Se cumple este año medio siglo de una gira histórica

Se cumple este año medio siglo de una gira histórica.
La que realizó River por Europa, venciendo nada menos que a los poderosos Real Madrid y Juventus y tomando debida revancha para nuestro balompié por una gira con escasa fortuna que hacía el representativo nacional por las mismas tierras.

Había andado don Antonio Liberti en los albores de ese 1961 por el Viejo Mundo buscando virtualmente conformar una línea de ataque de “monstruos” de otras tierras. Estaban en sus planes el No.7 brasileño Julinho (que en un momento hasta se le animó a Garrincha para disputar la cobertura de ese lugar en la ofensiva del “scratch)”, los franceses Kopa y Piantoni (grandes figuras del equipo subcampeón mundial 1958) y el húngaro Ladislao Kubala que paseaba su calidad señorial como artífice del Barcelona.
Volvió con las manos vacías, pero no era h ombre de arredrarse. Estábamos lanzados -junto a nuestros “primos”- a la quimera del “fútbol espectáculo”. Y aunque de menor cuantía, el hombre que sacudió a River y el fútbol argentino con Bernabé, La Máquina, Walter y el Monumental, logró alinear nomás una delantera de jugadores extranjeros: dos brasileños como interiores de ataque, un uruguayo y un brasileño en las puntas y un español (José García Castro, “Pepillo”, hasta ahí suplente de Di Stéfano en el Real Madrid) como ariete. Domingo Pérez, Moacir, Pepillo, Delem y Roberto. Así quedaba conformada la delantera. Eran los tiempos en que Ermindo Onega aparecía recluido en la reserva, pese a su calidad inmensa, que esparcía en gotas en la primera cada tanto. El histerismo de algunos sectores de “la San Martín” y cierta apatía del extraordinario “Ronco” habían llevado al desplazamiento insólito, sin por ello desconocer los puntos que calzaba el entonces habitual ocupante de esa plaza, Vladem Quevedo Lázaro Ruiz “Delem”,el del infortunio ante Roma que signó el comienzo de muchos años de frustraciones en la línea de llegada, el de un tiempo considerable como conductor de las inferiores.
Estábamos en la pelea de los primeros puestos, cuando sobrevino un receso. La selección argentina conducida por Victorio Spinetto practicaba un periplo similar al que haría River Plate. Era con miras al Mundial que se avecinaba en Chile (1962), tras la “noche de Suecia” tan dañina para River y el fútbol Argentino.
La buena estrella de don Victorio ya no brillaba como en sus mejores momentos. Hubo derrotas que marcaron como las sufridas en esos países ante España (por el mismo score, 2 a 0, con que un año atrás los habíamos derrotado con una muy buena actuación) e Italia (4 a 1)- En esos equipos brillaban los dos mejores jugadores extranjeros que pisaron canchas europeas (así lo reconocieron los organismos pertinentes), Alfredo Di Stéfano y Enrique Omar Sívori. Eran además, genuinos productos riverplatenses. Pero ahora dirigían la batuta de las selecciones de los países en que llevaban su juego incomparable.
Los malos resultados jaqueaban la continuidad de Spinetto.
River a todo esto arrancaba con una victoria de campanillas en el Bernabeu. Vencía al poderosísimo Real Madrid de Di Stéfano por 3 a 2. Estos fueron los hombres que recogieron el reto histórico de Liberti (“River debe estremecer al mundo con halagos internacionales”) y esa 14 de junio de 1961 concretaron la hazaña de hacer hocicar al equipo “merengue” tras 9 años sin morder el polvo de la derrota en el Bernabeu: Carrizo, Ramos Delgado y Echegaray; Osmar Rodríguez, Salvador y Varacka; Domingo Pérez, Moacir, Pepillo,Delem y Roberto. Estos dos últimos marcaron los goles. 2 Roberto, 1 Delem. Ellos hicieron despatarrar al orgulloso ganador de cuanto torneo disputaba en cualquier terreno. River jugó un fútbol quizás no ajustado a nuestros moldes clásicos, pero igualmente de gran precisión y enjundia. Dirigía el equipo el húngaro Hirsch, un hombre exitoso en los años de La Máquina,que había saltado a la consideración en el “Expreso” de Gimnasia de 1933.
Lo visto entusiasmó al pope afista Raúl H. Colombo, que planeaba destituir a Spinetto (cosa que concretó pocos meses después, tras una derrota en el Monumental ante Rusia). Manifestó Colombo que Hirsch le había demostrado que sabía de fútbol porque jugó con dos wingers pegados contra la raya, a los que amenazó con multar o excluir si bandonaban ese posicionamiento.
Finalizado el partido don Antonio Liberti se apareció en el vestuario madridista con una de sus particulares debilidades, una caja de puros, en señal de atención con el presidente del oponente. Pero el traspié había calado hondo en Santiago Bernabeu, que le dijo secamente:”No fumo”.

