Ramón es la brecha.

“Hasta que ganó el campeonato, esa vuelta olímpica postergada en los sombríos tiempos del descenso. Y de yapa, se quedó con la Supercopa. Fueron dos títulos en media docena de días, de la mano de Ramón, el técnico más ganador. Entonces, el Pelado dejó aflorar su verdadera personalidad. Se soltó en la charla con Clarín, hace apenas una semana: “Si querían una demostración, yo ya la di”. Y fue aún más desafiante en la larga entrevista: “Les voy a contar algo. Tenemos una reunión pendiente con D’Onofrio y Francescoli. Y un consejo que le puedo dar al presidente y a la Comisión Directiva es no quedarnos con lo que hicimos porque las exigencias en River son muy grandes (…) Hasta que no me junte con los dirigentes, no podemos ser más explícitos. Pero los voy a aconsejar de la mejor manera. Ellos tendrán su idea, yo tengo la mía”.”

La cita corresponde a una editorial de Daniel Avellaneda, en el diario Clarín de hoy, martes 27 de Mayo. Sacada la cita a Ramón de contexto, parece condecirse sólo con el perfil del técnico más ganador en la historia de River, porque eso mismo en definitiva es Ramón en River: la exigencia misma. Pero puesta en el contexto de su renuncia, es reveladora de una pulseada política y deportiva entre entrenador y dirigentes, en donde no hubo posibilidad alguna de negociación con un piso deportivo tan bajo propuesto por quienes manejan el club, amén de otras cuestiones (retorno de jugadores a préstamo y vestuario).

Como sabemos que esperar de Ramón, a muchos no les sorprendió la renuncia, y a otros nos tomó por total sorpresa, aún sabiendo la realidad económica de River. Es que en una semana, River se quedó sin algo más que un técnico: tampoco sin sus perspectivas de gloria deportiva a corto plazo. El lema “River vuelve a ser River” se evaporó con Ramón y no porque él sea River sino porque él es ganar títulos y eso es River. En lo personal, haciendo cálculos al aire, no me parecía insalvable una situación donde la diferencia fundamental arrancaba en 12 millones de dólares (unos 100 millones de pesos) inmediatos para liberar tensiones crediticias, habiendo obtenido un campeonato y con suficientes activos propios. Como contrapartida, hay que preguntarse si sorprende el piso deportivo propuesto por los dirigentes para afrontar una triple competencia. Parece a priori sencillo responder con los números de la economía, pero la pregunta apunta al perfil de los mismos. Suponiendo que Ramón es un técnico con un perfil ganador y caro, habría que preguntarse por el perfil empresarial de los dirigentes.

Donofrio, Ballota, Patanian, Francescoli. Hombres que vienen del mundo bancario, de los negocios, además de una ex gloria deportiva del club devenido en exitoso empresario del fútbol. Si los descontextualizamos, debemos entender que son empresarios. Que saben que entre responsabilidad financiera e inversión improductiva hay una brecha pequeña de distancia, una brecha que necesita de un barrera lógica. Contextualizando, un ejemplo riverplatense actual de esto sería que la inversión en marketing acompañada sólo de responsabilidad financiera deviene en inversión improductiva. En el fondo, a los dirigentes la salida de Ramón le quita potencialidad a la proyección final de ingresos vía marketing. Perder a Ramón ya implica perder marca, y perder jerarquía en el equipo sólo lo agrava aún más. Por ende, el esfuerzo original deviene en improductivo. Esta linealidad pierde de vista que la situación deudora y crediticia del club es insostenible sin grandes ventas, y que la situación resulta mayormente heredada de la anterior gestión. Ahora bien, en una empresa, ante una situación de activos rendidores (en lo deportivo), ¿qué hace el nuevo dueño de la misma? ¿Invierte en ello para aumentar la rentabilidad futura o liquida? En el deporte argentino, si tomamos los casos de Macri en Boca y Tinelli en San Lorenzo la respuesta es clara. No obstante, el fútbol argentino no genera ingresos como se entiende en el mundo empresarial, por lo que el incentivo tiende a mezclarse con la política misma. Al no ser ninguna de las personas mencionadas dueños de sus respectivos clubes debemos entender que cumplen el rol de algo parecido al “mecenas” renacentista, aquel que financiaba artistas sin un motivo económico de fondo (pero que si era por el poder). No es una figura exclusiva de nuestras pampas (Abramovich en Chelsea, Mansour en M. City). Pero parece que River no cuenta con tal figura, interesada en capitalizar al mismo. Que empresarios del fútbol no encuentren tal mecenas puede disparar decenas de conjeturas, divididas en dos. Están las que apuntarían a la mera incapacidad de orquestar una jugada importante como esa. Y están las que apuntarían a que no es (¿era?) el momento para la misma. Por el momento parece que el perfil de nuestros empresarios devenidos en dirigentes del fútbol es el de la cautela a la hora de invertir.

