Los Martínez de Hoz al ataque - Osvaldo Bayer

Los Martínez de Hoz al ataque - Por Osvaldo Bayer

No me puedo quejar. Hay que tener suerte. Los Martínez de Hoz me han iniciado juicio. Eso no le pasa a cualquiera. Ahora sí que me siento un elegido por el destino.

Es por el film Awka Liwen donde se analiza la Campaña del Desierto de Roca y mencionamos al fundador de la Sociedad Rural que fue, por supuesto, un Martínez de Hoz. El juicio alcanza también al codirector del film, Mariano Aiello y al historiador Felipe Pigna. Los que inician el juicio son los dos nietos de José Alfredo Martínez de Hoz, el conocido ministro de Economía de la dictadura de la desaparición de personas. A nosotros nos defenderá el conocido abogado de derechos humanos Beinusz Szmukler.

“¡Qué extraño!”, me digo, los tataranietos se sienten injuriados por lo que se sostiene del retatarabuelo y no por lo que hizo el abuelo, el mejor amanuense de la última dictadura más feroz de nuestra historia. La acusación contra nosotros es por “injuriar” al fundador de la Sociedad Rural. Lo escrito en esa acusación provoca hasta conmiseración en el lector, cuánto sentimiento cuando se habla de los hechos de un antepasado de hace ciento cincuenta años. Y nace una especie de sonrisa irónica cuando el lector piensa: ¿por qué tanto sentimiento por un lejísimo antepasado y no dolor y vergüenza por un abuelo que dominó en una brutal dictadura la economía mientras a su lado se torturaba, se desaparecía, se arrojaba vivos a prisioneros al mar desde aviones? Personaje que sigue teniendo juicios en la actualidad por acciones deshonestas, entre ellas la de Papel Prensa.

Me hubiera gustado que esos nietos me hubieran desafiado a un debate en la Biblioteca Nacional, por ejemplo, donde hubiéramos podido públicamente abrir todos los documentos que aseveran lo que sostenemos en el film. No. Inician un juicio, donde exigen una condena en dinero impagable por la cual los supuestos condenados deberíamos pagar solicitadas en todos los diarios del país declarándonos culpables de haber falsificado la historia. Por mi parte no tengo ningún temor. En mi vida de investigador histórico sobre los aspectos más oscuros y dramáticos de nuestra historia del último siglo he ganado todos los juicios o se han enterrado todas las amenazas de juicios. Porque siempre he sostenido que en historia no se puede mentir ya que, de hacerlo, alguna vez vendrá un investigador surgido de las bibliotecas y archivos para demostrar la verdad. Si en este caso el juez podría tener en cuenta el “dolor de retataranietos”, demostraré que no tengo ni por asomo fondos como para pagar lo que exigen –ellos, acostumbrados a las grandes sumas– y preferiré ir a la cárcel para pagar lo que no he cometido. No será la primera vez que estaré entre rejas por lo que escribo, aunque eso fue en dictaduras militares.

Leer el escrito de los nietos del ex ministro dictatorial nos despierta curiosidad. Sostienen, por ejemplo, que lo que se describe acerca del retatarabuelo estanciero Martínez de Hoz causará daños irreparables a la actual familia. Por ejemplo, le escriben el juez: “¿Advierte Vuestra Señoría el daño que las acreditadas falsedades de los autores contra los Martínez de Hoz causarán a la familia, a los suscriptos y a nuestros descendientes si tales falsedades son introducidas al ámbito escolar? El perjuicio contra nuestra familia sería, lisa y llanamente irreparable”.

Ante esta frase podemos sonreír: no se hagan problemas, el daño irreparable ya ha sido hecho por el abuelo José Alfredo Martínez de Hoz, repetimos, ministro de la dictadura más feroz de nuestra historia. Con ganarnos el juicio por unas escenas de nuestro film acerca de la Campaña del Desierto y el genocidio indígena no van a limpiar nunca jamás el nombre de Martínez de Hoz. Les recomiendo que en vez de preocuparse por el retatarabuelo, los descendientes se quiten la parte de Hoz, y se llamen a partir de ahora sólo Martínez, que es un apellido muy difundido y así pueden liberarse de ese terrible pasado familiar que es la figura del ministro dictatorial. El es quien asestó un golpe feroz e ilevantable contra su familia al ser ministro de esa dictadura.

Más todavía que el abogado que nos hace el juicio, ese nieto, se llama justamente José Alfredo Martínez de Hoz, igual que el ministro de la vergüenza nacional.