Vinieron otros resultados de alta significación: 3-1 contra el Nápoli en San Paolo (goles de Domingo Pérez, Delem, Pepillo), ¡5 a 2 a la Juve de Sívori! (Varacka, Sarnari, Domingo Pérez y 2 de Moacir), un meritorio empate en 1 gol contra el Inter (Moacir).
La gira no se pudo cerrar con el invicto, justo en el partido que “a priori” aparecía como de más factible resolución favorable, contra el Sevilla. Empezamos ganando 2 a 0 (goles del “Tanque” Rojas y Pepillo), pero los dueños de casa arribaron a un victorioso 3 a 2. Contaron con la colaboración inmensa de un juez localista. El gol que definió el partido fue el más viciado de nulidad, motivando un reclamo de Salvador (un moreno mediocampista uruguayo, a quien habíamos incorporado a raíz de un trueque realizado con Peñarol por el peruano Joya,en una transacción que no nos trae precisamente recuerdos épicos, ya que el peruano fue gran figura en el equipo de la otra orilla, logrando títulos locales e internacionales, entre ellos el histórico 4 a 2 con que nos ganaron en Chile).”Pero que quieres, negro, ¿tú te pensabas que se iban a ir de aquí ganando?” le dijo groseramente el soplapitos europeo a nuestro mediocampista.

Culminada la gira, una multitud se volcó en el aeropuerto de Ezeiza. Eran enfervorizados riverplatenses que iban a recibir a “El Vengador” (así llamado porque se había erigido en un virtual catalizador de revanchas de los traspiés que sufría nuestro seleccionado en una gira de parecido recorrido y rivales).
La tarde del reinicio del fútbol grande (julio de 1961) el Monumental se llenó de hinchas que íbamos dispuestos a presenciar un galope hacia el título. El histórico Departamento de Cadetes tributó una de sus demostraciones habituales de lustre al equipo que venía de llevar adelante nuestro estandarte, cuando éste pisó suelo en el Monumental, dispuesto a seguir con el itinerario triunfal en canchas argentinas.
Pero de Gimnasia y Esgrima (nuestro oponente de esa tarde) nos sorprendió en los minutos iniciales con un taponazo de su número 10 Diego Bayo, sellando un 1 a 0 que se mantuvo inalterable a través de los 90 minutos. Vino luego otra derrota, ante Racing en Avellaneda (campeón ese año) por 2 a 1. Hubo un atisbo de reacción, pero la irregularidad fue la constante. Se iba Hirsch, las ilusiones naufragaban y se iniciaba otro proceso.
Más allá de esa situación coyuntural de nuestro devenir, el recuerdo, el respeto, la evocación perenne hacia aquellos hombres que en aquel junio de 1961 escribieron una de las páginas más brillantes de nuestra historia. Medio siglo después recordémoslos como corresponde.

Mi amigo OSVALDO RIGANTI

Se cumple este año medio siglo de una gira histórica.
La que realizó River por Europa, venciendo nada menos que a los poderosos Real Madrid y Juventus y tomando debida revancha para nuestro balompié por una gira con escasa fortuna que hacía el representativo nacional por las mismas tierras.

