¿Se entiende?Rosales potenció un debate latente: “A veces no entendemos rápido el mensaje”, dijo. Simeone hace rarezas, pero si los jugadores fallan no hay River que gane. MARTIN EULA | meula@ole.com.ar
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¿A qué juega River? ¿Qué pretende Simeone además de ganar? ¿Cómo puede ser que de campeón pase en ochos fechas a estar anteúltimo? ¿Por qué tantos cambios de nombres? ¿A qué se deben las constantes modificaciones del esquema táctico? ¿Qué les pasa a los jugadores? Las preguntas, varias de ellas sin una respuesta uniforme, se podrían amontonar como esos papeles viejos que se amontonan en un rincón de cualquier casa.
Bomba mediática, frase contundente, bronca por un mal momento, realismo (no) mágico, lea e intente desmenuzar lo siguiente justo una semana después que un hincha le pidiera al Cholo que el equipo pusiera más huevo. “Te hablo por nosotros: a veces no entendemos rápido el mensaje. O en los partidos no se dan las cosas y hay veces en que las individualidades deben estar bien para sacar un partido adelante. Pero si nos fallan, las cosas no salen”.
En una charla punzante en De Una por La Red, Mauro Rosales defendía y atacaba el momento de River cuando planteó una situación que se instala. ¿Cómo y de qué manera les llega el mensaje de simeone a los jugadores? ¿Es una ciencia tan exacta el fútbol como para que un mensaje sea el causante de no entregarle la pelota al compañero o cometer recurrentes horrores defensivos?
Simeone no cambió su forma de trabajar y transmitir lo que quiere de un semestre a otro. Lo que cambiaron fueron los resultados, y esa tendencia arrastró los humores, los gestos, la cuota de tolerancia y las palabras.
El plantel, con las indisimulables ausencias de Carrizo y Ortega, es casi el mismo, con sus mismos líderes. Lo que bajó de manera clamorosa fue el nivel de sus integrantes.
La gente de River no cambió de un día para el otro, pero hoy hasta el paladar negro luce distorsionado, aunque no sea este presente el único responsable. Esa gente llega a la cancha intuyendo que puede pasar cualquier cosa.
En los primeros nueve partidos entre el Clausura y la Libertadores, el Cholo había usado cuatro esquemas tácticos distintos, mostrado el después campeón 4-2-3-1 y sorprendido con algunas decisiones (Sciorilli de doble 5 ante San Martín de San Juan). Esta revolución cambiaria se mantiene: en estos nueve partidos entre Apertura y Sudamericana utilizó cinco dibujos diferentes y en cinco partidos hizo cambios en el entretiempo.
Hay disgustos en la intimidad del grupo por los cambios de posiciones hasta en un mismo partido o por pasar de la titularidad al repentino ostracismo de una fecha a otra.
Esto es recíproco en el cuerpo técnico por pelotas que se pierden de manera absurda, centros que caen al área casi sin oposición, pelotas que entran tontamente al arco de Ojeda, imprecisiones impropias de un profesional y errores conceptuales que van más allá de un cambio de puesto circunstancial.
A cualquier jugador y a Simeone les duelen los ojos y se les retuercen las tripas al ver la tabla del campeonato. Y las culpas son compartidas. El (el técnico) por no encontrarle la vuelta a un equipo campeón. Ellos (los futbolistas) por sus rendimientos adentro de la cancha.
Por eso es tan rudimentario como tentador apuntarle al mensaje. Más allá de ciertas chinadas, Simeone levantó a Racing, fue campeón con Estudiantes y repitió con un River maltrecho. Con sus rarezas, jamás pide que se le invente una quinta pata al gato y poner a ese gato de 8. Y los de pantalón corto deberían tomar el mensaje que sea para crecer y no como un escudo de excusas. Y volver o empezar a jugar, que de eso se trata.
En lugar de una moraleja, una paradoja para el cierre: cuando las comunicaciones hacen que todo sea veloz y mientras las cartas lamentablemente parecen dinosaurios, en River el mensaje… Uy, ¿llegó?
Situacion dificil, espero que esta confusion sea momentanea por el bien de River, sino estamos en problemas.