¿No es acaso este juicio un principio de tratar de hacer olvidar nuestro presente con una acusación contra un film que habla de la historia de cómo se robaron las tierras en las cuales vivieron durante siglos los pueblos originarios?

Los nietos demandantes sostienen que su retatarabuelo no intervino para nada con respecto a esas ocupaciones de tierras donde nacieron luego los grandes latifundios tan bien representados por la actual Sociedad Rural.

Justamente, ahora, aquí, voy a reproducir un documento de la Sociedad Rural donde habla acerca del fundador de esa entidad de estancieros, justamente de José Martínez de Hoz.

Esta solicitada fue publicada nada menos que el lunes 11 de junio de 1979, es decir, en plena dictadura militar de Videla, a página entera, siendo ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz, por el diario Clarín, cuando se cumplieron cien años de la Campaña del Desierto. La solicitada dice, a todo título: “La Sociedad Rural Argentina, las Fronteras y los Indios”. En la misma se trae la resolución del ministro de Guerra, coronel Martín de Gainza de junio de 1870 que (textual) “acude a la Sociedad Rural Argentina pidiéndole se hiciera cargo de adquirir 1500 caballos para el Ejército con destino a la campañas contra los indios”. Luego sigue la solicitada (textual): “El entonces señor presidente de la Sociedad Rural Argentina, don José Martínez de Hoz respondió a ese petitorio diciendo: En contestación a la nota de V.E… felicitándose la Sociedad Rural de que V.E. le haya dado esta brillante oportunidad para demostrar cuánto puede hacer en beneficio de los intereses rurales que está encargada de promover, cooperando siempre en todo sentido cuando se trata de dar seguridad y bienestar a nuestros pobladores de la campaña”. Aquí habría que decir que más bien se refería a la propiedad nueva de que se iban apoderando los nuevos dueños de la tierra con ayuda oficial. Luego, en la solicitada viene la circular firmada por Martínez de Hoz del 4 de julio de 1870 donde dice: “Siendo un deber de todo ciudadano prestar su auxilio y cooperación a los gobiernos, siempre que se ocupen de la seguridad y bienestar de las sociedades que dirigen, la corporación que presido no ha titubeado ni un momento en encargarse de la compra de 1500 caballos que el Excmo. Gobierno Nacional necesita urgentemente. La Comisión Directiva de la Sociedad Rural no ha trepidado ni un solo momento en tomar a su cargo tan importante comisión, porque ha creído que aceptándola trabaja en el sentido de favorecer los intereses rurales que tiene el deber de promover”. Firmado José Martínez de Hoz.

“Los intereses rurales”, dice el retatarabuelo de quienes nos iniciaron juicio. ¿Cuáles intereses, los de los pueblos originarios que vivían allí desde hacía veinte siglos? No, los intereses de los recién llegados que vieron que eso era una fuente de riquezas. El mismo día se hace la “asamblea general extraordinaria de la Sociedad Rural”. Y en el comunicado señala que el objeto de esa reunión es tratar la oferta hecha por “el gobierno de la Pcia. de Bs. As. al de la Nación para alejar los indios al otro lado del río Negro”. Misión que llevará a cabo ocho años después el general Roca. En la asamblea se resuelve ofrecerle al gobierno “la cooperación de los hacendados sin limitación alguna”. Estas tres palabras lo dicen todo.

Luego, los hacendados levantan el tono y ofrecen al gobierno: “La más decidida cooperación para reunir los elementos bélicos necesarios que, ayudando a los que tiene la Nación, sirvan a repeler los indios lejos de nuestras fronteras actuales”. Todo, firmado por José Martínez de Hoz.

Y trescientos ganaderos.

Luego sí, Martínez de Hoz muere antes de la expedición de Roca. Pero es que la Campaña del Desierto ya había comenzado mucho antes.

Bien, he presentado la primera prueba. Mi esperanza es –aunque yo vaya preso por faltar el respeto “a la Sociedad Rural”– que con esto tome un nuevo curso la gran polémica en el país acerca del genocidio que los argentinos cometimos hace un siglo y medio contra los pueblos originarios. Así que, bienvenido el juicio que nos han iniciado los Martínez de Hoz. Servirá para ventilar ese oscuro pasado.

Página/12 :: Contratapa :: Los Martínez de Hoz al ataque

Los Martínez de Hoz al ataque - Por Osvaldo Bayer

No me puedo quejar. Hay que tener suerte. Los Martínez de Hoz me han iniciado juicio. Eso no le pasa a cualquiera. Ahora sí que me siento un elegido por el destino.

