Enorme huelga general en Portugal
La huelga general del 24 de noviembre -convocada en forma conjunta por la UGT (socialista) y la CGTP (comunista), contra los planes de ajuste del gobierno centroderechista de Passos Coelho- superó la marca de la enorme huelga del año pasado contra el gobierno socialista de Sócrates y se transformó en la más importante desde 1988. La huelga paralizó “el transporte, los puertos y grandes fábricas del cinturón industrial de la capital” (ABC, 24/11), además de resultar rotunda en la administración pública, la enseñanza y el correo. Voceros sindicales destacan la paralización de Autoeuropa de Volkswagen, la fábrica más grande del país. El epicentro de la movilización estuvo en la capital, frente a la Asamblea Legislativa, donde convergieron por la tarde las multitudinarias columnas de los sindicatos y de la juventud indignada, pero hubo alrededor de 30 actos y manifestaciones a lo largo de todo el país.
A pesar del préstamo de 78.000 millones de euros del BCE y el FMI para evitar la bancarrota (del cual ya se ha liberado cerca de la mitad del dinero) y del ajuste sobre las masas (aumento de impuestos y recortes en sueldos y pensiones), Portugal no consigue normalizarse. “El bono luso a diez años, que sirve de referencia en el mercado, se negociaba el 23 de noviembre a un interés superior al 11,28 por ciento y un diferencial de 937 puntos con el alemán” (ABC, 23/11). Las agencias Ficht y Moody’s los rebajaron a la categoría de “bonos basura”, en tanto que el balance económico del tercer trimestre del año arrojó que el país se encuentra en recesión.
“Poco a poco, se nos va depauperando la vida”, explica un trabajador del subte de Lisboa al diario El País (25/11). Para 2012, el gobierno planea achicar la cantidad de feriados, eliminar las gratificaciones de verano y Navidad para todos aquellos trabajadores que ganen más de 1.000 euros, y hasta agregar media hora diaria adicional y gratuita de jornada laboral en el sector privado, para mejorar la productividad. Se calcula que, además de los 78.000 millones de euros que ha recibido como préstamo, Portugal debe devolver unos 35.000 millones de euros adicionales en concepto de intereses.
Reformismo y anticapitalismo
Las centrales sindicales llegaron a la huelga bajo la enorme presión de las masas, pero su política no es la de un plan de lucha. “Estamos en huelga para desbloquear la situación y llegar a acuerdos” (PYSN, 26/11), indicó Joao Proenca, dirigente de la UGT, que espera señales del Ejecutivo en las próximas mesas de diálogo social. La señal esperada sería un recule del gobierno en la media hora adicional sobre el sector privado.
Las direcciones sindicales y el conjunto de la izquierda portuguesa se colocan en el terreno del ajuste, no de la lucha anticapitalista. “Tenemos que hacer sacrificios, es indiscutible, pero no hay equidad en los sacrificios” (ídem), sintetiza Proenca. El Bloque de Izquierda acaba de suscribir una declaración común titulada “Un nuevo rumbo”, nada menos que con Mario Soaeres, dirigente socialista y dos veces primer ministro del país, el que “consultado sobre una probable iniciativa similar con personalidades de su generación política a nivel europeo (…) mencionó a Felipe González, los ex jefes de gobierno de Alemania: Helmuth Schmidt y Helmuth Kohl; el ex presidente de Finlandia, Martti Ahltisaari, y el ex líder socialista francés, François Hollande” (Público, 27/11), todos ellos agentes del imperialismo.
Portugal vive un momento excepcional. La crisis no sólo ha provocado la reacción de la clase obrera, sino también de la juventud, e incluso de sectores militares que se manifiestan contra “la disminución de los salarios, el aumento del horario laboral y el congelamiento de los ascensos progresivos en el escalafón militar” (EFE, 25/11), esto en el marco de las recientes declaraciones del coronel Otelo Saraiva de Carvalho sobre una posible segunda “revolución de los claveles” (ver PO Nº 1.202).
La tarea inexcusable de la etapa es la formación de una referencia anticapitalista ante la crisis.
Israel en la crisis capitalista
Podría haber 100 mil despidos
Contra lo que cree un sector de la prensa internacional, Israel tampoco está blindada frente a la crisis capitalista. La desaceleración de las exportaciones podría conducir a despidos masivos el año próximo, según Ramzi Gabbay, jefe del Instituto de Exportaciones. “Cada contracción del 1% en el crecimiento económico mundial deprime las exportaciones israelíes en el mismo grado” (Haaretz, 10/11). Los sectores más afectados serían las industrias farmacéutica, textil, del caucho y del plástico.
En el escenario más pesimista que manejan los empresarios, las exportaciones a Estados Unidos y la Unión Europea “caerán como una piedra” (ídem). La cifra de despidos podría llegar a 100 mil, elevadísima para un país de 7,5 millones de habitantes y que tiene una tasa de desocupación del 6,4%.
