¿Qué opinan del...

Dos stalinistas en el mismo lugar?!?!?! Debe haber una reunion del pcr cerca.

:roll:
El primero en hablar de revolucion permanente fue Marx en 1850.

Por otro lado los “logros” de Stalin no tienen absolutamente nada que ver con si fue o no un traidor a la revolucion. No niego que haya convertido a la urss en una potencia.

Si papa, pero no por eso voy a ponerme a escupir mierda contra todos los gobiernos socialistas desde Cuba hasta la URSS…


En 1914 Lenin escribió en su folleto sobre el derecho a la autodeterminación que “¡Trotski es mas peligroso que un enemigo!”.

KAOSENLARED.NET – La lucha consecuente de los comunistas contra los trotskistas

Lenin tiene editado un voluminoso libro de dos tomos dedicados a los ataques de Troski contra el partido bolchevique. En 1916, en su obra, “La guerra y la revolución” , escribía : “Trotski es un manipulador, un mentiroso y un cínico. En su agitada carrera política, ha pasado de los eseristas, a los socialistas revolucionarios , a los mencheviques…Sin embargo, una cosa no ha cambiado jamás : es un ferviente enemigo y crítico del Partido bolchevique, se opone a él en toda ocasión (…) ¡Ese es Trotski! Amaga a la izquierda y actúa a la derecha, es un prestidigitador de la realidad”

Revolucion Cultural: El trotskismo, cáncer del comunismo.

El Ché Guevara escribió que “Consideramos que el partido trotskista actúa contra la Revolución”.

Comunistas de Extremadura: Historia de Trotsky y del trotskismo (II)

En todos los países, los trotskistas se dieron buenos apelativos para enmascarar su sucia tarea de bandidos. Por ejemplo, en España, se llaman Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). ¿Sabían ustedes que son ellos los que constituyen los nidos de espías en Madrid, en Barcelona y en otros lugares, al servicio de Franco? Son ellos los que organizan la célebre «quinta columna», organismo de espionaje del ejército de los fascistas italianos y alemanes. En Japón, se llaman Liga Marx-Engels-Lenin (MEL).

Comunistas de Extremadura: Ho Chi Minh: El trotskismo y los trotskistas

Y… la mayoria de los intentos de socialismo fueron una cagada…

Me pasas alguna fuente que confirme que “Trotsky fue de 1904 a 1914 un declarado enemigo de Lenin”?, porque hasta donde yo se se llevaban bien y solo se enfrentaron por cuestiones organizativas y por desacuerdos en el diario Iskra. Es mas, el propio trotsky reconoce mas tarde que en las cuestiones organizativas lenin tenia razon y estaba mas avanzado que el.

menos historia tengo… Pero stalin no era al que lo embalsamaron o algo asi? y el tipo que se encargo de hacer ese trabajo tenia una condición, si fallaba tenia condena a la guillotina… Se la jugo y salio bien y gano un fangote de guita…

Fijate arriba… la gran frase de Lenin… y el parrafo que le dedica en su libro…

Sigue sin entrarme en la cabeza cómo puede haber gente que deteste a Hitler por genocida y alabe a Stalin que fue un genocida también.

Te dejo El derecho de las naciones a la autodeterminacion, si encontras la frase escrita exactamente como esta citada arriba me hago stalinista.

Probablemente, el autor del articulo quiso transcribir lo siguiente (aunque esta clara su mala intencion al reinterpretarlo libremente, agravando lo dicho por lenin y encima usando comillas):