Es por el film Awka Liwen donde se analiza la Campaña del Desierto de Roca y mencionamos al fundador de la Sociedad Rural que fue, por supuesto, un Martínez de Hoz. El juicio alcanza también al codirector del film, Mariano Aiello y al historiador Felipe Pigna. Los que inician el juicio son los dos nietos de José Alfredo Martínez de Hoz, el conocido ministro de Economía de la dictadura de la desaparición de personas. A nosotros nos defenderá el conocido abogado de derechos humanos Beinusz Szmukler.

“¡Qué extraño!”, me digo, los tataranietos se sienten injuriados por lo que se sostiene del retatarabuelo y no por lo que hizo el abuelo, el mejor amanuense de la última dictadura más feroz de nuestra historia. La acusación contra nosotros es por “injuriar” al fundador de la Sociedad Rural. Lo escrito en esa acusación provoca hasta conmiseración en el lector, cuánto sentimiento cuando se habla de los hechos de un antepasado de hace ciento cincuenta años. Y nace una especie de sonrisa irónica cuando el lector piensa: ¿por qué tanto sentimiento por un lejísimo antepasado y no dolor y vergüenza por un abuelo que dominó en una brutal dictadura la economía mientras a su lado se torturaba, se desaparecía, se arrojaba vivos a prisioneros al mar desde aviones? Personaje que sigue teniendo juicios en la actualidad por acciones deshonestas, entre ellas la de Papel Prensa.

Me hubiera gustado que esos nietos me hubieran desafiado a un debate en la Biblioteca Nacional, por ejemplo, donde hubiéramos podido públicamente abrir todos los documentos que aseveran lo que sostenemos en el film. No. Inician un juicio, donde exigen una condena en dinero impagable por la cual los supuestos condenados deberíamos pagar solicitadas en todos los diarios del país declarándonos culpables de haber falsificado la historia. Por mi parte no tengo ningún temor. En mi vida de investigador histórico sobre los aspectos más oscuros y dramáticos de nuestra historia del último siglo he ganado todos los juicios o se han enterrado todas las amenazas de juicios. Porque siempre he sostenido que en historia no se puede mentir ya que, de hacerlo, alguna vez vendrá un investigador surgido de las bibliotecas y archivos para demostrar la verdad. Si en este caso el juez podría tener en cuenta el “dolor de retataranietos”, demostraré que no tengo ni por asomo fondos como para pagar lo que exigen –ellos, acostumbrados a las grandes sumas– y preferiré ir a la cárcel para pagar lo que no he cometido. No será la primera vez que estaré entre rejas por lo que escribo, aunque eso fue en dictaduras militares.

Leer el escrito de los nietos del ex ministro dictatorial nos despierta curiosidad. Sostienen, por ejemplo, que lo que se describe acerca del retatarabuelo estanciero Martínez de Hoz causará daños irreparables a la actual familia. Por ejemplo, le escriben el juez: “¿Advierte Vuestra Señoría el daño que las acreditadas falsedades de los autores contra los Martínez de Hoz causarán a la familia, a los suscriptos y a nuestros descendientes si tales falsedades son introducidas al ámbito escolar? El perjuicio contra nuestra familia sería, lisa y llanamente irreparable”.

Ante esta frase podemos sonreír: no se hagan problemas, el daño irreparable ya ha sido hecho por el abuelo José Alfredo Martínez de Hoz, repetimos, ministro de la dictadura más feroz de nuestra historia. Con ganarnos el juicio por unas escenas de nuestro film acerca de la Campaña del Desierto y el genocidio indígena no van a limpiar nunca jamás el nombre de Martínez de Hoz. Les recomiendo que en vez de preocuparse por el retatarabuelo, los descendientes se quiten la parte de Hoz, y se llamen a partir de ahora sólo Martínez, que es un apellido muy difundido y así pueden liberarse de ese terrible pasado familiar que es la figura del ministro dictatorial. El es quien asestó un golpe feroz e ilevantable contra su familia al ser ministro de esa dictadura.

Más todavía que el abogado que nos hace el juicio, ese nieto, se llama justamente José Alfredo Martínez de Hoz, igual que el ministro de la vergüenza nacional.

¿No es acaso este juicio un principio de tratar de hacer olvidar nuestro presente con una acusación contra un film que habla de la historia de cómo se robaron las tierras en las cuales vivieron durante siglos los pueblos originarios?

