un verdadero demócrata derrotó a la dictadura hace 30 años

Raúl Ricardo Alfonsín

Justicia, Democracia y Honestidad (1927-2009La vida democrática

El 30 de octubre de 1983, la sociedad argentina festejó no la victoria de un partido ni la derrota de otro, sino la entrada a la vida democrática, un renacer frente a la muerte autoritaria que había predominado en el país durante los oscuros tiempos dictatoriales.
Es indudable que aquella fiesta cívica significó un gran paso adelante, una formidable oportunidad de cambio. Las calles se poblaron de ciudadanos con alegría, esperanzas y conciencia del sentido supremo de la libertad. Pero quienes asumiríamos luego la difícil tarea de gobernar estábamos ajenos a cualquier euforia, sabíamos que tendríamos que batallar contra dificultades extremas y fuerzas poderosas que no querían la democracia en la Argentina.
Veníamos no sólo de la ruina ética y moral del país, también del desastre económico y financiero. Sin embargo, teníamos una ventaja: la experiencia nos había enseñado que, cada vez que perdimos la democracia, la inmensa mayoría de los argentinos terminó perjudicándose.
Desde luego, salir de esa debacle exigía tiempo, esfuerzos, sacrificios, claridad de ideas y una gran energía encauzada por un preciso sentido de la prudencia y el equilibrio, y, fundamentalmente, un compromiso de todos los ciudadanos. En ello, como alguna vez dije, radicaba el poder de la democracia.
Estos cinco lustros transcurridos han dejado, entre otras cosas, una certidumbre que debemos evocar: algo notablemente ha cambiado a partir de 1983; no hubo ni habrá en nuestro país más presidentes de facto. Nada menos. Pero, hoy, con la cabeza y el corazón en el presente, se trata de mirar hacia el futuro.
Democracia es vigencia de la libertad y los derechos pero también existencia de igualdad de oportunidades y distribución equitativa de la riqueza, los beneficios y las cargas sociales: tenemos libertad pero nos falta la igualdad. Democracia es no sólo garantizar los derechos políticos o el sufragio, sino es extender la ciudadanía cívica y social a todos los habitantes.
Ello significa, también, que la democracia puede subsistir solamente si se logra un fortalecimiento y expansión de la capacidad de autogobierno por parte de los ciudadanos. Erich Fromm, en su libro “El miedo a la libertad”, sostiene que el derecho de expresar nuestros pensamientos, sin embargo, tiene algún significado tan sólo si somos capaces de tener pensamientos propios.
Ojalá se comprenda esto, y las jóvenes generaciones puedan crecer, separadas de personalismos excluyentes y canibalismos políticos, bajo el amparo de la autonomía que brinda una cultura cívica apoyada en instituciones fuertes, un Estado de Derecho, partidos sólidos y renovados, y, fundamentalmente, en sujetos democráticos, porque sólo así la democracia podrá sobrevivir a sus gobernantes y evocarse, ya no como un sistema de instituciones, sino como una forma de vida.

Raúl Alfonsín, Presidente de la Nación 1983-1989.

La vida democrática | Raúl Ricardo Alfonsín

Raúl Ricardo Alfonsín

Justicia, Democracia y Honestidad (1927-2009La vida democrática

El 30 de octubre de 1983, la sociedad argentina festejó no la victoria de un partido ni la derrota de otro, sino la entrada a la vida democrática, un renacer frente a la muerte autoritaria que había predominado en el país durante los oscuros tiempos dictatoriales.
Es indudable que aquella fiesta cívica significó un gran paso adelante, una formidable oportunidad de cambio. Las calles se poblaron de ciudadanos con alegría, esperanzas y conciencia del sentido supremo de la libertad. Pero quienes asumiríamos luego la difícil tarea de gobernar estábamos ajenos a cualquier euforia, sabíamos que tendríamos que batallar contra dificultades extremas y fuerzas poderosas que no querían la democracia en la Argentina.
Veníamos no sólo de la ruina ética y moral del país, también del desastre económico y financiero. Sin embargo, teníamos una ventaja: la experiencia nos había enseñado que, cada vez que perdimos la democracia, la inmensa mayoría de los argentinos terminó perjudicándose.
Desde luego, salir de esa debacle exigía tiempo, esfuerzos, sacrificios, claridad de ideas y una gran energía encauzada por un preciso sentido de la prudencia y el equilibrio, y, fundamentalmente, un compromiso de todos los ciudadanos. En ello, como alguna vez dije, radicaba el poder de la democracia.
Estos cinco lustros transcurridos han dejado, entre otras cosas, una certidumbre que debemos evocar: algo notablemente ha cambiado a partir de 1983; no hubo ni habrá en nuestro país más presidentes de facto. Nada menos. Pero, hoy, con la cabeza y el corazón en el presente, se trata de mirar hacia el futuro.
Democracia es vigencia de la libertad y los derechos pero también existencia de igualdad de oportunidades y distribución equitativa de la riqueza, los beneficios y las cargas sociales: tenemos libertad pero nos falta la igualdad. Democracia es no sólo garantizar los derechos políticos o el sufragio, sino es extender la ciudadanía cívica y social a todos los habitantes.
Ello significa, también, que la democracia puede subsistir solamente si se logra un fortalecimiento y expansión de la capacidad de autogobierno por parte de los ciudadanos. Erich Fromm, en su libro “El miedo a la libertad”, sostiene que el derecho de expresar nuestros pensamientos, sin embargo, tiene algún significado tan sólo si somos capaces de tener pensamientos propios.
Ojalá se comprenda esto, y las jóvenes generaciones puedan crecer, separadas de personalismos excluyentes y canibalismos políticos, bajo el amparo de la autonomía que brinda una cultura cívica apoyada en instituciones fuertes, un Estado de Derecho, partidos sólidos y renovados, y, fundamentalmente, en sujetos democráticos, porque sólo así la democracia podrá sobrevivir a sus gobernantes y evocarse, ya no como un sistema de instituciones, sino como una forma de vida.