“El artículo de Rosa Luxemburgo fue publicado con su firma en 1908 -desde luego, a nadie se le ocurrió jamás negar a las plumas del partido el derecho a criticar el programa-, y después de este artículo tampoco hubo ni un solo organismo oficial de los marxistas polacos que plantease la revisión del apartado 9. Por esta razón, Trotski presta en verdad un flaco servicio a ciertos admiradores de Rosa Luxemburgo cuando, en nombre de la redacción de Borbá, escribe en el número 2 (marzo de 1914):
“… Los marxistas polacos consideran que el “derecho a la autodeterminación nacional” carece en absoluto de contenido político y debe ser suprimido del programa” (pág. 25).
¡Trotski obsequioso, enemigo peligroso! En ninguna parte, si no es en “conversaciones particulares” (es decir, sencillamente en chismes, de los que siempre vive Trotski), ha podido encontrar pruebas para incluir a los “marxistas polacos” en general entre los partidarios de cada artículo de Rosa Luxemburgo. Trotski ha presentado a los “marxistas polacos” como gentes sin honor y sin vergüenza, que no saben siquiera respetar sus convicciones ni el programa de su partido. ¡Trotski obsequioso!”

Hay un largo trecho entre ambos dichos, y no es mas grave esta que la acusacion contra stalin que hizo antes de morir. Ademas fijate el contexto, las divergencias son por boludeces.

¿Y?, ¿entonces no me negas que Lenin escupe fuego contra Trosky?.. ¿sobre lo otro que puse?, ¿ni mù?..

Ya te respondi esto y el porque de las diferencias entre Lenin y Trotsky.

Ahora, sobre lo de Lenin escribiendo “Trotski es un manipulador, un mentiroso y un cínico…”, soy bastante esceptico. Especialmente porque no conozco ninguna obra llamada “La guerra y la revolución”, y no encuentro ninguna referencia a esa frase, ni a dicha obra. Y, tratandose de una frase tan contundente e importante, lo mas probable, si no encuentro NINGUNA referencia, es que esté llanamente tergiversada (como la otra). Acordate que estas citando un blog, claramente maoista, y por lo tanto opuesto al trotskismo, y que no hay ningun link a la obra en si.

Bueno ahora no pude encontarr las referncias… despues con unos contactos t confirmo…

Ahora… ¿el porque de las diferncias entre Trosky y Lenin?..

Empesemos dsde el principio…

Entre otras cosas Trosky lo llama…

Escisionista fanático

Revolucionario demócrata-burgués

Fetichista de la organización

Dictador

Teocrata

Autocrata-asiático

Burócrata

Jefe del ala reaccionaria del Partido

Ya en 1904 habìa estos “”“resquemores”"""… pero es un tema IDEOLOGICO papa… Trosky y los Troskos plantean cuestiones absurdas… por ejemplo que seran los oprimidos los que dirigan una Revolucion… ¿osea que el linyera de a 2 cuadras que no sabe leer ni escribir, pero es oprimido va a ser la Revolucion?.. JÀ!..

Trosky aprte plantea que sin el campesinado se puede hacer la Revolucion… :lol::lol::lol::lol::lol::lol::lol:.

Otra gran estupids que los Troskos mantienen es qu la Revolucion se tiene que hacer a nivel global… ¿osea que si occidente fracasa, los demàs paìses tienen qu cagarse y no hacer nada?..

Los Troskos se han opuesto a todas las Revolusiones de la forma màs reaccionaria posible… insisto en ver como hasta en Cuba se quemaron sus imprentas… el Troskismo a la larga es un camarada de ruta, de las idas contra-revolusionarias de Tacher, Bush… etc…

Fijate en lo sectarios que son, en las inchoerenias que plantean… fijate la nula capacidad de construccion… atacan todo, fijate el desprecio por la Liberacion Nacional de los pueblos…

TROSKO!.. LACRA CONTRA-REVOLUSIONARIA!.

Mira, te cito el texto en el cual Trotsky mismo explica, con una autocritica, porque se opuso a lenin en un momento:

"En 1903 no había otra salida que eliminar de la redacción de Iskra a Axelrod y a Zasulich. Yo sentía por ellos no sólo respeto, sino simpatía. También Lenin les había tenido aprecio, en consideración a su pasado. Pero habiendo llegado al convencimiento de que eran un estorbo cada vez más molesto en la senda del provenir, sacó la conclusión lógica de esta premisa y creyó necesario separarlos del puesto directivo que ocupaban. Yo no podía avenirme a ello. Todo mi ser se rebelaba contra esta mutilación despiadada de viejos luchadores que habían llegado hasta el umbral de nuestro partido. Este sentimiento de indignación me hizo romper con Lenin en el segundo congreso. Su conducta me parecía intolerable, indignante, espantosa. Y, sin embargo, era políticamente acertada y, por consiguiente, necesaria para la organización. No había más remedio que romper con los viejos, que se obstinaban en seguir aferrados a la fase preparatoria. Lenin supo comprenderlo antes que nadie. Quiso ver si aún era posible retener a Plejanov, separándolo de los otros dos. Pero los hechos se encargaron de demostrar muy pronto que no podía ser. Me separé, pues, de Lenin por motivos que tenían mucho de ‘morales’ y hasta de personales. Sin embargo, aunque aparentemente fuese así, en el fondo la divergencia tenía una carácter político que se reflejaba en el campo organizativo.
[i]“Yo me contaba entre los centralistas. Pero es indudable que por entonces no podía darme clara cuenta del centralismo severo e imperioso que había de reclamar un partido revolucionario creado para lanzar a millones de hombres a combatir a la vieja sociedad. Hay que tener en cuenta que había pasado los primeros años de mi juventud en la penumbra de la reacción, pues en Odessa había un retraso de un siglo; Lenin, en cambio, convivió en su juventud con el movimiento liberal de la Narodnaia Volia (Libertad del Pueblo). Quienes tenían unos cuantos años menos que yo se habían formado ya en un ambiente de progreso político. Al celebrarse el congreso de Londres, en el año 1903, la revolución tenía para mí, todavía, mucho de abstracción teórica. El centralismo leninista no surgía aún en mi cerebro de una concepción revolucionaria, clara y definitiva, a la que hubiera llegado por mi cuenta. Y si no me equivoco, mi vida intelectual ha estado presidida siempre, imperiosamente, por la tendencia a comprender por mi cuenta los problemas, sacando de ellos todas las consecuencias lógicas y necesarias”

[/i]Lo del campesinado es debatible, nunca te diste cuenta que el campesinado es uno de los sectores mas retrogrados y consevadores del pais (bah, del mundo)? Hasta los pequeños productores estan absolutamente aferrados a la propiedad privada. Igual esto discutilo con un trosko, no conmigo, porque no lo tengo tan claro.

Sobre la revolucion global, el mismo Marx dice que es necesario que los paises mas desarrollados lideren la revolucion. Osea que si, es necesario que la revolucion se de en los paises centrales para que en los paises perifericos pueda triunfar la revolucion. El fracaso de los intentos de socialismo pareceria darle la razon. Igual, una vez mas, discuti la teoria con un trosko, porque yo no estoy para discutirla en profundidad.

Finalmente, sobre lo de la oposicion a las revoluciones. Trotsky vivio hasta 1940 asi que dificilmente hubiera podido oponerse a mucha revoluciones. De todas formas, como dije antes, la mayoria fueron un desastre asi que no hubiera estado mal que se oponga.

stalin fue un genocida! no puedo creer que haya gente que lo banque

stalin fue un traidor a las ideas leninistas por mas que el muchacho se escandalice y lo acuse a trotsky de contrarrevolucionario… no tengo ganas de buscar mis guias de historia contemporanea como para citarlas y decir lo mismo que dice chernesky pero con menor precision…

Muy linda la “autoritica”, pero entonces aceptas que Trosky sì fue enemigo de Lenin en un momnto… asì como Lenin en un momnto ( lamentablement el ùltimo d su vida, lo cual no le dio tiempo de aprciar la obra de Stalin y la postura fasista de Trosky) tubo criticas hacia Stalin…

En ningun momento Leòn hace criticas a sus plantiamentos teoricos, qu son anatgonicos hacia el Leninismo…

Macho obio!!!, qu todos quremos la Revolusion mundial… yo soy el primro en creer que para mantenr un paìs socialista hace falta un orden mundial socialista… ¿pero si no lo logras que?.. vas a ponerte a comparar a la URSS con los NAZIS (8|)… vas a conspirar contra todos los qu intnen una experiencia socialista???.. captas la postura de Leòn?.. critica por izquirda y le hace el jugo al fasismo…


¿Prsi en dond estudias?..

en la uba

Que estudias presi?

ciencia politica (che no desvirtuemos:lol:)

Y buee… tenìndo en cunta que la UBA esta tapizada en troskos… :lol::lol::lol::lol:.