Los nietos demandantes sostienen que su retatarabuelo no intervino para nada con respecto a esas ocupaciones de tierras donde nacieron luego los grandes latifundios tan bien representados por la actual Sociedad Rural.

Justamente, ahora, aquí, voy a reproducir un documento de la Sociedad Rural donde habla acerca del fundador de esa entidad de estancieros, justamente de José Martínez de Hoz.

Esta solicitada fue publicada nada menos que el lunes 11 de junio de 1979, es decir, en plena dictadura militar de Videla, a página entera, siendo ministro de Economía José Alfredo Martínez de Hoz, por el diario Clarín, cuando se cumplieron cien años de la Campaña del Desierto. La solicitada dice, a todo título: “La Sociedad Rural Argentina, las Fronteras y los Indios”. En la misma se trae la resolución del ministro de Guerra, coronel Martín de Gainza de junio de 1870 que (textual) “acude a la Sociedad Rural Argentina pidiéndole se hiciera cargo de adquirir 1500 caballos para el Ejército con destino a la campañas contra los indios”. Luego sigue la solicitada (textual): “El entonces señor presidente de la Sociedad Rural Argentina, don José Martínez de Hoz respondió a ese petitorio diciendo: En contestación a la nota de V.E… felicitándose la Sociedad Rural de que V.E. le haya dado esta brillante oportunidad para demostrar cuánto puede hacer en beneficio de los intereses rurales que está encargada de promover, cooperando siempre en todo sentido cuando se trata de dar seguridad y bienestar a nuestros pobladores de la campaña”. Aquí habría que decir que más bien se refería a la propiedad nueva de que se iban apoderando los nuevos dueños de la tierra con ayuda oficial. Luego, en la solicitada viene la circular firmada por Martínez de Hoz del 4 de julio de 1870 donde dice: “Siendo un deber de todo ciudadano prestar su auxilio y cooperación a los gobiernos, siempre que se ocupen de la seguridad y bienestar de las sociedades que dirigen, la corporación que presido no ha titubeado ni un momento en encargarse de la compra de 1500 caballos que el Excmo. Gobierno Nacional necesita urgentemente. La Comisión Directiva de la Sociedad Rural no ha trepidado ni un solo momento en tomar a su cargo tan importante comisión, porque ha creído que aceptándola trabaja en el sentido de favorecer los intereses rurales que tiene el deber de promover”. Firmado José Martínez de Hoz.

“Los intereses rurales”, dice el retatarabuelo de quienes nos iniciaron juicio. ¿Cuáles intereses, los de los pueblos originarios que vivían allí desde hacía veinte siglos? No, los intereses de los recién llegados que vieron que eso era una fuente de riquezas. El mismo día se hace la “asamblea general extraordinaria de la Sociedad Rural”. Y en el comunicado señala que el objeto de esa reunión es tratar la oferta hecha por “el gobierno de la Pcia. de Bs. As. al de la Nación para alejar los indios al otro lado del río Negro”. Misión que llevará a cabo ocho años después el general Roca. En la asamblea se resuelve ofrecerle al gobierno “la cooperación de los hacendados sin limitación alguna”. Estas tres palabras lo dicen todo.

Luego, los hacendados levantan el tono y ofrecen al gobierno: “La más decidida cooperación para reunir los elementos bélicos necesarios que, ayudando a los que tiene la Nación, sirvan a repeler los indios lejos de nuestras fronteras actuales”. Todo, firmado por José Martínez de Hoz.

Y trescientos ganaderos.

Luego sí, Martínez de Hoz muere antes de la expedición de Roca. Pero es que la Campaña del Desierto ya había comenzado mucho antes.

Bien, he presentado la primera prueba. Mi esperanza es –aunque yo vaya preso por faltar el respeto “a la Sociedad Rural”– que con esto tome un nuevo curso la gran polémica en el país acerca del genocidio que los argentinos cometimos hace un siglo y medio contra los pueblos originarios. Así que, bienvenido el juicio que nos han iniciado los Martínez de Hoz. Servirá para ventilar ese oscuro pasado.

Página/12 :: Contratapa :: Los Martínez de Hoz al ataque

En qué quedó lo de Martinez de Hoz por el secuestro de los Gutheim? Qué ganas de ver a esa lacra en cárcel común…

Frente a Martínez de Hoz, Hoz y Martillo (?)

