Si hay alguien que puede con Boca… es River
Por Víctor Hugo Morales
La Copa será un mal recuerdo muy pronto en la vorágine de estos tiempos, bien lo sabe River. Puede ser que reaparezca el amargo trago de la eliminación prematura si a Boca le va demasiado bien, ese es el riesgo, nada menos. Pero entre todo lo que el otoño deja caer no están las ilusiones.
El millonario no es todavía una hoja marrón de las que ya crujen en las veredas. Sobre todo porque las circunstancias son favorables en un sentido: jugar con Boca esta semana es el único objetivo deseable en medio de la malaria. Las huellas del fútbol y sus resultados suelen ser como las palabras escritas en la arena mojada de una playa. Hasta la espuma las borra.
Aquello de “precario y provisorio” dedicado a San Lorenzo en el análisis de su partido con Lanús, una manera de decir no se avalanchen pampas que la polenta esta cruda, tiene escaso mérito. En calidad de juego solamente emergen ofreciendo garantías Boca y Estudiantes que, aun si perdiesen, sería sin abandonar un juego siempre respetable.
El torrente sanguíneo y futbolístico de los pincharratas inclina la cancha. El segundo tiempo del sábado no fue un fracaso de San Lorenzo. Si pareció que Andujar levantaba la alfombra de la cancha desde su arco, no fue porque el azulgrana olvidó aquello que inesperadamente había aprendido sobre la marcha misma del torneo. Lo que sucedió es que Estudiantes avanza como las legiones romanas que a paso firme obligaban al retroceso del rival.
Así juega un equipo de Simeone, tal es su actitud. Y si hay un general del tamaño mítico que ha alcanzado Verón en Estudiantes, cada batalla es una conquista, aun estando lejos de contar con un plantel de la riqueza de los grandes.
El patrón que instaló Riquelme en Boca hace que la cancha se abra, se agrande. Y su andar tiene destellos lujosos, cautivantes, porque la pelota corre armoniosamente en el predominio de los jugadores de buen pie. Por encima de los obsequios velezanos, hubo en los xeneizes una jerarquía que en el fútbol local abruma y al que, por material, solo puede oponérsele River, justamente.
Aun abrumado por el eclipse de la transparencia de su conducción, presionado por la necesidad de una coartada para disimular los dislates de quienes ofendieron la confianza en ellos depositada, a tientas en su formación, con Passarella desquiciado en el afán de armar definitivamente una defensa, River es el único con materia y materiales para plantársele a Boca, asi sea en la Bombonera.
Ese juego barroco de Riquelme, el surgimiento de Banega como aparecen los altos chorros de una fuente, el estilo Fontana di Trevi de Ibarra en su eterno rincón, la columna del Cata, esa arquitectura que luce sólida al tiempo que ligera en las partidas de Cardozo, Palacio y Clemente, son la fachada del fútbol argentino de estos días.
Oponérsele es tarea demasiado empinada y casi el único que está habilitado para lograrlo es River. Si no es el equipo del Káiser, para cualquier otro sería una hazaña.
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