Mira vos. Cuando la curse en el CBC alla lejos y hace tiempo me acuerdo que me metian textos de Sartori por todos los wines

Abogado no? :stuck_out_tongue:

Les dejo un Texto que habla de trostky y el facho de Jabotinsky
Es de Gustavo Perednik

León Trotsky y Zeev Jabotinsky combinaron el pensamiento político con la conducción militar, y asumieron prolíficamente su destino histórico de disidentes. Los separó el abismo de cómo responder ante la urgencia del pueblo judío en el umbral del exterminio. De ambos se cumple este mes el 65 aniversario (Trotsky murió el 21 de agosto de 1940 y Jabotinsky el 2 de agosto de 1940)

León Trotsky y Zeev Jabotinsky tuvieron varias circunstancias en común: fueron jóvenes en Odessa, apasionados corresponsales de prensa, prolíficos escritores, talentosos organizadores, y hombres de armas que supieron reflexionar acerca de la naturaleza de la política mientras la ejercían. Junto a esas características, compartieron ser conspicuos disidentes de la línea oficial.

A ambos se les reveló patentemente el sufrimiento de las masas judías cuando recorrieron Europa Oriental, donde tomaron debida nota de la judeofobia y llegaron a explícitamente vaticinar la Shoá. Pero los separó el singular abismo de cómo encarar el peligro que se cernía sobre los judíos europeos.

El Sexto Congreso Sionista Mundial (Basilea, entre el 23 y el 28 de agosto de 1903) fue uno de los eventos más tormentosos de la historia judía moderna. Mientras en Rusia los pogromos dejaban centenares de judíos asesinados, el fundador y presidente de la Organización Sionista Mundial, Teodoro Herzl, decidió elevar una propuesta que el Congreso entendió rayana en la traición –casi la mitad de ellos se retiró y anunció un cisma–. La cuestión que trajo Herzl fue la sugerencia del Secretario de Colonias británico, Joseph Chamberlain, quien le había mencionado (20 de mayo de 1903) la posibilidad de trasladar judíos a «Uganda» (se refería a la llanura de Guas Ngishu en Kenia).

Abatidos, los sionistas supusieron que el perseverante y carismático conductor que venía blandiendo la viabilidad de recuperar Palestina, renunciaba a la meta de hacer renacer la patria ancestral de los judíos.

No era así. Para Herzl, la oferta africana serviría para oficializar el reconocimiento del movimiento sionista por la primera potencia mundial, y para empujar a ésta gradualmente a la conclusión de que sólo en Eretz Israel podría resolverse la milenaria injusticia que padecían los judíos.

Fugaz y fútil como fue, Uganda fue en efecto la primera propuesta política de un gobierno importante para resolver el sufrimiento israelita. Inglaterra ofrecía algo a los hebreos, y lo hacía dirigiéndose a la incipiente Organización Sionista. Palestina estaba fuera de sus posibilidades, ya que la ocupaba el imperio otomano.

Herzl eventualmente anunció la muerte del «proyecto Uganda» (27 de diciembre de 1903) y el Sexto Congreso fue el último de su vida. Pero para otros dos judíos, ambos de veintitrés años de edad, aquella tormenta les permitió moldear su actitud ante la cuestión judía.

León Trotsky escribió a la sazón su primer artículo dedicado íntegramente a ella, en el que bajo el título de La desintegración del sionismo y sus posibles herederos diagnosticó que:

«El congreso de Basilea, es apenas una demostración de desintegración e impotencia. El señor Herzl podrá ligarse durante algún tiempo a una u otra ‘patria’. Decenas de agitadores y centenas de hombres simples podrán apoyar su aventura, pero el sionismo como movimiento ya fue condenado a perder todo derecho a la existencia en el futuro. Esto está claro como el sol del medio día.»

