Desde hace un tiempo el debate político dejó de ser para un reducido grupo de bichos raros. La política lentamente comienza a dejar de calificar por muchas personas como la inclinación irreversible hacia lo negativo, nefasto, destructivo y corrupto por citar solo algunos de los adjetivos que le cabían en el no tan lejano 2001, para volver a fogearse como la herramienta indispensable para forjar cambios en la sociedad.
Si se observa en perspectiva y comparándolo con los tiempos que transcurren, aquel pasado parece estar quedado atrás. Sus rezagos, inmodificables e irreversibles, seguirán vigentes, aunque su discurso anti-política irá perdiendo vigencia en diferentes sectores de la sociedad paulatinamente. Si hasta el PRO se da el gustito de poner su mesa política todos los sábados en Monroe y Triunvirato para repartir folletos con los “logros” (¿?) de la gestión.
No solo ha florecido el debate político, sino también el de la militancia. Cuarentones que, desencantados con las políticas de ajuste de los años noventa, comenzaron a acercarse nuevamente a diferentes espacios de debate. Jóvenes, como quien suscribe, criados y amasados en una sociedad despolitizada, incrédula y en gran parte más fascinada en avances tecnológicos que en los retrocesos económicos, emprendimos (desde diversas perspectivas y espacios, naturalmente) un recorrido de formación ideológica que nos va adiestrando como seres políticos y pensantes: voz y opinión propia al momento de sentar una posición.
Hace unos meses comencé a militar en la, ahora tan populosa, “La Cámpora”. Y lo comento como situación personal porque, quizás mi ejemplo sea el de muchos o el de unos pocos, qué más da, que pasaron por procesos similares al mío.
Vivo en Villa Urquiza, más precisamente en el amperímetro de la denominada Comuna 12 (Coghlan, Villa Pueyrredón, Villa Urquiza y Saavedra). Antes de comenzar a militar, cabe aceptar, tenía prejuicios respecto lo que podía llegar a encontrarme. En cierta medida y más allá de la ideología personal, es complicado derribar ciertas estigmatizaciones muy arraigadas. En este caso en particular, respecto a la participación activa en política; la denominada militancia. No fui ajeno a lo dicho.
Durante un tiempo prolongado pasaba a diario por la puerta del centro cultural “Damián Cabandié” perteneciente a la agrupación política La Cámpora, como sabrán, afín al Kirchnerismo. A pesar de mi claro apoyo al modelo iniciado en el 2003 por Néstor, continuado por Cristina a partir del 2007 y una necesidad que se hacía imperiosa de tener un espacio de formación, debate y por qué no, camadería, nunca terminaba de dar el paso necesario para hacer efectivo mi deseo de ingresar y presentarme; ni más ni menos. Había algo que me detenía para hacerlo: mis temores… mis prejuicios… mis dudas. Después de todo, ¿Qué carajo iba a hacer yo en una estructura partidaria enorme?.
Un día pasé, ya prácticamente sin intenciones de participar, pero al ver la puerta abierta y la presencia de solo dos personas mi curiosidad terminó por suplir mis dudas. Desde entonces allí estoy. Participo en caminatas, pinto, reparto folletos, colaboro con la organización, canto, grito y, debo admitir, me vuelvo cada día un poquito más peroncho y K :).
La idea del tema es que cada cual comente sus diferentes experiencias militantes, no necesariamente aquellas afines al Gobierno, ni al peronismo en sí. La participación se abre a todo aquel que quiera comentar sus primeros pasos en política, contar sus experiencias y sensaciones y motivar, de esta manera, a los muchos otros que por algún motivo aún no se han animado a dar ese gran primer paso. Incentivarlos, ayudarlos a arrancar de raíz la maleza noventosa que nos decía casi de manual, que con política nada se cambia y absorviendo con ferocidad este discurso dejábamos de ser una sociedad pensante en términos políticos por un lado, ni contar con capacidad de reclamo o independencia ideológica por el otro. Un nihilismo expansivo en el grueso social ya que, después de todo, tener ideología, también era mal visto.
Abran cancha y comente todo aquel que tenga algo por decir.
Abrazo.