Cómo una ley puede determinar la vida de un empleado de McDonalds.
[SIZE=2]El siguiente gráfico captura dos ofertas de una misma máquina, a la izquierda una MacBook Pro con su precio en Estados Unidos, y la derecha la misma computadora en Argentina. Destaco en ambos casos no solamente el precio total de la máquina, sino el precio de las cuotas. [/SIZE]
[SIZE=2]Foto: Julián Gallo
Como puede verse, la versión norteamericana es accesible a cualquier persona que tenga empleo, en la versión Argentina solo para personas de altos ingresos. Para comprender mejor la accesibilidad que existe a la tecnología en Estados Unidos, no debe traducirse el precio de dólares a pesos, debe comprenderse que 28 dólares en Estados Unidos es igual a 28 pesos en Argentina. Abismo parece una palabra adecuada para comprender la distancia entre estos dos mundos.
Cuando hago esta comparación siempre pienso en el mismo ejemplo, un chico de 18 años con su primer empleo en McDonals en Argentina y otro en Estados Unidos. Es una especie de “Big Mac Index” , pero para medir la proximidad a las tecnologías que tiene una persona con un trabajo modesto en distintas partes del mundo. Ignoro cuales son los salarios en los dos países, pero les adjudico un sueldo muy bajo en ambos casos.
Para comprender lo frustrante que es ser argentino, imagino a ambos jóvenes llenos de ideas y proyectos. Por ejemplo, crear un sitio web, o armar una película, o hacer los videoclips de las bandas de sus amigos. Puedo afirmar que el joven argentino deberá conformarse con ver los videos del joven norteamericano en Youtube y guardar sus ideas para otra vida. Los precios son elocuentes.
El chico argentino que trabaje en McDonalds nunca podrá comprarse una MacBook Pro, ni tampoco una Nikon D90, como la que aparece abajo
Un aviso publicado en ClarínFoto: Julián Gallo
Sin embargo, siguiendo con el ejemplo de los empleados de McDonalds, el joven norteamericano, sí. Supongamos que hasta el momento el chico destinó 28 dólares (!) de su sueldo para comprar una Mac Book Pro. Ahora, para comprar una Nikon D90 en Best Buy en 18 cuotas sin interés, tendrá que dedicar entonces 72 dólares. Quiere decir que el chico norteamericano deberá destinar solamente 100 dólares de su sueldo para adquirir tecnología de última generación para crear sus proyectos.
Foto: Julián Gallo
La historia puede continuar de muchas maneras. El joven norteamericano empleado en McDonalds podrá incorporar conocimientos y evolucionar en empleos relacionados con esos conocimientos. El empleado argentino seguirá yendo al cybercafé de su barrio a jugar Counter Strike hasta malograrse y maldecirse.
Retrógrados
Como es sabido, la cámara de diputados de Argentina votó la media sanción de una ley que grabará con un impuesto aun mayor a los artículos e insumos tecnológicos. Es decir, toda la pésima situación descripta arriba se agravará. El argumento de favorecer con este impuesto a las fábricas de ensamblado argentinas es tan retrógrado (no es un insulto, es una definición) que no merecería ser discutido. Pero lamentablemente estamos obligados a hacerlo.
¿Debemos ponernos a explicar en el 2009 que vivimos en la sociedad del conocimiento? ¿A esta altura? ¿Tan torpe nos hemos vuelto? ¿Acaso debemos explicar que la industria del entretenimiento es más grande y genera más empleos que la industria automotriz? ¿O que la industria del software es más estratégica que la metalúrgica? ¿Es necesario que expliquemos que nunca Argentina podrá fabricar nada significativo creado por argentinos mientras no podamos acceder de manera competitiva a las mismas herramientas de conocimiento que tienen los creadores, ingenieros y científicos de otros países? ¿Eso tenemos que discutir ahora?
Los 136 diputados que votaron esta ley mirando hacia atrás, hicieron que nos inclináramos como país hacia un mundo que desapareció y que nos alejáramos cada vez más del mundo actual (y ni que decir del que sucederá en la próxima década)
¿Qué harán los senadores?
Julián Gallo es consultor de medios interactivos y blogger en Mirá!
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