Trotsky dedujo incorrectamente que el sionismo se disolvía, y procuraba que su ala izquierda se encaminara hacia el bolchevismo. Su competencia era el Bund, por entonces la mayor agrupación socialista judía.

Para Zeev Jabotinsky, el Sexto Congreso, lejos de presagiar un declive, lo motivó a dedicar su vida a la causa de reestablecer el Estado judío. Denominó monismo a su infatigable concentración en esa meta, una que por lo imprescindible impedía otras militancias cualesquiera.

A ambos jóvenes los impresionaron los sendos líderes de sus movimientos. Para Jabotinsky, Herzl fue el guía a quien valía «seguir hasta en sus errores». Trotsky huyó de la cárcel siberiana para ofrecer en Londres sus servicios al comandante de los revolucionarios rusos, Vladimir Lenin.

Los dos construyeron regimientos coetáneos. Una vez producida la Revolución Rusa, Trotsky –quien ahora secundaba a Lenin en la cúspide del poder– negoció la paz de Brest-Litovsk para retirar a Rusia de la Gran Guerra e inmediatamente, ya como Comisario de Guerra, organizó el Ejército Rojo con el que derrotó a los contrarrevolucionarios y aseguró así la supervivencia del primer Estado comunista.

Cuando estalló la Gran Guerra y el imperio otomano se unía a Alemania, Jabotinsky fue el primero en proclamar públicamente la gran ocasión de armar una legión judía –la primera en dos milenios– para combatir del lado de los aliados.

(Cuando estalló la Segunda Guerra volvió a demandar, esta vez en su libro La Nación Judía y la guerra, que en la subsiguiente conferencia de paz fuera proclamado el objetivo de crear un Estado hebreo.)

Tanto la visión como el método fueron considerados exagerados por los líderes sionistas, que rechazaron la idea de un ejército judío. Pero este nació, con 6.400 soldados en tres batallones que combatieron en Galípoli con la insignia del candelabro.

Concluida la contienda, Jabotinsky enfrentó los desmanes antijudíos en Palestina que contaban con la complicidad del imperio británico. Con un diez por ciento de los desmovilizados de la Legión, impulsó en 1920 la Haganá, semilla del actual ejército de Israel.

Como consecuencia de la autodefensa contra los pogromistas en Jerusalén durante la Pascua de 1920, Jabotinsky fue arrestado por los ingleses y condenado a quince años de trabajos forzados en Acre, donde tradujo al hebreo partes de la Divina Comedia.

Hombre de letras también fue. Supo inglés, alemán, francés, italiano y español, y estudió latín y griego. Bajo el seudónimo de Altalena, fue de los columnistas más conocidos en la Rusia zarista. Escribió novelas, poemas y dramas, y tradujo al ruso obras clásicas hebreas como la poesía de Yehuda Leib Gordon y de Jaim Bialik. Grandes autores como Máximo Gorki le auguraron un lugar prominente en la literatura rusa si su energía no hubiera sido insumida por el sionismo.

La pena en Acre fue finalmente reducida y Jabotinsky rehabilitado, pero la legión que creara fue desbandada en mayo de 1921 como pena por su participación en la defensa del barrio judío de Jerusalén.

León Trotsky se oponía a la autodefensa judía porque los separaba del resto del pueblo. Hizo oír esa opinión por primera vez en el congreso que convocara del Bund (Karlsruhe, mayo de 1903) cuando arremetió contra su líder Vladimir Medem.

La judeofobia alcanzaba un nuevo pico de violencia con el pogromo de Kishinev (6-8 de abril de 1903) y Medem pedía que el POSDR (Partido Obrero Social-Demócrata de Rusia) la enfrentara.

Trotsky replicó que la agresión judeofóbica se arraigaba en la ignorancia medieval, por lo que había que remitirse a elevar la conciencia de las masas: sólo una revolución general terminaría con el fenómeno del odio antijudío.

