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Volvió el Enzo
Francescoli apareció de sorpresa para reforzar el equipo de veteranos y la gastó. Hizo un gol, le atajaron un penal y mostró toda su clase. ¿Lo llamará el Kaiser?
MARTIN BLOTTO mblotto@ole.com.ar
Se paró adelante junto con Medina Bello y hasta lo aconsejó: “Definí abajo, Mencho, despacito que entra”. Genio y figura.
La acomodó con el botín derecho y metió la diagonal. Por un instante, los corazones de las 150 personas que hacían fuerza desde el otro lado del alambrado se detuvieron. El arquero dio uno, dos, tres pasos para intentar evitar lo inevitable. Porque él, kilos más, kilos menos, ni una cana, ya sabía lo que iba a hacer. La película era la misma. Diez años después, levantó la cabeza, la acarició con la cara interna del pie y la cruzó. Gol. ¡Golazo! Y mil recuerdos dando vueltas al verlo ahí, en la cancha auxiliar del Monumental, con la camiseta alternativa de River, pero el 9 en la espalda y la clase de siempre. ¡¿Cómo?! ¿No te enteraste? Volvió el Enzo.
Habían pasado unos minutos de las 20. En el vestuario de fútbol amateur, Jorge Gordillo, técnico del equipo de veteranos, definía los últimos detalles para enfrentar a Independiente cuando la puerta se abrió y todo cambió. “Hola, ¿hay lugar?”, preguntó Enzo Francescoli. Y ahí nomás, el club se convulsionó. Aprovechando que sus obligaciones empresariales lo tienen viviendo en Buenos Aires, el Príncipe volvía a ponerse la camiseta de River. Y a dar clase, sí.
Al enterarse de que iba a jugar, los chicos del handball, los de hockey y varios pibes de la pensión se acercaron para verlo (varios de ellos por primera vez). E incluso compañeros y rivales demoraron el inicio del partido para sacarse una foto con él. Raña, Montenegro, Claut, Mandinga Percudani y la Vieja Reinoso, entre otros, hicieron cola para llevarse un recuerdo. Aunque el mejor regalo lo dio en la cancha. Arriba junto a Medina Bello, demostró que el talento y la calidad no tienen fecha de vencimiento. Así arrancó aplausos con una media vuelta que le sacaron en la línea, con un taco que dejó desorientado a Perico Pérez y con la claridad conceptual que tanto se extraña en Núñez. Hizo un gol, le atajaron un penal (lo tiró arriba, a la derecha, al mismo lugar que contra Nacional por la Supercopa del 94, cuando volvió a River) y les alegró el día a los hinchas. Los que no pudieron verlo. Y los privilegiados que lo despidieron, como siempre, al grito de “uruguayo, uruguayo”.
JE! varios se ilusionron al leer el titulo no? :twisted: :twisted: