Los técnicos no juegan. Una verdad incuestionable del fútbol. Una obviedad si se quiere. Aunque una verdad a medias, porque sin “jugar”, muchas veces son responsables directos de una derrota o de un triunfo (nada decisivo excepto para los exitistas) y lo más importante aún, son personajes centrales en otras historias del fútbol que tienen como “casi rehenes” a los futbolistas.
En este episodio que nos ocupa hay dos entrenadores y dos pibes, dos jóvenes futbolistas que recién están apareciendo en Primera. Los entrenadores son Diego Simeone y Luis Zubeldia, de River y de Lanús. Los chicos son Mauro Díaz, de 17, y Eduardo Salvio, de 18.
Vamos a comenzar con los más importantes, los pibes-jugadores. Ambos son dos proyectos de estrellitas en sus clubes. Ambos deslumbraron muchas veces en inferiores y en los dos casos se habla de ellos con la proyección que se hace del “crack” (es un término antiguo, pero es el que sobrevive en el fútbol cuando se quiere representar al posible gran jugador). Los pibes son habilidosos, saben mucho con la pelota, tienen condiciones que superan el potrero y los acerca al juego que se juega hoy aunque se sigue denominando fútbol.
La gran diferencia la marcan sus entrenadores. Mientras Luis Zubeldía se rompía la cabeza para insertar a Salvio en un equipo ya armado, Diego Simeone recurrió al pibe Díaz bajo otras presiones, las de un equipo -el suyo- que adolece de fútbol y necesita salvavidas en ese ítem.
Ahora, tomada la decisión de ponerlos, se ve jugar a Salvio con una libertad absoluta y la única presión que es la que le impone cumplirle al equipo desde la misma concepción de juego. Fue figura en el debut ante Independiente y figura y goleador en su segundo examen, contra Argentinos.
El pibe Díaz mostró toques de lo que es en esencia contra Defensor de Montevideo, pero ya contra Gimnasia jugó a otra cosa. Seguramente le cumplió al DT pero no a su juego y a sus posibilidades (que son muchas más que las exhibidas ayer).
Se dirá que es distinto jugar en un River a la deriva que en un Lanús casi recuperado. Puede ser. Aunque también es posible que uno y otro pibe hagan, o no, lo que saben porque les han encomendado tareas que tienen, o no, que ver con lo que pueden. Más complicado que un pibe confundido es un técnico equivocado…
Muchas veces los DT incluyen a juveniles para que respeten el estilo. Otras, sólo como relleno.
(Nota de Julio Marini en Clarín de hoy).