Volvió a sostener su postura durante el Segundo Congreso del Partido (17 de julio-10 de agosto de 1903) cuando se quejó de que el Bund «generaba precedentes para otros grupos y así ponía en riesgo la unidad del partido», y sostuvo que «el objetivo del socialismo era barrer las barreras entre razas, religiones y nacionalidades, y no colaborar para levantarlas». La autodefensa «levantaba barreras».

El seguidor y biógrafo de Trotsky, Isaac Deutscher, registra en El profeta armado (1954) que en esa ocasión excepcional, Trotsky polemizó refiriéndose a sí mismo como judío.

A pesar de su rechazo a que los israelitas manifestaran su identidad ni siquiera para defenderse de los pogromos, dos eventos aumentaron la preocupación de Trotsky por la rampante judeofobia.

Uno fue el Caso Beilis, el proceso contra un joven judío acusado de utilizar ritualmente la sangre de un niño ucraniano. Después de años en la cárcel, Menajem Beilis fue declarado inocente en 1913, pero la consecuente murmuración sobre la «naturaleza maligna y asesina de los judíos» creó el clima para aumentar los pogromos.

Trotsky escribió que el proceso le había causado náuseas, lo comparó con el de Dreyfus, y concluyó que «el francés es un juego de chicos al lado de la política criminal del zar Nicolás II. El antisemitismo en Rusia se ha vuelto un medio de gobierno, una política de Estado». Ya no se trataba de meros resabios de prejuicios medievales.

El otro fue un viaje a los Balcanes (1912-1913) desde donde envió a su diario un artículo titulado La cuestión judía en Rumania y la política de Bismarck, firmado con su nombre judío original, Lev Davidovitch Bronstein: «la verdadera Rumania se manifiesta a través de la cuestión judía… El país está penetrado por el odio a los judíos… una religión de Estado.»

Jabotinsky también viajaba, a través de Galitzia y Hungría, y asimismo reparaba en la desesperación del gueto. A la sazón definió la diferencia entre la necesidad de los judíos de establecer su Estado en Israel y los reclamos árabes de que se les negara esa posibilidad: lo veía como «el apetito frente al clamor de la muerte por inanición».

Ambos llegaron a vaticinar el Holocausto. Trotsky escribió en diciembre de 1938 que «el número de países que expulsa a los judíos crece sin parar y el número de países que pueden aceptarlos decrece… Podemos, sin dificultad, imaginar lo que espera a los judíos… su exterminio físico». Sin embargo, su dogmatismo pudo más que su presagio y Trotsky resistió la propuesta de autoprotección judía por considerarla «separatista».

La revolución, sólo la revolución y nada más que la revolución, sería panacea para los problemas, la judeofobia incluida. Su exhortación a todos los elementos progresistas era para que fueran en auxilio, no de los judíos, sino de la revolución mundial. Ésta era para Trotsky la obligación especialmente de los judíos, ya que

«Palestina es una trágica ilusión… Lo único que puede salvarlos de la masacre es la revolución… La Cuarta Internacional llama a las masas populares a no dejarse engañar para encarar abiertamente la realidad amenazadora. La salvación reside sólo en la lucha revolucionaria… Los elementos progresistas y perspicaces del pueblo judío tienen la obligación de venir al auxilio de la vanguardia revolucionaria. El tiempo apremia. Un día ahora equivale a un mes o hasta un año. Lo que hagan, ¡háganlo rápido!»

La obvia contradicción entre diagnosticar una urgencia apremiante y sugerir como terapia un programa de revolución mundial que demoraría cuando menos varios lustros, no pareció perturbarlo.

Es que revolucionarios como Trotsky encarnaron una de las dos corrientes que derivaron de la Ilustración: la racionalista extrema, a la que el Romanticismo vino eventualmente a hacer frente. Iaakov Talmon lo explica en Los orígenes de la democracia totalitaria (1955): «la aproximación liberal supone que la política es una cuestión de ensayo y error, y aprendizaje de la experiencia. Ve en los regímenes políticos arreglos pragmáticos para el momento. La escuela de la democracia totalitaria, en contraste, parte de la base de que hay una verdad única en la política». Ésta «actitud científica» ante las decisiones políticas, que no deja lugar sino a una sola verdad, abonó el totalitarismo moderno.