Me acuerdo que por el año 2003 o 2004 , cuando tenia 18 años estaba buscando laburo hacia como 5 meses y estaba desesperado porque no encontraba. Ademas iba a arrancar Derecho en la UBA, estaba en el CBC. Mi tio que tiene una empresa tiene como abogados el estudio de esta gente,que ademas estan asociados en el mismo estudio con el hijo de Mariano Grondona y otros más.

Un dia me llamo mi tio y me dijo ¨ te consegui laburo en un estudio en palermo¨. Yo vivia en palermo. Me acuerdo que me dio los detalles y era re buen sueldo , cerca de casa, como a 10 cuadras , un golazo de mitad de cancha. Hasta que me dijo…Martinez de Hoz y Grondona…ademas de otros 3 apellidos creo , porque son como 5 abogados juntos ese estudio.

Cuando escuche esos 2 apellidos rechaze la oferta automaticamente. Tres meses despues de sin tener laburo , empece a rebuscarmela por mi cuenta. Me hice artesano. Hago artesanias en vitraux. Hoy 8 años despues me dedico a eso , vivo de artesano y en la playa…Que loco no?..De haber aceptado ese trabajo ademas de haberme traicionado a mi mismo , mi vida quizas seria totalmente diferente a lo que es ahora. En vez de un artesano viviendo en el mar , seria un abogado conservador , con un auto de lujo , con un gato importante al lado , con un dpto en…pucha…porque habre rechazado la oferta…:smiley:

Es historia verídica ? Sos crack :smiley:

Si posta fue asi…igual no tan crack, fue lo unico emocionante que paso en mi vida. jaja.

¿Se acuerdan de esta frase? :

Minutouno.com - “Martnez de Hoz merece el mayor de los respetos”

“Martínez de Hoz merece el mayor de los respetos”
*Lo dijo Mario Llambías en un acto en la Sociedad Rural de Palermo

Qué groso che!

Posteate una foto con alguna de tus artesanías :smiley:

Qué asco dan estos tipos, estos oligarcas de mierda. Y el orejudo puto ese todavía viviendo en el kavanagh, tendría que estar pudríendose en la carcel.

Lo que realmente le molesta a esta gente es que alguien escriba la historia como realmente fue.Como dijo Don osvaldo:“El que injurió el apellido fue el abuelo ministro de Videla”.

Y el delincuente que fundó la Rural, también.

¿Los daños “irreparables” que le hacen a la familia? Hijos de remil puta, la lacra esa compraba por monedas terrenos que le fueron arrebatados a los indios, quienes eran los verdaderos dueños de esa tierra.

Y los daños que le hicieron los grandes “civilizadores” como Roca y Martínez de Hoz a los indios, ¿no cuentan?

Todavía recuerdo una gran verdad que dijo Pigna en Mitos de la historia argentina (tomo 2). Que el hecho de hablar de “conquista del desierto” ya es empezar diciendo una mentira. Porque si algo está “desierto” no tenés que conquistar nada, con ir y ocuparlo basta. Pero claro, como los indios no eran nadie, eso era el desierto.

¿El Doc Brown habrá dejado el DeLorean estacionado en Garbarino? Buena falta nos haría para reparar un par de errorcitos. :evil:

Aguante Bayer, Aiello y Pigna. :up:

Abrazos, Martín.

Les dejo algunos extractos del libro “Mitos de la Historia argentina tomo 2” de Felipe Pigna, como para que vean algunas de “las falsedades” de las que se quejan estos garcas hijos de remil putas.

Mejor un Mayo francés que un Julio Argentino.

La llamada Conquista del Desierto

[LEFT]“Alguna vez habrá que ponerse a pensar”, le decía bromeando Juan José Castelli a su entrañable amigo Bernardo de Monteagudo. Y alguna vez habrá que pensar en el absurdo del término “Conquista del Desierto”. Evidentemente, uno de los términos es incorrecto. Si se trata de un desierto, y tal como lo define el Diccionario de la Real Academia, “lugar despoblado, solo, inhabitado”, no puede haber conquista; en todo caso habrá ocupación. La cosa pasa por el concepto que tenía la generación del 80 del poblador originario, [u][b]al que como vamos viendo no lo consideraba un ser vivo, un habitante.