Había andado don Antonio Liberti en los albores de ese 1961 por el Viejo Mundo buscando virtualmente conformar una línea de ataque de “monstruos” de otras tierras. Estaban en sus planes el No.7 brasileño Julinho (que en un momento hasta se le animó a Garrincha para disputar la cobertura de ese lugar en la ofensiva del “scratch)”, los franceses Kopa y Piantoni (grandes figuras del equipo subcampeón mundial 1958) y el húngaro Ladislao Kubala que paseaba su calidad señorial como artífice del Barcelona.
Volvió con las manos vacías, pero no era h ombre de arredrarse. Estábamos lanzados -junto a nuestros “primos”- a la quimera del “fútbol espectáculo”. Y aunque de menor cuantía, el hombre que sacudió a River y el fútbol argentino con Bernabé, La Máquina, Walter y el Monumental, logró alinear nomás una delantera de jugadores extranjeros: dos brasileños como interiores de ataque, un uruguayo y un brasileño en las puntas y un español (José García Castro, “Pepillo”, hasta ahí suplente de Di Stéfano en el Real Madrid) como ariete. Domingo Pérez, Moacir, Pepillo, Delem y Roberto. Así quedaba conformada la delantera. Eran los tiempos en que Ermindo Onega aparecía recluido en la reserva, pese a su calidad inmensa, que esparcía en gotas en la primera cada tanto. El histerismo de algunos sectores de “la San Martín” y cierta apatía del extraordinario “Ronco” habían llevado al desplazamiento insólito, sin por ello desconocer los puntos que calzaba el entonces habitual ocupante de esa plaza, Vladem Quevedo Lázaro Ruiz “Delem”,el del infortunio ante Roma que signó el comienzo de muchos años de frustraciones en la línea de llegada, el de un tiempo considerable como conductor de las inferiores.
Estábamos en la pelea de los primeros puestos, cuando sobrevino un receso. La selección argentina conducida por Victorio Spinetto practicaba un periplo similar al que haría River Plate. Era con miras al Mundial que se avecinaba en Chile (1962), tras la “noche de Suecia” tan dañina para River y el fútbol Argentino.
La buena estrella de don Victorio ya no brillaba como en sus mejores momentos. Hubo derrotas que marcaron como las sufridas en esos países ante España (por el mismo score, 2 a 0, con que un año atrás los habíamos derrotado con una muy buena actuación) e Italia (4 a 1)- En esos equipos brillaban los dos mejores jugadores extranjeros que pisaron canchas europeas (así lo reconocieron los organismos pertinentes), Alfredo Di Stéfano y Enrique Omar Sívori. Eran además, genuinos productos riverplatenses. Pero ahora dirigían la batuta de las selecciones de los países en que llevaban su juego incomparable.
Los malos resultados jaqueaban la continuidad de Spinetto.
River a todo esto arrancaba con una victoria de campanillas en el Bernabeu. Vencía al poderosísimo Real Madrid de Di Stéfano por 3 a 2. Estos fueron los hombres que recogieron el reto histórico de Liberti (“River debe estremecer al mundo con halagos internacionales”) y esa 14 de junio de 1961 concretaron la hazaña de hacer hocicar al equipo “merengue” tras 9 años sin morder el polvo de la derrota en el Bernabeu: Carrizo, Ramos Delgado y Echegaray; Osmar Rodríguez, Salvador y Varacka; Domingo Pérez, Moacir, Pepillo,Delem y Roberto. Estos dos últimos marcaron los goles. 2 Roberto, 1 Delem. Ellos hicieron despatarrar al orgulloso ganador de cuanto torneo disputaba en cualquier terreno. River jugó un fútbol quizás no ajustado a nuestros moldes clásicos, pero igualmente de gran precisión y enjundia. Dirigía el equipo el húngaro Hirsch, un hombre exitoso en los años de La Máquina,que había saltado a la consideración en el “Expreso” de Gimnasia de 1933.
Lo visto entusiasmó al pope afista Raúl H. Colombo, que planeaba destituir a Spinetto (cosa que concretó pocos meses después, tras una derrota en el Monumental ante Rusia). Manifestó Colombo que Hirsch le había demostrado que sabía de fútbol porque jugó con dos wingers pegados contra la raya, a los que amenazó con multar o excluir si bandonaban ese posicionamiento.
Finalizado el partido don Antonio Liberti se apareció en el vestuario madridista con una de sus particulares debilidades, una caja de puros, en señal de atención con el presidente del oponente. Pero el traspié había calado hondo en Santiago Bernabeu, que le dijo secamente:”No fumo”.