Pagan los Bronsteins

Jabotinsky era hijo de la corriente liberal. Su propuesta para contrarrestar el monstruo que se hacía fuerte fue un pragmática evacuación de la judería europea: «O termináis con la Diáspora, o la Diáspora terminará con vosotros.»

La apatía de Trotsky en cuanto a la defensa de los judíos no varió incluso cuando lo visitaron para alertarlo de patentes masacres, como hiciera en 1921 el rabino de Moscú, Jacob Maze. Ante la respuesta de Trostky («Yo soy un revolucionario bolchevique, no un judío») Maze retrucó: «Los Trotskys hacen la revolución y los Bronsteins pagan la cuenta.»

El sarcasmo fue justificado. Los más de mil pogromos de los bandos blancos y anti-bolcheviques –que dejaron en Ucrania un saldo de 125.000 judíos asesinados– eran presentados por los perpetradores como actos de venganza contra una revolución que veían como «empresa de los judíos», en buena medida debido a la judeidad de Trotsky.

Así se difundía también en Alemania. El panfleto nazi Bolchevismo judío (Munich 1921) destacaba a «los principales ejecutores, Trotsky-Bronstein a la cabeza, que arrastran a una revolución mundial».

El drama de Jabotinsky Chujbina (El país ajeno) versa implícitamente sobre la desazón que expuso Maze: los judíos pagaban con sangre la visibilidad de líderes judíos que negaban la singularidad de la persecución judeofóbica, y terminaba siendo fútil su servicio a causas que ulteriormente los castigaban.

La judeofobia no era exclusividad de los contrarrevolucionarios; también existía dentro del Ejército Rojo. En su artículo Termidor y antisemitismo (22 de febrero de 1937) Trotsky sugiere que Stalin se había apropiado de la revolución del mismo modo en que los radicales jacobinos de Robespierre habían sido vencidos en el mes de termidor por el ala menos revolucionaria. Trotsky llegaba a la conclusión de que la persistencia de la judeofobia en Rusia no se debía a la incapacidad de la revolución para combatirla, sino a la decisión estalinista de rescatarla. Muchos comunistas escucharon sus denuncias con incredulidad e indignación, pero Trotsky vivía en carne propia los abiertos insultos judeofóbicos de quienes habían sido sus subalternos durante la guerra civil.

En 1936 comenzaron las farsas de los Procesos de Moscú, con los que Stalin se proponía eliminar todo resto de oposición. Trotsky, quien siempre se había opuesto a toda expresión de judeidad o de autonomía cultural para los hebreos, notaba ahora la fabricación de «pruebas» judeofóbicas que «legitimaban» las condenas, y equiparó aquellos juicios con los de Beilis y Dreyfus.

En julio de 1940, un mes antes de ser asesinado, Trotsky reparó también en la represión antijudía que el gobierno británico cometía en Palestina y en sus restricciones a la inmigración judía en un momento en que ésta podía salvar a millones de judíos de la muerte segura. Escribió entonces:

«La tentativa de resolver la cuestión judía con la emigración de los judíos a Palestina puede ser vista ahora por lo que es, un trágico blef para el pueblo judío. Interesado en conquistar la simpatía de los árabes, que son más numerosos que los judíos, el gobierno inglés modificó nítidamente su política en relación a los judíos, y renunció a su promesa de ayudarlos a fundar un ‘hogar propio’ en tierra extranjera. El próximo desarrollo de los asuntos militares podría transformar a Palestina en una trampa mortal para centenas de miles de judíos. Nunca estuvo tan claro como está hoy, que la salvación del pueblo judío está inseparablemente ligada al derrumbe del sistema capitalista.»