A esto se debe añadir que la economía israelí se sostiene en gran medida sobre el trabajo precario. Netanyahu logró desactivar a principios de mes una huelga general de la Histradut (central obrera) que había sido convocada “para reivindicar una mejora de las condiciones de los trabajadores contratados por agencias de empleo temporal” (El Mundo, 7/11), situación que afecta a 400.000 trabajadores (ídem).
La irrupción de los indignados durante el último verano israelí puso de relieve, además, el enorme problema de la vivienda, en el cuadro de una lucha de los internistas por mejores condiciones de trabajo que aún se sostiene (Netanyahu ha quedado en ridículo al amenazar con importar médicos desde la India si no se llega a un acuerdo). Todo esto configura un escenario potencial de fuerte agravamiento de la miseria social.
El carácter actual de la crisis capitalista condiciona los planes bélicos del imperialismo en general. La ‘austeridad’ ha llegado a la defensa holandesa, los ministros de Exteriores de la Unión Europea analizan una retirada de Kosovo, y el Departamento de Defensa norteamericano debe reducir sus gastos en por lo menos 450 mil millones de dólares. La crisis conduce a la guerra, pero ésta agrava la crisis.
Si los pronósticos “pesimistas” prevalecen, la suerte de cualquier aventura militar del sionismo en la región aparecerá condicionada, en primer lugar, al alcance de la crisis puertas adentro y a la consecuente reacción de las masas.
La disolución de la Unión Europea
El lenguaje de los analistas que siguen la bancarrota capitalista internacional tiene, desde hace un tiempo, connotaciones apocalípticas. Lo mismo ocurre con los jefes de gobierno, quienes no eluden la posibilidad de una ruptura de la zona euro en un número determinado de días. La crisis mundial no tiene salida económica en el cuadro político actual; deberá atravesar antes crisis políticas y reestructuraciones estatales de magnitud y, por supuesto, una fuerte agitación y rebeliones populares. La quiebra bancaria es generalizada: un reciente informe (The Wall Street Journal, 2/12) describe la situación límite de los bancos norteamericanos -como Morgan Stanley, Citibank, Goldman Sachs y Bank of America- por su fuerte exposición a los bancos franceses, cuya calificación ha sido rebajada como consecuencia de su insolvencia. El conjunto de los bancos europeos tiene un fuerte déficit financiero con Estados Unidos y una carencia equivalente de dólares. “Temen una corrida bancaria”, asegura el semanario The Economist (3/12), el cual agrega: “Los fondos estadounidenses del mercado de dinero, que eran fuente de dinero para Europa, redujeron los préstamos en más de un 40% en seis meses”; en los últimos tres meses salieron 14 mil millones de euros de los bancos griegos. El Banco Central Europeo compra activos de bancos que no logran financiamiento a razón de los 200 mil millones de euros por semana, pero esto no reactiva de ningún modo el crédito (al revés, hay una marcada contracción), lo cual extiende el cuadro de bancarrota a la industria. Aunque los diarios machacan acerca de la exposición de los bancos europeos a las deudas públicas, el núcleo de la crisis pasa por las deudas que tienen entre ellos -en especial del centro a la periferia, por ejemplo la exposición de los bancos alemanes o austríacos a la deuda de los bancos de Europa central o los Balcanes.
Directorio franco-alemán
Las salidas que se discuten en Europa son fuertemente deflacionarias -o sea reducciones de gastos públicos y de salarios, depresión de la demanda, concentración de la industria y de los bancos. Esta línea de acción responde a los intereses de Alemania, la cual reproduce -en esta crisis- la política que adoptó cuando anexó a Alemania oriental. La deflación produjo un desmantelamiento de la industria del este en beneficio del capital instalado en el oeste de Alemania. La deflación fortalece también la cotización de la deuda pública alemana y, por lo tanto, de los bancos alemanes que son sus principales tenedores. Se trata, en realidad, de una política de extorsión en gran escala, porque bastaría que sus rivales ‘patearan el tablero’ y declararan una moratoria de deuda para precipitar la corrida bancaria en Alemania. Es, sin embargo, lo que más temen las otras naciones y, en especial, Estados Unidos y China -para quienes una quiebra europea significaría un derrumbe del mercado mundial. Lo mismo vale para Gran Bretaña.