Se hace evidente hoy que el choque de concepciones entre el técnico y los dirigentes era inevitable. La austeridad efectivamente aplicada nos ha mostrado su tendencia a abrir la temporada de chivos expiatorios más temprano que tarde, tanto en fútbol como en política. Así visto, nunca he de entender de otra manera casos como los de Lopez Murphy o Angel Cappa, en sus respectivos ámbitos. Ramón vió eso y en parte lo llevó a renunciar. Por algo Ramón es la brecha, entre una manera de entender el fútbol en River y la realidad en la que el club está sumergida. Cambian las personas y las épocas, pero las esencias se mantienen. Y por eso mismo chocará inevitablemente también el “volver a ser” de nosotros los hinchas, nuestra esencia ganadora, con el “volver a ser” que propongan los dirigentes (no hubo señal más nítida al respecto que una conferencia de prensa del estado financiero del club en el mismo día de la renuncia del técnico más capaz hoy para dirigir a River), cuya esencia no queda aún clara. Pueden perfectamente pasarse de rosca con su idea de responsabilidad y terminar empeorando la realidad que hereraron. Ramón entiende la responsabilidad desde el lugar que le cabe, que es el de director técnico, el puesto más díficil por lejos. Y ser responsable es una tarea díficil, donde hay que medir variables actuales e históricas, siempre con arreglo a valores e ideales. En ese sentido, Ramón aprobó todos los exámenes y el tiempo giró los dividendos deportivos: invirtió dinero en refuerzos y su propio capital simbólico a la hora de tomar deciciones. ¿Pero quién puede asegurar que en fútbol vender afuera sea lo lógico de aquí a dos o tres años? Le sucedió a la periferia agrícola mundial en los 30 y le puede suceder tranquilamente al endeudado fútbol argentino si se desploma la unión bancaria europea. Los dirigentes deberán dar cuenta de qué es ser “volver a ser” responsable en River y en un mundo que cambió y cambiará; el futuro dará sentencia al respecto. Y en ese sentido y por eso mismo, es que no puedo entender hoy a Mora, Ponzio y Trezeguet como otra cosa más que activos tóxicos de los que hay que desprenderse inmediatamente.

“Hasta que ganó el campeonato, esa vuelta olímpica postergada en los sombríos tiempos del descenso. Y de yapa, se quedó con la Supercopa. Fueron dos títulos en media docena de días, de la mano de Ramón, el técnico más ganador. Entonces, el Pelado dejó aflorar su verdadera personalidad. Se soltó en la charla con Clarín, hace apenas una semana: “Si querían una demostración, yo ya la di”. Y fue aún más desafiante en la larga entrevista: “Les voy a contar algo. Tenemos una reunión pendiente con D’Onofrio y Francescoli. Y un consejo que le puedo dar al presidente y a la Comisión Directiva es no quedarnos con lo que hicimos porque las exigencias en River son muy grandes (…) Hasta que no me junte con los dirigentes, no podemos ser más explícitos. Pero los voy a aconsejar de la mejor manera. Ellos tendrán su idea, yo tengo la mía”.”

La cita corresponde a una editorial de Daniel Avellaneda, en el diario Clarín de hoy, martes 27 de Mayo. Sacada la cita a Ramón de contexto, parece condecirse sólo con el perfil del técnico más ganador en la historia de River, porque eso mismo en definitiva es Ramón en River: la exigencia misma. Pero puesta en el contexto de su renuncia, es reveladora de una pulseada política y deportiva entre entrenador y dirigentes, en donde no hubo posibilidad alguna de negociación con un piso deportivo tan bajo propuesto por quienes manejan el club, amén de otras cuestiones (retorno de jugadores a préstamo y vestuario).

Como sabemos que esperar de Ramón, a muchos no les sorprendió la renuncia, y a otros nos tomó por total sorpresa, aún sabiendo la realidad económica de River. Es que en una semana, River se quedó sin algo más que un técnico: tampoco sin sus perspectivas de gloria deportiva a corto plazo. El lema “River vuelve a ser River” se evaporó con Ramón y no porque él sea River sino porque él es ganar títulos y eso es River. En lo personal, haciendo cálculos al aire, no me parecía insalvable una situación donde la diferencia fundamental arrancaba en 12 millones de dólares (unos 100 millones de pesos) inmediatos para liberar tensiones crediticias, habiendo obtenido un campeonato y con suficientes activos propios. Como contrapartida, hay que preguntarse si sorprende el piso deportivo propuesto por los dirigentes para afrontar una triple competencia. Parece a priori sencillo responder con los números de la economía, pero la pregunta apunta al perfil de los mismos. Suponiendo que Ramón es un técnico con un perfil ganador y caro, habría que preguntarse por el perfil empresarial de los dirigentes.