[/b][/u]A pesar de que la Constitución Nacional, en su artículo 67 inciso 15, manda “Conservar el trato pacífico con los indios y promover su conversión al catolicismo”, desde la “zanja de Alsina” aquella muralla china al revés, hasta las fatídicas zanjas de Roca, o sea las innumerables fosas comunes a las que fueron arrojados miles de niños, mujeres y hombres, la llamada “Conquista del Desierto” fue un verdadero genocidio. Y como suele ocurrir, tenía como objetivo un gran negocio: quedarse con millones de hectáreas para ofrendarlas a la división internacional del trabajo que nos había asignado, de comün acuerdo con nuestra clase dirigente, el triste rol de productores de materias primas y compradores de manufacturas. Como se sabe, el que exporta materias primas exporta puestos de trabajo, porque el valor agregado será aportado por el país industrializado que transformará en productos manufacturados las materias primas venidas desde países como el nuestro, que terminarán pagando en oro los artículos importados elaborados con nuestras materias primas.

Nuestros burgueses no se avergonzaban de exportar la lana sucia a Londres y Liverpool, porque ni lavaderos de lana instalaron en el país. Les bastaba con cobrar sus exportaciones en libras y pagarles a sus empleados y proveedores con pesos devaluados para construir sus monumentales mansiones y ostentar sus millones en París, donde se había puesto de moda la frase “rico como un argentino”.

El gobierno de Avellaneda, a través del ministro de Guerra, Adolfo Alsina —ex gobernador de Buenos Aires y vicepresidente de Sarmiento— impulsó una campaña al “desierto” para extender la línea de frontera hacia el sur de la provincia de Buenos Aires. La introducción del barco frigorífico y la creciente demanda de lana y carne ovina por el mercado inglés hacían necesaria la expansión de la frontera para, como decía un funcionario de la época, “reemplazar a los indios por ovejas

Para responder a la demanda de los capitalistas de aquí y de allá, el gobierno le encargó al ministro de Guerra un plan para terminar definitivamente con el “problema del indio y del desierto”. El plan de Alsina era levantar poblados y fortines, tender líneas telegráficas y cavar un gran foso, conocido como la “zanja de Alsina” con el fin de evitar que los indios se llevaran consigo el ganado capturado.

Pero el plan de Alsina no era un negocio brillante para ningún particular, de manera que se terminó imponiendo el gran negocio, más conocido como el plan de Roca. Al poco de asumir la presidencia, Nicolás Avellaneda promovió la “Ley de Inmigración”, que les garantizaba a los recién llegados tierra, trabajo y libertad (nota: :lol:). Es conocida la dificultad de nuestros gobiernos para cumplir con las leyes, aun con las que ellos mismos dictan.

Apenas tres años más tarde. Avellaneda había cambiado radicalmente de opinión y el 14 de agosto de 1878 presentaba ante el Congreso un proyecto para poner en ejecución la ley 780 del 23 de agosto de 1867, que ordenaba la ocupación del Río Negro, como frontera de la República sobre los indios pampas. Ambas cámaras sancionaron entusiasmadas y presurosas el 5 de octubre de 1878, la ley que llevó el número 947. Autorizaba al Poder Ejecutivo Nacional a invertir hasta 1.600.000 pesos
fuertes para concretar el corrimiento de la frontera a la margen izquierda de los ríos Negro y Neuquén, “previo sometimiento o desalojo de los indios bárbaros de la Pampa, desde el río Quinto y el Diamante hasta los dos ríos antes mencionados”. La suma millonaria se obtendría a través del “producido de las tierras públicas nacionales que se conquisten”.

El mecanismo sería el siguiente: Se emitirían 4.000 títulos públicos con un valor nominal inicial de 400 pesos fuertes cada uno. Cada título daba derecho a la propiedad de una legua de tierra (2.500 hectáreas) en los territorios por conquistarse y otorgaba una renta anual en efectivo del 6% anual, pagadera semestralmente hasta que se hiciera efectiva la posesión de la propiedad.

El empréstito se abrió entre el 1° de noviembre y el 31 de diciembre de 1878. Implicaba la venta de 4.000 leguas (10 millones de hectáreas) ubicadas entre las líneas de frontera y los ríos Negro y Neuquén.

…los curtidos lectores van adivinando —gracias a su vasta o corta experiencia como habitantes de esta Nación— quién se iba a quedar con las tierras y quiénes eran los únicos que estaban en condiciones de invertir algunos miles de pesos en aquellos años de miseria general…

Por efecto de la mencionada ley 947, 391 personas se quedaron con 8.548.817 hectáreas de las mejores tierras del mundo.