La alemana Merkel y el francés Sarkozy han estado conspirando en torno a lo que denominaron una "unión fiscal’ de la totalidad de la Unión Europea -o al menos de la zona euro-, bajo el supuesto de que la crisis europea no es de carácter capitalista, sino que obedece a las disparidades de la construcción original del euro. Se trata de una patraña, porque el planteo no apunta a un presupuesto único que reúna los ingresos de todos los países, sino a una tutela de los presupuestos nacionales por el directorio Merkozy. Pero la bancarrota europea no es fundamentalmente fiscal, sino bancaria: esa tutela no resuelve nada. El empantamiento es completo. La respuesta se verá en los próximos días, con nuevos derrumbes bursátiles y de las deudas públicas. Aunque el FMI, por orden del Tesoro norteamericano, ha ido a socorrer a Grecia, el directorio Merkozy está manejando la alternativa de una salida de varias naciones de la zona euro -no solamente Grecia, sino también Irlanda. Para los mejores observadores de la crisis, este desmantelamiento parcial produciría una acentuación de la política deflacionaria del núcleo central de la zona. En ese caso, países como España, Italia y hasta Bélgica u Holanda se acercarían a la puerta de salida. La ‘manovra’ (maniobra) del procónsul en Italia, Mario Monti, que reduce el gasto estatal en 30 mil millones de euros -a fuerza de cortes en las jubilaciones y la suba de impuestos al consumo y al patrimonio de las familias- no sacará de la bancarrota al Monte Paschi de Siena (en la mira de los bancos franceses) o al Unicredit, expuesto sin salida a Austria y Europa central, tampoco a la deuda italiana de dos billones de euros. El planteo de la “Europa de dos o tres velocidades” es una versión de la disolución de la Unión Europea. El directorio Merkozy esconde a otro directorio, el de la Trilateral formada en los ‘70, del cual son parte los italianos Monti, ‘primer ministro’, y Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo -ambos funcionarios de Goldman Sachs.
China
La novedad importante en todo esto tiene lugar fuera de Europa, pues en octubre cayó, por primera vez, la producción industrial de China. Hasta el columnista de Clarín, Jorge Castro, un optimista todoterreno, ha comenzado a ensombrecerse. Los despidos han alcanzado dimensiones tales que han provocado huelgas y rebeliones obreras en la industria de la zona más desarrollada del país. Los K pueden creer que Argentina está ‘blindada’; pero los chinos, no. Las leyes del desarrollo capitalista, o sea de su tendencia al derrumbe, se aplican a China con mayor razón que en cualquier otro país, porque sus estructuras capitalistas son mucho más débiles. La deuda de las autoridades locales de China ha crecido en forma exponencial y se financia con la expropiación de tierras de los campesinos, con las consiguientes revueltas populares. La exposición de la banca estatal y privada de China a la especulación inmobiliaria -en situación de quiebra- es, simplemente, desconocida. El crédito internacional de China con el resto del mundo está más que compensado por la deuda de la banca central de China con el sistema financiero local.
El impasse de la izquierda europea
El centroizquierda europeo ha sido el puntal de la formación de los ‘gobiernos técnicos’ en Italia y Grecia, los que son la expresión de la disolución política de los regímenes semi-parlamentarios. La derecha, en Italia y en Francia, se ha lanzado a una operación política para capitalizar el descontento popular contra los planes de ajuste, cuyo eje es el rechazo a estos gobiernos fantoches e incluso el rechazo a la zona euro -y, en ocasiones, a la Unión Europea. Lo mismo ocurre con la derecha llamada ‘euroescéptica’ en Gran Bretaña. La posición nacionalista es asumida también por partidos comunistas, como los de Grecia y Portugal. El centroizquierda de Europa, en cambio, es el puntal de los planes de ajuste, de la defensa del euro y de la Unión Europea: repite el rol que jugó en la crisis del ‘30, que abrió el camino al fascismo. Gran parte de la izquierda internacionalista, lamentablemente, tiene desde hace tiempo una posición centrista: plantea ‘una democracia social’, en el marco de la Unión Europea o incluso una Federación Socialista sin romper antes con la Unión Europea y sin reivindicar la necesidad de separarse y romper con la Unión Europea en función de los Estados Unidos Socialistas de Europa, con Rusia incluida -en especial por parte de las naciones sometidas de la Unión Europea, como Grecia, Irlanda, Portugal o incluso España y las naciones de Europa oriental. Pero la necesidad de defender el euro y la Unión Europea es, precisamente, la principal extorsión que lanzan los gobiernos capitalistas para imponer sus planes de ajuste. Ninguna salida popular es viable sin el repudio de la deuda pública con los banqueros usureros -lo cual plantea, de inmediato, la disolución de la Unión Europea. En oposición al nacionalismo fascistoide y al stalinista, la ruptura de la Unión Europea debe ser planteada en función de la Unidad Socialista de Europa, incluida Rusia. Esta reivindicación debe servir a la unidad del proletariado de Europa, que busca una salida al derrumbe capitalista. La Unión Europea y el euro están condenados: si no le pone fin la clase obrera en nombre de una Federación de gobiernos de trabajadores, le pondrán fin la derecha y el fascismo para reforzar la opresión nacional -que la Unión Europea nunca tuvo como mira superar, sino reforzar.