Donofrio, Ballota, Patanian, Francescoli. Hombres que vienen del mundo bancario, de los negocios, además de una ex gloria deportiva del club devenido en exitoso empresario del fútbol. Si los descontextualizamos, debemos entender que son empresarios. Que saben que entre responsabilidad financiera e inversión improductiva hay una brecha pequeña de distancia, una brecha que necesita de un barrera lógica. Contextualizando, un ejemplo riverplatense actual de esto sería que la inversión en marketing acompañada sólo de responsabilidad financiera deviene en inversión improductiva. En el fondo, a los dirigentes la salida de Ramón le quita potencialidad a la proyección final de ingresos vía marketing. Perder a Ramón ya implica perder marca, y perder jerarquía en el equipo sólo lo agrava aún más. Por ende, el esfuerzo original deviene en improductivo. Esta linealidad pierde de vista que la situación deudora y crediticia del club es insostenible sin grandes ventas, y que la situación resulta mayormente heredada de la anterior gestión. Ahora bien, en una empresa, ante una situación de activos rendidores (en lo deportivo), ¿qué hace el nuevo dueño de la misma? ¿Invierte en ello para aumentar la rentabilidad futura o liquida? En el deporte argentino, si tomamos los casos de Macri en Boca y Tinelli en San Lorenzo la respuesta es clara. No obstante, el fútbol argentino no genera ingresos como se entiende en el mundo empresarial, por lo que el incentivo tiende a mezclarse con la política misma. Al no ser ninguna de las personas mencionadas dueños de sus respectivos clubes debemos entender que cumplen el rol de algo parecido al “mecenas” renacentista, aquel que financiaba artistas sin un motivo económico de fondo (pero que si era por el poder). No es una figura exclusiva de nuestras pampas (Abramovich en Chelsea, Mansour en M. City). Pero parece que River no cuenta con tal figura, interesada en capitalizar al mismo. Que empresarios del fútbol no encuentren tal mecenas puede disparar decenas de conjeturas, divididas en dos. Están las que apuntarían a la mera incapacidad de orquestar una jugada importante como esa. Y están las que apuntarían a que no es (¿era?) el momento para la misma. Por el momento parece que el perfil de nuestros empresarios devenidos en dirigentes del fútbol es el de la cautela a la hora de invertir.

Se hace evidente hoy que el choque de concepciones entre el técnico y los dirigentes era inevitable. La austeridad efectivamente aplicada nos ha mostrado su tendencia a abrir la temporada de chivos expiatorios más temprano que tarde, tanto en fútbol como en política. Así visto, nunca he de entender de otra manera casos como los de Lopez Murphy o Angel Cappa, en sus respectivos ámbitos. Ramón vió eso y en parte lo llevó a renunciar. Por algo Ramón es la brecha, entre una manera de entender el fútbol en River y la realidad en la que el club está sumergida. Cambian las personas y las épocas, pero las esencias se mantienen. Y por eso mismo chocará inevitablemente también el “volver a ser” de nosotros los hinchas, nuestra esencia ganadora, con el “volver a ser” que propongan los dirigentes (no hubo señal más nítida al respecto que una conferencia de prensa del estado financiero del club en el mismo día de la renuncia del técnico más capaz hoy para dirigir a River), cuya esencia no queda aún clara. Pueden perfectamente pasarse de rosca con su idea de responsabilidad y terminar empeorando la realidad que hereraron. Ramón entiende la responsabilidad desde el lugar que le cabe, que es el de director técnico, el puesto más díficil por lejos. Y ser responsable es una tarea díficil, donde hay que medir variables actuales e históricas, siempre con arreglo a valores e ideales. En ese sentido, Ramón aprobó todos los exámenes y el tiempo giró los dividendos deportivos: invirtió dinero en refuerzos y su propio capital simbólico a la hora de tomar deciciones. ¿Pero quién puede asegurar que en fútbol vender afuera sea lo lógico de aquí a dos o tres años? Le sucedió a la periferia agrícola mundial en los 30 y le puede suceder tranquilamente al endeudado fútbol argentino si se desploma la unión bancaria europea. Los dirigentes deberán dar cuenta de qué es ser “volver a ser” responsable en River y en un mundo que cambió y cambiará; el futuro dará sentencia al respecto. Y en ese sentido y por eso mismo, es que no puedo entender hoy a Mora, Ponzio y Trezeguet como otra cosa más que activos tóxicos de los que hay que desprenderse inmediatamente.

Hoy me desperte de la siesta, agarre mi celu y en un grupo de whatsapp que tengo con amigos uno me pregunta si en verdad se fue Ramòn, no entendia nada, prendi la tele y fue una piña derecha al menton. Me quede duro, parado, no dije nada, mi vieja me decia : Ramiro, ramiro, ramiro!!! y nada.

Como si Ramòn fuera mas que el mismo River, pero no se, solamente se, que River no es lo mismo con Ramòn, y Ramòn, no es el mismo sin River.

Genial!

Lo escribistes vos?

Impecable, Nico. Deberias escribir mas seguido y postear los textos.