Vinieron otros resultados de alta significación: 3-1 contra el Nápoli en San Paolo (goles de Domingo Pérez, Delem, Pepillo), ¡5 a 2 a la Juve de Sívori! (Varacka, Sarnari, Domingo Pérez y 2 de Moacir), un meritorio empate en 1 gol contra el Inter (Moacir).
La gira no se pudo cerrar con el invicto, justo en el partido que “a priori” aparecía como de más factible resolución favorable, contra el Sevilla. Empezamos ganando 2 a 0 (goles del “Tanque” Rojas y Pepillo), pero los dueños de casa arribaron a un victorioso 3 a 2. Contaron con la colaboración inmensa de un juez localista. El gol que definió el partido fue el más viciado de nulidad, motivando un reclamo de Salvador (un moreno mediocampista uruguayo, a quien habíamos incorporado a raíz de un trueque realizado con Peñarol por el peruano Joya,en una transacción que no nos trae precisamente recuerdos épicos, ya que el peruano fue gran figura en el equipo de la otra orilla, logrando títulos locales e internacionales, entre ellos el histórico 4 a 2 con que nos ganaron en Chile).”Pero que quieres, negro, ¿tú te pensabas que se iban a ir de aquí ganando?” le dijo groseramente el soplapitos europeo a nuestro mediocampista.

Culminada la gira, una multitud se volcó en el aeropuerto de Ezeiza. Eran enfervorizados riverplatenses que iban a recibir a “El Vengador” (así llamado porque se había erigido en un virtual catalizador de revanchas de los traspiés que sufría nuestro seleccionado en una gira de parecido recorrido y rivales).
La tarde del reinicio del fútbol grande (julio de 1961) el Monumental se llenó de hinchas que íbamos dispuestos a presenciar un galope hacia el título. El histórico Departamento de Cadetes tributó una de sus demostraciones habituales de lustre al equipo que venía de llevar adelante nuestro estandarte, cuando éste pisó suelo en el Monumental, dispuesto a seguir con el itinerario triunfal en canchas argentinas.
Pero de Gimnasia y Esgrima (nuestro oponente de esa tarde) nos sorprendió en los minutos iniciales con un taponazo de su número 10 Diego Bayo, sellando un 1 a 0 que se mantuvo inalterable a través de los 90 minutos. Vino luego otra derrota, ante Racing en Avellaneda (campeón ese año) por 2 a 1. Hubo un atisbo de reacción, pero la irregularidad fue la constante. Se iba Hirsch, las ilusiones naufragaban y se iniciaba otro proceso.
Más allá de esa situación coyuntural de nuestro devenir, el recuerdo, el respeto, la evocación perenne hacia aquellos hombres que en aquel junio de 1961 escribieron una de las páginas más brillantes de nuestra historia. Medio siglo después recordémoslos como corresponde.

Mi amigo OSVALDO RIGANTI

El fútbol espectáculo fue argumento importante para la sequía histórica. Pepillo ni siquiera era suplente de Di Stéfano. Delem y Moacir eran buenos jugadores. Los otros dos… Mientras, las inferiores, con Ermindo Onega a la cabeza, veían pasar oportunidades. Liberti hizo varias cosas buenas, pero es el presidente más sobrevalorado de la historia. Lo mismo sucede con Armando en Boca. Tomaron decisiones que perjudicaron económica y deportivamente a los clubes durante varios años.

PD: Muy bueno el recordatorio.

Es una lástima que el fútbol moderno y sus calendarios hayan eliminado estas giras.

Yo no creo que este sobrevalorado liberti, la grandeza de river es en gran parte gracias a el. decisiones economicas perjudiciales hay en toda gestion, seguro que cuando las tomo no fueron para perjudicar a river.

Gracias por recordarme esto… esa hermosa gira del 61…ganandole a Madrid y a la Juve! Eso era RIVER PLATE, carajo!!!

:cry: :cry: :cry:
:cry: :cry: :cry:
(Me voy a llorar un rato, seco las lagrimas y vuelvo)

Liberti sobrevalorado??? Tenemos el tremendo estadio que tenemos gracias a él. Que tiene de sobrevalorado?.

Que lindo recuerdo,por estas cosas es tan grande River.