos registros. No lo volví a verlo por tele ni podría creo.
Recuerdo vagamente que lo primero que pensé fue: “qué fenomeno este pendejo Cirigliano, está jugando como si fuera un picado con amigos por el asado”.
Llegó el gol de ellos, y se me puso todo negro, se me cerró la garganta, intentaba abrir los ojos, pero las lágrimas nublaban todo.
No podía respirar, el corazón latía mucho y muy fuerte.
[MENTION=21823]Pablo[/MENTION]Poko -no se cómo- me sacó de la tribuna, y me atendieron los policías, que cuente él que pasó ahí porque yo la verdad no tengo recuerdos de ese momento… No había ambulancia y yo sólo me quería morir ahí.
De repente escuché a los Belgrano, gastándonos y lo único que pensé es que quería estar con River hasta el último minuto y no quería que los cordobeses me vieran así. No se como me calmé, me recompuse, me paré, me costaba respirar pero volví a la tribuna.
Ahora que lo cuento por primera vez, me parece increíble pero fue eso tal cual lo que me pasó. No lo pude manejar. De las peores sensaciones que viví en mi vida.
Bueno…después vino el segundo gol, se pudrió todo y lo siguiente que recuerdo es estar tirada llorando atrás del arco y un amigo me levantaba y me sacaba de la cancha hasta la combi.
El viaje de vuelta fue un velorio. Todos llorando, durmiendo, llorando dormidos. Tristeza en su máxima expresión.
El único que me mantenía un poco con fuerzas era el chico con el que salía en ese entonces, que me mensajeó todo el viaje de ida y todo el viaje de vuelta. No se todavía como me bancó tanta locura.
Llegó el jueves de banderazo en el club: la represión, la tristeza, amargura y dolor.
Para mi el descenso fue en Córdoba, no había nada ni nadie que me hiciera creer que después de esa fatídica noche tuviéramos chances de salvarnos.
El sábado, la caravana desde el hindú al club y después la concentración de Belgrano.
Era un ente. Hasta las 6 am gritando en la esquina del hotel, como no se… tratando de darle un marco de sentido al vacío que tenía. Cómo si sirviera de algo no dejar dormir a los de Belgrano.
Llego el día, me vestí como nunca de pies a cabeza de River, hacia mucho frio así que me puse todas las camisetas que tenía: desde la más vieja a la más nueva que encontré en el armario y en el cuello como bufanda, la de los 100 años atada.
Buzo titular y la campera nueva. Botitas converse rojiblancas.
Pasó lo que pasó y no derramé una lágrima.
Ya me había muerto en Córdoba, no esperaba otra cosa, no iba a llorar.
Pero me quebré cuando vi a mis propios hinchas rompiendo mi club. Simplemente me quebré, algo en mi se murió.
En ese momento sentí como si me hubieran robado la sonrisa, como si me hubieran prohibido volver a ser feliz.
Caminé las cuatro cuadras que separan mi casa del monumental, mi segunda casa, el lugar que me vio aprender a caminar, que me vio crecer, que me regaló los mejores amigos y momentos de mi vida. Ida, con la mirada perdida.
Me tiré en el sillón y me puse a ver los noticieros, en la notebook ponía los portales de noticias y los perfiles de twitter.
Como para entender que lo que había pasado era real y no una pesadilla. Miré Fantino, me dormí mirando A24 y el resumen de los incidentes, como habían arruinado mi barrio.
Dormí, dormí lo que no había dormido en semanas.
Me levanté, sentí la necesidad de vestirme íntegramente de River otra vez y fui al club.
Y volví a morir. Vi como lo habían dejado, como lo habían destruido. Me acuerdo haberme puesto a levantar los vidrios del anillo que no se terminaban más hasta que vinieron los de seguridad y me pidieron que dejara.
Durante una semana no salí de mi casa, no contestaba el teléfono, ni el celular, si bien nadie de mi entorno me gastó, sólo hablaba mis dos mejores de amigos de River.
Mientras, consumía a morir: noticieros, portales de noticias, cuentas de twitter que decían que River iba a seguir barranca abajo, que nos iban a clausurar la cancha, restar 800mil puntos, que se iba medio plantel.
Parecía que la pesadilla nunca iba a terminar.
Cuándo recuperé la esperanza?
Cuando leí la confirmación del Chori a través de twitter, de que él y Cavenaghi volvían para ayudar al club.
En ese momento, corté el duelo y entendí que lo que se venía era tirar para adelante, que hasta ese momento siempre era River el que me había dado “algo” y que ahora me tocaba a mi desde mi lugar, trabajando dentro del club y alentando en todas las tribunas del país, acompañarlo en el camino para volver a ser.
El primer partido con Chacarita fue un baldazo de agua fría; nervios y tristezas que se ahogaron el grito y abrazo de gol.
Llegaba la fecha visitante y esa locura de querer estar a toda costa y no poder.
Decidir ir a Mendoza de la manera que fuera aunque tuviera que ver el partido del lado de ellos.
A último momento surgió lo de la hinchada “neutral” y bueno, después lo increíble que fue ese partido.
Dar vuelta un resultado después de no se cuánto tiempo, ahuyentando esos fantasmas que habían asomado con el primer gol de ellos, y escuchar a más de media cancha gritando, SOY DE RIVER.
Recién ese día pude recuperar un poco la sonrisa.
Y nada, después el camino que fueron las otras 33 fechas, entre alegrías, tristezas, broncas y humillaciones.
Y acá estoy, reviviendo los malestares que hace un año atrás me acompañaban. Pero con un poco más asumido que River es el amor que elegí para toda la vida y que pase lo que pase la fecha siguiente voy a estar.
Siempre voy a estar.
Sorry por haberme extendido, es la primera vez que hago un descargo sobre el descenso y no supe resumirlo. Pero bueno después de leer todos los comentarios, me sentí cómoda para compartirlo.
Saludos 