¿Quiénes iban a la frontera a poner el cuerpo? Los pobres de la ciudad y la campaña. Aquellos clasificados por los poderes de tumo desde Rivadavia en adelante como “vagos y mal entretenidos”, es decir aquellos que no podían demostrar propiedad o trabajo fíjo. El escritor José Mármol satirizaba así la perversa situación:

No conozco vagos con ocupación útil. El ser vago sin hacer mal, no es un delito, hacer nada para el hombre rico que no quiere trabajar, no es un crimen y yo, si tuviera mucha plata, sería el primero que andaría paseando. Vago, mal entretenido, es otra cosa, porque puede ser vago y bien entretenido… Esta ley debe ser lo más clara posible, porque es una ley contra los pobres."

Como decía Mármol, los ricos vagos, nunca eran mal entretenidos. Estaban muy entretenidos en contar por adelantado los millones que iban a amasar tras la campaña que iban a hacer los “mal entretenidos”. :evil::evil::evil:

Roca, apodado “el Zorro” por sus amigos, había dicho:

Sellaremos con sangre y fundiremos con el sable, de una vez y para siempre, esta nacionalidad argentina, que tiene que formarse, como las pirámides de Egipto y el poder de los imperios, a costa de sangre y el sudor de muchas generaciones.

El nuevo ministro de Guerra, que no se incluía entre las generaciones a sacrificarse, aplicó un plan de aniquilamiento de las comunidades indígenas a través de una guerra ofensiva y sistemática.

Cuando Roca decidió emprender su campaña, el indio estaba ya muy lejos de ser un enemigo siquiera medianamente formidable. Es Roca mismo quien plantea el problema en sus verdaderos términos cuando expone su plan ante el Congreso:

En la superficie de quince mil leguas que se trata de conquistar, comprendidas entre los límites del río Negro, los Andes y la actual línea de fronteras, la población indígena que la ocupa, puede estimarse en 20.000 almas, en cuyo número alcanzaran a contarse de 1.800 a 2.000 hombres de lanza […]. Su número es bien insignificante en relación al poder y a los medios de que dispone la Nación. Tenemos seis mil soldados armados con los últimos inventos modernos de la guerra, para oponerlos a dos mil indios que no tienen otra defensa que la dispersión, ni otras armas que la lanza primitiva.'"

De manera que los hectolitros de tinta gastados en glorificar el coraje, el arrojo y esas cosas de las que supuestamente estaba munido Roca, desembocan en el mar de la mentira escandalosa.

Por aquellos años Juan Bautista Alberdi ponía su cuota de lucidez y ampliaba el foco sobre otro de los verdaderos objetivos de la campaña:

La lucha contra el indio fue un pretexto de los gobiernos para armarse e imponerse a los descontentos. Los ejércitos no se empleaban mayormente contra el indio. Los indígenas apenas ocupan hoy la atención de una décima parte del ejército."

Los diarios de la burguesía porteña (no, esta vuelta no fue La Nación :mrgreen:) estaban rebosantes y exhortaban a concluir rápidamente y sin miramientos humanitarios la faena:

Para acabar con esos restos de lo que fueron las poderosas tribus, ladrones audaces, enjambres de lanzas, amenaza perpetua para la civilización, no se necesita otra táctica que la de los cazadores de alto tono, allá, en el mundo viejo, emplean contra el jabalí. ¿Qué digo el jabalí? Contra el ciervo, porque a ciervo disparador y jadeante
se ha reducido al indio. Es preciso tener presente todas las picardías anteriores de esos desgraciados para no tenerles lástima.

El saldo de la campaña fue de miles de indios muertos, 14.000 reducidos a la servidumbre, y la ocupación de 15.000 leguas cuadradas que se destinarían, teóricamente, a la agricultura y la ganadería.

Los sobrevivientes fueron “civilizadamente” trasladados, caminando encadenados 1.400 kilómetros, hacia los puertos de Bahía Blanca y Carmen de Patagones. De allí partían en una larga y penosa travesía, cargada de horror para personas que desconocían el mar, el barco y los mareos, hacia el puerto de Buenos Aires. Los niños se aferraban a sus madres, que no tenían explicaciones para darles ante tanta barbarie.

Un grupo selecto de hombres, mujeres y niños prisioneros fue obligado a desfilar encadenado por las calles de Buenos Aires rumbo al puerto. Para evitar el escarnio, un grupo de militantes anarquistas irrumpió en el desfile al grito de “dignos”, “los bárbaros son los que les pusieron cadenas”," prorrumpieron en un emocionado aplauso a los prisioneros que logró opacar el clima festivo y “patriótico” que se le quería imponer a aquel siniestro y vergonzoso “desfile de la victoria”.