Raúl Alfonsín, Presidente de la Nación 1983-1989.

La vida democrática | Raúl Ricardo Alfonsín

La cita de Fromm es de un atraso notable, aunque lógico: Argentina salia de una dictadura para entrar, como democracia recién parida, en un mundo con desafíos que de los que recién ahora podemos tomar una real dimensión de su envergadura. No habia forma de pensar en ese momento un sujeto esencialmente distinto al occidental de la modernidad, las necesidades económicas y el sostenimiento de la democracia eran prioridades. Tampoco es que estemos materializando ese cambio, pero si estamos viviendo las dudas que la propia democracia burguesa no puede resolver ante tantos fenómenos de injusticia y violencia institucionalizadas y/o sociales. Una de esas dudas tuvo ayer una resolución acorde a los tiempos que vendrán. Alfonsín lo hubiera celebrado, el único presidente antes de Cristina en ver y denunciar lo que ya le estaba haciendo mal a la democracia. Como dijo Lula: “Democracia no es pacto de silencio”. Firmamos todos.

A Alfonsín lo volteó Clarín, no la hiper, va a venir a decir algún drogado en dentro de un par de post, acuérdense.

A Alfonsín, en realidad, lo volteó el empresariado.

Clarín ayudó eh… yo recuerdo perfectamente los titulares devastadores que tiraban. Y la SRA tampoco tenía mucha simpatía por Alfonsín, lo mataban cada vez que podían.

Pero quienes lo voltearon antes de tiempo, fueron el empresariado argentino, y Domingo Cavallo y Mnm en su girita por el exterior, pidiendo que no se le preste guita a la Argentina hasta que ellos asuman.

No entiendo qué tanto le festejan a Alfonsín, sí fue el primer presidente electo en la vuelta a la democracia, pero es como la primera mina que uno se coje, no significa que sea la mejor ni que sea especial o decente. Alfonsín empezó el desguace del país, con hiperinflación y los intentos indiscriminados de la privatización de las empresas nacionales (como los trenes, que debido a la mala administración de Alfonsín perdieron miles de kilómetros).

Fue también Alfonsín quien no tuvo las bolas en su lugar y no juzgó con firmeza a los responsables de la última dictadura, tampoco lo hizo con los carapintadas.

Podemos ser justos y decir que detrás estaban los resquicios de la dictadura, los intentos de golpe de los carapintadas y el PJ, así como las presiones de los grupos económicos, pero aún así su presidencia precisamente se caracterizó por la venta de humo y la no acción, dejando que las cosas se “calmen” solas.

claro,el desguace del país lo empezó alfonso y no los milicos. Mamadera parabolum por favor

Y la cgt? 13 paros generales…

Yo ya laburaba en el Estado cuando asumió este tipo. Gracias a él juré que de por vida jamás volvería a votar radicales. Los chanchullos que les vi hacer en mi repartición, la improvisación y el rosqueo político que hicieron fue asqueroso.
Por eso sostengo que toda la fauna política argentina es una reverenda mierda, salvo contadas excepciones.
Mas, con este inoperante en mi laburo se cobraba cada diez días por el tremenda hiperinflación que nos comía la vida… encima le dicen el padre de la democracia moderna… que memoría lábil que se que tiene en esta sociedad.
Felices Pascuas, la casa está en orden.

Edit: El único presidente honesto con todas las letras que tuvo la República Argentina se llamó Arturo Humberto Illia.

Esta de moda decir eso

Los milicos no fueron electos por el pueblo, por lo tanto no tenían ninguna obligación que cumplir, cosa que uno esperaría de un presidente democrático, mínimamente que no desguace el país.

Que fue lo que hicieron no?? Por lo menos desde lo económico pasó eso
Además de matar gente a un ritmo…

Mirá que tenés ganas de contestar boludeces, eh?