Para Jabotinsky la meta debía ser más asequible. La política antisionista británica se expresó por medio de seis Libros Blancos (los documentos de la política mandataria en Palestina, entre 1922 y 1939). Ante el último de ellos –el de MacDonald, que sentenciaba que no habría Estado judío– Jabotinsky propulsó la «Aliá Bet» o «inmigración ilegal», una empresa de rescate que delegó en el movimiento juvenil que había creado unos años antes, Betar. Veía en la línea oficial sionista palidez y minimalismo, nunca a la altura de la gravedad de las circunstancias. En 1923 renunció al Ejecutivo de la Organización Sionista Mundial y dos años después fundó en París la Unión de Sionistas Revisionistas.

Lo que para Jabotinsky era insuficiente, para Trotsky fue demasiado. Su antipatía por el sionismo se mantuvo, pero más que nada porque lo consideraba utópico. Escribió en 1934: «El sionismo aleja a los trabajadores de la lucha de clases a través de la esperanza irrealizable de un Estado judío bajo el capitalismo.»

En una entrevista en México (1937) reiteró que la construcción nacional judía sólo podía resultar de una revolución proletaria que creara las condiciones materiales necesarias: mudanza voluntaria en masa de los judíos, economía planificada y un tribunal proletario internacional para resolver sus conflictos.

Sin embargo, agrega Trotsky que «la nación judía se mantendrá durante todo un período», por lo que «es obligación del socialismo proveer las condiciones materiales necesarias para su pleno desarrollo nacional y cultural».

Él mismo reconoce que había desechado esa obligación en su juventud, cuando «estaba más inclinado a creer que los judíos de los diferentes países serían asimilados y que la cuestión judía desaparecería de una manera casi automática. El desarrollo histórico del último cuarto de siglo no confirmó esa perspectiva». Llegó a sostener que

«es obligación de un gobierno obrero crear para los judíos, así como para cualquier otra nación, las mejores circunstancias para su desarrollo cultural. Eso significa inter alia proveer, para aquellos judíos que así lo desean, sus propias escuelas, su propia prensa, su propio teatro, &c.; un territorio separado para su desarrollo y administración propias… En la esfera de la cuestión nacional no debe haber restricción; por el contrario, debe haber una asistencia material plena para las necesidades culturales de todas las nacionalidades y grupos étnicos. Si este o aquel grupo nacional está predestinado a desaparecer (en el sentido nacional) entonces deberá ser por un proceso natural, nunca como consecuencia de dificultades.»

Trotsky ya no negaba la identidad nacional de los judíos, pero consideraba una imposibilidad la reconstrucción hebrea de Eretz Israel. Y ello porque desconocía el gran avance que allí se estaba produciendo.

Nunca permitió que sus conclusiones insinuaran error alguno por parte del socialismo «científico»: «El capitalismo decadente sacó a la superficie, en todas partes, un nacionalismo exacerbado. Una de sus expresiones es el antisemitismo. La cuestión judía se agravó sobre todo en el país capitalista más desarrollado de Europa, Alemania.»

Cuando Herzl y Lenin murieron, hubo sendas luchas internas para heredarlos, y éstas encontraron rezagados tanto a Trotsky como a Jabotinsky.

La idea de Trotsky de «revolución permanente» (extender la revolución a Alemania y otros países) fue desalojada por el concepto estalinista de consolidar el «socialismo en un solo país». El partido apartó a Trotsky de la dirección en 1925, lo expulsó en 1927, lo deportó a Kazajistán en 1928, lo desterró en 1929 y lo asesinó en 1940, el mismo año y el mismo agosto en que muriera repentinamente Jabotinsky.

Cuando murió Herzl, no prevaleció la línea de Jabotinsky, quien desestimaba el renacimiento cultural y la colonización práctica por considerarlos menos urgentes. Su revisionismo clamaba por concentrar todos los esfuerzos en la lid política, a fin de crear inmediatamente un Estado judío, refugio indispensable.

El sionismo oficial desoyó su sentido de la urgencia, y emprendió una carrera contra el tiempo. Una que se perdió, con un tercio del pueblo hebreo asesinado en el Holocausto. Como lo historia Arthur Hertzberg, el mensaje disidente de Jabotinsky probó en retrospectiva ser más certero que el de sus adversarios.