Otra mas jaja
Rapsodia millonaria al Bohemio
¡Oh Mamma mía, Mamma mía…Cavenaghi la picó…ooohhh! ¡Qué golazo, Fer! ¡Qué manera de definir! Una actuación sobresaliente del 9 de River con tres goles magistrales y dos asistencias de crack, de quien guarda el manual del centrodelantero intacto. Un Cavegol superlativo dentro de un equipo que al fin halló la “estación del gol” y la de un rendimiento arrasador. Sin caer en triunfalismos engañosos, dada la chiquita actuación del rival, este River nos devolvió el alma al cuerpo.
¡Jugando bien o jugando mal ohhhh! Claro, si hasta daban ganas de cantar hasta el infinito. Así despidió el pueblo de River a su equipo luego de la Rapsodia al Bohemio. ¡Qué baile! !Scaramouche, Sacaramouche, fandango! ¡Oh, Galileo, Galileo… magníficoooo! ¡Ohhhh yo te quiero! ¿Quién puede moderar esta alegría? Déjela salir. Que explote. Que se convierta en un epitafio a esos colores que tanto nos motivan. Parecían La 12. ¡Hola! Atlanta. ¿Tantos años? Si desde octubre del 84 le veíamos la cara. Una eternidad. ¿Qué se le va a ser? Y sí… estamos en la B Nacional, pero la chapa lo aplastó. Hubo tiebreak. La cuenta llegó a siete y debieron ser más. Tarde de semana y otra vez coro a full.
River llegaba con dudas y muchos cambios. Sin embargo, Almeyda acertó. Y el Millo lo pisó, lo humilló y le hizo precio a aquel equipo por el que pasó Pedernera, el Indio
Espinoza, que tuvo a Cano, a Landau, a Gómez Voglino, a Mastrángelo, al Pichón Rodríguez, en fin… Esto es lo que quedó. Una obra maestra del terror. Sin plan B, cuando se arranca perdiendo a los dos minutos. Cayó en un pozo del que no pudo salir nunca. A Atlanta se lo vio miedoso e impotente durante y entregado después del 3-0. Con infantilismos inaceptables como el del segundo gol. El lateral derecho que intenta salir por adentro y pierde la pelota ante la presión del yorugua Sánchez.
Pelota que posibilita la primera obra de arte del Torito. Tres dedos desde la derecha sin mirar el arco. Magistral. Decía del bohemio la complicada falta de medida en la que coloca este baile. Puede pasar que uno pueda llamarse a engaño. Porque más errores no se pueden cometer como los que mostró el desorientado elenco de Vitrola Ghiso. Hizo todo tan mal que no acertó ni un pase a un compañero, ni se animó a meter un poquito, por amor propio. Todo puede ser. Pero, ¿cuánto hace que River no hace siete goles? ¿Cuánto que no hace tres en la primera mitad? ¿Cuánto que no se ve una actuación individual perfecta como la del Torito?
Por eso no voy a ser yo quien le ponga objeciones a esta ilusión que desató el equipo de Almeyda cuando hace unos días nomás le pedíamos mayor agresividad, presencia en el área, concentración y actitud. Y River armó una fiesta. Con un funcionamiento colectivo e individual como hacía años no veíamos. Y a su favor cuenta que sea como sea, en el fútbol argentino actual no cualquiera hace siete goles que pudieron ser una docena con tanta autoridad y justicia. Ninguna exageración. Si Ríos se serena y convierte algún gol más del que hizo -marró cuatro mano a mano-. Si el Torito en esa otra virtud que lo hace tan grande se decide a definir alguna más personalmente y no cederles tantos goles a sus compañeros. El primero de Aguirre y el sexto de Bordagaray, demuestran esa solidaridad.
Pero hubo otras, que se fueron por muy poquito. Todas las que River se propuso. Como si en el azul y oro, Pajón le hiciera honor a su nombre, Cherro y Soriano no supieran que portan apellidos ilustres y Aparicio, nunca “Aparició”.
Renglón aparte para los tres pelados. Sanchez, en primer lugar, Scirigliano y Aguirre que le pasaron “la acero” a la mediacancha que junto a Ocampos, tan volante como delantero, anticiparon todo. Tampoco voy a repetir la remanida frase en la que cae todo el periodismo. “Estos son los mejores 20 minutos de River del campeonato”. Lo vengo escuchando cada vez que River hace esa alguna diferencia. Le temo a la desmesura. No voy a caer en lo que parece una “obviedad”. Que este fue mejor partido de River. No. Cada rival es diferente.
Y este “bohemio” fue una lágrima, algo lastimoso, casi que dio vergüenza ajena. Y este River fue un equipo que aprovechó todas las ventajas que le dieron. No da para soñar, todavía, con el “We are the Champion” de Freddie Mercury. Pero sí para disfrutar de este reencuentro con la música del fútbol que es el gol. Romper la racha de empates, gracias a un acopio de correcciones y fundamentalmente al retorno del bailarín del área. Ese que pibe de O´Brien que volvió con su arte a River cuando más lo necesitaba. Tres dedos, cara interna o cucharita. Los pasos que Cavenaghi se venía guardando para hacer bailar a toda una tribuna. Rapsodia del Millonario. ¡Ohhh Mamma…mía, Mamma mía! Volvió River. Volvió el goleador. ¡Galileo, Galileo…magníficooooo! ¡ Ohhhh, no me importa nada te vengo alentar…!
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