este texto es buenisimo… (y no tiene nada que ver que milite con el que lo escribio:P)
Democratizar la democracia - InfoSUR - Sitio oficial del Movimiento Proyecto Sur
CAUSA III
[b]Democratizar la democracia[/b]
Javier Gentilini - Redacción InfoSUR
Análisis minucioso sobre una de las causas de Proyecto Sur y su posicionamiento mediático.
19-Ago-2010 | Tratándose de una propuesta integral, ninguno de los principios programáticos de Proyecto Sur podría cumplirse sin concretar los demás; pero lo que más depende del resto es, sin duda, la democratización de la democracia. Porque con corregir o transformar los mecanismos preexistentes no alcanza para mejorar e incrementar la participación ciudadana y, mucho menos, dentro de los términos que hacen a la lógica del demoliberalismo.
Por eso, cuando Pino Solanas insiste con que hay que reemplazar la actual “democracia delegativa” por una “democracia participativa”, no sólo se preocupa por la dimensión formal de la misma, sino que también apunta a su condición de posibilidad; es decir, a la base material y simbólica desde la que el Pueblo puede ejercer la democracia, sustancialmente y como sujeto de poder.
Recién ahí cobran verdadero sentido la adopción y promoción de importantes medidas para la ingeniería institucional como, entre otras, el establecimiento de mecanismos de control social, las iniciativas populares, los plebiscitos y la revocatoria de mandatos; la consulta pública a organizaciones sociales sobre la orientación de los presupuestos fiscales; la reforma del sistema electoral, a fin de evitar las distintas modalidades del fraude (o de restricción a las fuerzas políticas emergentes); la transformación de las fuerzas de Seguridad, introduciendo los llamados consejos populares o vecinales en su supervisión; y, por extensión, la reestructuración del Consejo de la Magistratura, las cortes de casación, y del Poder Judicial en general, con la designación de jueces por concurso público.
Si no, caeríamos en el equívoco de Raúl Alfonsín, que suponía que con “…la democracia se come, se cura, se educa…”, porque se le escapaban las condiciones estructurales y estructurantes de la sociedad, tanto económicas como culturales, sobre las que se coloca y despliega el régimen de gobierno y, por lo tanto, sus reales oportunidades de éxito. Como también le pasó a la “Renovación” en el PJ: su mente más “brillante”, el Chacho Álvarez, especulaba en torno a lo mismo y, por decantación, convocaba a que el peronismo abandone su forma movimientista y asuma la de un partido político “moderno”. Ambos se miraban en el espejo de la socialdemocracia europea, incluso cuando ésta ya había cedido frente a la ofensiva del capitalismo más concentrado, se prendía a fondo en el desmantelamiento del Estado de Bienestar (con ciertas salvedades en los países nórdicos), y comenzaba a madurar su conversión ideológica hacia lo que Giddens va a etiquetar luego como “Tercera Vía” (la que nada tiene que ver, por si acaso, con la “Tercera Posición” que propugnaba Perón).
Es que el que problema de la democracia se resuelve simultáneamente en dos planos. Por un lado, y para abreviar (porque desde hace tiempo que la Ciencia Política habla de una docena de elementos que constituyen la “poliarquía”), están los principios rectores heredados de la Ilustración:
1) Que todos los ciudadanos estén habilitados para el ejercicio del mando, con la posibilidad de elegir y ser elegidos, de deliberar y decidir.
(Independientemente de que a Rousseau no podían ocurrírsele todas las complicaciones que traería la masificación de las sociedades en el futuro, y que la democracia “cara a cara” no podría funcionar más allá de la simplicidad del cantón suizo o, como en nuestro caso, de un municipio que no pase de algunos miles de habitantes).
2) Que se reduzca al mínimo el poder de mando, para limitar la discrecionalidad del mandatario e impedir el avasallamiento sobre los mandantes
(Sin tampoco olvidar que a Locke le preocupaba más el resguardo de los derechos y garantías de los individuos -en realidad, de la burguesía en ascenso- que la soberanía popular).
Y por el otro, están los requisitos que hacen posible esos ideales. Max Weber (al que no se podría tildar de socialista, pero sí de contar con una aguda observación sociológica), advertía que se debe cumplir con varias premisas para alcanzar las metas de la democracia, siendo las más atendibles las siguientes:
1) Tareas simples y estables de gobierno.
2) Escasa diferencia económica y social dentro de la población.
3) Instrucción igualitaria de la ciudadanía.
Como se verá, la primera es bastante difícil de lograr en la actual sociedad de masas, con millones y millones de personas, y una convivencia extremadamente compleja. A ello se debe el origen y expansión de la burocracia (no en el sentido peyorativo del término, tal como se usa en nuestros días), en tanto órgano especializado que se dedica (o se debería dedicar) a la administración eficiente de la cosa pública; y, por consiguiente, a que tengamos que sobrellevar una contradicción inherente a la democracia de masas, en la que se mantienen en tensión la horizontalidad de sus principios y la verticalidad de su organización.
Es en esa intersección, entonces, donde se incuban los inconvenientes de la delegación y la representación, que se agravan peligrosamente cuando no resolvemos con amplitud la segunda y tercera condición. Particularmente, en países periféricos como el nuestro, donde la brecha entre ricos y pobres se estira y los sectores populares cuentan cada vez con menos recursos materiales y simbólicos; con lo que terminan prácticamente al margen de las decisiones de orden público que los afectan, mientras se empeñan en la supervivencia cotidiana y entregan el poco tiempo que les queda a la “bendita tv”.
Por ese camino, la democracia queda desustanciada (desparticipada) y asume, por el contrario, características oligocráticas y plutocráticas. No podía ser de otra manera, luego del proceso de exclusión y fragmentación social, que se inició con la dictadura y se continuó (ahora se entenderá, no tan paradojalmente) en democracia. Ante su prematuro vaciamiento, allá por 1997, Alcira Argumendo afirmaba que “…las vertientes populares de América Latina siempre tuvieron una idea de democracia integrada. Es decir de carácter económico, social y cultural, además de político. Lo cual ha sido una continuidad frente a las propuestas oligárquicas, o de los sectores más poderosos, de democracia restringida”. Una vez más, el desafío está claramente planteado y no podemos darnos el lujo de eludirlo.