No sabía donde pegar esta nota, pero me gustaría leer la opinión de Maisonna, Johny y Rafa entre otros sobre esto:
Son 6603 los que asisten a clases, sobre una población de 9400 alojados en 38 unidades
[b]En el Servicio Penitenciario Federal, dos de cada tres reclusos estudian[/b]
Publicado el 10 de Agosto de 2010 [IMG]http://tiempo.elargentino.com/sites/default/files/imagecache/Story-img-main/08/09/2010_-_2343/1281408215-/3.jpg[/IMG]
Por [Gustavo Sarmiento](http://tiempo.elargentino.com/autores/gustavo-sarmiento)
Entre diciembre de 2009 y abril de 2010, el número de internos que cursa alguno de los niveles educativos, desde la alfabetización hasta estudios superiores, creció un 23%. La tasa de reincidencia de los universitarios es del 3%.
Gustavo Sarmiento
gsarmiento@tiempoargentino.net
Las frases se repiten: “Ser un ejemplo para mi hijo”, “Sirve para evadirme del encierro”, “Es lo mejor que me pudo pasar acá”. Y los números lo demuestran. La educación es la vía que eligen dos de cada tres internos del Servicio Penitenciario Federal (SPF) para su inserción social. Desde diciembre de 2009 hasta hoy, aumentó un 23% el número de reclusos que estudian en cualquiera de los niveles, desde la alfabetización hasta el universitario. El año pasado eran 5351 y hoy son 6603, sobre una población de 9400 alojados, que se reparten en 38 unidades. Además, casi dos mil cursan alguna formación profesional y más de tres mil están anotados en talleres culturales. El director de Educación, Cultura y Deporte del SPF, subprefecto Ricardo Ricagno, lo define así: “Lo mismo que se da afuera se tiene que dar adentro. Para nosotros son alumnos, no presos.”
Tiempo Argentino realizó una recorrida por el Complejo Penitenciario Federal II de Marcos Paz. La dificultad para llegar demuestra el aislamiento del penal: descampados, una circunvalación poco transitada y un basurero como única silueta en el paisaje. El complejo fue inaugurado en 1999, ocupa 120 hectáreas y está compuesto por edificios blancos con techos verdes, que salen de la antigua estructura panóptica de las cárceles. Son cinco módulos que alojan 350 reclusos cada uno, albergados en celdas individuales.
El 60% de los casi diez mil presos están procesados y la enorme cantidad de causas acumuladas ha obligado a aumentar la capacidad de los módulos. “La realidad nos supera”, señala el director del Penal, Hugo Velázquez, mientras convida facturas hechas por los internos en el taller de panadería. Además, existen cursos de pastelería, peluquería, mantenimiento, electricidad, informática y de bobinado de motores, que reúnen a 117 alumnos. En el de carpintería, fabrican desde camas hasta bolsas reciclables de cartón, y lo que venden lo invierten en máquinas para mejorar los talleres. “Los internos que trabajan están todos en blanco y con aportes”, aclara Velázquez.
La visita coincide con una suerte de muestra artística a cargo de los internos del módulo cinco, entre quienes están los secuestradores y los violadores. El número principal es la banda Fusión, compuesta por presidiarios que cantan: “Tu suerte quiso estar partida / mitad verdad mitad mentira / como esperanza de los pobres prometida.”
“Entramos a una escuela, no a una cárcel. Tratamos de inculcarles a los internos educación de valores, que es lo que perdieron, sabiendo que educación y trabajo son su cable a tierra”, señala el profesor Marcos Ludueña, subadjutor del SPF.
Hace dos años, se estrenó un documental que reflejó la experiencia del Centro Universitario Devoto (CUD), una sede de la Universidad de Buenos Aires creada en 1985, por iniciativa del entonces recluso Sergio Schoklender y la directora del Programa UBA XXII, María Laferriere. Fueron los mismos internos quienes edificaron la sede, en un lugar abandonado de la cárcel de Devoto, de 1500 m3 . Hoy cuenta con 12 aulas, salas multimedia, una biblioteca de seis mil volúmenes y otras cinco móviles. Por UBA XXII pasaron más de 2200 internos que tuvieron una tasa de reincidencia menor al 3%. El promedio general en el SPF ronda el 30%. Según Laferriere, se plantearon “irrumpir en el encierro carcelario para permitir, desde la educación universitaria, no sólo la adquisición de saberes, sino también la posibilidad de pensarse, de proyectarse, de recuperar el sentido del ahora y del futuro”.
El conocimiento es además factor de poder. Así lo expresa Omar, preso hace 20 años en Devoto, que se recibió en el secundario allí dentro y hoy estudia Ciencias Económicas: “Yo no sabía hablar. Ahora sé que si uno sabe expresarse, es más respetado.”
En los pabellones 5 y 6 del módulo IV de Marcos Paz están los 89 presos de lesa humanidad: Alfredo Astiz, Christian Von Wernich, Miguel Etchecolatz, y también el espía Ciro James. Las autoridades cuentan que hubo un profesor de magia, que se negó a darles clases.
“Debemos desligarnos de sus causas y pensarlos como alumnos, si no es imposible”, indica Ricagno. Ludueña, profesor de secundaria, agrega: “Damos los mismos contenidos que la currícula de las escuelas comunes. Lo que pasa es que das la época de 1976 y los internos ven paseando por el patio a los mismos que estudian.”
La mitad de los docentes pertenecen al sistema común. “Se les hace ver que no pueden involucrarse en las causas de cada alumno, porque mientras la maestra viene, da su clase y se va, el interno está las 24 horas pensando en el punto flaco de la persona que viene de afuera”, explica Ricagno, y comenta sobre las relaciones que se han dado entre profesoras e internos: “Hay casos donde el marido no se fija en ella. En cambio, cuando viene acá, el interno le dice ‘qué lindo peinado’ o ‘qué bien le queda esa ropa’, y se sienten mucho más apreciadas.”
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