Desde el puerto los vencidos fueron trasladados al campo de concentración montado en la isla Martín García. Desde allí fueron embarcados nuevamente y “depositados” en el Hotel de Inmigrantes, donde la clase dirigente de la época se dispuso a repartirse el botín, según lo cuenta el diario El Nacional que titulaba “Entrega de indios”:

“Los miércoles y los viernes se efectuará la entrega de indios y chinas a las familias
de esta ciudad, por medio de la Sociedad de Beneficencia”.

Todas las damas de la sociedad pertenecían a ella y se juntaban en alguno de estos palacios para sus té-canasta con el declarado objetivo de juntar fondos para los pobres a los que sus maridos empobrecían cada día más (:lol:).

En otro artículo, el mismo diario El Nacional describía así la barbarie de las “damas” de “beneficencia”, encargadas de beneficiarse con el reparto de seres humanos como sirvientes, quitándoles sus hijos a las madres y destrozando familias:

La desesperación, el llanto no cesa. Se les quita a las madres sus hijos para en su presencia regalarlos, a pesar de los gritos, los alaridos y las súplicas que hincadas y con los brazos al cielo dirigen las mujeres indias. En aquel marco humano unos se tapan la cara, otros miran resignada mente al suelo, la madre aprieta contra su seno al hijo de sus entrañas, el padre se cruza por delante para defender a su familia.

Los promotores de la civilización, la tradición, la familia y la propiedad, habiendo despojado a estas gentes de su tradición y sus propiedades, ahora iban por sus familias. A los hombres se los mandaba al norte como mano de obra esclava para trabajar en los obrajes madereros o azucareros.

Si hacemos números, tendremos este balance:

[ul]
[li]La llamada “conquista del desierto” sirvió para que entre 1876 y 1903, es decir, en 27 años, el Estado regalase o vendiese por moneditas 41.787.023 hectáreas a 1.843 terratenientes vinculados estrechamente por lazos económicos y/o familiares a los diferentes gobiernos que se sucedieron en aquel período.[/li][/ul]

[ul]
[li]Sesenta y siete propietarios pasaron a ser dueños de 6.062.000 hectáreas.[/li][/ul]

[ul]
[li]Entre ellos se destacaban 24 familias “patricias” que recibieron parcelas que oscilaban entre las 200.000 hectáreas de los Luro a las 2.500.000 obtenidas por los Martínez de Hoz.[/li][/ul]

[ul]
[li]Como señala Jacinto Oddone, la concentración de la propiedad se fue acentuando y “hacia la década del veinte en el presente siglo [el XX], concluido ya el proceso de formación de la propiedad rural, solamente cincuenta familias eran propietarias de más de 4 millones de hectáreas en la provincia de Buenos Aires”.[/li][/ul]
Lisa y llanamente indignante. :evil:

Les dejo nuevamente los links de los dos tomos que tengo, por si los quieren.

Felipe Pigna - Los mitos de la historia argentina tomo 1
Felipe Pigna - Los mitos de la historia argentina tomo 2

Abrazos, Martín.
[/LEFT]

Marianito anda preocupado por la demonización de Julito Roca que pretende imponer el kirchnerismo …

La demonización de Roca y el olvido de Sarmiento - 02.10.2011 - lanacion.com

La verdad no leí la nota, pero si es de Bayer… es buena!

:slight_smile: :slight_smile: :slight_smile:

Me interesó el artículo de Grondona, mucha data. Pero su observación principal (la demonización oficial) se cae sola cuando ves la pluridad de voces a favor de retirar a Roca del lugar simbólico que ocupa en ciertos espacios: kirchneristas, radicales, peronistas, comunistas, socialistas. Si concuerdo con la beatificación oficial y entiendo su postura respecto a dejar en manos de la política la construcción histórica reciente, pero no la comparto ya que no hay censura oficial.

[quote=“dylan, post:10, topic:93519”]

Qué asco dan estos tipos, estos oligarcas de mierda. Y el orejudo puto ese todavía viviendo en el kavanagh, tendría que estar pudríendose en la carcel
[/QUOTE]Es vecino de …

[quote=“maxi452, post:17, topic:93519”]

Sí de la “zurda” que le tiraba la goma a chavez…

Igual ahora el orejudo está preso en el hospital de la carcel de ezeiza… alguien era tan iluso para pensar que iba a ir a una carcel común?

Sumame a mí. De cajón que Roca, lo que menos fue, es ser un prócer. Y la completó su hijo Julito Argentinito con el famoso tratado Roca-Runciman.

sigue vivo el orejón?